Dramaturgo / Marco Antonio de la Parra  

 

 


Australia

de Marco Antonio de la Parra

Escena 7


La casa. La mañana. Muy temprano. El Otro en brazos de La Mujer. El
Hombre de pie, vistiéndose.

El Hombre: Me duele la cabeza. Y me duele el golpe de este hijo de puta. Tenías un arma, lo sabía. Siempre me pasa lo mismo. Me confío en exceso de la gente. Con las mujeres, con los hombres. Con Dios, sobre todo con Dios. Viejo maldito, más encima es inmortal, más encima está en todas partes, más encima no se deja ver. ¡Dios! ¡Dios! ¡Estoy en Australia! Estoy seguro que voy a recuperar el dinero prestado, estoy convencido que las voy a poder querer para siempre. Y fracaso. Contigo sentí algo raro. Que eras una sombra peligrosa. Que traías algo entre manos. Te hacías la mosca muerta y eras el asesino del vagón. Yo portándome como si dominara todo y soy el perdedor. Siempre me pasa lo mismo. En el póker me despluman. No me doy cuenta que ya están todos de acuerdo. En el billar se dejan ganar y me confío y subo las apuestas y me dejan limpio, totalmente en bancarrota. El último golpe tuyo fue feroz. Mira como tengo el ojo. No te acerques, mujer.

La Mujer y El Otro se visten.

La Mujer: ¿Carlos? ¿No quieres quedarte conmigo en Australia?
El Hombre: Ya tengo bastante de besos y abrazos por el resto de mi vida. Quédate con él. ¿Durmieron bien juntos? ¿Hicieron el amor? ¿O no se le para? No he dicho nada, perdón. Este es un perro rabioso, la ira de Dios. Un mal ángel.
La Mujer: Carlos… Yo podría amarte… De verdad…

El Otro sale y vuelve con el paquete deshecho y húmedo.

El Otro: ¡Orinaste mi mano!¡Asqueroso!
El Hombre: Asqueroso tú. Asesino asqueroso. Escucha esa mujer de verdad.
El Otro: ¿Sabes cuánto tiempo llevo esta mano conmigo? ¿Sabes cuánto tiempo la conservo?
La Mujer: ¿Prefieres esa mano a mi amor? Siempre es lo mismo. ¡Vete! ¡Sal de esta casa, depravado!

La Mujer toma toda la ropa de El Otro  y la tira a la calle.
El Otro recoge lo que puede y vuelve a entrar.

El Otro: Perdona, pero es que tú no sabes lo que es esta mano…
La Mujer: Un asco, eso es, un asco.
El Otro: Es lo único que tengo…
La Mujer: Yo te ofrezco todo… ¡Todo! ¿No te gustó mi amor? ¿Mi cuerpo? Eres como todos los hombres. Un loco, un depravado. Alguien que esconde algo raro y oscuro en su cabeza. No abres tu corazón. Cierras tu pecho. No te dejas tocar. Tira esa mano, esas fotos repugnantes. ¡Quédate conmigo! Mi corazón se abre. Piedad, por lo menos piedad. ¿No te gustó el amor? ¿No te gustó mi amor?
El Otro: Tu amor me hace daño. ¿No entiendes? Es mucho amor. No estoy acostumbrado. He estado demasiado tiempo solo. Demasiado tiempo. Tal vez vuelva. Tal vez vuelva a tomar el tren y vuelva a buscarte. Te lo prometo. Déjame sentir que no me hieres.
La Mujer: Tú me estás hiriendo. No te creo. No puedo creerte.
El Otro: Créeme, por favor, créeme. Sentí tu amor. Lo sentí.
La Mujer: ¿Y ese asco que llevas? ¿Qué es?
El Otro: Esta mano no me falla nunca. ¿Me entiendes? Nunca me hiere.

El Hombre se la arrebata y la lanza fuera, lejos, a la calle.

El Hombre: Tu furia sí que es peligrosa. La has hecho pedazos. Y a mí. Casi me matas. Nadie más peligroso que un animal herido.

El Otro sale a buscar su paquete.

El Hombre: Estoy cansado de perder. Creí que él era el perdedor de la jornada y me estaba divirtiendo. Le estaba preparando una noche de amor, absolutamente generoso. No había ninguna mala intención. ¿Dónde vas, mujer?
La Mujer: A abrir el café. ¿Qué más? ¿Alguna otra trampa? ¿Tu amor, ahora? ¿Que lo pruebe? ¿Cuál es tu navaja?
Entra El Otro atesorando su paquete.
El Otro: Espérame. Déjame explicarte.
La Mujer: No me acerques ese paquete asqueroso.
El Hombre: ¿Y tú, lince? ¿Dónde aprendiste a estropearlo todo? ¿Tan mal te trataron? ¿Dónde vas ahora?
El Otro: De regreso.
La Mujer: Vamos, que tengo que cerrar la casa.
El Hombre: ¿Qué tal es en la cama?
La Mujer: Mejor que tú, eso seguro.
El Hombre: Hoy no es mi día. ¡Chico! ¿Por qué tan callado?
La Mujer: No lo molestes más.
El Hombre: No lo estoy molestando. ¿Lo he molestado acaso? ¡Sólo quería que se divirtiera! Me daba pena verlo en el viaje, solo, triste. Me conmovió su historia.
El Otro: No me hables más.
El Hombre: Hombre… Deberías tirar ese paquete. Yo regreso solo.
El Otro: Te dije que no me hablaras más…
La Mujer: Mejor le haces caso… ¿Vamos?
El Hombre: Vamos.
La Mujer: ¿Te pongo otro algodón en la nariz?
El Otro: No.
La Mujer: ¿Por qué no te deshaces de esa cosa?
El Otro: No sé. Tal vez.
La Mujer: Bueno. Se tienen que ir. Es mi casa. ¿No te quedas?
El Hombre: Estás loco, Carlos.
El Otro: ¿Y mis hijos? ¿Me dejas ir por ellos?
La Mujer: Si tiras ese paquete.
El Otro: ¿No me harás daño?
La Mujer: ¿Quién le hizo daño a quién?
El Hombre: Contesta eso, guapo. ¿La viste llorar? Suelta esa mierda.

Forcejean por el paquete. El Otro se deja perder.
El Hombre huye con el paquete.

El Otro: ¿Dónde va? ¿Qué hago ahora?
La Mujer: Tú sabrás. Yo tengo que abrir el café.

Salen. La Mujer cierra la puerta.


Escena 1 | Escena 2 | Escena 3 | Escena 4 | Escena 5 | Escena 6 | Escena 8 | Escena 9 | Escena 10 | Versión de impresión

 

 


Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006