Dramaturgos / Egon Wolff  

 

 


Crónicas de un edificio psicótico

de Egon Wolff

Primera Escena

Sofía: ¡Ah! ¡Es usted!
Renato: Si. (Sonríe) Me dijeron que quería hablar conmigo.
Sofía: Así es.

Mira la bandeja en su mano.

Renato: y como la ocasión lo merecía, traje estos Amaretto Sour, que a Usted le gustan. Para celebrarlo. (Le adelanta la bandeja) ¡Sírvase!
Sofía: (Sin hacerlo) Yo no bebo, aquí, en mi casa.
Renato: Pero lo hace en el bar.
Sofía: En el bar, si, pero solo por necesidad del negocio. Para atender bien a los clientes del Hotel.
Renato: (Insiste con la bandeja) Bueno entonces...Soy cliente suyo y no me está atendiendo bien, si no bebe conmigo.

Sofía toma uno de los vasos, con cierto desaliño.

Sofía: Lo esperaba en mi oficina.
Renato:Renato: Pasé,  pero me dijeron que estaba, aquí, en su jardín privado, y como me come la curiosidad por saber qué quiere decirme, no pude resistir la tentación. Además un trago sosiega las conversaciones, ¿no le parece?

Ambos beben. Renato, observándola.

Renato:Renato: ¿No me va a ofrecer asiento?
Sofía: ¡Oh, sí! Siéntese, ¡por favor!

Renato:Renato lo hace en uno de los sillones.

Sofía: Usted parece muy seguro de sí mismo, ¿no? ¿Cómo sabe si no lo cité para decirle algo molesto para usted?
Renato: Esta dentro de las posibilidades. Corro el riesgo.

Sofía sonríe a pesar de ella.

Y como esa frasecita suya "lo esperaba en mi oficina", me dice que no le agrada recibirme aquí, espero lo peor.

Ve la sonrisa que permanece en la cara de Sofía.

Ya rompimos el hielo, ¿ve? Y, a propósito de eso, sabe, me carga el "usted". Es pomposo y endurece la relación. ¿No le parece que podríamos arriesgar el "tú"?
Sofía: No estoy acostumbrada a tratar de "tu", a...
Renato: ...quién no conoce, ya sé. Pues tómeme como un caso especial. El "usted" me traba y me embrutece. ¿Por qué no lo arriesga? Se lo aseguro: conocerá el lado más primaveral mío
Sofía: ¿Sabe? Tengo la sensación que si no le hablo muy concretamente, no iré con usted a ninguna parte
Renato: Así es. No irá a ninguna parte ustereándome. Me pondré bruto, muy bruto. Ríen. ¡Salud!

Ambos beben de nuevo, sonriendo, sin quitarse la vista, el uno del otro.

Sofía: Tengo una queja  contra usted. (Se corrige con dificultad) tengo una queja en contra tuya.
Renato: ¡Bien! ¡Bien! ¡Así está mejor!
Sofía: ¿No me escuchaste? Parece como si no te importara. Te digo que. Tengo una queja contra ti.
Renato: ¡Uy, pero qué horror! ¿Cómo puede ser eso? Yo, que me encuentro tan buena persona
Sofía: Me desordenas la organización del Hotel. Y eso me tiene muy atravesada.
Renato: Dios mío, ¿qué es lo que he hecho?
Sofía: Siento decirlo, pero desde que llegaste, no actúas como todo el mundo. He tenido quejas desde el primer momento.
Renato: (Falsamente contrito) ¡Dios mío! ¿Y si me muero aquí mismo?
Sofía: ¡Señor Quintana! Tómeme en serio, ¿quiere? ¡Le estoy expresando una queja!
Renato: Si, si, tienes razón. (Se dispone a escucharla) ¿Qué es lo que he hecho?
Sofía: Se levanta a una hora en que nadie lo hace.
Renato: ¿Vamos a seguir con el ustereo?
Sofía: (Componiéndose) Te levantas a una hora en que nadie lo hace.
Pides cosas a una hora en que nadie las pide. Y lo que es peor, llegas exigiendo que te abran el Hotel a altas horas de la noche, obligando al portero a levantarse a una hora en que todo el personal tiene derecho a dormir. Aquí todo el mundo está bien dispuesto a servir, pero todo tiene un límite... ¿Por qué dejas las toallas mojadas sobre la cama, por ejemplo? ¿No piensas que eso creara problemas? Que hay que ventilar el colchón y cambiarte sabanas todos los días? ¿Y por qué las mojas tanto? La niña de las piezas me reclama que estilan, como si te hubieras puesto a secar el piso con ellas.
Renato: Es lo que hago.
Sofía: ¿Cómo dices?
Renato: Que es lo que hago. Seco el piso con la sábana de baño. Es más grande. Chupa más.
Sofía: ¡Las sábanas de baño no son paños de secar!
Renato: ¿Quién lo dice? (Ante su reacción atónita) Perdona. No me hagas caso. Una toalla es una toalla y solo una toalla y nada más que una toalla, ya lo sé.  No lo volveré a hacer. Lo juro.
Sofía: Perdona, pero ¿tú siempre eres así?
Renato: ¿Cómo qué?
Sofía: ¿Tomando todo a broma? ¿No sé por qué tengo el extraño presentimiento que te burlas de mi?
Renato: Nada podría ser más extraño a mi espíritu.
Sofía: La niña de las piezas echa toda la mañana en secar. ¿Cómo es posible que dejes todo inundado?
Renato:Renato: Porque canto.
Sofía: ¿Cómo dices?
Renato: Canto. Y mientras lo hago, practico calistenia, muevo los brazos, y mientras muevo los brazos, levanto la cortina del baño y el agua escurre y moja el piso.
Pero, corno ya dije, no lo volveré a hacer. En el futuro solo cantaré baladas tristes en la ducha, que no me mueven a expresarse gestualmente.
Sofía: (Impaciente ya) Hay otra cosa.
Renato: Dime.
Sofía: El mozo del comedor se queja de que antes de ayer tuvo que levantarse a las dos de la mañana, para llevarte un plato de sardinas. ¿Te das cuenta?
Renato: ¿En verdad, se quejó?
Sofía: Es lo que te estoy diciendo, ¿no?
Renato: Qué raro. No es la impresión que me llevé, cuando los visité a ambos en la cocina.
Sofía: ¿A quién...ambos?
Renato:  Al mozo y a la jefa, la señora Margarita. Parecía corno que los tres habíamos hecho muy buenas migas.
Sofía: No entiendo.
Renato: Hasta cantamos juntos. Viejas canciones. Tu mozo es un barítono increíble. Se posesiona del papel. Fíjate que, en un arrebato amoroso, hasta besó a la vieja Margarita.
Sofía: ¿De qué estás hablando? Se supone que tú, como visita, no debes estar cantando en la cocina, con el personal.
Renato:  A Carlitos lo encontré un atardecer, todo apenado, porque a su madre le habían hecho un mal diagnóstico médico. Parece que sufre de osteoporosis, la pobre. Y para que olvidara sus penas, lo convidé a pescar al malecón. Sacó un robalo de tres kilos y se olvidó de todo.
Sofía: ¿Carlitos?
Renato: Si. Carlos Melo. Así es como se llama, ¿no?
Sofía: Carlos Melo, si.
Renato: El hecho es que no sé si fue el robalo o el ponche que la señora Margarita nos sirvió en la cocina…
Sofía: ¿Ponche?
Renato: Si, un rico ponche de frutillas que había en el refrigerador. (Ante la expresión de ella) No estarás pensando en tomar alguna represalia contra ellos, ¿no? Sería un pésimo antecedente tuyo. Si tu interés es tener contentos a tus clientes, yo, tu cliente, te digo que no pude quedar más contento que esa noche, con los tres en la cocina cantando a coro "Cinco pollitos tiene mi tía" y Margarita abrazada a mi, sintiéndose de veinte
Sofía: Confieso que me tienes totalmente sin habla.
Renato: Y eso es lo que me intriga. Dime si no tengo razón.
Sofía: ¿Qué cosa?
Renato: Que Carlitos haya ido a quejarse de mí. ¿No será que lo tienes atemorizado, y que te dice exactamente lo que sabe que quieres oír?
Sofía: ¿Qué quieres decir?
Renato: Claro, tu, que no quieres a tus clientes.
Sofía: (Ultrajada) ¿Cómo te atreves a decir eso?
Renato: No los quieres, pues. Porque si los quisieras, ¿qué podría importarte que un pobre diablo pida sardinas a las dos de la mañana, si eso lo hace feliz?
¿No tendrías que ir incluso tu misma a servírselas?

Pausa.

Veo en tu cara que estas pensando en pedirme la pieza.
Sofía: No. No sé. Ya no sé nada. Confieso que me tienes totalmente confundida. Por favor, vuelve a lo que estabas.
Renato: ¿Y no me vas a aplicar una sanción?
Sofía: ¿Sanción?
Renato: Después de una queja siempre viene una, ¿no?
Sofía: Por favor, vuelve a lo que estabas. (En la clave de la relación  de perpleja jocosidad que ha establecido entre ambos) Es horrible razonar Contigo ¿sabes?
Renato: ¿No quieres saber por qué el portero tuvo que abrirme a las tres de la mañana?
Sofía: ¡No! ¡No quiero saber¡
Renato: Necesitaba desesperadamente hablar con alguien.
Sofía: ¡No me importa, te digo!
Renato: Había estado en la playa y me había sentido mareado de tanta inmensidad, tanta estrella, y tenía que compartir mis emociones con alguien, y quién mejor que el portero, que por sus funciones está obligado abrir...y escuchar?
Sofía: No me importa. No me importa si el portero haya tenido que levantarse veinte veces por culpa tuya. ¡No me importa que tenga que comerse un puerco espín, si eso le place! Solo quiero que me dejes sola, ¿entiendes?
Renato: ¡Qué pena! Me encanta argumentar para llegar al alma de las personas. ¿A ti no?
Sofía: ¡No! ¡Nada! ¡Me da lo mismo! ¡Me importa un bledo! (Le señala la puerta en el vallado) Y ahora, ¡ándate!
Renato: Que lástima. Yo que me había formado de ti la imagen de una mujer...fascinante.

Se levanta.

Renato:Renato: ¿Me llevo la bandeja?
Sofía: Me da lo mismo.
Renato: Me la llevo, entonces.

La toma, pone en ella los vasos y va hacia el vallado. Volviéndose se encuentra con la mirada de ella, con una nota de simpatía.

Me voy.... Ella se encoge de hombros como diciendo ¿“Y qué"? Sin embargo, no se puede decir que no hicimos contacto, ¿no?
Sofía: ¡An…da...te¡

El sale emitiendo un suspiro de resignación.

 

Segunda escena


Sofía está sentada en el escaño del paseo costero, frente al mar. Luce un sencillo vestido estampado y un sombrero de paja de ala ancha. Lee un libro. Entrando a escena desde la derecha, se aproxima a ella, Renato, con un atril portátil, una carpeta con cartulinas y una caja de colores. Tras un leve titubeo, se acerca a ella.

Renato: Buenos días.
Sofía: (saliendo de su ensimismamiento, y con un cierto desencanto) Ah, ¡hola!
Renato: ¿Qué haces? ¿Descansando?
Sofía: y tratando de leer, si.
Renato: (Señalando el lugar en el escaño, a su lado) ¿Puedo?

Sofía se hace a un lado.

Renato: Se sienta. ¿Qué vista más maravillosa, no?
Sofía: (Seca) Así es
Renato: Tu, en algo que no sea trabajar. Le vuelve a uno el alma al cuerpo.
Sofía: ¿Por qué dices eso?
Renato: Pues, porque hoy todo se vuelve trabajo. Uno ya no espera otra cosa de las personas, ¿no? (Y como ella no replica) De ti, al menos, no esperaba eso.
En el Hotel, solo se alcanza a ver tu sombra, deslizándose por los pasillos, siempre en algún trámite, siempre con el tintineo nervioso de tus llaves. Es un placer verle descansando... ¿Qué lees?
Sofía: Hemingway.
Renato: ¡Oh, Hemingway! ¿Pero cuál de sus obras?
Sofía: "Islas en el Golfo".
Renato: Ah, interesante...Motivos marítimos.
Sofía: ¿Por qué dices eso? ¿Lo leíste, acaso?
Renato: Si, hace un tiempo. Dime qué lees y te diré que andas buscando.

Ella lo enfrenta ahora abierta, desafiantemente.

Sofía: A ver, ¿qué estas tratando de decirme con eso?
Renato: Nada. Que lees a Hemingway. Es una clave. Lo mismo que si leyeras el catecismo o un tratado sobre ajedrez. Da una clave de las personas, nada más.
Sofía: Bueno, señor Sabelotodo. Sepa usted que encontré este libro en la biblioteca del hotel.
Renato: ¿"Usted" de nuevo?
Sofía: Dije que encontré este libro en la biblioteca del hotel, entre otros cubiertos de polvo porque nadie los lee, y me tincó el titulo. Es todo. Podría haber sido un libro sobre La buena cocina, y sería lo mismo, ¿no?
Renato: No, no sería lo mismo. Sería un libro sobre La buena cocina, pero no Hemingway.
Sofía: Bueno, yo te voy a decir lo que estas tratando de decirme con todo esto, señor burlesco.
Renato: (En la misma línea de diversión) ¿A ver?
Sofía: Que soy una mujer ridícula que se mata trabajando, que lee literatura de escape para no tener que enfrentar su aburrida, convencional y estúpida vida...(Acentúa esto)...y que ha venido a refugiarse a este escaño, frente al mar, para huir de los clientes inoportunos como tú.
Renato: ¡Jaque mate! (Le ofrece una mano) ¿Hacemos las paces, ahora?
Sofía: (Tomándola) No tengo inconveniente. Recuerda que eres un cliente del Hotel y eso me obliga a tragarme hasta lo que se me indigesta.
Renato: Lo que incluye que si me diera la gana, podría comerme uno de esos incómodos sillones Luis XV que tienes en tu living y tu, feliz. Siempre que me lo cargues en la cuenta naturalmente.
Sofía: Así es. Obviamente tendría que cargarlo en tu factura.
Renato: Bien venido. La pago. Siempre que me lo sirvas en uno de esos
finos platos de porcelana inglesa que escondes en tu cocina, (Lo acentúa) Y que no usas para servir a tus clientes. (Vuelve a ofrecerle su mano) ¿Las paces?

Sofía, sonriendo, le devuelve el gesto.

Renato: ¿Por qué tanta agresión?
Sofía: Tú comenzaste.
Renato: No, tu comenzaste, porque todavía estas enojada conmigo. Por lo del portero y las sardinas de Carlitos. Quisieras gritarme que soy uno de esos clientes terroríficos, que te quitan el sueño con sus quejas y exigencias y a los cuales, si pudieras, los mandarías de una patada a ese horizonte...Pero no puedes, y eso fermenta, ¿verdad?
Sofía: (mirándolo) ¿Crees eso?
Renato: (Sosteniendo su mirada dentro de la diversión gozosa) Si, lo creo. Me recibiste con una pesadez, cuando me dijiste que estabas aquí para leer en paz.
Sofía: Es que, en verdad, me incomodas, ¿sabes?
Renato: ¿Hay otra queja?
Sofía: Anoche hiciste entrar a unos extraños en mi cocina.
Renato: ¿Quién me delató? ¿Carlitos?
Sofía: Eso no importa. Te confieso que temblé de ira santa cuando me lo contaron, pero me contuve. Por eso estoy, aquí, ahora.
Renato: ¿Reponiéndote?
Sofía: Eso es. Reponiéndome. (Lo encara) Y estoy esperando una explicación, que ojalá no sea una nueva burla tuya.
Renato: Es muy simple. Sucede que la "Huevos Duros" y su amigo, el "Teta", no podían mas de hambre cuando los encontré deliberando como resolver su dilema frente al puesto de Pizzas de la Plaza. Pensé que la señora Margarita podría tener unas sobras de la cena de anoche. Además, mientras veníamos caminando hacia el Hotel, el hombre me recitó unas poesías de Pezoa Véliz, con tanta sinceridad, que se me entibió el alma. Una de dice:
 

"Era un pobre diablo que siempre venia
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido,
siempre cabizbajo ¿tal vez un perdido?"

Renato: ¿La conoces? Es una de mis preferidas.
Sofía: Eres un caso, ¿sabes?
Renato: ¿Por qué?
Sofía: Me cuentas todo esto tan suelto de cuerpo, como si nada te importara...(Vuelve a encararlo) ¿Sabia "USTED", señor Quintana, que tenemos una organización en el Hotel donde se aloja? Un mínimo de organización, lo acepto. Y eso incluye que las comidas se ordenan en el comedor y se sirven ahí. No incluye, hacerlo en la cocina. Y menos a los vagos de la ciudad.
Renato: (Una constatación penosa) Estas enojada.
Sofía: ¡Ya lo creo que estoy enojada! ¡No faltaba más! De aquí en
adelante tendré que fijarles unas reglas muy claras, "SEÑOR" Quintana. ¡Para que nuestros caminos no se sigan cruzando!
Renato: Pero me dices "SEÑOR" Quintana.
Sofía: A ver. ¿Qué estas tratando de decirme, ahora?
Renato: Que si estuvieras realmente enojada conmigo, me dirías
simplemente "SEÑOR"..."Sabe SEÑOR", así, a secas. Y ese "SEÑOR" significaría que no te importo nada. Solo un pasajero de tu Hotel, sin apellido ni identificación alguna. Pero con ese "SEÑOR QUINTANA", delatas que quieres establecer conmigo una comunicación distinta. Tal vez sin saberlo, claro. (Sofía solo se limita a mirarlo como si no creyera lo que está oyendo) ¿Vamos bien?
Sofía: Nunca me había topado con un tipo mas cínico y mas petulante.
Renato: Pero "QUINTANA" después de todo. (Le ofrece su mano)
Renato: para ti.

Sofía mueve la cabeza con incredulidad, pero sin poder evitar que todo esto le provoque una sonrisa.

Sofía: No sé qué me pasa contigo. Antes de ayer, cuando te fuiste.
quedé hirviendo de rabia conmigo misma, por haber sido tan estúpida. ¿Cómo pude no defenderme de tu acusación de no querer a mis clientes? ¿Qué es lo que me pasa?
Renato: Si los quisieras no los expondrías a ese flan caramel incomible que serviste anoche. Parecía lija. Después de eso, ¿cómo me vas a convencer de lo contrario?
Sofía: (Conteniendo una risa) ¡Renato Quintana, por una vez, háblame en serio! ¿Qué no ves que estoy furiosa conmigo misma?
Renato: (En serio ahora) ¿Cómo quieres que te tome en serio, cuando haces todo tan compulsivamente? Nada vale tanta seriedad.
Sofía: ¿A qué te refieres?
Renato: A tu aura. Exudas un aire catastrófico, como que siempre estuviera por asaltarte un desastre. Ayer, en la mañana, jugando al juego de La Rana con ese matrimonio argentino, parece que se te iba la vida con cada tiro. Competías con tu propio fantasma.
Sofía: (Azorada) ¿Cómo lo sabes?
Renato: Estuve ahí...observándote. ¿A qué jugabas? ¿A una apuesta con la muerte? La gente ya no se compromete con nada. Vienen aquí "a pasarlo bien". Es todo.
Sofía: (Picada) ¿Así que eso es lo que piensas?
Renato: No. No es lo que pienso. Es lo que veo.
Sofía: Y tú, dime...
Renato: ¿Qué?
Sofía: ¿Qué pasa contigo? ¿Qué crees que estás haciendo? Ir, simplemente, por ahí, como Peter Pan, saltando de flor en flor, ¿aspirando el aire perfumado? No crees que te ves ridículo ir siempre por ahí, con esas cartulinas en blanco bajo el brazo?
Renato: (Por las cartulinas) ¿Te refieres a estas?
Sofía: Si, a esas. Das que hablar en el Hotel, ¿lo sabías? Todos apuestan si algún día volverás con algo pintado. ¿Qué has hecho hoy? ¡A ver, muéstrame!
Renato:Renato le pasa las cartulinas que ella hojea.
Sofía: Nada...nada...nada, ¿ves?
Renato: Exactamente...nada. Pero todas ellas con espectaculares posibilidades.
Sofía: No entiendo.
Renato: (señalándole una) ¿Qué verías en ésta si te dijera que he pintado… un árbol?
Sofía: Un árbol, naturalmente, aunque contigo ya no estoy tan segura.
Renato: Solo un árbol, ¿ves? En cambio, así en blanco, las posibilidades
se abren en abanico. Podrían ser las cataratas del Niágara, o un arenque en un plato de cobre. Pura virtualidad, ¿entiendes?
Sofía: No. No te entiendo.
Renato: Con estas cartulinas en blanco, ¿te atreverías a opinar que soy un mal pintor?
Sofía: No. No me atrevería a opinar eso, pero sí que eres un tarado,
porque nadie en este ancho mundo, piensa así.
Renato: Es lo triste, ¿ves? Un mundo esclavo de las certezas.
Sofía: (Picada) ¿Me vas a decir que piensas seguir siempre con esas hojas en blanco bajo el brazo?
Renato: ¿Y a quién hago mal? En cambio así, vieras lo que estos papelitos en blanco expanden mi imaginación. Pintar solo el mar rugiente, se convertiría para mí en una terrible frustración.
Sofía: Perdona que te lo diga, pero para mí, tu estas más loco que una
cabra.
Renato: (Guardando las cartulinas en la carpeta) Se equivoca usted, señora Sofía. Las cabras no son locas. Solo lo somos nosotros, porque no entendemos por qué saltan.
Sofía: (Retoma el libro) Bueno, en todo caso, te ruego que me perdones. Vine aquí a leer y no he avanzado nada.

Renato se levanta.

Renato: A buen entendedor, pocas palabras Quería preguntarte si puedo invitar, esta noche, a la Huevos Duros y al Teta, a comer en la cocina. Yo pago todo. Han prometido traer con ellos al Tiritón, un vago al que le robaron sus dientes postizos y que de pura vergüenza vive escondido bajo la torre de agua de la ciudad. No come nada hace tres días. Dicen que el tipo toca la guitarra que es una maravilla, y con o sin sus dientes, armaremos una fiesta de Padre y Señor mío, a la que estas invitada, naturalmente.
Sofía: (Con ira contenida) ¡Tú no harás nada de eso!
Renato: No vamos a dejar que el pobre tipo se muera de hambre, ¿no?
Sofía: ¡Te digo que tu no harás nada de eso, en mi Hotel!
Renato: O sea, ¿me vas a decir que no te importa lo que le pase?
Sofía: ¡Me importa un pito! ¡Solo me importa que tú no te vas a salir con la tuya!
Renato: O sea, ¿solo te importa doblarme la mano a mí?
Sofía: ¡Lo que me importa es que en mi Hotel tu no vas a hacer lo que se te ocurra!
Renato: ¡Se muere de hambre, entonces!
Sofía: ¡Que se mueran de hambre todos los vagos del mundo, y ya está! ¡Que revienten! ¡Me da lo mismo!
Renato: ¡Ya está!
Sofía: ¡Sí! ¡Ya está!
Renato: ¡Ayyaya!
 

Se miran. Se dan cuenta del absurdo a que los llevó la discusión y les sobreviene un acceso de risa nerviosa.

 

Tercera escena 

Han pasado tres días
Se escucha la voz airada de Sofía discutiendo con alguien, fuera del escenario de su jardín privado.

Voz de Sofía: ¡Si, ya sé que tengo!...Sí, eso ya lo sé, pero tengo otros problemas, ahora, ¿no?...¡No, no puedo!...Sí, ¡pero ahora no puedo te digo!...¡Dile! ¡Explícale que no puedo atender ese asunto ahora! ¡Que lo llamaré mañana!...

Vemos como Renato ingresa al jardín llevando en la mano un canastillo de mimbre, en tanto escucha con aire compungido, la discusión que se realiza afuera.

Oh, Dios mío, ¿qué no entiende ese hombre?...

Sofía ingresa a su jardín, llevando bajo el brazo, desordenadamente un alto de papeles y archivadores, que deja con rabia sobre la mesita, sin darse cuenta de la presencia conturbada de Renato, con su canastillo.

¿Cómo puede ser posible eso? Metida hasta el cuello con problemas y ese tipo me viene con que... ¡Oh, mierda!...

Se sienta con furiosa irritación ante la mesa, dispuesta a trabajar con los papeles, cuando recién entonces nota la presencia de Renato que le adelanta el canastillo.

Renato: Moras...Te traje unas...moras.
Sofía: ¡Oh, no! ¡No ahora! ¡Por favor, ándate!
Renato: Llegué en un momento inoportuno, veo.
Sofía: ¡Si, inoportuno! ¡Muy inoportuno! ¡No quiero ver a nadie! ¡Ándate, por favor!
Renato: ¿Ni si quera para compartir estas moras conmigo?
Sofía: ¡No! ¡Ni si quera! (Viendo y señalando el canastillo) ¿Y ese canastillo?
Renato: ¿Qué?
Sofía: ¿De dónde lo sacaste?
Renato: Estaba en la despensa.
Sofía: ¡Ese canastillo era de mi madre! ¡Una reliquia de la familia! ¡Nadie debe usarlo! ¡Dámelo!
Renato: ¿Con las moras?
Sofía: (Impaciente) ¡Oh! con o sin ellas, ¿qué importa? ¡Dámelo ya!

Renato se lo pasa.

Renato:Renato: Le puse un pañito...Para que no se ensuciara...

Sofía ve la expresión de consternación de él y se derrumba.

Renato: Parece que pasamos por un mal momento...
Sofía: ¡Oh, sí! ¡Nada me sale bien, hoy día!...

Renato hace ademan de retirarse.

Sofía: ¡No...no! ¡Quédate, por favor! ¡Siéntate!

Renato obedece.

Renato: No lo habría tomado de saber lo que significa para ti.
Sofía: ¡No, no! ¡Perdóname! Es que, en verdad, tampoco significa tanto.
Era de mi madre, es cierto, pero ha estado botado por ahí, hace años. Me apego tontamente a las cosas y después las abandono. Ni si quera sé donde estaba.
(Desolada) ¿Qué desastre soy, verdad?
Renato: Lo que pasa es que tienes problemas en el Hotel.
Sofía: (Alarmada) ¿Qué sabes tú de eso?
Renato: hace un gesto como espantando los malos olores. ¡Dios mío! ¿Tan espantoso es?
Renato: Bueno. Bastante insoportable, diría.
Sofía: ¡Oh! ¡Venir a rebasarse el pozo aséptico justo en medio de la temporada! ¡Con la casa llena! Pasé todo el invierno, sin problemas ¡tuve vientos que casi me llevan la casa! ¡Diluvio! ¡Hasta rayos en la chimenea! Y ahora, que todo debe funcionar bien... ¡se me llena el pozo!
Renato: Los pasajeros sabrán entender.
Sofía: ¡NO! ¡Tu sabrás, pero ellos no! ¡Ya los argentinos me han anunciado su retiro! ¡Mañana se me van los Rivas y los Sikorsky! Hasta el perro, ese animalejo desagradable, ese energúmeno espantoso, anda husmeando el borde del pozo...como si nunca hubiera olido nada mas fétido, ¡el muy hipócrita!
Renato: (A modo de consuelo) Ya llegó a trabajar una cuadrilla.
Sofía: ¡Ya lo creo que llegó! ¿Y quién crees que los mandó llamar? Yo, yo y solo yo! iEs mi deber!, ¿no? ¡Tener todo bien para que a sus señorías no se les crispen las fosas nasales! ¡Oh, a veces estoy tan cabreada de todo!

Pausa, durante la cual Renato espera pacientemente que pase la borrasca, mientras le pasa el canastillo y Sofía se sirve moras maquinalmente. Ella capta su mirada de simpatía.

Sofía: ¿Y tú, que me miras? Que mujer tan neurótica, ¿no? ¿Eso estas pensando?...Para tu información, debo decirte que este Hotel es famoso por lo bien que se pasa en él. ¿No será porque lo dirige una mujer atormentada, no?

Otra breve pausa.

Renato: Un día me caí en uno de esos pozos.
Sofía: ¿Qué dices?
Renato: Que un día me caí a un pozo lleno de mierda de chanchos. Por acompañar a una amiga a una caseta higiénica...
Sofía: (Medio riendo) ¿Y tú, que hacías ahí?
Renato: Mi amiga tenía miedo de ir sola, de noche, a la caseta y había una construcción. Pensamos que era un baño. Y resulta que era un pozo acumulador de fertilizante. Tanteando en la oscuridad, pisamos una tabla que estaba suelta y nos fuimos, los dos, de cabeza a la sopa hedionda.
Sofía: (En medio de la risa) ¡Es que no puede ser!
Renato: Pues, lo fue. Primero cayó ella y después, yo. Por salvarla.
Sofía: ¿y qué hicieron?
Renato: Encontramos un rio y nos tiramos al agua, tal como estábamos, y no paramos de reír. Todavía tengo en mis narices esa fetidez horrible. Como ves, nadie se escapa de darse, de vez en cuando, un buen baño de mierda.
Sofía: ¿Lo dices en sentido figurado?
Renato: No mira. El olor a mierda es algo muy concreto.

Ríen los dos de corazón.

Sofía: En todo caso, gracias por querer consolarme.
Renato: No, no. Sucedió en verdad.
Sofía: ¿y por qué me lo contaste?
Renato: Porque me pareció divertido. Nada más.
Sofía: (Siempre en risa) El hecho es que usted, mi amigo, se me cayó a la mierda, ¡por exceso de galantería!
Renato: Si quieres verlo así...Yo tengo otra interpretación.
Sofía: ¿Ah, sí? ¿Y cuál sería?
Renato: Que me atrae terriblemente el olor a caca.
Sofía: (Después de otra risa de ambos) ¿Sabes? He descubierto algo.
Renato: ¿Ah, sí? ¿Y qué será?
Sofía: Que es muy agradable estar contigo.
Renato: ¿A pesar de los huevos duros en tu cocina?
Sofía: A pesar de eso. Casi me arrepiento de haber sido tan brusca contigo... ¡Ay, pero que atroz es todo!
Renato: ¿Qué es lo que es tan atroz?
Sofía: Todo eso de los...humores corporales. Que mis clientes tengan que verse expuestos a ello. ¡Es humillante Me hubiera gustado una vida más libre de eso! (Ríe nerviosamente) De niña, hasta la palabra "pañuelo", ¡me hacia ponerme colorada!
Renato: Si. Esa es una de nuestras cruces. Vemos desde fuera, con los ojos de los demás. No poder "pensarnos" desde dentro. Sufriríamos menos. Nos reiríamos más.
Sofía: ¿De nosotros?
Renato: ¿Por qué no?... Pero, no nos pongamos densos. No es justo, ahora que estas en problemas. (Le adelanta el canastillo) ¿Otro poco?

Sofía se sirve mientras lo observa con simpatía.

(Señalando las moras) las recogí en un lugar precioso, al final de la playa grande. Había una familia en un picnic. Al comienzo las recogí solo, pero luego vinieron unos niños a ayudarme... y después, toda la familia. Terminamos compitiendo quién recogía más. ¡Una fiesta de cosecha!...Cuando volví a casa, los niños no me soltaban las manos. Me despidieron largamente, agitando sus toallas...hasta que se me perdieron de vista, en la bruma del mar.

La evocación melancólica produce un instante de comunicación afectuosa.

Sofía: Dime...
Renato: ¿Si?
Sofía: ¿Tu existes, en verdad?
Renato: (Divirtiéndose) A ver, ¿por qué dices eso?
Sofía: Porque tienes algo de fantasma, ¿sabes? Siempre te estas como...escabullendo. Dejas una estela. Llegas, para todo el mundo tienes una buena palabra, pero luego te pierdes. Nadie sabe donde andas... ¿Existes en verdad, o eres solo una apariencia de ti mismo?
Renato: ¡Qué divertida es la gente!
Sofía: No. ¡Dime! Quiero saber...Tu llegada al hotel, por ejemplo. No fuiste tú quien hizo la reserva.
Renato: No. Fue mi hermano Ernesto.
Sofía: ¿Cómo es eso? ¿No tienes teléfono en casa? ¿Fax?
Renato: (Siempre divertido con la situación) Teléfono sí, pero Fax, no... lo que pasa es que Ernesto, mi hermano, me quiso hacer un cariño. Se preocupa por mí. Es todo.
Sofía: Incluso pagó por ti. Ordenó que no se te molestara con eso. Que él cubría tus gastos extras. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
Renato: Es que somos dos muy buenos hermanos. (Como ve que no la convence; en broma)Soy un convaleciente de una terrible enfermedad. ¿Te gusta más eso?
Sofía: Te estoy hablando en serio.
Renato: ¡Pero qué afán el tuyo de fundamentarlo todo! ¡Vamos, relájate!
Sofía: ¿Sabes qué más? ¡Ándate! ¡Ándate ahora mismo! ¡Déjame sola! (Otra risa de él) No puedes tomar nada en serio, ¿dime?
Renato: ¿Pero cómo quieres que tome algo en serio, si estamos rodeados por este maravilloso jardín?
Sofía: ¡Con olor a mierda!
Renato: Para que te preocupas de arreglarlo todo tan bien, ¿si no te dejas contagiar por esto? Eres igual a mi hermano. Siempre intranquilo por todo. No podía entender que me embarcara en la ruta más larga, solo porque quería ver el mar.
Sofía: A propósito de eso: ¿por qué te viniste en bus?
Renato: ¿Por qué no en auto? ¿Esa es la pregunta?
Sofía: Si. ¿Por qué no en auto?
Renato: Porque no manejo. Prefiero que otro lo haga por mí. Pero esa no es la pregunta que hace rato anda rondando por tu cabeza, ¿verdad?
Sofía: ¿Y cuál es, señor sabelotodo?
Renato: ¿Por qué este tipo de aparente cuna próspera, anda por ahí en bus? El auto es el decorado esperado, ¿no? Además el tipo llega solo, sin mujer. Todo un rompecabezas el malandrín, ¿no es así?
Sofía: En verdad, recibimos poco aquí a fantasmas que recogen moras. Ríen. (Tras breve pausa) ¿Por qué?
Renato:¿Por qué, qué?
Sofía: ¿Por qué no hay mujer?
Renato: La hubo.
Sofía: ¿Y?
Renato: Ya no la hay...y también, la hay. Las dos cosas. Pero no hablemos de eso, ¿quieres? Hablemos de ti. Sospecho que eres una fuente inagotable de sorpresas. Tengo que confesarte que a mí también me circulan ciertas preguntas por la cabeza.
Sofía: ¿Ah, sí? ¿Y qué sería?
Renato: ¿Por qué andas así?
Sofía: Así, ¿cómo?
Renato: Eres mucho mejor que eso Ese pelo apenas alisado con una mano mojada. Esa cara sin pintar. No eres justa contigo misma.
Sofía: Parece que no te has dado cuenta que tengo problemas.
Renato: ¿Y eso, que tiene que ver?
Sofía: No tengo tiempo para frivolidades.
Renato: ¿Tiempo? Tiempo es algo elástico. Como uno de esos relojes que pintó Dalí, goteando de los arboles.
Sofía: Tengo otros problemas.
Renato: Lo que pasa es que quisiera que te presentaras como lo mereces. Como los grandes veleros, con todo su velamen desplegado.
Sofía: (Nerviosamente) Si, pero...te ruego que me dejes, ahora.

Tengo que terminar de revisar estos papeles.

Renato: Claro. (Se dirige hacia la salida) Solo quisiera pedirte una cosa más. (Sofía lo mira) Que me acompañes una tarde a dar un paseo por la playa larga. Me parece mezquino hacerlo solo. Pausa.  (Sonriendo) A modo de desagravio, digo. Por la molestia que acabo de darte.
Sofía: ¿Por qué yo?
Renato: Porque dejé algunas moras, pensando que las podríamos recoger juntos.
Sofía: (Tras breve consideración sonriente) A lo mejor....

Renato sale.

 

Cuarta escena.

Por la derecha entran agitadamente Sofía y Renato, divirtiéndose. Ambos en tenida de playa. El con los pantalones arremangados y sus zapatillas en la mano. Ella, a pies desnudos y con arena. El trata de sacar moras del canastillo que ella le esconde.

Renato: ¡Solo una más, te juro! ¡Una sola!
Sofía: ¡No, no, no! ¡Ni una más!¡No quedara ninguna para la cocina¡
Renato: ¿Y qué importa eso?
Sofía: ¡No! ¡Ninguna mas, te dije!

El jugueteo produce una sensual aproximación de sus cuerpos.

Renato: ¿Eres capaz de hacerme eso? ¿No darme mas...nada?
Sofía: (Con el canastillo siempre lejos de él) ¿Y qué quieres que te dé?
Renato: Moras... ¿Qué otra cosa?

Siempre riendo, Sofía cae sentada en el escaño.

Sofía: ¡Oh! ¡No sé cuanto tiempo que no corría tanto!
Renato: se echa a su lado. (Tomando aire) ¿Me creerás si te digo que hace lo menos tres años, que no llegaba al final de la playa? ¡Ni idea de cómo había cambiado todo! ¡Oh, Dios! ¡Ahora me doy cuenta lo que ha sido mi vida, todos estos años! ¡Un ir y venir idiota, por la mismo camino! ¡Del hotel al Banco! ¡Del banco al hotel!... ¡Ni sospechaba que habían plantado pinos en la vía costera! ¡Que habían pintado de azul el molino!...Que hay una larga, inmensa playa, con un largo, inmenso mar que también es para mi

Pausa.

Renato: Cuando niño siempre cambiaba ruta para ir al colegio. Para meterme en rincones, descubrir luces nuevas. Un día di con unas modelos que practicaban pasos en un parque. ¡Me enamoré de todas!

Ríen.

Sofía: Te veo, ahí, mirándolas con los ojos fijos. Debes haber sido uno de esos niños espantosos, que no quitan la mirada.
Renato: Tenía que serlo. No se esperaba menos de mí.
Sofía: ¿Por qué? ¿Padres muy estrictos?
Renato: Si...mucho.
Sofía: Háblame de eso, ¿quieres?
Renato:  ¿De qué?
Sofía: De ti, señor Fantasma. Quiero saber más de ti y de esas cosas que piensas.
Renato: ¿Es necesario?
Sofía: Si. Quiero saber de ti. No estoy hablando solo con el cliente de la pieza 8, ¿no? ¿O es que prefieres que solo te trate así?
Renato: Bueno, que ¿quieres que te diga? Supongo que siempre fui algo así como un desastre. La encarnación perfecta del inútil...en términos civiles, digo. Al menos, fue lo que impulsó a mi mujer a dejarme.
Sofía: ¡Vaya! ¡Al menos, ya sabemos algo! ¡El fantasma es casado!
Renato: ¿Por qué? ¿No te parece posible?
Sofía: No. Porque simplemente no te veo en eso. No te asocio con ninguna clase de compromiso.
Renato: Mi mujer tampoco.
Sofía: (Tras breve pausa) ¿Qué pasó?
Renato: ¿Que, qué pasó? Que siempre viví a contrapelo, en la dirección contraria de lo que se esperaba de mi. Me cuentan, por ejemplo, que de guagua, como supuestamente me aburría mamar, idearon una especie de jeringa para alimentarme. Ahí comenzó todo.

Ríen.

Sofía: No. Ponte serio. Quiero saber...Verdad.
Renato: Oh, Dios mío, ¡quién es capaz de resumir su vida?...Supongo que soy el proyecto de un espécimen típico de la clase media chilena. Padre y madre, socialistas convencidos. Fueron los argumentos que oí en mi niñez. Me inclinaron al humanismo y a ingresar al partido de mi papá, pero sin convicción. Una especie de remolcado, que sigue la historia pero no la impulsa, no sé si me entiendes… De oficio soy psicólogo. Recibido. Siempre he trabajado solo en eso.
Sofía: ¿y por qué eso? ¿Por qué la falta de convicción?
Renato: ¡Ufff!  ¿Por qué? Porque siempre he sospechado de los hombres con convicciones políticas. Me angustia la obstinación con que tratan de imponerlas. Hablan mucho del bien y la justicia, pero no la practican, y eso me cansa mucho. Por eso será.

Sonríe.

Sofía: ¿Tu mujer que pensaba de eso? ¿Te seguía?
Renato: ¿Paula? No. Paula era una convencida. Una campeona de su verdad. En las manifestaciones se convertía en una leona. Repartía insultos, bofetadas. Y lo que es peor, contagió a un hermano mío con su impetuosidad...
Sofía: ¿Por qué? ¿Qué pasó con él?
Renato: No. No hablemos de eso. Hablemos de ti, ahora. Te toca a ti.
Sofía: ¿Qué quieres que te diga, que no sepas ya? Porque supongo que lo sabes todo, ¿no? El tema obligado de la cocina "Pobre señora. Terrible la cruz que carga". ¿No es eso lo que se dice?
Renato: Si. Eso, más o menos.
Sofía: ¿y tú quieres saber más?
Renato: Las confidencias se merecen o no. Tú dirás. Si te hace bien hablar de eso.
Sofía: (después de breve pausa) Es duro.
Renato: Me imagino.
Sofía: Estar presente en la lenta, implacable extinción de un hombre. Escuchar como cada día respira un poco menos, fija mas la mirada, aprieta mas la mano que lo acomoda. (Leve pausa) Escuchar el penoso resuello de su voz cuando se esfuerza por ser chistoso. Y eso ya hace seis años.
Renato: ¿Cómo era?
Sofía: ¿Mi marido? Un hombre lleno de energía. Una maquina de vida. Tu no me creerías si te contara todo lo que ese hombre emprendió o trató de emprender.
Renato: ¿y tú lo acompañabas en eso?
Sofía: Viví con Roberto en tantas partes. En Aysén y Punta Arenas. En las costas de Caldera. En el alto Bío-Bío. Explotando algas, deteniendo dunas, secando pantanos.
Renato: Te dejó una vara muy alta que saltar.
Sofía: ¿Qué quieres decir?
Renato: Presiento dentro de ti un motorcito que no te deja tranquila. Tal vez lo heredaste de él.
Sofía: (Lo piensa; la conmueve) ¿Tú crees eso?
Renato: Me recuerdas a mi padre, aunque él por ser socialista, no actuaba solo. Creía en el trabajo comunitario. Todo lo demás era mera codicia para él.
Sofía: (Reaccionando a eso) A Roberto no lo provocaba el mero lucro. Lo provocaba dar trabajo a tanta gente descorazonada que...
Renato: (Sonriendo) ¿Vamos a pelear sobre eso? Porque yo ya no peleo con nadie sobre esos temas. No vale la pena. En Chile ya hicimos catarsis en eso, ¿no te parece? Superamos la cuota máxima de los odios inútiles.
Sofía: ¿Tú crees eso, en verdad?
Renato: No, pero...hagamos como si así fuera. (Con súbita vehemencia) ¡Es estúpido agredir! ¡Es dañino! ¡No hay nada que odie más que el odio! No nos permite ser humanos. Que el otro también tenga la razón.
Sofía: ¡Miren eso!
Renato: ¿Qué?
Sofía: Veo que también tenemos un motorcito. Que la vida no es solo una suave brisa en el follaje...
Renato: ¿Quién dice eso?
Sofía: Tu, con tu eterno buen ánimo.
Renato: ¿No te gusta?
Sofía: Si, pero siempre me ha parecido sospechoso. Nadie deja de tener un par de gorilas feos dentro de si...que le ensucian el alma.
Renato: y a ti te encanta encontrarlos, ¿verdad? Provocar hasta que aparezca el flanco débil.
Sofía: ¿Te crees tan importante?
Renato: Si. Creo que sí. Para ti, ahora, si. Porque si no, que estas haciendo conmigo, recogiendo moras. ¿Te interesan tanto?
Sofía: (Sonriendo y tras breve pausa) ¿Quién eres tú, en verdad, Renato Quintana?
Renato: No un acorazado como tu marido, eso está claro.
Sofía: ¿Por qué tu hermano te paga la cuenta?
Renato: y a ti no te gustan los hombres a los cuales sus hermanos les pagan las cuentas.
Sofía: No. A decir verdad, no...
Renato: Mi hermano es de la raza de tu marido. De los que les gusta hacerla todo ellos.
Sofía: ¿Es tu único hermano?
Renato: No. Hubo otro. Éramos tres. Muy unidos, pero muy distintos.

Renato acusa en un gesto repentino un dolor súbito que lo molesta, y que Sofía percibe.

Sofía: ¿Qué te pasa?
Renato: Nada. Solo una cruza de circuitos.
Sofía: ¿Te duele algo?
Renato: No. ¿Nada. Te he dicho que te ves muy bien, hoy día?
Sofía: No, no me has dicho nada y te confieso que me sentía muy defraudada. Me peiné esta cola de pato y me puse esta blusa y estos anteojos oscuros para que vieras que no soy un pato feo. Esperaba que dieras un grito.
Renato: Lo puedo hacer ahora. El grito del pavo en celo. Sé hacerlo. ¡Mira!
Sofía: (Riendo) ¡No, por Dios!
Renato: ¡Si, si! ¡Mira!

Ensaya el grito del pavo y mueve los brazos, en un gesto que resulta gracioso. Ríen. Y como él parece querer intentarlo de nuevo...

Sofía: (Riendo) ¡No. No más, por favor, que pueden oírnos! ¡Además, el grito tiene que salir espontáneo!
Renato: ¡Estas preciosa, en verdad!
Sofía: No. No exageres. Apenas un poco más presentable...Y, en cuanto a ti, ¿cómo estamos por casa?
Renato: ¿A qué te refieres?
Sofía: ¿A esa colonia que te flamea?
Renato: ¿Ah, eso? Es de mi cuñada. La metió en mi maleta, por si me encontraba con una mujer sensible a los perfumes varoniles.
Sofía: Acertó conmigo, ¿cómo sabes?
Renato: La Huevos Duros se me arrimó el día en que la use. Dijo que olía a florero.
Sofía: Ahí tienes a otra admiradora, ¿ves?
Renato: Me apretaba los cachetes y me daba besos. ¿Cómo no va a ser precioso eso?
Sofía: Nunca había conocido a un tipo como tú. Que quisiera gozar tanto de la vida. Es casi como si te lo hubieras propuesto.
Renato: ¿Te parece?
Sofía: Me parece, si.
Renato: ¿y lo que ves, te gusta?
Sofía: Me gusta, si...y me desconcierta. Pero me siento cómoda.

Breve pausa durante la cual es evidente que ambos disfrutan el momento de grata intimidad. comen moras un rato. En silencio. De pronto Sofía se levanta, sin embargo, nerviosamente.

Bueno. Creo que hay que volver.

Renato: ¿Por qué tan luego?
Sofía: Pues, por si usted no lo sabe, señor Perfume Varonil, tengo obligaciones en el hotel.
Renato: (Sin levantarse) Anda tú. Yo me quedo un rato.
Sofía: ¿Por qué? ¿Te sientes mal?
Renato: No. Al contrario. Me quedo porque no quiero que esto termine...

Ella lo queda mirando un instante, luego sale, sonriendo.
En cuanto ella desaparece, se contraen las facciones de Renato
en un rictus de dolor. Queda escuchando el batir de las olas en la playa cercana.

 


 


Author Information: Wolff, Egon
Key Words: Crónicas de un edificio psicótico. Dramas Chilenos. Siglo XX.

 

 

Cita:
Wolff, Egon 1926-. Crónicas de un edificio psicótico. Dramaturgia chilena contemporánea.



Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006