Dramaturgo / Isidora Aguirre  

 

 


ˇSubiendo . . . último hombre!

de Isidora Aguirre

Escena 2
Luz sobre Espacio donde está el Padre. Entra en la zona de luz, El Hijo, y tira al piso el casco de minero.

El padre: (Autoritario) ¿Qué?. ¿Qué significa eso?
El hijo: Sé que usted lo entiende.
El padre: Que te has vuelto contra tu padre.
El hijo: (Lo recoge, y deja en algún lugar, murmurando). Fue de rabia por lo que vi...
El padre:(Asintiendo con la cabeza). El accidente. En la mina los hay a menudo. Pero es la primera vez que te toca estar ahí... ¿Te acobardaste?
El hijo: No, no es eso. (Calla)
El padre:Entonces es... ¿que te rebelas contra mi voluntad?
El hijo: (Terco, mirando el suelo). Contra la mina. Hace tiempo que estoy deseando dejarla.
El padre: ¿Cómo? (Fuera de sí). ¿Entendí bien?. ¡Es lo último que esperaba oírte decir! (Se calma, trata de ser persuasivo). Mira hijo, si es por temor a los accidentes, el cristiano nunca sabe en que momento le va a llegar la muerte. A unos lo pilla en una carretera, en un terremoto, otros pasan años enfermos antes de entregar la vida... ¡Pero nadie muere hasta que le llega la hora!... Y eso, no se sabe. Si Dios existe, Él lo sabrá.. Así es que no te preocupes por tu padre, está expuesto a morir igual que tú, porque todos vivimos de prestado.
El hijo: No es sólo por el peligro de un accidente. Es... ¡la vida del minero!
El padre: ¿Qué le vas hallando a la vida del minero?
El hijo: (Vacila) Las condiciones de trabajo, por ejemplo. Dice mi tío que en la "veta nueva" tenía que avanzar a gatas, rompiéndose las rodillas. ¡me mostró las cicatrices!
El padre: (Cortando). ¡El vejete de tu tío siempre anda hablando de más!
El hijo: (Con enojo). Y a mi abuelo ¿acaso no lo enganchaban bajo tierra, igual que a esos caballos que en el socavón se vuelven ciegos y mueren al salir al campo abierto?
El padre: (Alzando la voz). ¡Lo de la veta nueva, y de los caballos ciegos, es cosa antigua!. ¡Ahora hay máquinas, como si no lo supieras!. Busca mejores pretextos.
El hijo: ¿Y qué me dice del polvillo, de lo que casi nadie se escapa?. Y no va a negar que con el sueldo que gana le alcanza apenas. Cuando salí del Liceo no me dejó aprovechar la beca que me daban para estudiar en Concepción, porque necesitaba mi paga.
El padre: ¡Deja de hablar leseras!. No es que necesitara "tu paga"... sino que creía que era conveniente que fueras subiendo de categoría, ¡pero aquí en la mina!. Que le tenías apego igual que yo y todos en tu familia.
El hijo: Una cosa es querer la mina, otra es pensar que es lo mejor del mundo. También hay... otras ocupaciones.
El padre: ¿Y dónde vas a ir a trabajar?. Eso, ¡si encuentras trabajo!
El hijo: ¿Cómo sabe?. ¡Usted nunca ha buscado!
El padre: ¿Qué estás tratando de decir?. ¿Acaso alguna vez te faltó algo a ti o tu madre o a tus hermanos? (El Hijo va a decir algo, el Padre lo hace callar con el gesto). ¡Los hijos son unos ingratos!. ¡Unos malagradecidos!. Tampoco se dan cuenta que si uno se sacrifica en un trabajo duro, pero que se respeta, ¡es porque entrega un producto a la industria!. ¡Eso, ni tú ni nadie lo puede negar!
El hijo: (Excitado). Pero ¡también hay algo que se llama "progreso"!. ¡A los jóvenes hay miles de otras cosas que nos interesan!. ¡Supongo que los mineros pasan demasiado tiempo bajo tierra para entenderlo!
El padre: (Furioso) ¡Tu abuelo, el padre de tu abuelo, todos hemos trabajado en la mina, y es una tradición honrosa de la que no nos podemos librar!
El hijo: ¡Una tradición que ni loco pienso continuar! (Calmándose algo). ¡Al menos tuve la suerte que usted me mandara al Liceo, así es que ahora quiero completar mis estudios, y poco me importa si le parece mal!. No pienso seguir, como usted, ¡metido en este hoyo negro!
El padre: (Indignado)¿Hoyo Negro?. Eso es lo que significa para ti el trabajo de toda una vida de tu padre?
El hijo: (Se vuelve para iniciar salida). ¡Mejor no seguir hablando!. ¡Los viejos nunca van a entender a los jóvenes!
El padre: ¿Dónde crees que vas?. Soy tu padre, huevón, y no te mandas solo!... (Al decirlo, con gesto brusco coge al hijo por un brazo, para detenerlo. Él, rabioso como está, se desprende con un sacudón que hace caer al padre. Queda paralogizado al verlo en el suelo y trata de ayudarlo. Él lo rechaza furioso). ¡Déjame, porquería! (Se levanta con dificultad, soba su rodilla.). ¡Laya de hijo el que me salió!. ¡Ya no hay respeto por los padres, ni por los mayores! Hijo maldito. Vete. Sal de mi vista.
El hijo: (Débilmente) No fue de intención...
El padre: (Terco) Y todo lo que dijiste (Remedando su modo de disculparse), ¿tampoco fue de intención? (Pausa). ¡"Hoyo negro"! (El hijo va a decir algo, el Padre hace un gesto como para hacerlo alejarse). ¡Yaaa! (Dándole la espalda). ¡Te fuiste! (El Hijo no se mueve). Si tanto te disgusta el trabajo en la mina, ¡no tienes derecho a vivir en estos pabellones!. ¡Son viviendas para los mineros! (Volviéndose de espalda, sin mirarlo, terco). ¡No quiero verte más por aquí!

El Hijo se aleja. El Padre toma el casco del hijo y se queda en actitud dolida, mirando al vacío. Oscuro en espacio evocación. Luz sobre el Guía.

El Guía 2: Señores, ahora, sugiero que apaguen la luz de sus cascos, para que conozcan cómo es la oscuridad en estas galerías.

Oscuro Total en escena y en la sala. Se oye entonces la voz del Guía:

Voz del Guía: Ahora sírvanse poner atención... escuchen el silencio... Un silencio que es diferente, total, cuando se está en tinieblas en estas profundidades...

Se mantiene la oscuro y en absoluto silencio por unos instantes La escena y la sala.



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