Dramaturgos / Egon Wolff  

 

 


Crónicas de un edificio psicótico

de Egon Wolff

Quinta escena

En el sofá de su habitación, esta echado Renato, en piyama, con las pantorrillas a la vista, y pantuflas. Descansa en la oscuridad de esa hora crepuscular. A poco rato asoma Sofía, trayendo una manta doblada sobre un brazo y una palmatoria con una vela en la otra mano. Incursiona con precaución en la habitación y lo ve en la oscuridad.

Sofía: Es cierto...

Renato se incorpora de inmediato.

Sofía: La niña de las piezas me dijo que estabas así, todo desabrigado, echado sobre el sofá, pescándote una pulmonía. ¿Cómo se te ocurre estar así?
Renato: Esta bien. Estoy bien así.

Sofía deja la palmatoria sobre la mesita y procede a cubrir sus piernas con la manta.

Sofía: No. ¿Cómo va a estar bien? Después de la tontería que fuiste a hacer anoche.
Renato: No es nada. Solo me siento un poco afiebrado.
Sofía: Lógico que debes estar afiebrado y más que eso... ¿Cómo estamos así? ¿Mejor?
Renato: Me mimas como a un niño.
Sofía: ¡Como a un niño tengo que tratarte, pues! ¿Cómo va a ser de otra manera? ...

Se sienta frente a él atracando una silla y enciende la vela con un fósforo que saca de un bolsillo de su pollera. Será a la postre, una vez que se establece la oscuridad, toda la luz que habrá en ese rincón y que los iluminara a ambos.

...También te traje esta vela. Hay anunciado un apagón toda la noche y me da nervios verte encerrado solo y a oscuras, entre estas cuatro paredes...A ver, ¡cuéntame! ¿Cómo se te ocurrió hacer eso?
Renato: ¿Qué cosa?
Sofía: Salir a pescar en una noche como la de ayer.
Renato: Cuando salimos del puerto, había estrellas. La bahía estaba como una taza de leche.
Sofía: ¿Y no te dijeron que había pronóstico de tormenta?
Renato: Esos hombres salieron a la mar, ¿no? ¿Por qué no iba a hacerlo yo?
Sofía: ¿Por qué? Porque tú no eres hombre de mar, y con el mar no se juega, amigo. ¿Quieres morirte?
Renato: ¡Oh, vamos!
Sofía: ¡No, en serio! ¿Qué es lo que pretendes? Arriesgaste tu vida anoche. Estuvieron a punto de zozobrar. Pero claro, tu plata era demasiada tentación para esa gente, que hace semanas que no pesca...Si quieres morirte, hazlo, pero no mientras alojas en mi Hotel. ¿Está claro?
Renato: No pretendo morirme por mi voluntad, "amiga" (lo acentúa) Hay otras voluntades, sin embargo, que no controlo.
Sofía: ¿Qué quieres decir?

Renato nada dice.

Sofía: ¡Dime, pues! ¿Qué quisiste decir con eso?
Renato: (Riendo) ¡Oh, vamos! Al contrario de lo que pareces pensar, estoy feliz con la vida. Y eso incluye salir a pescar de noche, y en un mar encrespado.
¡Oh, Dios, no me mires así! ¡Debiste ver la furia de esas olas! ¡El silbido de esas nubes negras! ¡Las gaviotas zigzagueando, disparándose en el cielo, chillando de pura exaltación! ¡Todo temblaba! ¡Todo tronaba! ¡Estallaba negro y vibrante sobre mí cabeza!... ¡Nunca olvidaré eso!
Sofía: y mientras tanto, mientras te dabas un gusto, arriesgabas vidas.
Renato: ¡Qué va! ¡Si esos tipos estaban felices! Al comienzo, un poco asustados, es claro, pero luego, al verme gritando en la proa, se contagiaron con mi alegría¡ (Mira la cara incrédula de Sofía) Entendieron que su rutina contenía una emoción, y agradecieron eso, ¿entiendes?...Como todo en la vida.

Ríe.

Cuando volví anoche, algo mojado es cierto, y los vi a todos esperándome a la entrada del Hotel, me sentí como el viejo alado del cuento de García Márquez... ¡Creí que me iban a encerrar en el gallinero!

Pausa.

Sofía: ¿Crees eso? ¿Qué todo en la vida debe contener una emoción?
Renato: Así creo. El problema es que nos declaramos vencidos muy pronto. Olvidamos buscarla.
Sofía: Tal vez tengas razón. Cuando niña me iba al muelle del lago que había frente a mi casa, para dejar que la brisa acariciara mi cara. Me traía el aroma de los juncos, el lamento de las gualas, el murmullo del agua Oía a mi madre llamándome a almorzar. Arriesgaba sus retos, pero nadie conseguía sacarme de ahí.
Renato: Todas emociones, ¿ves?
Sofía: y después, ¿qué nos pasa, por Dios?
Renato: No sé. Comienzan a ser más importantes los retos de la madre, supongo. El lago comienza a incomodar porque el muelle está muy distante, el agua muy sucia. (La mira) Comienza a ser importante que la lancha pueda hundirse. Que pesquemos una pulmonía.
Sofía: ¿Esa fue una pequeña crítica?
Renato: Tal vez.
Sofía: Si. A lo mejor, me lo merezco...Me trae recuerdos de mi vida con Roberto. Cuando nos casamos nuestros grandes proyectos no cabían en este mundo.
Pero luego, de a poco, sus audacias comenzaron a acobardarme. Me volví prudente.
Renato: ¿y te pesa?
Sofía: Claro que sí. Sobre todo cuando me topo con un alma positiva como la tuya.
Renato: Un gran hombre, tu hombre.
Sofía: ¿Por qué dices eso?
Renato: Porque siempre te estás midiendo según su medida. Aprobándote si él te aprueba. Culpándote si él te culpa ¿Tienen hijos?
Sofía: Si. Dos. Un hombre y una mujer.
Renato: ¿y ven a su padre?
Sofía: La hija, poco. Vive en Canadá, y cuando viene, dice que no puede.
Renato: Emociones que se evitan, ¿ves?
Sofía: Yo le digo: "¡Se valiente¡ ¿Qué sacas con llamar desde el Hotel?" y ella me grita: "¡No me obliges, papá ni me reconoce! ¿Qué saco con verlo así?"

Sonríe turbada.

Renato: ¿y el hijo?
Sofía: ¿Gregorio?...Es un exitoso ejecutivo de una multinacional.
También nos visita, a veces, y siempre con una "compañera" nueva, que es siempre la definitiva. (Sonríe) Nunca deja de traerme costosos regalos… De niño era mi compañero inseparable en mis salidas en busca de materiales.
Renato: ¿Qué hacías?
Sofía: Esculturas. Instalaciones. Y decorados comerciales también, por supuesto Había que vivir, ¿no?
Renato: ¿y ahora, qué pasa con eso?
Sofía: Oh, eso fue hace mucho tiempo. Mis manos dejaron de responderme.
Renato: ¿y tu marido? ¿Estaba de acuerdo que lo dejaras?
Sofía: Digamos que preferí hacer lo suyo...Digamos que algunas de esas cosas terminaron en el fondo del mar.
Renato: ¿Las tiraste?
Sofía: Digamos que preguntas demasiado, amigo.
Renato: Es que noto un subtono dolido en tu voz, y quisiera remediar eso.
Sofía: (Con ternura) Lo estás haciendo, amigo. Lo estás haciendo, y es muy rico...¿Sabes? ¿Te confieso algo que no debería hacer?
Renato: ¿Qué?
Sofía: Que cada mañana, lo primero que hago, es buscarte. Es cierto.
Parece tonto, pero es así...No estás en la mesa del desayuno, porque ya te fuiste. No estás en la playa, porque estas, por ahí, trepando una roca. No estás en el pueblo, aunque siempre hay alguien que acaba de verte, y yo quisiera asesinar a ese informante afortunado. Ya lo dije una vez: no eres real.

Ríen. Larga pausa reflexiva, luego...

Renato: Tendré que irme luego. Ya queda poco tiempo.
Sofía: (Con alarma) ¿A dónde?
Renato: A Santiago.
Sofía: Pero, ¿por qué?
Renato: Será porque nada es eterno.
Sofía: Pero, ¿por qué no me lo advertiste?
Renato: Está anotado en tu libro de registros. Reserva por tres semanas, dice.
Sofía: ¿Y yo, que voy a hacer? ...Ya me había acostumbrado a tus cuentos, tus chifladuras, tu presencia en el Hotel.
Renato: Ya solucionaste tu problema con el pozo aséptico. ¿Para qué me quieres a mí, entonces? Además, te lleno la cocina de indeseables.
Sofía: Te lo estoy diciendo en serio.
Renato: Todavía quedan tres días. Está en nosotros, aprovecharlos.

Breve pausa, durante la cual, de pronto se enciende la luz y suena, viniendo de lejos, en sordina, la música bailable del restaurant.

Sofía: ¿Sabes? Te invito a una noche especial. Comamos fuera, ¿quieres? Yo, con mi mejor ropa y tú, de etiqueta. Si no tienes. Yo te presto. Quisiera vemos lindos, los dos. Lo más lindo que se pueda. Una noche inolvidable para sellar esta amistad tan especial, ¿te parece?
Renato: ¿Ropa de tu marido?
Sofía: Si, de él. Tienes su misma talla., y no creo que a Roberto le importe. Al contrario, diría. El, lo único que desea es que yo viva mi vida. ¿Por qué me miras así? ¡No me vas a decir, ahora, que me vas a salir un melindre!
Renato: ¡De acuerdo! ¡Hagámoslo!

Sofía se levanta y apaga la vela de un soplo.

Sofía: ¡Oh, Dios! ¡Ya me veo revolviendo los baúles! (Le toma sus manos) ¿Esta noche?
Renato: Bueno. Esta noche.



Sexta escena

Es de noche. La luna ilumina con un fulgor azuloso el escaño del paseo de la playa. Desde la penumbra surgen voces sobre la música bailable, de ritmo sensual, que se sigue escuchando, viniendo de lejos. A poco entran a escena Sofía y Renato, vestidos de sobria elegancia. El la trae de la mano y ella lo sigue, dejándose llevar.

Avanzan unos pasos y El  la toma para bailar.

Renato: ¡Ven! Sigamos bailando aquí. (Y como Sofía parece resistirse) ¿Qué te preocupa?
Sofía: Podría pasar alguien del Hotel.
Renato: Nadie está despierto a esta hora. ¡Ven! ¡Solo un rato más!

Sofía cede entregándose a un baile que, poco a poco, los van sumiendo en un ensueño sonoro y sensual que los envuelve. Sofía se entrega a esas sensaciones de bienestar y armonía, en un abrazo que se vuelve cada vez más estrecho, incluso en un instante en que la música cesa y solo se escucha sobre su abrazo, el batir de las olas sobre la arena de la playa. De pronto ella “despierta". Se separa, turbada.

Sofía: Bailas demasiado bien. Haces que una se olvide de todo. ¡Vamos! ¡Hay que volver a casa!

Quiere emprender la marcha, pero él la retiene de una mano y la atrae hacia sí.

Renato: ¿Quien te está esperando?
Sofía: Mi marido. Mi marido me espera.
Renato: (Sin soltarla) ¿No dijiste que lo único que desea, es que vivas tu vida?
Sofía: Si, pero no eso, Renato… ¡No! ¡Por favor!
Renato: (Soltándola) Está bien. Entiendo. Pero, no puedes evitar que yo recoja lo que me enviaste esta noche.
Sofía: (En burla nerviosa) ¿Y qué es lo que te envié?
Renato: (volviendo a acercarla hacia si) Tú sabes lo que es. ¿Quieres que te lo describa?
Sofía: Renato Quintana, ¡te estás portando como un niño!
Renato: (Sin soltarla) Oh, Dios, ¡yo sabía! ¡Sabía!
Sofía: ¿Qué es lo que sabias?
Renato: Tu secreto misterio... ¡No me digas que no te sentías fabulosa, esta noche! ¡Que no sentías tu secreta, tu sensual fuerza de mujer! ¡Vamos, bailemos! ¡Solo un rato más!

Por un instante Sofía cede a su impulso y vuelven a juntar sus cuerpos para bailar, pero ella se desprende un poco.

Sofía: ¡No! ¿No te das cuenta que esto no lleva a ninguna parte?
Renato: ¡Esta noche es de los dos!

Ella se distancia al fin.

Sofía: ¡No, Renato! ¡No! ¿Qué no ves que no quiero y no puedo?...Y tu sabes porque.

Pausa larga, durante la cual están ambos, próximos y anhelantes.

Renato: Esta bien. Perdóname. No entendí. He sido un torpe. Lo que pasa es que no puedo aceptar lo mucho que te prohíbes, lo mucho que te robas a ti misma.

Sofía se acerca a él y lo besa tiernamente.

Sofía: En el futuro, tendré que tener mucho cuidado contigo, Renato Quintana ¿Vamos, ahora?
Renato: Vamos.

Comienzan a caminar. Se alejan unos pasos y ella se detiene.

Sofía: Nunca, jamás, vuelvas a hablarme así. Estoy muy bien como estoy.

Renato se limita a mirarla.

Hay una sola vida para mí. Soy solo la señora Sofía, que regenta un Hotel costero y estoy conforme con eso. La gente me aprecia, y lo que es más importante...yo me aprecio así.
Renato: Entiendo. Ya te dije: fui un torpe.
Sofía: No. No lo fuiste. Tú también quieres vivir. Todos queremos. Hay veces que nos dejamos llevar por el pensamiento de que nos estamos perdiendo algo, pero me recuerdo lo que tú me has dicho. Que hay que vivirla con emoción de que tú hablas... aunque nos parezca a ratos la más pobre, la más triste, la más injusta. ¿No crees?...

Lo lleva a sentarse junto a ella en el escaño y le enlaza un brazo y se apoya amorosamente en el.

No te imaginas los sentimientos que cruzan entre Roberto y yo, en uno de esos pequeños chispazos de conexión que podemos tener, los dos. Como me comunica lo mucho que me quiere, lo mucho que me necesita. Esa es mi alegría, mi querido amigo. Vivo de esas miradas.

Quedan un rato en silencio.

Renato: Es tarde ya. Vamos. Ya te debe estar echando de menos.
Sofía: No. Deja ¡Esta es mi noche de asueto. Quedémonos  así, un rato, ¿quieres? Así callados, escuchando los ruidos del mar.

Lo hacen.

(Luego) ¿Oyes?...
Renato: Si.
Sofía: ¿Te puedes imaginar este momento? ...Los grandes manchones de algas, moviéndose sobre las rocas sumergidas ...Oscilando sobre los abismos oscuros...Haciendo correr a los pequeños crustáceos, entre chispazos de luz...Todo meciéndose poderosamente, en grandes ondulaciones

Descubre la sonrisa asombrada de Renato

¿Por qué me miras así?
Renato: Porque lo estoy viendo, por la forma maravillosa como que lo describes.
Sofía: Es que estoy contenta, y lo paso bien contigo. Esta noche quiero estar feliz...Pasé en esta playa los mejores años de mi vida...Cuando enfermó Roberto y tuve que valerme por mi misma, lo primero en que pensé fue en este lugar. Compré el Hotel No podría vivir en otra parte.

Otro momento de recogimiento silencioso, luego...

¿Sospecharías que algún día, yo también tuve veinte años y corría feliz por esta playa, libre, sin preocupaciones, puro presente? ...Lo que más me gustaba era correr por el borde del agua, dejando que el viento me diera en la cara... (Ríe) Un día, le gané una apuesta a un amigo. Corrimos dos veces, de ida y vuelta, hasta los acantilados y lo dejé agotado, tendido en la arena, pidiendo perdón.
Renato: Y eso ¿por qué?
Sofía: Era un tipo simpático, pero medio farsantón. Llamaba “matrancas" a las mujeres, y eso me dio rabia. Lo desafié correr hasta el agotamiento.
Terminé con él en la arena, pisándole la cabeza. El pago de la apuesta.
Renato: Yo habría sido feliz el tipo de la arena.
Sofía: (Aun divertida) ¿Y eso, por qué?
Renato: El dulce sabor de la derrota. ¿No te gusta eso?
Sofía: No te entiendo. ¿Qué quieres decir?
Renato: Perder. Solo eso. El dulce sabor de perder. Ser malo para
correr, por ejemplo. O para bailar. Ser malo para algo y quedar en paz.
Sofía: ¿De qué estás hablando?
Renato: Hoy en la noche, te estuve observando. No te perdiste ni un paso. Tus pies siempre en perfecto orden de tu comando. El brillo en tus ojos cuando te dabas cuenta que nos miraban...El desafío de tus caderas. ¿No te cansa eso?
Sofía: En la casa en que me crié, no se nos permitía nada menos que ser perfecto.
Renato: ¿y tú, en verdad, los culpas por eso?
Sofía: Por supuesto. ¿Qué otra alternativa tenía?
Renato: Usar tu libre albedrío. Ser gorda, y fea, y mala para correr, y ser feliz. Da una paz tremenda...Una vez vi a un pordiosero, echado por ahí sobre unos sacos. Escarbaba dentro de un tarro, de sardinas o algo así... y el tipo irradiaba. Sacaba cada presa con la punta de los dedos, la miraba al trasluz, la circulaba en su boca acariciándola contra el paladar. Como si fuese ambrosia...Ese tarro era en ese momento todo el mundo para él. Nunca vi un tipo más sabio.

Breve pausa.

Sofía: ¿Tu mujer no compartía esa forma de pensar, ¿verdad?
Renato: ¿Paula? No. Ya te dije, Paula era una campeona. Lo tenía todo claro y peleaba por ello y no se detenía hasta ganar.
Sofía: ¿Y qué pasó entre ella y tu hermano? Dijiste que lo había contagiado con su impetuosidad.
Renato: Jaime ya no está. Se fue. En el mejor momento de su vida Era un niño maravilloso. Sabía reír como nunca he visto hacer a nadie. Quería lo mejor para los hombres.
Sofía: ¿Y qué le pasó?

Pausa gravitante en que Renato no contesta.

¿Esa es la razón de que vayas tanto a esos acantilados?
Renato: (La mira) ¿Qué sabes tú de eso?
Sofía: En esos días horribles murieron ahí, disparando, dos muchachos locos. Uno se llamaba Jaime... ¿Tu hermano?
Renato: Si...Y es lo que no deja tranquila a Paula.
Sofía: ¿Se culpa de eso?
Renato: Si. (Leve pausa) Se enamoró de mi hermano...Se enamoró de su fogosidad, su claro ideal. De todo lo que siempre echó de menos en mi.
Sofía: ¿y tú la culpas?
Renato: Al comienzo sí, pero ahora ya no, porque dejé de culpar. Supongo que Paula se jugó por unos ideales, distintos a los míos. Es todo.
Sofía: ¿Y esos cuáles son? ¿Tus ideales?
Renato:No sé. Perdonar, supongo. Querer a la gente. Querer la vida...Querer a la muerte, incluso. En eso estoy.
Sofía: Hace frio. (Le toma las manos) Mira que fría tengo las manos.
Hay que volver... (Se acurruca en él) Podría estar así, eternamente, contigo.
Renato: ¡Uy! ¡Eternamente! ¡Qué palabra más difícil! No le pidas tanto al tiempo. Podrías terminar cansándote de mis flaquezas, como esa otra mujer.
Sofía: ¿Nunca quiso volver contigo?
Renato: Quiso, pero yo no. ¿Que podría ofrecerle? Entrar en nuevos muñequeos de ¿quién se queda con la razón? ¡No, que cansancio!...¿Y para qué?
Sofía: ¿Volvemos?
Renato: Volvamos.

Se levantan.

Sofía: ¿y qué voy a hacer yo sola, ahora, Dios mío?
Renato: (acariciándola) Sólo pensemos que podemos volver muy juntos, del brazo y bajo este cielo. ¿Te parece poco?
Sofía: Muy poco., pero...¡vamos!

Salen del brazo.


Séptima escena

Renato está sentado en el escaño del paseo. Está dando los últimos toques a un dibujo en su carpeta. Viste chaqueta deportiva y sombrero. En sus pies, alpargatas. Entrando por la derecha aparece Sofía, con un bolsa del supermercado. Se acerca a él y lo encara con una cierta exagerada vivacidad que oculta su turbación ofendida.

Sofía: ¡Miren! ¡Miren donde vengo a encontrar al perdido! ¡Hay que volver todo el pueblo patas arriba, para dar contigo! ¿Dónde estabas?

Renato se levanta y le da un beso de saludo.

Renato: Dibujando.
Sofía: Así veo.
Renato: y en Santiago.
Sofía: Si, así me informó la niña de las piezas. Que habías desaparecido de un día al otro.
Renato: Si, fui a Santiago. Un día. Al matrimonio civil de una sobrina.
¿No te sientas un rato?

Sofía lo hace, maquinalmente, a su lado.

Sofía: ¿y no te parece que debiste informar de eso a la Gerencia? A la Gerente de tu Hotel le gusta estar informada de quién va a estar o no a la comida. Además. La Margarita te había preparado, especialmente, ese salmón a la plancha con salsa de langostinos que te gusta tanto. Quedó muy triste por no poder lucirse contigo.
Renato: Le daré un buen beso en su gorda mejilla a esa vieja preciosa. Con eso me perdonara, estoy seguro. ¿Crees que me dejará besarla?
Sofía: La Margarita te dejaría besarle su alma si tú se lo pides.
Renato: ¡UY! ¡Eso si que debe estar escondido bajo muchos repliegues!

Ríen.

Sofía: (Simulando apenas su ansiedad) Te lo pregunto de verdad. ¿Por qué te perdiste tan de repente? Tengo derecho a preguntar, ¿no crees?
Renato: Tuve necesidad de perderme un tiempo.
Sofía: ¿y se puede saber por qué?
Renato: Para pensar. Recordar. (Le muestra el dibujo que ha estado haciendo) Estuve dibujando un poco, ¿ves? De repente, tuve necesidad de pintar algo tremendamente real para mí.
Sofía: Los acantilados.
Renato: Si. Los acantilados. Con todo su horror.

Le muestra otros dibujos de lo mismo.

Se lo debo a Jaime.
Sofía: De modo que esa es la razón de tu desaparición, señor
Espectro (Ve los dibujos uno por uno) Me encantan. Tienes talento, ¿sabes?
Renato: (guardándolos en la carpeta) Sin embargo, me cuesta concretar. Tomar los lápices. Trazar una realidad. Tengo que hacer un esfuerzo muy grande.
Sofía: Y eso, ¿por qué?
Renato: Será porque las cosas me abruman. No sé. Están ahí como al acecho. Existiendo. Gritando: "¡Mira! ¡Soy sólido! ¡Soy! ¡Soy! ¡Soy!...Y sin embargo luego cambian. Ya no son lo que fueron. Se desvanecen. Se convierten en otra cosa... Me parece una pretensión dibujarlas.

Sofía sigue con simpatía sus palabras.

Es lo que trate de capturar en estos bocetos. La cruda realidad de Jaime. Lo que vio durante su último grito de vida.

Sofía le acaricia la cara. Pausa.

Me escribió Paula. Quiere que regrese junto a ella. Dice que ha cambiado. Que ha sido una ciega en no aceptarme como soy. Me pide que le de otra oportunidad.
Sofía: Se siente sola.
Renato: Si. Supongo que sí. Quiere cuidarme.
Sofía: ¿Cuidarte?
Renato: Si. Eso dije.
Sofía: Pero, cuidarte de ¿qué?
Renato: No estoy bien.
Sofía: ¿Qué tienes?
Renato: Una enfermedad. Una variedad muy virulenta de una...enfermedad.
Sofía: (mirándolo con ansiedad) ¿Qué clase de enfermedad?
Renato: Leucemia.
Sofía: ¡Oh, Dios mío!

Renato reacciona de inmediato ante su aflicción,rodeándola con un brazo y apretándola contra sí.

Renato: ¡No! ¡Por favor, nada de eso! ¡Estoy bien! ¡En verdad lo digo! ¡Estoy contento!...Tuvo que ser así. A otros les viene de otra manera. Y no lo digo porque no tengo otra salida. No...No le temo a la muerte. Siempre quise demasiado la vida, para temerle. ¡Verdad!

Están así un rato, con Sofía tratando de leer en su cara el sentido de esas palabras.

(Acariciándole la cara) Querer es vivir. Solo no querer es muerte. Y yo he querido mucho. Si me tengo que ir, me iré en paz.
Sofía: ¿Por qué no me contaste antes?
Renato: ¿y para qué? ¿En qué cambia todo?
Sofía: ¿No se te ocurre que yo también hubiera querido cuidarte?
Renato: Lo has hecho, mi querida amiga. En cada bendito momento en que hemos estado juntos.
Sofía: ¿y qué más puedo hacer por ti?
Renato: Seguir siendo mi amiga. Nada más.
Sofía: ¿En verdad tienes que irte?
Renato: Tengo.
Sofía: (Con sincera desesperación) Pero, ¿por qué, por Dios?
Renato: Porque tú tienes que volver junto a tu marido y yo junto a mi hermano, que quiere cuidarme. Esta desesperado por mi enfermedad...Y no te preocupes más. Todo ha sido perfecto. No cambiemos nada…

La toma de los hombros.

¿Sabes? ¡Te invito! Vamos al final de la playa a ver esas rocas que describiste tan maravillosamente
Sofía: (Aun desconcertada) Es que Margarita me espera con estas verduras.
Renato: (Arrebatándole la bolsa) ¡Al diablo con las verduras! ¡Que por una vez los clientes coman arroz cocido! La toma de las manos y la arrastra. ¡Ven! ¡Vamos a tirarlas!
Sofía: ¿No, pero, que estás haciendo?
Renato: ¡Tirar todas estas verduras al ancho mar!

Girando varias veces la bolsa sobre su cabeza.

¡Que todo el ancho mar se cubra de apios... de acelgas... de lechugas!
Sofía: (Riendo) ¡No, pero, dame!
Renato: (Lo grita) ¡Que todo el ancho mar no sea más que un gran mar de lechugas!
Sofía: (Riendo y tratando de recuperar la bolsa) No, pero ¡entrégame! ¡Ya, entrégame esa bolsa! ¡Tú estás loco! ¡Completamente loco!
Renato: (abrazándola y arrastrándola de un hombro) Si, ¡Loco! ¡Loco! ¡Pero feliz! ¡Ven! ¡Vamos! ¡Vamos a caminar! Sofía se detiene. Lo detiene.
Sofía: ¡No! ¡Espera! ¿No comprendes que no puedo permitir que desaparezcas, ahora, de mi vida?
Renato: ¡Calla! ¡No digas nada! ¡Solo escucha! ¡Escucha ese viento que viene del mar! Hay una felicidad en alguna parte del cielo que nos llega... ¡Solo escucha!
Sofía: (deteniéndolo siempre) Pero, ¿qué vamos a hacer, ahora?
Renato: Nada. Hay una frontera que no podemos pasar.
Sofía: ¡Pero es injusto!
Renato: (Abrazándola) Injusto, cruel, inmerecido, pero también integro, inmaculado y luminoso. ¿No lo sientes así?
Sofía: (apoyándose en el) Y protector. Redondito, tibio y protector.
Renato: También. (La mira) No sé si has estado ahí, en lo alto de esos acantilados, donde en los días claros como este, se ven las carabelas de los piratas que asolaban esta región. Se ven navegar sobre el agua sus grandes velas incendiadas.
Nada ha cambiado. Y si miras un poco más lejos, hacia tierra, ves las colinas pardas, los grandes bosques negros y muy lejos, las montañas nevadas. ¿No quieres venir conmigo, para mostrarte eso?
Sofía: Contigo, al fin del mundo.
Renato: Vamos, entonces. ¿Qué estamos esperando?

Reanudan la marcha y desaparecen.

 

Octava escena

Es de noche.
Se escucha la voz de Sofía fuera de escena.

Sofía:...Y el arquitecto me insistía que había que construir ese alero al final de la terraza, porque si no se iba a ver todo muy asimétrico, decía... y yo, como tenía la idea fija de construir esa glorieta, y ya no teníamos...

Entran a escena, ella y Renato. El va tras ella. Viste ropa de viaje y lleva su maleta en la mano.

...fondos, ya no había de donde sacar más dinero para hacer tantas cosas, y sabia que Roberto, de haber podido opinar, habría optado por construir todo lo que fuera necesario y yo también quería dejarlo contento a él, porque pensaba que ahora más que nunca, Roberto se merecía... Ve de pronto la expresión de simpática comprensión con que él sigue toda su nerviosa tirada. ¡Oh, Dios! ¿De qué estoy hablando?...¡Oh, Dios! ¡Mira lo loca que me tienes!... ¡Es que no me puedo convencer que te estés yendo!.. ¿En verdad "tienes", "tienes" que irte?
Renato:Tengo 
Sofía: ¿Y a ti no te importa?, no te importa nada, ¿verdad?... ¡Oh, no! ¡No me hagas caso! ¿Cómo no te va a importar?...

Se arrima a él.

¿En verdad, todo lo bueno, tiene que tener un fin?
Renato: Así parece, ¿no?
Sofía: ¿Quién te va a cuidar en Santiago?
Renato: Mis sobrinas, ya te dije. Tengo un Fun Club, ahí. Me dicen que soy su tío predilecto.
Sofía: Eso lo puedo entender.
Renato: Dicen que me esperan para reanudar el juego de los sueños.
Sofía: ¿y qué es eso?
Renato: Un juego que reiniciamos cada vez que nos vemos. Cada uno más loco, más disparatado. A propósito... Tengo un sueño que siempre me vuelve…
Sofía: ¿Ah, sí? ¿Y de qué sueñas?
Renato: (riendo) ¡Que soy tambor mayor! ¡Un enorme y barrigón tambor mayor, cubierto de terciados y charreteras, que golpea estruendosamente un gran timbal, mientras avanza su panza ante un público que grita y lo aplaude!

Ríen.

Sofía: ¿y tú?, ¡apuesto que no aciertas con lo que sueño yo!
Renato: A ver, ¿y eso que sería?
Sofía: ¡Que soy puta!
Renato: ¡No puede ser¡
Sofía: ¡Cierto! Parada en una esquina abro eufórica mi bata emplumada, y muestro al público que delira de entusiasmo, un par de senos formidables, ¡pantagruélicos! ¡La encarnación misma de la impudicia mas desvergonzada!

Ríen de buena gana.

¡Oh, dios mío, como te voy a echar de menos!

Pausa en que todo se aquieta.

Renato: y yo a ti. Pero tendré al menos una compensación.
Sofía: ¿Ah, sí? ¿Cuál?
Renato: Que estaré ante ti en tu sueño, cuando abras tu bata emplumada.
Sofía: ¡No te atrevas!

Ríen de nuevo. Pausa de sentida recopilación.

Renato: Tendré que contarles esto a mis sobrinas.
Sofía: ¿Saben ellas de mí?
Renato: Naturalmente...y ya te adoran. No tengo secretos con ellas. Es parte de nuestro trato: sinceridad total.
Sofía: ¿Como también la ha habido entre nosotros?
Renato: Si. Creo que sí. En todo lo que un hombre y una mujer pueden ser enteramente sinceros, claro.
Sofía: Claro... (Mirándolo) Podríamos haber sido un par de amantes bien fogosos, ¿no crees?
Renato: (Sonriendo) En una de esas... (Le acaricia la cara) Es hora de partir.

Recoge su maleta.

Sofía: ¡Oh, Dios! Me muero de pena de pensar que...
Renato: (Le cubre la boca con un dedo) No. Nada de eso, ¿recuerdas?..Volveré aquí el próximo verano, ya veras, y te llevaré a navegar conmigo en un día tormentoso. Seremos dos gritando en la proa ¿De acuerdo?
Sofía: Si. Esta será siempre tu casa, mi amor.
Renato: ¿Eso incluye llenarte la cocina de indeseables?
Sofía: Incluye.
Renato: Cada vez me está gustando más este Hotel.

Sonríen. se miran. Renato  deja su maleta y la abraza y se besan, en un beso suave, tierno, largo. luego se separan.

Renato recoge su maleta, le sonríe en una sonrisa de despedida intima y alegre, le hace un saludo con la mano y sale.

Sofía se sienta y en su rostro va apareciendo lentamente, en una sonrisa triste y sin embargo, feliz, el recuerdo, la ensoñación de todo lo que hubo entre los dos.

 

 

Fin


 


 


Author Information: Wolff, Egon
Key Words: Encrucijada. Dramas Chilenos. Siglo XX.

 

 

Cita:
Wolff, Egon 1926-. Encrucijada. Dramaturgia chilena contemporánea.



Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006