Dramaturgo / Egon  

 

 


La recomendación

de Egon Wolff

Primera escena.

ha pasado una semana.
Samuel, con gorro de lana y vistiendo un guardapolvo amarillento y chal de lana sobre los hombros, borda un tapiz. Lo hace torpemente, con miope y concentrada determinación. una vieja radio portátil, a su lado, emite una tonada popular.
 

Después de un rato ve con desconfiada mirada de reojo, como Margot entra a la sala con un rollo de cartulina bajo el brazo. la ve pasar, ir hacia la radio y apagarla con un gesto brusco. luego, la ve ir hacia la mesa del comedor, dejar el rollo y acercarse a el y con un gesto perentorio señalarle el piso en que está sentado.

Margot: ¡Deme eso¡ 
Samuel: ¿Cómo dice?
Margot: ¡Que me de eso en que está sentado! (El titubea) Ya, pues ¡Apúrese! 
Samuel: (Medio levantándose) Oiga, pero… (Margot agarra el piso y parte con él hacia le mesa)… ¿en qué me voy sentar, para hacerle el trabajo a la señorita Sofía? 
Margot: ¡Y sáquese eso que tiene puesto! 
Samuel: ¿Qué cosa? 
Margot: ¡Esa cotona! ¡Era de mi padre! ¡No tiene derecho a ponérsela! 
Samuel: Pero, sin eso, voy a llenarme de pelusas, ¡pues! 
Margot: ¡Pásemela! 

Samuel se saca el guardapolvo y se lo pasa, a regaña dientes. Margot lo dobla con cuidadoso  y meticuloso esmero. Lo pone a su lado. Luego, bajo la mirada de Samuel extiende la cartulina y va hacia el catre y extrae de debajo la maleta y se pone a revolver en ella. Saca las prendas del vestuario de Samuel y las va tirando por el piso.

Samuel: Oiga ¿Qué está haciendo con mi ropa? 
Margot: (Desde su posición arrodillada junto a la maleta) ¡Mis tijeras! ¿Dónde están? 
Samuel: ¿Qué tijeras?
Margot: ¡Mis tijeras, pues! ¡Mis tijeras, para cortar la cartulina! 
Samuel: Y yo ¿qué sé donde están sus tijeras, pues, señorita? 
Margot: ¡Estaban aquí, ayer, y ya no están! 

Samuel reacciona al fin y, con indignación se pone a recolectar sus ropas dispersas.

Samuel: ¿Usted sí que está buena, sabe? ¡Yo no he tomado ninguna maldita cosa! Mire, pues ¡Mire! (Va mostrando cada una de sus prendas antes de meterlas con furia en la maleta) ¿Están aquí sus tijeras? ¿Y aquí? ¿Y aquí? ¿Están aquí? A usted le ha dado conmigo, ¿sabe? ¡Desde hace una semana, no hace otra cosa que molestarme con sus acusaciones¡ ¡Pobre estaré y todo jodido, pero no tengo porque aguantar sus insultos¡ Además, ¿sabe? Esa cotona está toda picada, ¡mire! ¡Toda rota! El piso tiene la pata quebrada, ¿ve?. Y la radio suena cuando le da la gana (La prende y ahora no suena,
aunque le golpee duramente con la palma de la mano
) No suena, ¿ve? Así es que, ¿de qué se queja? ¿Qué reclama tanto? Pobre estaré y todo jodido, ¡pero tengo mi dignidad!

Ha terminado de guardar sus cosas. Regresa la cajuela bajo el catre.

Margot: ¿y porque le trabaja a mi hermana? 
Samuel: ¿Cómo dice? 
Margot: ¿Que porque le trabaja a mi hermana, y no me trabaja a mi? Desde que llego a esta casa, no hace más que estar tras ese telar. ¿Qué yo no existo acaso? 
Samuel: ¡Porque usted nunca me lo ha pedido, pues, señorita¡ ¡Yo le trabajo al que me manda! 

Se produce un largo silencio. Todo vuelve a la calma. Samuel a pesar de la tensión, intenta trabajar de pie en el telar. Margot saca la tijera del bolsillo de su delantal y corta la cartulina. Después de un rato...

Margot: Si. Me he portado mal con usted. La tijera la tenía yo, ¿ve? No es manera de tratarlo, ya se. Todo me viene por mi exagerado afán de velar por la tranquilidad de esta casa. (Pausa) ¿No quiere venir a sentarse, aquí, a mi lado, y ayudarme con estas guirnaldas?

Samuel no lo hace. Taimado, sigue trabajando en silencio.

No sea rencoroso, pues. Me he portado mal con usted, ya le dije… ¿Quiere que se lo pida de rodillas?  

Samuel deja lo que está haciendo y acude a ella.
Margot le acerca una silla.

 ¡Tome! ¡Siéntese! (Samuel lo hace) Pero primero, nos sacamos esa horrible gorra que tienes puesta, ¿ya? (Lo hace sin que Samuel lo autorice) Y la dejamos, aquí, a tu lado. (La deja sobre la mesa) Con eso puesto pareces un leñador bruto y tonto, y tú no eres un leñador bruto y tonto, ¿verdad? (Le acerca una cartulina) ¡Toma! Corta tú (Lo hace ella) Unas tiras largas y artísticas, ¿ves? Unas tiras en que se nota el pulso sensible, ¿ves? (El dice que si) ¿Te gustan? (El vuelve a decir que sí. Ella le pasa la tijera) Entonces, ¡toma! Hazlo tú, ahora.  

Samuel: ¿y no va a culparme a mí, después, si le arruino la cartulina?
Margot: ¡Prueba! No seas tontito. 

Samuel intenta y da un corte sesgado.

Samuel: No me sale nada, ¿ve? 
Margot: Nadie es genio en la cuna, niño. 

Samuel lo intenta de nuevo.

¿Ves como ya te va saliendo mejor? (Saca otra tijera de su cartera) Entonces, como niño bueno que eres, ahora vamos a trabajar juntos, los dos, pegaditos así. ¡Tu ahí y yo acá! ¿Te parece? Corta en líneas sensuales, sinuosas. Nada que parezca mordisqueado por un perro. ¡Haz volar tu imaginación! (Mira lo que va haciendo Samuel) ¡Eso es! ¿Ves? ¿Ves como ya te sale una obra de arte? (Ambos trabajan). Estas guirnaldas me dan una sensación de permanencia. Son mi razón de existir... ¿Tú tienes? 
Samuel: ¿Qué cosa? 
Margot: Una razón de existir? 
Samuel: Bueno...yo no...
Margot: Yo tengo una: Velar por mi hermana. Acepto que exagero a veces, pero ya te debes haber dado cuenta lo indefensa que es. (Samuel se encoge de hombros) Tanto que a veces pienso que si no fuera por mí, Sofía simplemente se me evaporaría. ¡Puf! ¡Así por los aires!...Tu ya te debes haber dado cuenta que soy la viga maestra de esta casa, ¿verdad? 

Samuel no sabe. No le importa. Levanta las manos.

Margot: Ahora mismo, por ejemplo. Corto estas guirnaldas para la Escuela Parroquial de San Pablo. Soy la mano derecha del cura párroco. Me da un sentido de permanencia ayudar a esos pobres niños. En cambio, Sofía, no sabe nada de esto. Es como un pajarito. Me ha visto mil veces en esto y ¿crees que me ha preguntado una sola vez para que lo hago? ¡Nunca! ¡Nada! ¿Pero sabes una cosa?
Samuel: (Que sigue luchando con la tijera y los cortes) ¿Qué?
Margot: Estoy preocupada por ella. Muy preocupada. 
Samuel: (Ausente, distraído) ¿Ah, si? 
Margot: No me gusta decirlo, pero... ¿no te parece que Sofía muestra una obsesión enfermiza por el sexo? (Samuel la mira) Te ha contado lo del Banco, ¿supongo? 
Samuel: ¿De los tipos que la molestan? 
Margot: Si. Eso. 
Samuel: No le haga caso.
Margot: ¿Que no la encuentras exagerada? ¿Exagerada, inverosímil, y obsesiva? 
Samuel: Bueno... Yo no diría eso. 
Margot: (Dura implacable) ¿Por qué?... Porque es solterona y ¿es el pensamiento obvio? Encerrada entre cuatro paredes, ¿Qué otra cosa le queda? 
Samuel: Oiga, no ponga en mi boca, cosas que yo no he dicho 
Margot: (Dura, perentoria, factual) A Sofía la mata el sexo. ¡No me lo discutas! (La remachadora descarga sus golpes tras el tabique. Junto a ello, alguien descarga un escusado, estruendosamente. Gritando sobre ese ruido) ¡De noche tiene fantasías horribles! ¡Despierta bañada en sudor! Gritando que la persiguen hombres desnudos por unos pantanos... (Más calmada) De día, ronda afiebrada por los Cuarteles de Infantería. (El ruido cesa tan bruscamente como comenzó) En su mente acalorada, convierte en absurdo todo lo que hace. (Señala el bastidor) Eso de los tapices, por ejemplo, ¿me vas a decir que lo encuentras lógico? 
Samuel: Bueno, nunca he querido decirlo, pero, ¿quién cresta quiere tapices bordados, hoy en día? 
Margot: Nadie, pues. Y, lo que es más grave: Sofía me tiene arruinada. Gasta lo que no tenemos en materiales, ¿y qué consigue? 

Margot lo agarra de la manga y lo arrima a ella.

Margot: ¡Ven! ¡Siéntate aquí más cerca! (Samuel arrima su silla) ¡Otro poco! (Samuel lo hace. Ya no puede estarlo más; un secreto lleno de malicia) Al respecto de todo eso, hace tiempo que tengo algo en mente, ¿sabes? 
Samuel: (Desconfiado) ¿Ah, sí? ¿Y cómo que, seria? 
Margot: Del peligro que corres en esta casa. (Samuel procesa la información tratando de entender) Con Sofía dando vueltas en torno tuyo. Con toda su alocada imaginación. ¿No te gustaría alejarte un tiempo? ¿Dejar de ser el mozo de esta casa? 
Samuel: Bueno, y ¿cómo sería eso? 
Margot: ¡Atrévete! ¡Aspira a más, hombre! ¿Te crees tan infeliz, tan marcado por la mala suerte que ya no haces proyectos de una vida mejor? ¿Salir algún día de esta humillación de tener que servir?
Samuel: Si, claro, pero... ¿cómo sería eso que me dice? 
Margot: ¿Por qué no te vienes conmigo al Brasil? (Queda esperando el efecto que produce) ¡Brasil! ¡Tierra de palmeras! ¡Trópico incandescente!...Tengo unos ahorritos, y tú eres hombre y yo, mujer, ¿no? ¿No es eso como se estila? ¿Viajar en pareja? Salir juntos los dos sexos, clandestinamente, ¿a las tierras prometidas? ¿Dejar que las aguas tibias laman la piel? 
Samuel: Oiga, usted me está tomando el pelo, ¿verdad?
Margot: Te has quedado sin aliento, ya veo. Pero también veo que te parece posible la idea. 
Samuel: Y si yo fuera... si usted y yo  fuéramos a eso que dice, por ¿cuánto tiempo sería eso?
Margot: ¿Cómo "por cuanto tiempo"? 
Samuel: Es que está esa cosa del señor Pascual Balduino, ¡pues! ¿No recuerda que le dije que estoy tratando de ubicarlo? 

Margot le cierra la boca con un dedo cariñoso.

Margot: Pero, ¿de qué te preocupas, pues...Sammy? Puedo decirte así, ¿no es cierto? ¿Sammy? ¿Samito?... ¿Samuelillo? ¿De qué te preocupas? Despabílate ¡No seas fome!. No te das cuenta que si vamos al Brasil, de ahí en adelante ¡no necesitaras ninguna tonta recomendación'! (Le besa una mejilla) Que de ahí en adelante, yo me hare cargo de ¿ti? 

La remachadora golpetea ensordecedoramente.

 

 Segunda escena
 

Es media tarde de un día, una semana después. Samuel limpia y abrillanta las empuñaduras de los sables expuestos en la panoplia. Margot corta guirnaldas. Sofía trabaja torpemente en una madeja de lana, extremadamente enmarañada, que no logra desenredar. Es un trabajo paciente, obstinado, estéril y cómico a la postre, que produce en Samuel. Una evidente agitación impaciente, enervada. Sofía sale y entra con más madejas de lana, tan enredadas como las anteriores y que van formando al final, en torno a ella, un embrollo de lana sin sentido.

Samuel: (A Margot, en cuanto ella sale una vez mas por mas lana) ¿Vio eso? 
Margot: (En la luna) ¿Qué cosa? 
Samuel: ¿Cómo entra y sale, trayendo lana? ¡Entra y sale!, ¡entra y sale!, ¡entra y sale! ¡Y todo de a poco! ¡A pichintunes! ¿Por qué no la trae toda de una vez? 

Margot se encoge de hombros y reanuda su labor.
Sofía regresa y reanuda ese trabajo aparentemente inútil, ahora con la mirada de franca desaprobación de Samuel sobre ella.

Samuel: (Después de un rato) ¡Oiga! 

Sofía levanta la mirada hacia él.

Samuel: ¿Hasta cuándo va a estar haciendo eso? Lleva dos horas desenredando lana. Si no le encuentra el hilo, ¿por qué no llega y la bota? 
Sofía: Porque tengo demasiada lana en la cajuela y no se puede estar despilfarrando material. 

Vuelve a salir.

Samuel: (Margot) ¡No termina de desenredar una madeja y ya sale por otra! No puedo concentrarme en lo que estoy haciendo, si va a estar entrando y saliendo. (Pausa.) ¿Sabe? lo has pensado? 
Margot: ¿Qué cosa? 
Samuel: Creo que lo hace para llamar la atención. Para tenernos pendientes de ella.

Observa con desagrado como Sofía sigue entrando y saliendo.

Margot: ¿No crees que lo hace, porque últimamente has estado bastante desatento con ella? 
Samuel: ¿Quién? ¿Yo? 
Margot: El otro día se me quejó que no la dejabas lavar tu ropa. 
Samuel: Pero es que la ropa mía la lavo yo, ¡pues! ¡Siempre lo he hecho¡ 
Margot: Tal vez solo ha querido manifestarse contigo. Sofía es así. ¿No lo has pensado? 
Samuel: y si es así, ¿por qué me ordena hacer lo que más me molesta?
¿Cobrarle el arriendo al maestro de los cueros, por ejemplo? Cuando ella sabe que me carga meterme con los demás, porque no hago más que meterme con alguien y me sale una ¡fatalidad! ¿Sabe lo que me pasó cuando fui a cobrarle a Cornejo?
Margot: ¿Qué fue? 
Samuel: Voy bajando la escala para ir donde él, y no me fijo que alguien había dejado un escobillón en el descanso, y vengo y lo piso, y se me viene el palo y me golpea en medio de la cabeza, y ¡pierdo el equilibrio con el golpe! Y si no es porque Dios es grande, me mato ahí mismo, yendo a incrustar la cabeza en los vidrios de la mampara ¿y sabe lo que hizo su hermana? ¿Sabe lo que hizo cuando fui a contarle? 
Margot: Nada.
Samuel: ¡Así es! ¡Nada! ¡Ni tina sola cosa!...Solo me quedó mirando, dio media vuelta y se fue. 
Margot: Sofía es así 

Entra Sofía con mas lana. Luego, en cuanto ella sale.

Samuel: (Ansioso, por la conjuración que se le ofrece) Y después, esa misma tarde, ¿sabe lo que me hizo hacer? Aunque yo le pedí, le rogué, que no me mandara, porque sabía que si salía de la casa ese día, algo me iba a pasar.  ¿Sabe donde me mandó?
Margot: No. pues. ¿Cómo voy a saber? 
Samuel: ¡A comprar el pan! ¡Sin importarle un carajo! ¡Ni una cosa! "Vaya a comprar pan y no me moleste mas con sus fantasías". Me dijo. ¿Y sabe lo que me pasó?
Margot: Te cago una paloma. 
Samuel: ¡Algo mucho peor!
Margot: Pero, ¿qué te pasó? 
Samuel: ¡Me corrieron por la plaza unas mujeres! 
Margot: ¿Qué? 
Samuel: Me corrieron por la plaza unas mujeres, mientras me gritaban toda clase de groserías
Margot: ¿Pero, como fue eso, Dios mío? 
Samuel: Volvía por la plaza con el pan, y (Se persigna) ¡...Juro por el Señor Dios que no tuve ninguna otra intención! 
Margot: ¡Habla de una vez, hombre!
Samuel: Veo a una niñita jugando en el pasto. Una rubia, chiquita, con risos de oro y ojos grandes y azules. Uno de esos angelitos que dan ganas de agradecerle al Señor Dios de hacerlas tan lindas. Y voy y me gano al pasto y me pongo a mirar ese milagro. ¡Solo a mirarla! ¡Lo juro! ¡Lo juro por mi madre sagrada, que no tenía otra intención¡ Y estoy en XXXXeso,cuando por la orilla del ojo, veo que se me viene encima un bulto negro con una cartera, me agacho, y siento el carterazo que me pasa por encima de la cabeza, y arranco a correr. Con las mujeres gritando a mi espalda: "¡Párate, desgraciado!" "¡Párate pedazo de mierda!" "¡Te vamos asacar lo ojos, pedófilo degenerado!" 
Margot: ¡Oh, Dios mío! 
Samuel: ¿Y sabe lo que me dijo su hermana cuando le conté? ¡Nada! ¡Ni una cosa¡ ¿Y sabe? Para mí que su hermana está tan metida en sus famosos bordados, que tiene dado vueltas el seso. Usted tendrá sus modos, medio caprichosa a veces, pero con usted uno sabe que terreno pisa pero con su hermana. (Leve pausa) Al comienzo, confieso que usted me cayó gorda, ¿sabe? Siempre desconfiando. Siempre echando el cuerpo encima. Pero ahora que la conozco mejor... 
Margot: Es diferente.
Samuel: ¡Exactamente! ¡Es diferente! (Otra leve pausa) ¿Y sabe?. Estuve pensando. Esa oferta que me hizo, eso de ir a Brasil los dos... ¿Lo dijo en serio? 
Margot: ¿Tu qué crees? 
Samuel: Bueno, para serle bien sincero, creo que me está tomando el pelo. 
Margot: ¿Ah, sí? ¿Y por qué dices eso? Porque ni en tus sueños más locos, ¿se te habría ocurrido una cosa así? 
Samuel: (Riendo) Se me caen los pantalones de solo pensarlo.
Margot: Pero sería lindo, ¿verdad? 
Samuel: ¿Qué si sería lindo? ¡No me haga decirle lo que sería! 
Margot: Verdad, ¿no es cierto? (Samuel asiente entusiasmado) El problema es que no sabes si eso de los ahorritos es en serio. ¿Es eso? 
Samuel: Bueno. Usted perdone pero, si fuera verdad, ¿por qué tendrían que arrendarle al maestro y que les llene la casa de ruidos? 
Margot: ¿No me crees, entonces? 
Samuel: Podría ser y también...no podría. 
Margot: Se ha oído de tanto chiflado que muere forrado en plata. ¿Eso piensas? (Samuel ríe nervioso) Y después de todo, con esta casa de antiguo señorío, tal vez es cierto que el generalato dejo forradas en plata a este par de cacatúas, ¿no es verdad? Solo nos quedaría apretarles un poco el cuello a las guacamayas, y saltarían los pesos, ¿mh?
Samuel: (Riendo) Oiga, usted sí que es buena para las bromas pesadas, ¿no? 
Margot: (En serio ahora; casi perentoria) Te hablo en serio, hombre. ¿No crees que una vieja solterona necesita un poco de romance? Entrar al Ritz con un joven acompañante y, por un tiempo, no saber de problemas, ni de gastos, ni de nada. Un poco joven parecería para ella, es cierto, pero andan tantas parejas disparejas por el mundo, ¿verdad? (Lo toma de las manos) A ver, ¡soñemos un poco! (valsea con el por la habitación) ¡Los dos entrando al Ritz¡ ¡La gran dama y su amante, seguidos por un sequito de eunucos! (Giran con el vals) ¡Una jaguar en su correa! ¡Macacos perfumados en sus jaulas! ¡Abanicos de plumas de quetzal! (Se detiene bruscamente) ¡La poderosa inversionista y su cafiche! 

Ríe desaforada, plantada ante él.

Margot: (Con poderosa voz) Sin embargo, tenemos un solo problema técnico. ¿Quién mierda le dará la triste nueva a la Sofía? 
Samuel: (Sin poder sacar la voz) En verdad, ¿está hablando en serio, oiga?
Margot: (Acariciándolo) ¿Qué crees tú, tontorrón? Quieres venir conmigo, ¿o no? Dilo ahora, o muere. 
Samuel: ¡No me lo diga dos veces, oiga! ¡Claro que vamos¡ 
Margot: Bueno, entonces. ¿Quién y cómo le daremos la triste nueva a la Sofía?
Samuel: ¡Yo se la daré, pues! ¿Qué problema tengo? En verdad, hace días que andaba queriendo devolverle la mano, ¿sabe? Y ya que estamos hablando en verdades: ¿Quiere que le diga una cosa? 
Margot: Dime. 
Samuel: Para mí que su hermana es medio atrasada mental. 
Margot: ¿Ah, sí? ¿Y porque dices eso?
 

Desde ese momento Margot no le quita la vista de encima, mientras el larga su tirada.

Samuel: Porque, para ser sincero, no sé como la aguanta. Usted, tan llena de vida y ella, tan poca cosa. Porque ella, dígame usted, ¿qué cosa hace bien? ¡Pero bien, en verdad! ¡Nada!... ¿Sus tapices? ¡horribles! Sus comidas ¡Incomibles! ¿Su aseo? ¡Una pocilga! ¿Su orden? ¡Un caos! ¿Y su conversación? ¡Puros monosílabos! (Se acerca más a ella) Ella me dice que me va a ver la suerte, ¿y qué es lo que hace? Reparte los naipes sobre la cama, y después se lo queda mirando a uno, como una tonta, ¡y no dice nada! Anda con una hebra inmunda, que dice que fue de San Pablo. Para mí que le recogió en un basural. (Muy confidencial) ¿Y sabe? Usted perdone, pero, yo hace tiempo que estoy convencido que su hermana es ninfómana, ¿sabe? Todas esas cosas que le pasan en los Bancos, no me diga que no son cosas de obsesionada sexual. ¿Sabe lo que me pasa con ella? Una cosa de lo más desagradable. Que cuando ella me mira, parece como si me estuviera mirando bajo la ropa, y que si yo le diera tan solo, así, un poquito de entrada...me violaría ¡A plena luz del día! 

Dicho eso, Margot, intempestiva, inexpresivamente, Se levanta, gira sobre sí misma y sale de la habitación. Samuel queda de un palmo.

Samuel: ¡Oiga! ¿Adónde va? ¡Oiga! 

En ese momento, como de concierto, entra Sofía ante un Samuel boquiabierto, y portando una guerrera militar, pero ahora de granadero de la reina, cubierta literalmente de pompones, borlas y entorchados.

Sofía: ¡Mire! ¡Mire lo que encontré en un baúl! ¡El uniforme de mi tatarabuelo! ¡General de Granaderos en la guerra de la Independencia! ¡Aún tiene el olor de la pólvora española. Mire, huela! (Le hace oler el uniforme). Sudor y metralla.
(Samuel asiente con un gesto impreciso) ¡Vamos,pruébelo! (Se lo pone ante el pecho) ¡El mismo porte! ¡La misma apostura! (Le levanta el mentón) ¡Arriba ese mentón, hombre! ¡Arriba esa gallardía! (Aprecia el resultado) ¡Bien! ¡Bien!...¡Vamos! ¡Póngaselo! 
Samuel: ¿Sabe que mas? 
Sofía: ¿Qué? 
Samuel: No me lo voy a poner.
Sofía: ¿Qué dice? 
Samuel: Que no me pondré ningún mugriento uniforme. Pobre seré, y necesidad de trabajar tengo, pero no soy ningún maldito maniquí. 

Sofía lo mira boquiabierta.

Sofía: Le quedó bien claro ¿eso?  


 

Tercera escena  

El día siguiente. 

Samuel, con el chal sobre los hombros, borda ante el bastidor. Entra Sofía, se acerca y se sitúa a su espalda, viendo lo que hace. Después de un rato.

 Sofía: ¿Qué está haciendo? (Samuel se detiene; no la mira)
¿Por qué usa hebra verde? ¿No ve que los rombos de esa guarda son azules? ¡No se me distraiga, joven¡ ¡Concéntrese en lo que hace! 

Samuel, con el cuello duro, corrige el error.

Sofía: (Después de otra pausa) ¿Y ahora, que es lo que le pasa? Apriete mas esa hebra, hombre! ¡Así! ¡Mire como le queda todo desmadejado, todo suelto! ¡Que no desayunó bien esta mañana! ¿qué esta todo fofo y blandengue? 

Samuel la ojea rencoroso. Corrige de nuevo el error. Sigue trabajando bajo la presión de Sofía a su lado. De pronto esta pasa un dedo por el borde del bastidor.

Sofía: ¿Hizo aseo esta mañana, joven? ¡Mire como esta todo lleno de polvo! 
Samuel: (Torvo) No tuve tiempo de hacer el aseo. 
Sofía: ¿Cómo dice?
Samuel: Que no tuve tiempo para hacer el aseo. 
Sofía: ¿Cómo que no tuvo? 
Samuel: ¿No me dijo anoche, que estaba apurada de sacar la pega? 
Sofía: ¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? Usted tiene que encontrar el tiempo para hacer ambas cosas a la vez, ¡hombre! ¡Deje antes las sabanas si es necesario! 

Sofía descubre un trapo metido en un balde con agua sucia y lo saca con la punta de sus dedos.

Sofía: ¿y esto, que significa? 
Samuel: (Con creciente impaciencia) Es un trapo. 
Sofía: Ya sé que es un trapo, pero, ¿qué hace aquí, a esta hora? 
Samuel: Estaba trapeando la cocina, cuando usted me mando a bordar. 
Sofía: ¡Lo deja en la cocina, entonces¡ ¿Qué cree que es esto? ¿Un chiquero? ¡Saque eso de inmediato! 

Samuel no se mueve.

Sofía: ¿Qué espera, hombre? 
Samuel: No voy a sacarlo.
Sofía: ¿Cómo dice? 
Samuel: Que no voy a sacar ningún maldito balde y no voy a llevarlo a ninguna maldita cocina. (Le enfrenta) ¿Y sabe por qué? Porque ya me tiene guatón con sus órdenes y contra órdenes. ¿Qué cree que soy? ¿Un robot? 

Sofía esta ante él, desestabilizada, estupefacta.

Samuel: ¿Y sabe qué más? (La amenaza con un dedo) ¡Ándese con cuidado conmigo, porque aquí las cosas van a cambiar de un momento a otro! El piso va a movérsele bajo los pies, en menos que canta un gallo, y entonces... ¿quién cree que va a ser el que mande en  esta casa? 

Sofía continúa atónita ante esa reacción inesperada.

Samuel: ¡y otra cosa! De aquí en adelante no mas órdenes ni contraórdenes ¡A mí no me han contratado para tejerle trapitos a nadie!
Su cara está muy cerca de la de ella, ahora.¿Y sabe por qué? ¡Porque no me gustan sus trapos! ¡No tienen arte! ¡No tienen clase! ¡No gastaría un cinco en ellos! No me sorprende que nadie se los quiera comprar Ha terminado. 

Mira su cara, triunfal, satisfecho.

Sofía: (Reaccionando al fin) ¡Salga! Salga de inmediato de esta casa
Samuel: (Lo simula, risueño, corriendo sin moverse) Si, ¡claro! ¡Mire! ¡Mire como salgo! 
Sofía: (Con un gesto de su dedo estirado, en perentoria comicidad) ¡Que salga de inmediato, le dicen!

Samuel corre hacia atrás, ahora.

Samuel: ¡Si, claro! ¡Mire como me mato corriendo! 

Va a echarse, acezante, en el sofá.

Samuel: ¿Y sabe por qué no corro? Porque ahora hay alguien que piensa por mí. Alguien que sabe apreciar mis cualidades. Alguien con quien vamos a hacer un viaje. Los dos solos 

Vuelve a levantarse de un brinco y comienza marchar con pasos entusiastas, en torno a ella.

Samuel: ¿y sabe a dónde?... ¡Al Brasil!... ¡Tierra de playas y de palmeras! ¡Tierra de bailes y de sambas!...¡Lejos de sus astillas de la Cruz y de sus cintitas de San Pablo! ¡Lejos de sus uniformes apolillados! 

Con la misma comicidad exagerada, dicho a su misma cara.

Samuel: ¿Quién es el que manda aquí, ahora? 

En ese momento ingresa Margot desde la calle.
Trae bajo el brazo su infaltable rollo de cartulina, con las cuales se pone a trabajar de inmediato.

Margot: ¿De quién eran esos gritos que se oían desde la calle? 
Samuel: Solo estábamos aclarando un par de cosas, aquí, con su hermana. 
Margot: ¿Ah, sí? ¿Qué cosas?
Samuel: (A Sofía) ¡Vamos! ¡Dígale, pues! ¿Cuáles son las quejas que tiene contra mí? 

Sofía va hacia el bastidor y reanuda el trabajo que Samuel ha abandonado, porque circula, ahora, desbordante, por todo lo ancho de la habitación.

Samuel: Me tiene haciendo dos cosas al mismo tiempo y solo tengo dos manos. ¿Quién cree que soy? No puedo bordar una obra maestra y tener la casa limpia al mismo tiempo. 

Se acerca a Margot ahora.

Samuel: ¿y sabe que más?... ¡Me echó de la casa! (Con aire compadre.) Claro que ella no podía saber la sorpresita que le teníamos guardada, ¿no? 
Margot: ¿Qué sorpresa? 
Samuel: De los planes que tenemos los dos. 
Margot: ¿Qué planes? 
Samuel: De irnos a Brasil, los dos, pues... (A Sofía) Brasil. Tierra de palmeras y playas doradas.
Margot: (Inexpresiva, siempre con su espalda a él) ¿Y ella, qué dijo? 
Samuel: ¡Nada, pues! ¿Qué podía decir? Planchada en el piso, no más quedó. (Serio, de pronto) Solo hay una cosa que me molesta, ¿sabe? 
Margot: ¿Ah, sí? ¿Y eso, que sería? 
Samuel: Que fue ella la que me contrató. 
Margot: Porque si hubiera sido yo, habría menos escrúpulos. ¿Eso quiere. decir? (Samuel se encoge de hombros): Es un hecho. Hay poca gratitud en el mundo. 
Samuel: y uno tiene que velar por lo suyo primero, ¿no le parece?
Margot: Así es. A juzgar por lo que está pasando aquí. (Tijereteando tiras de la cartulina) O sea, la cosa cae de madura. Habiendo escalado posiciones tan importantes, ¿qué sigue haciendo de mozo de casa? Su labor termina aquí.
Samuel: Si, claro. (A Sofía) Las cosas cambiaron, ahora. 
Margot: habrá que pagarle el desahucio, entonces. 
Samuel: ¿Desahucio? No, pero, ¿quién habla de eso? (Cachondo, a ella) Así como están las cosas, podemos arreglamos los tres, ahora, amistosamente...a lo amigo, ¿no le parece? 
Margot: No. No me parece. No hay nada mejor que las cuentas claras. Las mejores intenciones, como las palabras, se las lleva el viento. Hagamos todo bien y no tendremos problemas en el futuro. (A Sofía) Supongo que su contrato será bien claro al respecto. 
Samuel: ¿Contrato? 
Margot: Si, pues. Sus condiciones de trabajo, aquí, pues, joven. 
Samuel: Es que yo no tengo ningún contrato. 

Esta noticia agravia evidentemente a Margot. Se vuelve lentamente hacia él y lo semblantea con expresión de sorpresa y casi repugnancia.

Margot: (Con máxima sorpresa) ¿Cómo es eso? (A Sofía) ¿Qué no tiene contrato, dice? 
Samuel: (Alarmándose) ¡No, pues! ¡Si yo le dije, pues! Le dije que su hermana me ofreció trabajo, sentado en un banco de la plaza
Margot: (No lo puede creer) ¿En un banco...de la plaza? O sea, me va a decir que ha estado trabajando todo este tiempo. En esta casa ¿SIN UN CONTRATO EN REGLA?
Samuel: ¡Si, pues! ¡Si usted lo sabe. Pues! ¡Siempre lo ha sabido! ¡Que su hermana me recogió frente al garage donde estaba trabajando y que me ofreció techo y comida!
¿Quién iba a pensar en un contrato, entonces? 
Margot: (Máximo ultraje) O sea...(A Sofía)… ¿qué hemos metido bajo nuestro techo, en nuestro sagrado hogar, a un vago? ¿A un completo desconocido?
Samuel: (Ya casi llorando) ¡Si, pues! ¡Si usted lo sabía, pues! 
Margot: ¿Un don nadie? ¿Un recogido cualquiera, que una mete en su casa como a un perro? 
Samuel: ¡No! ¡Espere! ¡Espere! 

Margot se acerca ahora a él, con aire amenazante.

Margot: ¿Le exigió ella al menos una recomendación? 
Samuel: ¿Cómo dice? 
Margot: ¡Una recomendación, joven! iUn comprobante de que alguien que lo conoce y responde por usted!
Samuel:
¡No, pero si yo le dije pues! ¡Le dije que todavía no me he podido conseguir ninguna! (A Sofía, desesperado) ¡Dígale, pues! ¡Cuéntele que yo le conté que siempre me pasa algo! ¡Que siempre algo se me incendia! ¡Que siempre alguien roba algo y me acusan a mí de ladrón! ¡Que siempre hay un hediondo, que le mete a uno un perno en el huaipe y… 

Margot se toma la cabeza.

Margot: (Un grito; paseándose de arriba, abajo) ¡Virgen Santísima! ¿A quién hemos dado cobijo en nuestra casa? ¡Este hombre podría ser un monstruo, y terminar matándonos a las dos! 

En un impulso. Va y saca la maleta de Samuel de debajo del catre. se la empuja con un pie y va a agarrar el mosquete, de su alacena bajo la escala.

Margot: (Lo proyecta amenazante) ¡Tome! ¡Agarre sus cosas y se nos larga ahora mismo de la casa! 
Samuel: No, pero....
Margot: ¿Qué espera'! Loca tendría que ser para tener a un tipo metido en mi casa, ¡salido de la selva! 
Samuel: Oiga, pero... ¿qué pasa con el viaje? 
Margot: ¿Que viaje? ¿De qué está hablando?
Samuel: Del viaje que íbamos a hacer los dos al Brasil, pues
Margot: ¿Brasil? 
Samuel: ¡Si, pues! ¡Si usted misma me dijo! Que tenía unos ahorros y nos íbamos...
Margot: ¿Ahorros? ¿De qué está hablando? ¿Qué ahorros podríamos tener, cuando con mi hermana, apenas vivimos, estirando el presupuesto familiar? (A Sofía) Además de insolente, este tipo es un fantasioso. 
Samuel: (Asertivo) Usted me invitó.
Margot: ¡Oiga, mire! ¡Déjeme cantarle su currículo¡ ¡Primero, lo echan de la pega por estar rayando autos! ¡Segundo, Llega a esta casa y se hace ancho, desplazándonos a las dos, hasta el fondo de la casa! ¡Tercero, Reclama por todo. Del frío, de la mala comida, de los trabajos que tiene que hacer! ¡Cuarto Pone en dudas la honorabilidad de mi hermana, cubriéndola de absurdas acusaciones...!
Samuel: Oiga, yo no.... 
Margot: ¡y quinto! ¡Pone en mi boca una invitación totalmente imaginaria, incitándome de pasada a abandonar a mi hermana querida, sangre de mi sangre, para ir con usted a una loca aventura al... Brasil! ¡Imagínese! 
Samuel: Usted misma me...
Margot: ¡Y sexto!...Se presenta aquí, sin una debida recomendación. 

Deja el mosquete, recoge la maleta de Samuel y se la pasa, en un gesto teatral.

Margot: Por eso he llegado a la penosa conclusión que usted, joven, sencillamente, no entiende el espíritu de este hogar. Tendremos que prescindir de sus servicios. 

Samuel, sin recibirla y ante la actitud impertérrita de Margot, busca refugio en Sofía, que sigue tejiendo, como si nada estuviera pasando en torno a ella.

Samuel: ¿Oiga, usted está de acuerdo con esto?
Margot: ¿Qué está esperando, joven? ¡Se me está cansando el brazo¡ 

Samuel no le queda otra que agarrarla.

Samuel: (En medio de la sala; la imagen misma de la desolación) Tengo apenas un par de días con ustedes. Nadie puede aprender en tan poco tiempo. Ninguna de las dos, me ha dado una verdadera oportunidad. (Esperanzado de pronto) Les hago el trabajo que me pidan ¡Les lustro el piso de toda la casa! ¡Les tejo sus tapices las veinticuatro horas! ¡No reclamo mas nada! (Ya sin fe) ¡Me voy a dormir al entretecho! ¡Me lavo en el patio! ¡Duermo sobre un colchón! Lo que ustedes digan. 

La mano extendida y perentoria de Margot, sigue señalando la puerta.

Samuel: (En el colmo de la desesperación) ¿Qué voy a hacer ahora? Un hombre tiene derecho a que lo valoricen. ¡No puedo pasar una vida, rogando que me acepten! ¡No puedo pasar una vida, dando vueltas!... (A ambas a la vez) ¡Oigan!...Aunque haya estado tan poco tiempo y no me he portado como ustedes esperaban, ya se… No podrían ustedes, al menos...darme una... 
Margot: ¿Recomendación? ¿Es eso lo que quiere? 

Samuel asiente débilmente

Margot: (A Sofía) ¿Qué dices tú, hermana? ¿Crees que podríamos?

Sofía responde con un leve. Imperceptible casi coqueto gesto, de placentera expectativa.

Margot: (A Samuel, de nuevo) Si, creo que podríamos. Siempre, naturalmente, que estuvieras dispuesto a hacer algo que nos haría muy feliz a las dos.
Samuel: Solo ordenen y yo cumplo, señora. 
Margot: Se trata de bañar a Sofía. Tú, yo y ella; los tres. Crees que podrías compartir eso con nosotras?

 Se acerca a él.

Margot: No me mires con esa cara, niño tonto. Solo se trata de un juego. La idea es muy simple… (Más cerca) Se trata de ayudarme primero a sacarle la ropa a Sofía y después meterla en el agua tibia, y pasarle el jabón...Tu a ella...y luego yo a ti, y, al final, tu a mí, los tres. Como tres náufragos perdidos en el baño. ¿Te atrae la idea, Samuel? ¿Samuelillo? 

Samuel va aceptando la idea. Sus reservas van cediendo.

Margot: Así es. ¡Qué bueno! Por tu expresión veo que la idea te va seduciendo. ¡Procedamos, entonces!

  Le quita la maleta y la tira lejos, por ahí.

Margot: ¡Deja esa estúpida maleta, tontillo!...

La maleta se abre cuando va por los aires, desparramando sobre sofá y sillones, el pobre contenido de sus ropas: camisetas, calzoncillos, calcetines, etc...

Margot: ¡Y enlázame un brazo!  

Samuel hace lo que le ordenan. Ve como de inmediato Sofía viene y le pone el suyo, para que también lo haga  con ella. Las mira a ambas con una sonrisa.

Margot: Entonces, ahora, subamos los tres. 

Se encaminan hacia la escala. Y mientras van
subiendo por ella. 

Margot: y mientras vamos subiendo, así, los tres, enlazados como tres hermanitos que van a disfrutar una misma aventura, déjame informarte lo que ahí va a acontecer...Tu, yo y ella, los tres, cada uno a su turno, nos pondremos a trazar extraños arabescos con la espuma. Porque no hay nada como la espuma para trazar extraños dibujos sobre los cuerpos, ¿no crees Samuel?
Samuel: (Una voz ahogada,  casi) Si. 
Margot: ¡Sí! ¡Claro que sí! No hay nada como el agua tibia y el jabón para perder la razón y sumirse en un mar de ilusiones...Que los cuerpos crecen y la piel se dilata adquiriendo voluptuosas sinuosidades... y todo el mundo olvida todo… porque hasta el tiempo deja de existir... 

Sus voces y sus presencias se van perdiendo en la oscuridad de lo alto de la escala, a medida que aumentan de intensidad, unos extraños chillidos atenuados, entre jadeos y graznidos, que han comenzado hace un rato, como de aves de rapiña enervadas que devoran algo en un frenesí de excitación, que van aumentando e invadiéndolo todo hasta los cuatro confines de la sala, incluso cuando ya se han apagado las luces en el escenario y todo ya está en penumbra.  


 

Telón


 

 


 


 

 


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