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Dramaturgo / María Verónica Duarte Loveluck |
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Juana de Arco
de María Verónica Duarte Loveluck
Ermitaño: En esos días nos levantábamos con Dios, arábamos con Dios, cenábamos con Dios y dormíamos con Dios. La miseria, el hambre y la guerra bastaban para ponerlo en duda, sin embargo lo reafirmaban. Esperábamos su recompensa, el jardín donde no existieran los látigos de la vida terrenal. Confiábamos con vehemencia en alcanzar la belleza. Ahora los cráneos de una guerra sangrienta están sepultados y carcomidos por la tierra. Ahora las rencillas, la ambición, los adulterios, los asesinatos, todos los hechos de la historia se reducen a cenizas. Las voces que perduran hablan desde el tiempo, habían olvidado el origen de la lucha, sólo luchaban. Morían o sobrevivían, las victorias eran propias o ajenas, los nombres se grababan en las chapas del tiempo o se perdían para siempre en sus recovecos Digamos que el mío se ha perdido, que fui el testigo olvidado y anónimo, que disfruté de la gracia de mi presencia ignorada. Digamos que vi la tierra cuando era un vasto campo vacío. Que evadí con fortuna las flechas que silbaban en mis orejas, que conocí los charcos de barro y de sangre, los campos regados de muertos...
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