|
|
Dramaturgo / María Verónica Duarte Loveluck |
|
Juana de Arco
de María Verónica Duarte Loveluck
Cauchon atraviesa el escenario. Luxemburgo aparece desde el otro extremo.
Cauchon: He venido en nombre de la Iglesia.
Luxemburgo: Sea bienvenido. Pero imagino que no viene por mí, sino por mi tan preciosa prisionera.
Cauchon: Vengo a agradecerle en nombre de todos los cristianos el haber hecho un tan gran servicio a nuestra santa fe. Le recuerdo, además, el primer sermón de la orden de la caballería, que es defender el honor de Dios, la fe católica y la fe cristiana.
Luxemburgo: Vaya al punto, Cauchon.
Cauchon: Le exijo que me entregue a su prisionera. Me corresponde a mí juzgarla, pues fue capturada en los límites de mi diócesis.
Luxemburgo: ¿Y yo no he de obtener nada por la preciosa cooperación que he prestado a la Iglesia?. Supongo que los franceses sabrían apreciar mejor mis servicios.
Cauchon: Ya me habían advertido de su ambición. Por eso estoy aquí, para evitar que entregue a su prisionera a manos del enemigo a cambio de algunos francos.
Luxemburgo: Ahórrese el palabrerío, Cauchon. Y no me subestime, sé el valor de mi prisionera.
Cauchon: El Rey de Inglaterra, Enrique VI, tiene derecho a comprar a todo prisionero de guerra.
Luxemburgo: ¿No venía usted en nombre de la iglesia?
Cauchon: Deje el sarcasmo, Luxemburgo, y reciba este dinero.
Luxemburgo toma el dinero y sale.