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Dramaturgo / María Verónica Duarte Loveluck |
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Juana de Arco
de María Verónica Duarte Loveluck
Campo de batalla, Orleans |
La batalla está en su fragor. Varios soldados ingleses tienen una escaramuza con soldados franceses. Estos escalan la torre, arriba los ingleses resisten y los hacen bajar. Entra Juana acompañada por Alençon, quien está visiblemente preocupado por ella y le cubre las espaldas. Luchan. Entra Dunois.
Dunois: Son demasiados. Nos triplican en número. Y aunque no lo hicieran, la bastilla los protegería contra cualquier ejército.
Alençon: Ha caído la torre. Esa ha sido obra tuya, Juana.
Dunois: Los mismos soldados que antes luchaban sin fuerza, parecían otros después de verte luchar.
Juana: Todavía no hemos terminado, Dunois. No podemos descansar hasta liberar por completo a la ciudad de Orleans.
Dunois: Paciencia. El consejo ha decidido que mañana renovaremos el ataque.
Juana: Olvida por un momento que soy una mujer y recuerda quién me ha enviado.
Dunois: Juana, no se trata de eso. Luchamos contra un monstruo fortificado hasta los dientes, que no parece tener ningún punto débil.
Alençon: La debilidad del enemigo está en su corazón, Dunois. No podemos dejar que sus intenciones traidoras venzan esta batalla.
Dunois: Pero, es preciso recobrar fuerzas.
Juana: Y mientras nosotros lo hacemos, los ingleses harán lo mismo, Dunois. Tenemos que seguir. Tú mismo dijiste que nos triplican. El desorden que prima en el campo es nuestra ventaja, mañana la habremos perdido.
Alençon: Ella tiene razón, Dunois.
Dunois: Está bien. Vamos.
Antes de salir, Juana cae herida.
Dunois: Juana, ¿estás bien?
Juana: Sí, no es nada. (Intenta levantarse, pero cae adolorida)
Alençon: Debes descansar, no puedes seguir luchando.
Juana: Deben prometerme que continuarán, no se detengan por mí, se los ruego.
Alençon: Pero...
Juana: Estaré bien, me recuperaré.
Dunois: Llévala a la tienda, Alençon.
(Sale Juana, ayudada por Alençon). Entra el Soldado, que ha estado luchando.
Dunois: Soldado, ¿cuál es la situación en el campo?
Soldado: Los hombres resisten, señor. Pero es imposible saber hasta cuándo. Yo mismo he visto a muchos caer, pero ignoro si la jornada será favorable o no.
Dunois: Haz un recuento de nuestras fuerzas. Quiero saber con cuántos contamos. Tú serás mis ojos en el campo. Quiero un informe detallado.
Soldado: Sí, señor. Lo haré con la rapidez de una flecha.
(Sale). Entra Alençon.
Dunois: Alençon, ¿cómo se encuentra la doncella?
Alençon: No debemos preocuparnos por ella, Dunois. Se ha arrancado la flecha con sus propias manos.
Dunois: ¡Santa muchacha!. Su debilidad resiste y pone en vergüenza nuestras dudas.
Alençon: Dunois, le hemos hecho una promesa. Y vamos a cumplirla aunque dejemos nuestras vidas en el campo.
Dunois: Así es, Alençon. Es preciso reunir a los hombres, organizar las tropas.
Alençon: Ve por la retaguardia. Iré a los cañones para que redoblen su ataque.
(Entra el Soldado).
Soldado: Capitán, capitán. Las tropas retroceden a la brecha. El capitán La Hire ha sido herido, sus hombres se retiran. Las paredes de la bastilla resisten con fuerza, todas las escaleras han sido derribadas. El inglés Talbot se ríe de nosotros.
Dunois: Como me gustaría borrarle esa sonrisa. Dispersémonos, reunámonos en la brecha. Soldado, agrupa a los que luchan a pie. Iré a buscar a la Doncella. (Salen)