Dramaturgo / María Verónica Duarte Loveluck  

 

 


Juana de Arco

de María Verónica Duarte Loveluck

Juicio. Los artículos de la acusación

Cauchon: Juana, después de revisar atentamente los interrogatorios que se te han hecho, los asesores y yo mismo hemos llegado a las siguientes conclusiones.

(Le hace un gesto a La Pierre, quién lee los artículos de la acusación).

La Pierre: Primero: Ha permitido ser venerada y adorada, dando sus manos y sus vestidos para ser besados, usurpando así el culto y los honores divinos.
Juana: Es cierto que muchos me besaban las manos, pero no con mi consentimiento. Yo sólo intentaba confortarlos un poco.
La Pierre: Segundo: En su juventud no fue instruida ni educada bajo los principios y creencias de la fe, sino acostumbrada y enseñada por los ancianos a utilizar sortilegios y otras artes mágicas.
Juana: Ya he dicho que no sé ni siquiera qué son las hadas. Y en cuanto a mi instrucción, aprendí la religión como un buen niño debe hacerlo.
Cauchon: Sin embargo se niega a decir el Padre Nuestro.
Juana: Sólo lo diré en confesión.
La Pierre: Tercero: Cerca del pueblo de Donremy hay un árbol vulgarmente conocido como el árbol de las Hadas. Cerca de ese árbol hay una fuente. Ahí se reúnen malos espíritus y las gentes que usan sortilegios bailan alrededor del dicho árbol y fuente.
Juana: No es lo que yo he dicho.
Cauchon: ¿Niega acaso que colgó guirnaldas de las ramas de ese árbol?. Prosiga.
La Pierre: Cuarto: Ha dicho ver desde hace 5 años y continuamente, las visiones y apariciones de San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita, quienes le habrían revelado de parte de Dios que levantaría el sitio de Orleans, que haría coronar a Carlos, que ella llama su Rey y que echaría a todos sus adversarios de Francia.
Juana: Carlos es el verdadero Rey de Francia.
Cauchon: No es eso lo que está en tela de juicio. (A La Pierre) Siga.
La Pierre: Quinto: Ha atribuido a Dios, a sus ángeles y sus santos prescripciones que son contrarias a la honestidad femenina, abominables a Dios y a los hombres, y prohibidas por las sanciones eclesiásticas, como es el vestir de hombre. Y al atribuírselo a Dios, lo ha blasfemado.
Juana: No he blasfemado a Dios.
Cauchon: Sin embargo, las sagradas escrituras especifican que es abominable a Dios tanto que los hombres tomen ropa de mujer, como que las mujeres tomen ropa de hombre.
Juana: Ya he respondido suficiente en cuanto a ese punto.
La Pierre: Sexto: Ha afirmado ser enviada por Dios, incluso para hechos de derramamiento de sangre, lo que es totalmente ajeno a la santidad y que para todo espíritu piadoso es horrible y abominable. Séptimo y último: ha continuado en sus errores, rehusando corregirse y enmendarse, por más que ha sido caritativamente requerida a hacerlo por respetables hombres de Iglesia.
Juana: No soy culpable de ninguno de los artículos que me son imputados. No he hecho nada contra la fe cristiana.
Cauchon: No eres tú la que debe decidir si eres culpable o no. La Iglesia está dispuesta a perdonarte si te sometes a ella como primer acto de contricción.
Juana: Si me someto a la Iglesia, ¿significa que acepto todo lo que se ha dicho de mí en esos artículos?
Cauchon: Sí. También significa que aceptas las determinaciones que ésta tome para que retornes al camino del bien.
Juana: (Dudando. Exhausta, mira a La Pierre, desesperada) Me quiero someter al Concilio general de Basilea.
Cauchon: ¡Cállese, por Dios!
Juana: ¡Me lo niega porque sabe que allí hay tantos de mi partido como del vuestro!
Cauchon: (A la Pierre) Suprima ese pasaje.
Juana: ¡Se conserva todo lo que está en mi contra, pero no lo que está a mi favor!
Cauchon: Ya veremos si mañana en la plaza pública, persevera en su obstinación.

Los jueces se retiran. Juana queda sola.


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