Dramaturgo / Marcelo Sánchez  

 

 


Extramuros

de Marcelo Sánchez

Escena tercera

En una celda.

Hombre 1: Lo siento.
Hombre 2: Cállate. No digas nada.
Hombre 1: Deben ser mis papeles. Paso mucho tiempo fuera de la ciudad y me han detenido varias veces. Todo se va a arreglar.
Hombre 2: No es eso.
Hombre 1: ¿Qué mierda es entonces? Yo tendría que estar en mi casa ahora, tengo obligaciones, sabes. ¡Nadie va a hacer las cosas que yo tengo que hacer!
Hombre 2: No te hagas ilusiones con respecto a eso, el mundo va a seguir girando cuando estemos muertos...
Hombre 1: ¿Ilusiones? Mira, porque seas un vago; porque lo único que puedes ser es eso, no quiere decir que yo pertenezca a tu misma clase. Yo soy un ciudadano y tu un simple inmigrante. La diferencia salta a la vista. Ni siquiera somos amigos y no tienes derecho a decirme nada. Que nos hayan arrestado cuando estábamos juntos no supone ningún tipo de confianza entre nosotros. Déjame aclararte que no sé por qué te conté todas esas cosas sobre mi padre. Estaba en una noche mala; poco trabajo y mucho en que pensar. No es la primera vez que me arrestan, pero nunca me había pasado esto. Mis responsabilidades no son ninguna ilusión. Tengo que cuidar a una persona enferma. Tengo que administrar mis negocios. Es cierto que es una ciudad horrible, pero también está llena de oportunidades y yo las he visto correr ante mis ojos. Hice algunas inversiones. He tenido éxito ofreciendo mis servicios. Tengo que cuidar mis intereses. Si devalúan la moneda estoy preparado para sacar algo de eso. No soy un maldito inmigrante para estar encerrado. El fusilamiento no me parece un buen panorama... yo... yo tengo mucho que hacer todavía...
Hombre 2: Será mejor que te tranquilices. Nos van a soltar cuando presente mis papeles.
Hombre 1: ¡Ya los presentamos!
Hombre 2: Los míos no. No todos papeles.
Hombre 1: ¿Qué quieres decir?
Hombre 2: Soy médico. He ayudado a algunos altos oficiales del ejército serbio. Tengo libre paso por las fronteras.
Hombre 1: Espera... ¿Trabajaste para el ejército serbio?
Hombre 2: No imagines estupideces. Operé a la mujer de un oficial serbio y él me dio un salvoconducto.
Hombre 1: No me importa lo que hayas hecho: eres un asqueroso traidor... ¿Vas a denunciarme?
Hombre 2:
 Imbécil, podría haber dejado que te mataran, podría haberte matado desde que apareciste, podría haberte arrojado encima de una de las minas subterráneas que estaban a nuestro paso, podría haber dejado que el soldado te matara.... Te digo todo esto para que sepas que no nos van a fusilar. Y no quiero que hablemos de mí. Soy mejor escuchando desde hace un tiempo. He ido perdiendo la costumbre de hablar de mi mismo. Preferiría que no me preguntaras nada. No me gusta hablar del pasado.
Hombre 1: Debes tener mucho que esconder. Seguramente eres un cerdo torturador ¿Qué eres? ¿Una especie de médico de campos de concentración?
Hombre 2: Me importa una mierda lo que pienses. No tengo que darte explicaciones a ti, miserable traficante de cuarta categoría. ¿Qué haces con los que te contratan? Seguramente recibes el dinero y después los entregas. No tienes agallas ni siquiera para hacer un negocio sucio. ¿Alguna vez has entrado a alguien a la ciudad? ¿Cómo vas a saber algo si nunca has salido de esa ciudad? Te contentas con tus miserables paseos nocturnos buscando a quien engañar. ¿Quieres saber quién soy? Tengo mi precio, niño, y todavía no lo has pagado.
Hombre 1: ¿Qué puedo pensar de ti? ¿Quién te crees? ¿Humprey Bogart? ¿Sabes que éste puede ser el inicio de una gran amistad, pedazo de imbécil? Lamentablemente Casablanca queda muy lejos de aquí y yo creo que evades hablar de ti porque tienes muchas cosas sucias que esconder. Pero me da lo mismo. Simplemente no quiero morir. Sácame de aquí con tus influencias y todo estará bien. Después de todo yo también tengo negocios sucios que esconder. Y ni hablar de mi vida privada. De eso ni hablar. Mierda, tengo tantas cosas que esconder como tú. ¿Me vas a sacar de aquí, no es cierto? ¿Me vas a sacar? Yo no debo morir todavía. Mañana sí. Mañana estará bien.
Hombre 2: Todos decimos lo mismo.
Hombre 1: Mañana lo aceptaré. Hoy quiero ver el amanecer.

(Silencio)

Hombre 1: Si nos fusilan quiero decirte algo.
Hombre 2: No lo harán.
Hombre 1: Pueden hacerlo. A otros los han fusilado y mutilado antes de echarlos en la fosa. Créeme que pueden hacerlo.
Hombre 2: Dime lo que quieras.
Hombre 1: En primer lugar, gracias por escucharme.
Hombre 2: No fue nada.
Hombre 1: Está bien. Lo que quiero que sepas es que yo también he colaborado con ellos. Mucha gente lo ha hecho, pero no quieren reconocerlo. Yo quiero reconocerlo. Eso es todo. Me arrepiento también de haber sido tan imbécil.
Hombre 2: Hey.... guarda tu confesión para el día de tu muerte. Vas a salir de aquí.
Hombre 1: No puedo esperar más. Son demasiadas cosas. Vivo o muerto necesito salir de aquí un poco más aliviado.
Hombre 2: Está bien... ¿A quién buscabas allá afuera?
Hombre 1: Quería hacer negocios, eso es todo. Una vez entré a unos gitanos. Me pagaron con un anillo de oro. Una vez intenté entrar a unas mujeres filipinas. Los oficiales se quedaron con ellas y con el dinero. Esos han sido todos mis negocios. Nada más que eso... no buscaba a nadie.
Hombre 2: ¿Estás seguro?
Hombre 1: Si hay algo que no sé hacer es mentir.
Hombre 2: No te subestimes.
Hombre 1: Buscaba a mi padre.
Hombre 2: Así que es eso.
Hombre 1: ¿Podría ser de otra manera?
Hombre 2: Podría ayudarte a encontrarlo.
Hombre 1: Nadie puede ayudarme.
Hombre 2: Tienes razón. Nadie puede ayudarte a encontrarlo. Lo que quiero decir es que te enseñaría a buscar.
Hombre 1: ¿Escuchas? (el sonido del viento). Va a comenzar una tormenta allá afuera. Los gitanos deben estar amarrando sus carpas. Ya no se escucha la música. En las montañas la guerrilla debe estar preparando su próximo ataque.
Hombre 2: Yo también quiero decirte algo. Si salimos de esto... mañana, cuando estés en la ciudad no vayas hacia la puerta de Salomón. La guerrilla va a explotar la puerta.
Hombre 1: ¿Tú sabes algo?
Hombre 2: Sé que mañana es mejor que ni te acerques al barrio cercano a la puerta de Salomón.
Hombre 1: ¿Eres de ellos?
Hombre 2: ¿Quién crees tú que soy yo?
Hombre 1: El hombre que va a salvarme la vida.
Hombre 2: Yo sólo me topé contigo allá afuera. Vamos a salir de aquí. El ejército serbio me debe algunos favores.
Hombre 1: Parece que gente muy distinta te debe favores.
Hombre 2: Es el privilegio de ser un mercenario. No sabes lo que te pierdes.
Hombre 1: Lástima...
Hombre 2: ¿Por qué?
Hombre 1: Porque me parece que este puede ser el comienzo de una gran amistad.


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