Dramaturgo / Marco Antonio de la Parra  

 

 


Australia

de Marco Antonio de la Parra

Escena 3


El café.

La Mujer: ¿De dónde vienen? ¿Cómo llegaron aquí? ¿Quieren de verdad comer, beber, pedir algo? Aquí no llega nunca nadie. Apenas los camiones, nunca se quedan más que una noche en la hostería de enfrente. Juegan a los dados, a los naipes. Me insultan. Beben como cosacos. ¿Quieren emborracharse? ¿Cerveza? ¿Comida? Tienen que darse prisa porque ya cierran la cocina. También acá vivimos. Mal, lejos, pero tenemos casa y cama y ganas de no saber de este tugurio.
El Hombre: Usted es guapa. Alguna vez fue muy bella. ¿Sabe? Usted puede hacer hoy una buena acción. Usted puede ser un regalo de Dios. ¿Sabe? Mi amigo no ha estado con una mujer hace mucho tiempo.
El Otro: No tiene derecho a contar lo que le he dicho. Y menos seduciéndola delante de mis narices.
La Mujer: ¿Y eso qué?
El Hombre: ¿Usted es casada? ¿Tiene novio?
El Otro: Es mentira. No tengo problemas con las mujeres.
La Mujer: No tengo pareja. Por si acaso, no soy puta. Una santa tampoco. Me vine aquí porque quería estar lejos.
El Hombre: ¿Usted también? ¿La persiguieron? ¿Dejó un corazón roto?
El Otro: O es usted la que sufrió el golpe en la nuca. De un hombre por supuesto.
La Mujer: Pidan lo que desean que ya cierra la cocina. No hablen tonterías. El cocinero tiene mal humor y tiene una escopeta. No intenten manosearme. Aquí no me toca nadie.
El Hombre: ¿Sólo el cocinero?
El Otro: Dijo que nadie, gusano. Nadie. No te puedes imaginar la castidad de nadie, ni en el culo del mundo.
La Mujer: Me canso. Piden o me voy. Tengo várices, tengo hambre, tengo sueño.
El Hombre: Mi amigo es una buena persona. No quiere nada especial. Sencillamente que se siente con nosotros. Sencillamente que le hable.
El Otro: Mentira. No quiero nada. Un café, algo para comer. Puede seguir con lo suyo, señora.
La Mujer: Parece un búho con esos ojos. No deja de mirarme. ¿Seguro que no es un pervertido? ¿Y si son una pareja de maricas?
El Otro: No soy un maricón.
El Hombre: Su mujer lo dejó por otra.
El Otro: Usted no respeta mis secretos.
La Mujer: Pobre hombre. ¿De verdad lo dejó su mujer por otra? Mi marido me engañaba con mis mejores amigos. Y yo lo permitía. Lo veía tan angustiado. Necesitaba salir con hombres. Y yo me resignaba.
El Otro: ¿Me miente? ¿Me lo dice para que no me sienta mal? ¿No se está riendo de mí?
El Hombre: Yo también pensé mal de él. Creí que me seguía. Tengo acreedores, gente que me quiere hacer daño. ¿No quiere sentarse con nosotros? Es cosa de minutos. No más de media hora. Un cuarto de hora bastaría. Está muy triste. En realidad, los dos lo estamos. Tres cervezas. Un plato de lo que sea. Huevos fritos con tocino, tallarines, una hamburguesa.
El Otro: Es falso, yo estoy bien.
El Hombre: Vamos, desahógate, como te dijo tu madre.
El Otro: No somos ni siquiera amigos, señora.
El Hombre: Estamos solos. Y tristes.
El Otro: Eso no le importa. ¿Para qué contarle todo? ¿Me pongo yo como una fuente de palabras a hablar de la loca de tu mujer? ¿De la angustiosa resistencia de tu hija? ¿Por qué traicionas a la primera de cambio?
La Mujer: Pues somos tres. ¿Me prometen que no me harán daño? ¿Por qué creen que me vine aquí? Esta es la última parada de todo. No quiero haber huido tanto para que me quiebren lo poco que tengo. Tú ¿de verdad que hace años no has estado con ninguna mujer?
El Otro: No
El Hombre: Sí. Tiene miedo que te rías de él.
El Otro: Miente.
El Hombre: Miente.
La Mujer: Comemos y nos vamos a casa. Tienes una mirada triste.
El Otro: Yo sólo quiero dormir.
El Hombre: Es una mujer, torpe.
El Otro: ¿Quieres que me enamore? ¿Otra vez? ¿De una mujer que vive en el fin de la tierra? ¿Que no pueda verla nunca si no es tras un viaje eterno en un vagón vacío o mal acompañado por un idiota que no cesa de hablar de sus pecados?
El Hombre: Es una mujer. Nos da de cenar. Está sola. ¿Has sentido el viento? Podría llevarla conmigo. Está tan necesitada como tú o como yo. Te la cedo.
El Otro: No la quiero.
La Mujer: Aquí están las cervezas y la comida. Cerramos en quince minutos.
El Hombre: Come. Se enfría.
El Otro: No tengo hambre.
El Hombre: Miente.
La Mujer: Lo preparé yo misma. ¿No te gusta?
El Otro: ¿Está bueno?
El Hombre: Muy bueno.
El Otro: No tengo hambre, pero igual lo probaré.
La Mujer: Es lo que hay que hacer. No se sabe en Australia cuando volverás a comer.
El Hombre: Salud.
La Mujer: Provecho.
El Otro: ¿Alguien me alcanza un pedazo de pan?

Comen en silencio. La Mujer pone en el Wurlitzer una vieja canción de Elvis Presley: “Are you lonesome tonight?”. Ella baila.


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