Dramaturgos / Marcelo Sánchez  

 

 


Extramuros

de Marcelo Sánchez

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Escena primera
Escena segunda
Escena tercera
Escena cuarta
Escena quinta
Versión de impresión

 

 

Extramuros

Texto original de Marcelo Javier Sánchez Delgado.

Obra estrenada en Santiago de Chile, en el Teatro Camino, el 26 de octubre del año 2000.
Realizó una temporada en la sala Teatro Camino en los meses de octubre y noviembre.
Fue invitada al Centro de Extensión de la Universidad de Talca, al Instituto profesional DUOC de Viña del Mar, a la muestra de Teatro de Cerro Navia, a la Universidad Austral de Valdivia y participó en el Festival Internacional de Teatro a Mil de Santiago de Chile
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Ficha técnica del montaje

Obra: Extramuros
Autor: Marcelo Sánchez
Dirección: Claudio Pueller
Diseño: Eduardo Jiménez
Vestuarios: Ignacio Lechuga
Actores: Álvaro Pacull y Juan Pablo Bastidas

Personajes
Hombre 1: en los primeros veinte.
Hombre 2: en los cincuenta.
Soldado
Oficial

Noche.
Las afueras de una gran ciudad.
Una garita de una guardia fronteriza.
Una celda.
El desierto en medio de una tempestad.
Unos roqueríos al borde de un camino, al amanecer.
Una representación sin ninguna pretensión de exactitud histórica o política.


Escena primera


En las afueras de la ciudad. En la lejanía se escucha la música de los campamentos gitanos y de vez en cuando algún disparo al aire.
Hombre 1 inspecciona el espacio con una linterna. Encuentra a Hombre 2, que está agazapado tras unas dunas bebiendo una botella de licor. Hombre 1 investiga a Hombre 2 detenidamente, escudriñándolo con la linterna.

Hombre 1: ¿Qué haces aquí?
Hombre 2: Deja de alumbrarme, por favor...
Hombre 1: ¿Qué?
Hombre 2: ¡Que me saques la linterna de los ojos!
Hombre 1: No quiero quedarme a oscuras...
Hombre 2: ¡Vas a llamar la atención! ¡Apaga eso! ¿Estás loco? ¿Piensas que puedo matarte?
Hombre 1:
 No... Pero que me gustaría saber lo que estás haciendo con las manos... ...por si acaso.
Hombre 2: Si quisiera matarte podría hacerlo de todas maneras. Apaga eso.¿Qué ciudad es esa?
Hombre 1:
 La mía.
Hombre 2: Te vi salir por la puerta que está menos vigilada, la del muro norte ¿Qué andas buscando aquí afuera?
Hombre 1: A nadie. Yo no busco nada.
Hombre 2: Todavía no me dices qué ciudad es esa....
Hombre 1: ¿Qué nombre prefieres?
Hombre 2: ¡No juegues, niño! Dime como se llama.
Hombre 1: ¡No me digas niño, imbécil! ¿Quieres que te denuncie?
Hombre 2: (ríe)... Me alegro de que tengas hígado, niño, es una buena señal. Tengo un poco de licor... ¿Quieres beber?
Hombre 1: No.
Hombre 2: Mejor así (bebe).
Hombre 1: Hace quinientos años esa ciudad era la capital de un imperio...
Hombre 2: Es lo que dicen de todas las ciudades. Una mentira tan insoportable como cualquier otra. ¿Nunca me dirás su nombre?
Hombre 1: No vale la pena. Te puedo contar algunas cosas... si es que antes no llegan las patrullas.
Hombre 2: Si llegan... ¿No me vas a denunciar, verdad?
Hombre 1: No creo. ¿Ves esas llamas al sur del segundo barrio? Son campos minados. El ejército los hizo para detener a los inmigrantes. ¿Quién eres tú? No importa, ya me lo dirás. Antes de eso los inmigrantes que llegaban a la ciudad podían trabajar y quedarse a vivir sin ningún problema. Ahora llegan arrastrándose con las manos cuando las minas les han reventado las piernas. La puerta del segundo barrio ya no se abre. Esa parte de la ciudad apesta durante todo el año.
Hombre 2: ¡Mierda, muchacho! ¿No puedes apagar la puta linterna? No me gustaría que llegaran las patrullas.
Hombre 1: Tú. ¿Eres de ellos? A simple vista no pareces un inmigrante...
Hombre 2: No lo soy.
Hombre 1: Hay traficantes que ingresan chinos por mil dólares, puedo contactarte con uno, si quieres.
Hombre 2: ¡No soy chino! Y además no me interesa.
Hombre 1: Antes no era así. Simplemente llegaban. Todos los que querían. Como mis padres. Entraron por la puerta del segundo barrio. Mi madre vino del sur y mi padre vino de muy lejos, del otro lado del mar. Esta no era su ciudad. Es la mía. Yo crecí aquí. Probablemente voy a morir aquí. Tengo un nombre que está registrado en los libros de esta ciudad. Y hablo como habla la gente de esta ciudad. Mi padre hablaba de una manera extraña, como tú. ¿De dónde eres?
Hombre 2: ¿Por qué tendría que decírtelo?
Hombre 1: Hablas de una manera extraña también. No eres de la ciudad. Si vinieran las patrullas podría denunciarte...
Hombre 2: Es verdad, no soy de esa ciudad y en cuanto a lo otro... hablo como puedo. Un poco de cada idioma. Lo suficiente para sobrevivir. Guntennacht, Ich liebetich. Ich, Ni, San. Skoll! ¿Voulez vous coucher avec moi? I can work, I am hungry. ¿Sabes hablar inglés?
Hombre 1: No.
Hombre 2: ¿Sabes hablar serbio?
Hombre 1: Puedo decir buenos días, salud, pan y contar hasta siete... ¿Quieres que te muestre...?
Hombre 2: No es necesario... te creo. Yo también sé algunas cosas. De tanto aprender cosas uno termina hablando de una manera extraña. Te pasará lo mismo a ti. A veces es mejor no saber nada. ¿No me denunciarás verdad? No quiero que me molesten. Tengo que hacer mi trabajo.
Hombre 1: ¿Crees que podría denunciar a alguien que habla como mi padre? Es posible que hayan nacido en el mismo pueblo. ¿Quién sabe? Mi padre nunca pudo olvidar el idioma de su ciudad. Nunca pudo olvidar el idioma de su ciudad y tampoco pudo aprender el nuestro. Después de su guerra, huyó del hambre pensando que este sería un lugar seguro. Este ya no es un lugar seguro. Mi padre hablaba muy poco de la guerra. Quiero decir de su guerra; la de su país. De la nuestra dijo algunas cosas, pero yo creo que no entendía el fondo del asunto...
Hombre 2: ¡El fondo del asunto!... ¡Qué frases usas! Me das un poco de risa.... y de miedo también. Los que usan esas frases son capaces de denunciar hasta su propio padre.
Hombre 1: No lo haré.
Hombre 2: Si quieres cuéntame de él....pero ¡Por favor, apaga esa linterna!
Hombre 1: Mi padre me contó una vez que su patrulla tuvo que comerse un gato. A él no le gustó. Creo que debe haber sentido algo de culpa porque los gatos le gustaban mucho cuando no tenía que comérselos. Y eso no le ocurría aquí. Le gustaba este país por que podía criar gatos sin tener que comérselos. Cualquier país así era un buen país para un hombre como él. Se hizo rico con el negocio. Siempre lo vi tan tranquilo que no podía creer que había estado en una guerra.
Hombre 2: Tal vez sólo te contó mentiras, muchacho.
Hombre 1: Imposible. No tengo ninguna duda de que estuvo en la guerra porque tengo fotos suyas con uniforme militar. ¿Quieres verlas?
Hombre 2: (toma la foto) Parece un buen hombre.
Hombre 1: Lo era. A su modo. Como tú o como yo.
Hombre 2: ¿Quieres fumar?
Hombre 1: Sí. Mi padre fumaba. Fue una de las costumbres que le dejó la guerra. La aviación les tiraba cigarrillos a los soldados desde los aviones para que fumaran y estuvieran siempre con la boca abierta, porque de no ser así las ondas expansivas de las granadas los reventaban.
Hombre 2: Por suerte nosotros podemos fumar por el simple placer de hacerlo. Además no creo nada de esa historia. Si te cae una granada en la cara te vas a reventar igual, estés fumando o no.
Hombre 1: El lo decía.
Hombre 2: ¿Y tu madre?
Hombre 1: Mi madre vino aquí a buscar trabajo. Como todas las mujeres que han llegado desde el sur. Trabajaba en un hospital. Conoció a mi padre y lo dejó todo por él. Cuando vino la guerra ellos se alegraron. El ejército serbio tomó el lugar profesionalmente. Las calles estaban de fiesta. Había programación especial en la televisión. Unos quemaba banderas para no ser inculpados y otros las ponían en lo más alto de las casas, para celebrar. Mis padres eran inmigrantes, así que no pusieron ninguna bandera. ¿A ellos que les importaba? Ya habían tenido bastante soportando todas esas inspecciones sobre su negocio y a la gente nerviosa esperando el pan del día. Ya no hay ninguna guerra. Todo ha vuelto a la normalidad. Al menos eso es lo que nos dicen.
Hombre 2:¿Tus padres hacían pan?
Hombre 1: No. Lo vendían. Los que hacían el pan venían de otra parte. Sólo ellos trabajaban en eso. Ahora cualquiera puede hacerlo… Si eres inmigrante, puedo ayudarte a entrar y a conseguir un trabajo. Un traficante de chinos cobra mil dólares y mil quinientos si no eres chino. Conozco a alguien que lo hace por quinientos y que puede conseguirte trabajo.
Hombre 2: Yo no te he pedido nada.
Hombre 1: Como quieras. Hacer el pan no es un mal trabajo después de todo. Sólo tienes que levantarte temprano y esperar que el oficial te diga lo que tienes que hacer. Puedes robar manteca, azúcar y levadura. Y además, te regalan el pan. Antes de la guerra se decía que los que hacían el pan tenían un complot para matarnos a todos. Por eso, se alegraron mis padres cuando entró el ejército serbio. Lo que se necesitaba era un poco de orden. Alguien tenía que poner orden entre la gente del país. Eso era lo que todo el mundo decía.
Hombre 2: El mundo nunca ha dicho una puta cosa a la vez, niño.
Hombre 1: Los serbios decían que lo único que hacían era recuperar lo que era suyo, lo que siempre había sido suyo. Que aquello no era una guerra, era una ocupación natural del territorio y que podríamos vivir en paz como hermanos que éramos, pero que lo primero era el orden. Sin duda, tuvimos el orden.
Hombre 2: ¿Tienes hermanos?
Hombre 1: Uno. Mi hermano se enroló en el ejército regular, después de que los serbios lo reformaron. Tuvo mala suerte. Los oficiales lo molestaban. Le cambiaban el nombre para humillarlo. Rey de los albaneses le decían, maricón bueno para nada le decían, señorita le decían; indio de mierda le decían. Lo obligaban a que se fuera con los capitanes, a que los sirviera, a que les cortara el pasto en las casas que se habían tomado en la ciudad, lo obligaban a cosas que no se obliga a un ser humano. ¿Entiendes? Tuvo mala suerte. Lo dinamitaron en uno de los cerros de la ciudad. Entonces supe que yo nunca sería militar de un ejército regular. Entonces mis padres se dieron cuenta de que tal vez los serbios estaban exagerando un poco cuando hablaban del orden.
Hombre 2: A las palabras es a lo único que se puede temer.
Hombre 1: Si tuviera que hacer algo; si alguna vez tuviera que pelear; lo haría en una guerrilla. Con disciplina y todo, pero en una guerrilla. Es otra cosa. Finalmente las guerras se ganan o se pierden, sin importar la dignidad. El ejército serbio ganó la guerra y ha tenido éxito con la limpieza étnica.
Hombre 2: ¿Los serbios dominan la ciudad?
Hombre 1: Dicen que no, pero yo sé que sí. Prometieron la retirada pacífica. Todo se hizo legalmente. Nos visitaron los jefes de estado de naciones vecinas. Traspasaron los símbolos del mando a los jefes civiles. Todo en un ambiente de paz. Los serbios ya habían hecho lo suyo. Los serbios son admirables cuando se trata de limpieza étnica. También son admirables cuando se trata de la libertad económica. El ejército serbio vendió las empresas estatales a las familias más ricas del país. Un detalle que ya nadie recuerda. Los serbios son profesionales. Solo el ejército alemán es superior a los serbios en eso. Por supuesto que yo hablo del antiguo ejército alemán, porque del nuevo uno ya no puede asegurar nada. Yo no soy serbio. Tampoco soy albanés; ni soy alemán. No soy de los que hacían el pan. Tampoco soy judío. Sólo soy de esta ciudad, si es que soy de alguna parte. ¿Tú eres judío?
Hombre 2: No.
Hombre 1: Cuando eres judío no importa de que ciudad seas. Simplemente eres judío. En cualquier parte eres lo mismo. Esa es una gran ventaja. Pero ¿un hijo de un inmigrante de qué ciudad es? ¿De la de su padre? ¿De la de su madre? ¿De la ciudad en que nació? ¿Puede elegir? A mí me gustaría ser apátrida. Una vez leí que en las Naciones Unidas existe el estatuto apátrida. Es para gente que no es de ninguna parte.
Hombre 2: Todos somos de alguna parte, no importa lo que digan los papeles.
Hombre 1: Yo creo que soy de esta ciudad aunque no me guste.
Hombre 2: Tengo que irme.
Hombre 1: ¿No quieres entrar a la ciudad? Sé como engañar a los guardias, podría conseguirte papeles y trabajo por trescientos dólares.
Hombre 2: No quiero entrar.
Hombre 1: Yo podría...
Hombre 2: ¿Qué?
Hombre 1: Nada. Antes de despedirnos... me gustaría saber qué es lo que haces aquí.
Hombre 2: Estoy buscando a alguien.
Hombre 1: ¿Te pagan por eso?
Hombre 2: No.
Hombre 1: ¿Puedo ir contigo?
Hombre 2: Esto no es el circo, niño. Y si lo fuera, el único payaso soy yo. Soy mis animales y mi domador. Soy mi presentador y mis acróbatas. Yo soy el hombre de goma y la contorsionista que lo engaña con el hombre de los cuchillos. Yo soy mi propio circo sin vacantes para nadie.
Hombre 1: Debe ser un circo triste.
Hombre 2: Es para llorar de la risa.

A lo lejos se escucha la música de los campamentos gitanos.

Hombre 1: Los gitanos están haciendo sus fogatas en el lado este de la ciudad... ¿Los escuchas...? He pensado en irme a vivir con ellos.
Hombre 2: Es una buena idea. Tengo que irme.
Hombre 1: Espera, tú... ¿Podrías buscar a alguien si yo te lo pidiera?
Hombre 2: ¿Eso hacías aquí afuera, verdad?
Hombre 1: No.
Hombre 2: No sabes mentir. He tenido mucha paciencia. Podría haberte volado la cabeza desde el primer momento.
Hombre 1: Ya no lo hiciste.
Hombre 2: Podría hacerlo ahora.
Hombre 1: Todavía puedo denunciarte, si es que llegan las patrullas.
Hombre 2: Oye, yo no te he pedido nada. No me interesa tu negocio. Ni aunque tú me pagaras esos quinientos dólares entraría en esa ciudad.
Hombre 1: ¿No me denunciarás?
Hombre 2:No lo haré.

Luces. Un soldado los apunta con su fusil. Un helicóptero les alumbra desde el cielo. El soldado grita órdenes.


Escena segunda


En una garita de la guardia fronteriza del ejército serbio.
Hombre 1 y Hombre 2 son vigilados por un soldado. 2 trata de hacerse entender con gestos y palabras.

Hombre 2: ¿Puedo fumar?
Soldado: (mueve la cabeza negativamente).
Hombre 2: ¿Podría echarme un trago?
Soldado: (duda).
Hombre 2: Un trago. Si quieres puedes beber también...un trago. Lo tengo aquí (señala un bolsillo de su camisa).
Soldado: (le apunta).
Hombre 2: Está bien. Tranquilo. ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar?
Soldado: (no responde).
Hombre 2: ¡Mierda, si al menos ésta fuera una guerra civil podríamos entendernos de alguna manera!
Hombre 1: En la guerra civil es peor. Este estaría insultándonos y riéndose en nuestra cara. Estarían jugándose nuestras chaquetas a las cartas.
Hombre 2: ¡Te dije que apagaras la linterna!
Hombre 1: Tal vez sólo están revisando nuestros papeles. He pasado por esto antes. Son operaciones de rutina.
Hombre 2: Ahora yo estoy aquí. Es diferente.¿No dijiste que sabías serbio? ¿Podrías conseguir que pueda tomar un trago tranquilamente?
Hombre 1: Voy a intentarlo (al soldado). Mi amigo va a tomar un trago; puedes quedarte tranquilo, tú puedes beber también, si quieres. No problema. Nosotros no problema. Tú tranquilo. Beber... buenos días, salud, pan, uno dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete.
Soldado: (sonríe).
Hombre 2: ¿Le hablaste en serbio?
Hombre 1: Sí.
Hombre 2: No parecía...
Hombre 1: Estamos traducidos, eso es todo. No te preocupes por eso.
Soldado: ¿Qué licor tienes?
Hombre 1: ... Whisky...
Soldado: Dame.
Hombre 2: (lo hace).
Soldado: Se siente bien... toma.
Hombre 2: (bebe)...Dios... estaba echando de menos un trago. ¿Tú quieres?
Hombre 1: No.
Hombre 2: Mejor así, niño, mejor así... (Vuelve a beber y ofrece al soldado).
Soldado: (bebe).
Hombre 1: ¿Están revisando nuestros papeles, verdad?
Soldado: (no responde).
Hombre 1: (al soldado) Ya me han revisado mis papeles antes. Nunca tuve problemas. Todo va a estar bien. No soy ningún terrorista. Sé que es extraño que ande por ahí en las noches. Entiendo perfectamente el motivo del arresto. Estoy alegre de que nos hayan arrestado porque eso quiere decir que cualquier ciudadano, no importa si es serbio, albanés, judío o musulmán, tiene la seguridad de que hay alguien vigilando a los sospechosos. Es importante sentirnos seguros. De verdad que entiendo que esto lo hacen por nosotros. Cada casa con una alarma y un buen revólver a mano. No hay ciudad más segura que ésta. Dejando de lado el asunto de las fronteras y los accidentes en la carretera. Nuestra ciudad es importante en los planes de seguridad de los estados vecinos. Eso es algo que tenemos que entender. Nuestra ciudad tiene mucha historia. Hace muchos años, dos mil creo, fue la capital de un imperio. A estas alturas todo tiene mucha historia. Yo he leído mucho de historia, pero tengo mala memoria. ¿Qué ciudad es ésta? ¿Una ciudad fundada por Alejandro Magno? ¿La ciudad de mis padres? ¿La ciudad que amo cuando la veo filmada en las películas? ¿La ciudad que los conquistadores bautizaron con el nombre de los Santos Lugares de su patria? ¿Qué mierda de ciudad es ésta? Ahora todo está mezclado y no podemos volver atrás. Nadie quiere volver atrás. ¿No es cierto? Somos una mezcla. Yo sin ir más lejos. Ni mi padre ni mi madre son de esta ciudad y he vivido en ella toda mi vida. No tengo la más mínima idea de lo que son las raíces. La tradición. La historia, de la cual he leído mucho, es cierto, pero de la cual he aprendido poco, ya no me dice nada. Leer mucha historia no sirve para ganarse la vida. No se supone que uno tenga que ganar mucho dinero por haber leído mucha historia, sobretodo si tiene mala memoria y menos en una ciudad como ésta. Incluso uno puede transformarse en algo un poco peligroso por haber leído mucha historia, a pesar de la mala memoria. Pero no se tome en serio lo de peligroso. Yo sería incapaz de tomar un arma. Si alguna vez tuviera que hacerlo...
Hombre 2: ¿No sería mejor que te callaras?
Hombre 1: No hay problema. Sólo estamos conversando. Quiero explicarle mi teoría sobre los ejércitos regulares. El ejército regular es una buena mierda. Cada vez que una revolución triunfa gracias a una buena guerrilla y se transforma en un ejército regular todo se va al diablo. Ha pasado muchas veces. Todos saben a lo que me refiero. El asalto al cuartel Moncada, las banderas sandinistas, Mao Tse Tung, todo eso.
Hombre 2: Cállate, si quieres que salir vivo de aquí...
Hombre 1: Por ejemplo, cuando los americanos llegaron hasta los campos de concentración se hicieron cargo de ellos bajo el sistema de un ejército regular. Ya no quemaban a los judíos. Esa era la única diferencia, pero casi todo lo demás seguía igual. Algunos generales americanos pensaban que los judíos eran menos que animales. Yo les pido perdón a todos por tener que hablar sobre un tema desagradable, pero qué le vamos a hacer. No se me ocurre otro ejemplo. Mi padre perteneció a un ejército regular. ¿Y que sacó de eso? Ganó la guerra, que no es poco; porque la guerrilla fue aplastada sin ninguna misericordia y el ejército regular instaló a su generalísimo en el palacio de gobierno. Pero después, nada. Después le dieron la guardia fronteriza en un lugar alejado de su aldea. Después el hambre y tener que cargar con quien sabe cuántos muertos en la conciencia. Yo sé que este no es el caso del ejército serbio. Porque aquí no hubo guerra. Aquí hubo una estrategia de pacificación nacional, nunca una guerra. Un ejército no se vuelve contra su propio pueblo ¿Verdad? El ejército serbio actuó para defender el bien de la nación. Los serbios se quedaron con los mejores edificios públicos para convertirlos en círculos sociales de oficiales retirados. Usted, cuando se retire, podrá pertenecer a uno de esos círculos exclusivos del ejército serbio. Y no crea que me hago la menor ilusión respecto de los administradores públicos. Ellos también son una buena mierda. En definitiva, y tomando su caso sólo como un ejemplo, me pregunto si hay una buena razón para tolerar toda esa mierda de los uniformes y de los héroes y de las batallas históricas. Igual que mi padre, usted es guardia fronterizo en un puesto militar. ¿Ha aprendido francés en todos estos años? ¿Olvidó la lengua de su aldea? ¿Aprenderá la lengua de la ciudad a la que huya asqueado de todo esto? ¿La gente del pueblo le habla? ¿Ha ido más allá de la frontera que le encargan vigilar? ¿No le parece irónico que un guardia de frontera abandone el ejército para ir de inmigrante a otro país? ¿Se irá usted hacia otra ciudad para vivir como un vulgar civil después de haber vivido todo esto?

El soldado se intranquiliza y apunta con su fusil a Hombre 1.

Hombre 2: (a Hombre 1) ¡¡Mierda!! Cállate, lo estás poniendo nervioso.
Hombre 1: ¡¡Esta es mi escena!!
Hombre 2: ¡Ni siquiera la vas a terminar si él te pega un tiro!
Hombre 1: Necesitaba, mierda, es que de verdad necesitaba decir todo esto. No sabes lo tranquilo que me siento ahora.
Hombre 2: ¿Sí? ¡Y tú no sabes lo imbécil que eres! Déjame hablar con el soldado. (Al soldado) Señor soldado.... Mi cabo. ¿Mi cabo, correcto? Mi amigo; es decir, no es que yo lo conozca.... Sólo me encontraba con él cuando nos detuvieron. El no desea que usted se ofenda por lo que acaba de decir. Tal vez está un poco nervioso por la espera. Eso es todo. Usted sabe que los civiles no estamos acostumbrados a los procedimientos militares.
Hombre 1: Generalmente, nos desagradan las fosas comunes...
Soldado: (se prepara a disparar).
Hombre 2: (a Hombre 1) ¡Déjame intentarlo en paz, estúpido! (al soldado) Eso fue sólo una pequeña broma que usted no debe tomar en cuenta. Estoy seguro que todo se arreglará porque el muchacho tiene los papeles en orden. El tiene una vida ordenada. Duerme. Se levanta. Come. Duerme. Pasea por ahí, inofensivamente. No hay algo personal en todo esto. Nada. En cuanto a mi, ya veremos. Yo carezco de toda importancia, pero aún así le ruego que no dispare contra el muchacho ¿Sabe que él habla un poco de serbio? Un poco. Un poquito. Tonterías que se aprenden por ahí. Buenos días, salud, Yo te amo. Quieres pasar la noche conmigo, dónde está el baño, uno, dos, tres, cuatro... hasta diez. ¿Es divertido no? ¿Usted podría matar a éste hombre que habla las mismas cosas que usted? Créame, yo sé lo que es la instrucción militar, no porque la haya tenido, sino por que conozco sus indudables beneficios. El país está orgulloso de su ejército. El ejército es una institución indispensable para la seguridad nacional. Sin el ejército, ¿qué sería de nuestra seguridad como país? ¿Qué sería de nuestro gobierno? ¿Qué sería de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro? ¿Qué sería del mar, de la montaña, de los valles? ¿Qué sería de toda la historia que ustedes guardan con vocación de sacrificio indudable?
Hombre 1: Podríamos olvidarla.... yo no tengo ningún problema.
Hombre 2: ¡Mierda, casi lo estoy logrando...! ¡Cállate y te salvo el pellejo imbécil!

(El soldado sigue apuntando. Está muy nervioso).

Hombre 2: Amigo... hemos bebido un trago juntos así que puedo llamarlo amigo. ¿Verdad? Amigo. Usted y nosotros sólo somos una simple casualidad que nunca será nombrada en los libros de historia. Usted no será un héroe por matar a este muchacho, pero él si puede llegar a ser un héroe si usted lo mata... ¿Comprende?
Soldado: (deja de apuntar).
Hombre 2: Gracias.... gracias.... ¿Quiere más Whisky?
Soldado: (bebe).
Hombre 2: (a Hombre 1) Si quieres morir espera que sea tu momento, lo demás es muestra de una absoluta imbecilidad y eso no te viene, niño, se te ve en los ojos que no eres un estúpido como yo...

Entra a la garita un oficial con los papeles de los detenidos. El soldado se cuadra. El oficial da sus órdenes en serbio. Los detenidos se ponen de pie. Hombre 1 intenta cuadrarse cómicamente, pero Hombre 2 no lo deja, temiendo lo peor. El oficial les entrega los papeles. El oficial habla con el soldado.

Hombre 2: ¿Qué dijo? ¿Por qué no están traducidos?
Hombre 1: Lo que tienen que decir no es importante para la historia.
Hombre 2: ¿Nos van a liberar?
Hombre 1: Te dije que era rutina... el oficial dijo que en una hora.
Hombre 2: ¿Cómo sabes lo que dijo si no tienes puta idea de hablar serbio? ¿Como sabes lo que dijo si él no está traducido? ¿Sabes que eres un personaje tremendamente sospechoso? ¿Sabes que podría haberte matado, allá en las afueras de la ciudad? ¿Qué mierda dijo el oficial?
Hombre 1: Creo que dijo que nos van a fusilar dentro de una hora. Lo dijo en serbio, sin traducción, apenas pude entenderlo... (Llora).


Escena tercera

En una celda.

Hombre 1: Lo siento.
Hombre 2: Cállate. No digas nada.
Hombre 1: Deben ser mis papeles. Paso mucho tiempo fuera de la ciudad y me han detenido varias veces. Todo se va a arreglar.
Hombre 2: No es eso.
Hombre 1: ¿Qué mierda es entonces? Yo tendría que estar en mi casa ahora, tengo obligaciones, sabes. ¡Nadie va a hacer las cosas que yo tengo que hacer!
Hombre 2: No te hagas ilusiones con respecto a eso, el mundo va a seguir girando cuando estemos muertos...
Hombre 1: ¿Ilusiones? Mira, porque seas un vago; porque lo único que puedes ser es eso, no quiere decir que yo pertenezca a tu misma clase. Yo soy un ciudadano y tu un simple inmigrante. La diferencia salta a la vista. Ni siquiera somos amigos y no tienes derecho a decirme nada. Que nos hayan arrestado cuando estábamos juntos no supone ningún tipo de confianza entre nosotros. Déjame aclararte que no sé por qué te conté todas esas cosas sobre mi padre. Estaba en una noche mala; poco trabajo y mucho en que pensar. No es la primera vez que me arrestan, pero nunca me había pasado esto. Mis responsabilidades no son ninguna ilusión. Tengo que cuidar a una persona enferma. Tengo que administrar mis negocios. Es cierto que es una ciudad horrible, pero también está llena de oportunidades y yo las he visto correr ante mis ojos. Hice algunas inversiones. He tenido éxito ofreciendo mis servicios. Tengo que cuidar mis intereses. Si devalúan la moneda estoy preparado para sacar algo de eso. No soy un maldito inmigrante para estar encerrado. El fusilamiento no me parece un buen panorama... yo... yo tengo mucho que hacer todavía...
Hombre 2: Será mejor que te tranquilices. Nos van a soltar cuando presente mis papeles.
Hombre 1: ¡Ya los presentamos!
Hombre 2: Los míos no. No todos papeles.
Hombre 1: ¿Qué quieres decir?
Hombre 2: Soy médico. He ayudado a algunos altos oficiales del ejército serbio. Tengo libre paso por las fronteras.
Hombre 1: Espera... ¿Trabajaste para el ejército serbio?
Hombre 2: No imagines estupideces. Operé a la mujer de un oficial serbio y él me dio un salvoconducto.
Hombre 1: No me importa lo que hayas hecho: eres un asqueroso traidor... ¿Vas a denunciarme?
Hombre 2:
 Imbécil, podría haber dejado que te mataran, podría haberte matado desde que apareciste, podría haberte arrojado encima de una de las minas subterráneas que estaban a nuestro paso, podría haber dejado que el soldado te matara.... Te digo todo esto para que sepas que no nos van a fusilar. Y no quiero que hablemos de mí. Soy mejor escuchando desde hace un tiempo. He ido perdiendo la costumbre de hablar de mi mismo. Preferiría que no me preguntaras nada. No me gusta hablar del pasado.
Hombre 1: Debes tener mucho que esconder. Seguramente eres un cerdo torturador ¿Qué eres? ¿Una especie de médico de campos de concentración?
Hombre 2: Me importa una mierda lo que pienses. No tengo que darte explicaciones a ti, miserable traficante de cuarta categoría. ¿Qué haces con los que te contratan? Seguramente recibes el dinero y después los entregas. No tienes agallas ni siquiera para hacer un negocio sucio. ¿Alguna vez has entrado a alguien a la ciudad? ¿Cómo vas a saber algo si nunca has salido de esa ciudad? Te contentas con tus miserables paseos nocturnos buscando a quien engañar. ¿Quieres saber quién soy? Tengo mi precio, niño, y todavía no lo has pagado.
Hombre 1: ¿Qué puedo pensar de ti? ¿Quién te crees? ¿Humprey Bogart? ¿Sabes que éste puede ser el inicio de una gran amistad, pedazo de imbécil? Lamentablemente Casablanca queda muy lejos de aquí y yo creo que evades hablar de ti porque tienes muchas cosas sucias que esconder. Pero me da lo mismo. Simplemente no quiero morir. Sácame de aquí con tus influencias y todo estará bien. Después de todo yo también tengo negocios sucios que esconder. Y ni hablar de mi vida privada. De eso ni hablar. Mierda, tengo tantas cosas que esconder como tú. ¿Me vas a sacar de aquí, no es cierto? ¿Me vas a sacar? Yo no debo morir todavía. Mañana sí. Mañana estará bien.
Hombre 2: Todos decimos lo mismo.
Hombre 1: Mañana lo aceptaré. Hoy quiero ver el amanecer.

(Silencio)

Hombre 1: Si nos fusilan quiero decirte algo.
Hombre 2: No lo harán.
Hombre 1: Pueden hacerlo. A otros los han fusilado y mutilado antes de echarlos en la fosa. Créeme que pueden hacerlo.
Hombre 2: Dime lo que quieras.
Hombre 1: En primer lugar, gracias por escucharme.
Hombre 2: No fue nada.
Hombre 1: Está bien. Lo que quiero que sepas es que yo también he colaborado con ellos. Mucha gente lo ha hecho, pero no quieren reconocerlo. Yo quiero reconocerlo. Eso es todo. Me arrepiento también de haber sido tan imbécil.
Hombre 2: Hey.... guarda tu confesión para el día de tu muerte. Vas a salir de aquí.
Hombre 1: No puedo esperar más. Son demasiadas cosas. Vivo o muerto necesito salir de aquí un poco más aliviado.
Hombre 2: Está bien... ¿A quién buscabas allá afuera?
Hombre 1: Quería hacer negocios, eso es todo. Una vez entré a unos gitanos. Me pagaron con un anillo de oro. Una vez intenté entrar a unas mujeres filipinas. Los oficiales se quedaron con ellas y con el dinero. Esos han sido todos mis negocios. Nada más que eso... no buscaba a nadie.
Hombre 2: ¿Estás seguro?
Hombre 1: Si hay algo que no sé hacer es mentir.
Hombre 2: No te subestimes.
Hombre 1: Buscaba a mi padre.
Hombre 2: Así que es eso.
Hombre 1: ¿Podría ser de otra manera?
Hombre 2: Podría ayudarte a encontrarlo.
Hombre 1: Nadie puede ayudarme.
Hombre 2: Tienes razón. Nadie puede ayudarte a encontrarlo. Lo que quiero decir es que te enseñaría a buscar.
Hombre 1: ¿Escuchas? (el sonido del viento). Va a comenzar una tormenta allá afuera. Los gitanos deben estar amarrando sus carpas. Ya no se escucha la música. En las montañas la guerrilla debe estar preparando su próximo ataque.
Hombre 2: Yo también quiero decirte algo. Si salimos de esto... mañana, cuando estés en la ciudad no vayas hacia la puerta de Salomón. La guerrilla va a explotar la puerta.
Hombre 1: ¿Tú sabes algo?
Hombre 2: Sé que mañana es mejor que ni te acerques al barrio cercano a la puerta de Salomón.
Hombre 1: ¿Eres de ellos?
Hombre 2: ¿Quién crees tú que soy yo?
Hombre 1: El hombre que va a salvarme la vida.
Hombre 2: Yo sólo me topé contigo allá afuera. Vamos a salir de aquí. El ejército serbio me debe algunos favores.
Hombre 1: Parece que gente muy distinta te debe favores.
Hombre 2: Es el privilegio de ser un mercenario. No sabes lo que te pierdes.
Hombre 1: Lástima...
Hombre 2: ¿Por qué?
Hombre 1: Porque me parece que este puede ser el comienzo de una gran amistad.


Escena cuarta


El desierto en medio de una tempestad
.
Ruido de aviones que sobrevuelan el cielo. A lo lejos la ciudad. Disparos en la lejanía. La música de los gitanos aún más lejos. Un viento que amenaza tormenta. Hombre 2 bebe licor frenéticamente. Destellos en el cielo.

Hombre 2: ¿Son los aviones de la OTAN? ¿Son los aviones del ejército nacional que se dispone a bombardear el palacio de gobierno? ¿Son los aviones de la comunidad internacional en apoyo de la guerrilla? ¿Es que no van a terminar nunca? ¿Me escuchan? Que me van a escuchar. Ni siquiera soy un objetivo digno. Como civil, la comunidad internacional me protege, las Naciones Unidas me protegen, la OTAN me protege, el alto comisionado me protege, el defensor del pueblo me protege... la guerrilla me protege. ¿Por qué podría tener algo que temer? Un civil no es un blanco de guerra. Un blanco de guerra es otra cosa. Algo más importante. Un portaviones, una fábrica de armas biológicas, una fábrica de armas químicas. Un simple civil no tiene nada que temer. Qué me importa a mí lo que hagan. Yo no soy de esa ciudad. Que la bombardeen. Ni siquiera la conozco. Soy un civil protegido por miles de declaraciones de paz de los más altos organismos internacionales. Tengo hambre... ¿No podrían bombardearme con algo de comida? ¿No se les ocurre eso? Los hombres nacen libres e iguales... hasta que se transforman en civiles o en militares, o hasta que sus padres pertenecen al partido perdedor. ¿A qué categoría pertenecen los irlandeses, los vascos, los albaneses, los mapuches, los kurdos, los palestinos, los hebreos? ¿Hasta cuándo vamos a continuar con el maldito embrollo? ¿Es que no fue suficiente? Yo estoy en camino a otra ciudad. Destruyan ésta si quieren. Yo prefiero que la dejen vivir, que dejen vivir al muchacho y a todos los que son como él, a los que son como yo y también a todos los que no me parezco en lo más mínimo; a las señoras que van comprar verduras al mercado todos los días, a los hombres que trabajan en los bancos y que son burgueses respetables, a las prostitutas y a los gitanos. Los gitanos no quieren un estado, ni un ejército. Sólo quieren vivir ¿Los gitanos que mató Hitler tienen algún museo? ¿Algún gitano ha escrito la historia de los gitanos? Tal vez sólo estoy mal informado. Sólo soy un alarmista. Deben ser aviones de rutina, eliminando los objetivos previamente establecidos. ¿No podrían dejar a la ciudad tranquila? ¿Van a conquistarla? Tal vez no es una ciudad limpia étnicamente o tiene la religión equivocada. Nunca faltarán razones. Todo el mundo sabe que la guerra es un buen negocio y un buen negocio es un asunto de porcentajes. Yo me voy de aquí. Voy hacia otra ciudad. Es una estupidez que esté hablando todo esto. Soy sencillamente estúpido. La guerra es un asunto del mundo real. Los negocios son un asunto del mundo real. Los militares son puro símbolo, la guerra es un símbolo. El mando es sólo el cumplimiento del ritual de sacrificio original. Ya no es necesario nada de esto. ¿No podrían dejar esta ciudad? No lo harán. Todo pueblo aspira a constituirse en un estado. Eso justifica las bombas en la puerta de Salomón. Ojalá que el muchacho me haya hecho caso. Ojalá. Mierda, debo estar borracho... me carga toda esta filosofía política. Pasaron los aviones. Debe haber sido sólo una advertencia. Ya no habrá guerra esta noche. La ciudad está acostumbrada. Tengo que seguir buscando. Los encontraré en alguna parte. Si pudiera dejar de buscarlos. Si pudiera. Los gitanos están bailando. Lástima que yo no sea un gitano.


Escena quinta

 

Epílogo

En unos roqueríos. Al amanecer.

Hombre 2: El ejército abandonará la ciudad algún día. Dejarán abandonados los regimientos y los salones sociales. Se irán al desierto para hacer una gran hoguera con todos sus uniformes. Se convencerán de que todo era un juego y que no vale la pena. Yo dejaré de seguir buscando. Enterraremos a todos. Los devolveremos íntegros y a su tiempo. Si es necesario fundaremos una nueva ciudad.
Hombre 1: Otra Jerusalén.
Hombre 2: Otra.
Hombre 1: Las puertas estarán abiertas. Ya no tendrás que buscar a nadie.
Hombre 2: Si no quieres no tendrás que ir a ninguna parte. El continente africano ya no será una vergüenza.
Hombre 1: El continente americano ya no será una vergüenza.
Hombre 2: Europa ya no será una vergüenza.
Hombre 1: A pesar de todo, me gusta la ciudad en la que nací.
Hombre 2: Debes dejarla. La limpieza étnica será total. Es cosa de mirarte. Un biotipo totalmente corrupto. Soy médico. ¿Lo recuerdas? Sé de lo que hablo. Nuestra generación no será la afortunada. A pesar de todo, tienes algunas oportunidades. Aprovéchalas. Tendremos que vivir a como dé lugar. Yo seguiré buscando y tú dejarás tu ciudad.
Hombre 1: Iré hacia otra Jerusalén.
Hombre 2: Iremos juntos, si quieres.
Hombre 1: Ayer, amanecí en medio de la fosa. Me faltaba la mano izquierda, la que levanté por costumbre, no sé muy bien para qué. Uno tiene derecho a un gesto antes de morir. Todo fue muy dulce. Las cortes internacionales se encargarán del asunto. Los civiles no entendemos ciertas cosas y ellos se encargan de hacernos ver todo claramente. Lo logran. De verdad lo logran.
Hombre 2: El oficial no escuchó razones. No admitió mis papeles. No me creyó ningún maldito cuento. Disparó a quemarropa. Fue sencillo. Lo último que vi fueron los botones dorados de su uniforme.
Hombre 1: Debajo de los uniformes está el olor de la ignominia de los civiles. Será mejor que nos vayamos.
Hombre 2: Pronto se apagarán las luces.
Hombre 1: Está amaneciendo.
Hombre 2: Es sólo un efecto. Pasará como todo lo demás. Es mejor que comencemos a caminar.
Hombre 1: Nos queda un largo camino.
Hombre 2: Alcanzaremos la nueva ciudad al final del día.
Hombre 1: Caminaremos bajo el sol.
Hombre 2: Como el primer día

Fin


A mi padre.

A todos los que mueren injustamente por pertenecer a lo que aman y a lo que son.

Febrero de 1999.


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