Dramaturgo / Marco Antonio de la Parra  

 

 


Australia

de Marco Antonio de la Parra

Escena 4


El café. Beben cervezas. Suena la música. La Mujer
 come en otra mesa.

El Hombre: Sácala a bailar.
El Otro: Estoy comiendo.
El Hombre: Sácala a bailar, no seas marica.
El Otro: Ella también está comiendo.
La Mujer: ¿No les gusta Elvis?
El Hombre: A mi amigo le encanta.
El Otro: ¿No tienes Sittin in the dock of the bay con Otis Reding?

La Mujer coloca la canción pedida por El Otro.

La Mujer: Mi madre era hermosa como una actriz de cine. Mi padre bebía y no estaba nunca en casa. Mi madre se acostaba con diferentes hombres. Tantos hombres. No se preocupaba de mí, si yo estaba ahí, si la veía. Mi padre apenas pasaba en casa. No me tocaba.
El Hombre: A veces es peor.
El Otro: ¿Te quería?
La Mujer: ¿Quién? ¿Mi madre? ¿Mi padre? Crecí con miedo al amor. Como si fuese una enfermedad, algo como la lepra, la tiña, una peste que enloqueciera la mente. Algo que se llevaba lejos a mamá. Algo que no dejaba que mi padre regresara a casa. Tengo el corazón cerrado. ¿Quieren sentirlo? Late mal. Se equivoca, da un salto errado. Me ahoga. Moriré del corazón. De las heridas del amor de niña. De la fiebre reumática. De un paro súbito. Lo espero. No tengo miedo. Llegará. Como llegaron ustedes, de pronto. Quizás uno de ustedes me lo provoque. No les temo. Es el destino. Es mi destino. Mi madre mientras se acostaba con esos hombres dando gritos en la cama de su dormitorio escribía fuego en mi corazón mi muerte futura. Mi padre no vino a socorrerme. Huí de ellos a Australia. Donde no llegara nadie. Donde quizás exista menos riesgo. Pero de pronto han llegado ustedes. Y ustedes sean los enviados.
El Hombre: Mi madre también engañó a mi padre. Mi padre también engañó a mi madre. Mi madre me contaba todo. Yo tenía 12 años y me decía que mi padre era maricón. Me contaba con quién salía. Se colgaba de mi brazo y me decía que parecíamos pareja. Yo odiaba que me tocara. Mi madre era hermosa. Una mujer joven y bella. Tenía el corazón roto, no podía dejar de hablar de todo lo que le pasara. Yo me sentía torpe, aburrido, no me atrevía a acercarme a una mujer. Me enamoraba en privado. Me enamoré desde muy niño. Les proponía matrimonio a mis compañeras en la escuela. No quería sexo. Quería sencillamente compañía.
El Otro: No conocí realmente a mi madre. Éramos tantos hermanos. Dormía con mi hermana. A veces ella me tocaba.
El Hombre: ¿Dónde?
El Otro: Todo. Era mayor que yo. Me decía “estamos tan solos, Carlos” y me tocaba.
La Mujer: El primer hombre que amé no quería tocarme. Le daban miedo mis pechos. Le costaba besarme. Yo empecé a sentir pasión ¿me entienden? Empecé a volverme loca por él. Pero él no se dejaba tocar. Apenas me daba la mano. ¿Por qué llora? ¿Qué le pasa?
El Otro: Nada. No me pasa nada. Estoy bien. Continúe.
La Mujer: Me dejó de un día para otro. Se fue sin más. Quizás por eso me entregué a mi primer amante. Era fogoso como un tren. Hacíamos el amor como conejos. Esperando siempre la muerte. Que mi corazón estallara. Quedé embarazada. Me hizo abortar. Dos veces. Igual yo estaba enamorada. Nos casamos. Me puso los cuernos con mis amigas. Yo trabajaba para mantenerlo. Odiaba su aliento cuando me decía “eres tan buena, angelito”. Huí de él. Sé que pregunta por mí. Sé que envía correos a muchas partes del mundo. Direcciones al azar. Cartas sin ton ni son. Una me llegó. La tengo aquí. ¿La leo?
El Hombre: Sí.
El Otro: No sé.
El Hombre: Deja que la lea.
La Mujer: La tengo siempre en mi delantal. Escuchen. “Angelito, eres tan buena. La vida es tan rara sin ti. Tienes que volver. Te espero en la casa de siempre. No puedo olvidarte. Cualquier otra mujer es una furcia. Eres el ángel de mi vida. A veces pienso en terminar con mi existencia. Vuelve. No sé dónde estás. Escribo estas cartas diariamente. Como telefoneo a todos los números del listín telefónico. Y tú no me contestas”.
El Hombre: ¿La ha llamado aquí?
La Mujer: Una vez. Reconocí su voz y colgué. Me da miedo que aparezca. ¿Seguro que no vienen de parte de él?
El Otro: ¿Seguro que no nos está mintiendo? ¿No está buscando nuestra compasión?
El Hombre: Mi amigo tiene miedo de enamorarse de usted.
El Otro: Miente, siempre miente. A todas las mujeres que ha tenido siempre les miente.
La Mujer: ¿Y quién no miente? ¿Tú no mientes, Carlos?

Pausa.

El Otro: No. Yo nunca he sabido mentir.


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