Dramaturgo / María Verónica Duarte Loveluck  

 

 


Juana de Arco

de María Verónica Duarte Loveluck

Juana es recibida en la corte

Juana entra acompañada de Alençon, quien se queda aparte.

Tremoïlle: Muchacha, sé bienvenida.
Juana: (Perturbada) ¿Quién es usted?
Tremoïlle: Soy el Delfín, Juana. Acércate.

(La corte parece divertida por el juego, se miran entre ellos y sonríen).

Juana: Les ruego que no traten de engañarme. (Juana mira confundida los rostros de todos los asistentes, finalmente, se acerca al Delfín). ¿Es usted, señor?
Carlos: No soy el Rey, Juana. Allí está el Rey.
Juana: No se burle de mí. Es usted y ningún otro. Debe serlo si no...
Carlos: ¿Qué te dice que soy yo, y no otro?
Juana: (Mirando a su alrededor) Es usted, no me cabe ninguna duda. Si me equivoco, entonces no tengo nada que hacer aquí. (Intenta retirarse, los asistentes parecen sorprendidos)
Carlos: Juana, detente. Acércate, has dicho la verdad.
Juana: (Se dirige hacia él y se postra a sus pies) Señor, el Rey del Cielo me envía ante usted para decirle que debe ser ungido y coronado en la ciudad de Reims y que será el lugarteniente del Rey del Cielo, que es el Rey de Francia. (Carlos mira a Tremoïlle y al Arzobispo. Juana se acerca a Carlos). Debes creerme y depositar toda tu confianza en mí. Si accedes a que nos quedemos solos, te diré cosas que sólo sabe tu conciencia, el Rey del Cielo y yo.
Carlos: Déjennos solos.
Tremoïlle: Señor, podría estar arriesgando su vida.
Carlos: Confío en ella.

Los cortesanos se apartan de Carlos y Juana. Apenas lo hacen, empiezan a murmurar. El Arzobispo se acerca a Tremoïlle.

Arzobispo: Tiene encanto, sin duda.
Tremoïlle: Es una insensata. Me pregunto qué es lo que tiene que decirle que no podamos escuchar.
Arzobispo: Ya lo escuchó, Tremoïlle, algo que sólo sabe el Rey del Cielo, la conciencia del Delfín y ella misma.
Tremoïlle: Es absurdo. Una persona de Iglesia como usted no debería creer en toda esa charlatanería.
Arzobispo: Veo que usted sólo cree en las estrategias de los hombres... ¿Acaso los designios de Dios son una mera charlatanería?
Tremoïlle: Y, ¿qué me dice de las estrategias del demonio? ¿Cómo podemos saber si sus designios provienen de Dios o del demonio?
Arzobispo: Me inclino a pensar que, dadas las presentes circunstancias, sus intenciones son más bien favorables. Y lo que es favorable para Francia, no puede provenir del demonio.
Tremoïlle: Aún no sabemos si lo que sucederá será favorable o no.
Arzobispo: En eso, usted está en lo cierto.
Tremoïlle: Tanto silencio me inquieta. Debo saber qué está sucediendo.
Arzobispo: Tenga paciencia, Tremoïlle, pronto sabremos qué sucede.

Tremoïlle, resignado, se sienta y espera. Los demás cortesanos hacen lo mismo.


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