Dramaturgo / Juan Claudio Burgos  

 

 


El paraiso

de Juan Claudio Burgos

(Continuación...) Poeta en medio de los objetos en desuso

Poeta: ¿Pequeñas podredumbres? ¿Silencio?
¿Los fríos sucios?
En ciertas horas del día o de la noche,
Me gusta mirar los objetos en descanso
Las superficies usadas,
El gasto de las manos en las cosas,
La atmósfera trágica
Y patética de estos objetos,
Infunde atracción
Esa realidad del mundo
La confusa impureza de los seres humanos
La agrupación,
Uso y desuso de los materiales,
Las huellas del pie y de los dedos
Hoy me voy a llevar la piel
Como un traje,
Como un cuerpo,
Con manchas de nutrición,
Actitudes vergonzosas,
Con arrugas,
Observaciones,
Sueños,
Vigilia,
Profecías,
Declaraciones de amor y de odio,
Bestias,
Sacudidas,
Idilios,
Creencias políticas,
Negaciones,
Dudas,
Afirmaciones,
Impuestos

Poeta, erudito y Florentina en Coyoacán

Poeta: Recuerdo cuando, en París, vivíamos junto al Sena con Rafael Alberti, sosteníamos con Rafael que nuestra época es la del realismo, la de los poetas gordos. ¡basta de poetas flacos!, Me decía Rafael, con su alegre voz de Cádiz, ¡ya bastantes flacos tuvieron por el romanticismo! Queríamos ser gordos como Balzac y no flacos como Bécquer, en los bajos de nuestra casa había una librería y allí, pegados a la vitrina, estaban todas las obras de Víctor Hugo, al salir nos deteníamos en la ventana y nos medíamos:
¿Hasta dónde mides de ancho?
Hasta los trabajadores del mar, ¿y tú? yo sólo hasta Notre Dame de París
Erudito: ¿Qué se puede hacer con una catedral como la de Notre Dame?
Poeta: Dejarla anclada
Erudito: Pero yo no soy de estas tierras, de estos bulevares, ni de estas calles, ni de este sol, yo no pertenezco a estas plantas, a estas aguas, a mí no me hablan estas aves
Poeta: Muchísimos años después de lo de París,
Me tocó alquilar una vieja villa en Coayacán,
Logré poner al día dos o tres habitaciones
Y allí me puse a vivir
Y me di a la delicia de convertirme
En un lector de Shakespeare
Yo soy un viejo lector de Shakespeare
En mi casa de Coayacán
Erudito: Nos sentamos frente al jardín,
Junto a mi amiga la Florentina
Y ese poeta desconocido,
Con las copas de rigor,
Lejos una valla de árboles oscuros,
La profundidad de la noche,
(El hombre) me pareció más fino y penetrante,
Más ciudadano de calles y casas
Sin embargo,
Es un desconocido que bebe unas copas
Conmigo, junto a la Florentina,
Sólo sé como se llama.
Poeta: En el desconocimiento,
El nombre forma al hombre
Erudito: Lo había imaginado más marinero o más terrestre,
Su cuerpo,
Su cortesía,
Su inteligencia
Durante la comida
Todo era bueno
Y bello de comer
Y de oír
Y de ver
Y de beber
Florentina: Y a su lado la Florentina más bella, de anchos ojos dorados que hacían juego con un vestido árabe que la cubría desde el mentón a los tobillos, le preguntó por unas curiosas fotografías de Rimbaud y Baudelaire, no, perdón, de Maiakovski y Rimbaud y también por sus trabajos, por sus encargos
Poeta: No, si a mí, sí que me agradan las obras de encargo, claro que me agradan, dije y continué
Florentina: No sé cómo nos enredamos en una conversación extraña, durante aquella media hora sólo hablamos de la muerte, tuve la sensación de estar con un gran picapedrero que conoce el más acá y el más allá de la dureza, la piedra infinita, la idea mortal no lo atajaba, no lo abrumaría jamás el pensamiento de morir, la plenitud hace menos desgarradora la aceptación inevitable
Erudito: Debo ejercitarme, mientras estos dos conversan,
En la utilidad del pensamiento constructivo,
En la creación como deber social,
En el arte al servicio de la causa,
En el orden de las ideas y el discurso,
En la linealidad de la fábula,
En que cada palabra que escribo
Tenga sentido, etc., etc., etc.
En un seremil de asuntos
Que atañen a la esencia de la esencia
No sirve de nada,
No sirve de nada,
No estoy escribiendo ni hablando nada,
Entre estos dos, no estoy escribiendo ni hablando nada que tenga que ver con esas ideas, con mis ideas, subrayo: la satisfacción espacial de la inteligencia debo seguir escribiendo, al final, las letras Garamond siempre triunfan
Florentina: Una mariposa marpho
Una mariposa marpho
Una mariposa marpho
Poeta: Acaba de pararse en los cabellos renegridos de la florentina
Una delicada mariposa marpho
Y montículos de hormigas termitas
Pero no en su cabeza,
Sino en mis pies,
Oliendo el gusano que me roe por dentro
Erudito: Mejor, me voy a dormir
Poeta: En Petrópolis, se duerme mejor
Donde mi enemiga vivió las horas más felices y desdichadas
Erudito: ¡Buenas noches!
Florentina: Buenas
Poeta: Sí, aquí la tengo, mire,
Se trata de una fotografía de Rimbaud,
Hecha por Carjat
Florentina: (luego en mi habitación, busqué la cita donde se menciona quién es Carjat, que vergüenza, seguro es alguien muy importante, estos señores seguro saben, y muy bien, debo ser discreta, no herir su amor propio, son unos señorones. Que creen saberlo todo).
Poeta: Sí, es una fotografía de cuando el poeta francés tenía diecisiete años, y también de un retrato de Maiakovski, hecho en 1909, cuando estudiaba en la escuela de arte aplicado Stroganov, ¿Ve?
Florentina: Dos rostros de ángeles rebeldes
Sustancia de descubridores
Y continuamos con sus casas
En una charla interminable
Poeta: No, nunca, dejo las casas como se deja un artefacto en desuso, sólo una vez quise volver a una de las casas en que viví, en la isla de Ceilán En Wellawatha,
Un suburbio entre la ciudad de colombo y Mount Lavinia,
Había alquilado un bungalow pequeñito,
Frente a los arrecifes de coral,
En aquella casa,
Tuve más tiempo yo de conocerme,
Me saludaba apenas levantado
Y durante el día me hacía numerosas interrogaciones,
Tuve con seguridad una intimidad conmigo mismo
Que pocas veces he alcanzado
Allí construí un diccionario atormentado
De mis indagaciones personales
Viví en la más exagerada pobreza
Con US$ 166.66, que no me llegaban nunca
Florentina: Un cónsul con hambre
Poeta: Un cónsul con hambre
Un sándwich, por favor, que me desmayo,
Florentina: Un cónsul perdido en sus pobrezas
Poeta: Un cónsul perdido en sus pobrezas
Por casualidad encontré la calle, no tenía un nombre,
Sino un número 42th lane,
Todas las casas eran parecidas,
Pequeñas construcciones con jardín suburbano,
Al día siguiente iban a demoler la casa,
Entre a la pequeña salita
Y después al estrecho dormitorio
Sólo tuve un catre de campaña
Tal vez, al fondo,
La sombra de Brampy,
Mi servidor, y la de kiria,
Mi mangosta
Florentina: Ha sido siempre un hombre
Un hombre enterrado en la pampa
Que odia las casas
Y gusta más de la extensión azul
Poeta: Sí, también lo conocí, Altolaguirre Altolaguirre,
Se dedicó a la cinematografía
Florentina: Como Carjat a la fotografía
Poeta: Volvió a España a mostrar su primer film
Y saliendo de Burgos,
El coche que manejaba
Se destrozó con él
En mortal accidente
Florentina: ¿Y el misterio de caballo verde?
Poeta: ¿El misterio?
Florentina: El de su última entrega?
Poeta: Sigue en la calle Viriato,
En Madrid,
Desde entonces,
Desde aquella guerra,
No he vuelto a ver ni a vivir
Madrid,
Todo se pensó en la casa de las flores,
En el norte,
En el barrio Argüelles,
Durante esa época
Un barrio marginal
Florentina: Qué erratón más sanguinario
Poeta: Donde digo el agua verde del idioma
Aparece el agua verde del idiota
Florentina: Qué horror
Poeta: Qué mordisco en el alma
Florentina: Este "idiota" que sustituye al "idioma"
Es como un zapato desarmado
En medio de las aguas del río
Poeta: El error interrumpe y
Nos vamos de bruces
al intestino de la imprenta,
a sus vísceras de hierro,
a sus membranas,
a su gástrica negra,
Allí vemos el trabajo humano
La infinita labor bajo cada línea,
El movimiento de ojos y manos,
Los socios anónimos del pensamiento
Prefiero el manuscrito
Sartre y Simone de Beauvoir,
Me decía Reverdy,
Unos desconocidos,
Solían entrar al café los Deux Magots,
Cada uno llevaba un rollo de papel blanco bajo el brazo,
Me decía Reverdy,
Cada uno,
Después de algunas horas,
Salía con un rollo de papel negro de tinta bajo el brazo,
Sí, prefiero el manuscrito
Florentina: Qué curioso,
Luego en un abrir y cerrar de ojos,
Las copas de rigor,
Y los árboles oscuros, se pierden y hay oscuro

Poeta y erudito, preguntas

Poeta: ¿Qué voy a hacer el años dos mil?
Perseguido y ofendido
¿Después de todo lo que he escrito?
Qué se yo del año dos mil
Qué sé yo del año 2000
Es probable que en el año 2000
Estemos todos muertos
No me vengas con preguntas
No quiero preparar el nuevo siglo
Erudito: El arma más poderosa
Pequeña y frágil,
Agobio
Preocupaciones
La inteligencia
La existencia,
El premio
Vivir
Temblar,
Mi puesto,
El ministerio,
El zarpazo,
El ataque,
La represalia,
Un desgarro
Mi carácter,
La transformó
¿Yo, huraño?
Mi autorretrato
Poeta: Unos versos suyos,
Por favor
De mi vieja amiga
Erudito: Sólo los perros,
Los hombres y las hormigas
Demuestran irresistible curiosidad
Por su propia especie
Cuando se miran, se palpan, se huelen,
Piden versos de otros?
Poeta: No sigáis con más preguntas,
¿Queréis?
Sólo quiero leer

Poeta, mujer y erudito en la tierra es destruida

Poeta: La tierra es destruida constantemente,
Y sus destructores están adentro,
Nos alimentamos del incendio
Y del aniquilamiento,
Las selvas cayeron quemadas,
La amazona se ahoga en un desierto de vegetación
Sólo una mancha de lágrimas,
El antiguo marañón
Las rocas más hermosas del mundo estallan,
Ostiones, choros, perdices, erizos,
Son perseguidos como enemigos,
Los ignorantes dicen que porque yo
Que vengo de allá
Yo que vengo de allá,
De la tierra de la frontera,
Y que porque nunca he podido salir de ella,
Mi vida
Es una larga peregrinación
Que siempre da vueltas,
Y que siempre retorna
Al bosque austral,
A la selva perdida
Y que me lo tengo ganado
Que es culpa de la nostalgia
Y que la nostalgia me tiene calvo y barrigudo
Se engañan, no saben, ni me conocen,
Lo cierto es que las raíces,
Que siempre aparecen,
Han vuelto a establecerse en mi casa
Como si hubieran caminado bajo la tierra,
Persiguiéndome y alcanzándome
Y eso me hace feliz
Muy feliz

Mujer, poeta y erudito en robo de casa

Mujer: Los ladrones dirán,
No es ése aquel sitio
Donde yo hice mis primeras armas
Robando libros y rompiendo ventanas
Tengo que hablar más del robo,
Sí, hable no más
Queda pendiente para cuando llegue,
Cuando esté de vuelta,
Dile a la chica de Pitrufquén
Que me tenga lista muchas cuartillas
La mesa limpia
Y lápices de colores
Grafito y tinta
Quiero tener a la chica pelirroja cerca
Para cuando vuelva a escribir,
Para cuando este dolor se me acabe,
Si, para cuando se acabe,
Ahora me doy cuenta,
mujer, de que he estado relatando
cosas sin importancia
y que los aburro
perdonen mi impertinencia
sé que no soy un ejemplo,
ni de variedad,
ni de fecundidad
la voz no me ayuda,
lo que hago ya no me gusta,
soy su más acérrimo enemigo
Pero qué hacerle,
No puedo hablar ni hacer otras cosas,
Según dicen
No sé ni escribir una carta,
En esto creo que quien lo dice,
No se equivoca

Poeta y erudito en la revista y el presidente

Poeta: Señor presidente,
Señor ministro
Señor director consular
Señores a los que me deben una felicitación protocolar
Le envío desde México
Una revista
Por correo aéreo,
Ejemplares separados y certificados
Una revista que llamamos Araucanía
¿Por qué no contestan?
¿Por qué no contestan?
Erudito: Ha llegado en una carta el funeral de la revista,
Cámbiele de título o suspéndala,
No somos un país de indios
No, señor, no tenemos nada de indios
Son órdenes de la presidencia de la república
Poeta: Nuestro embajador lo veo es un Caupolicán redivivo leo su firma
Erudito: Lo manda el presidente
Poeta: Lo veo es el vivo retrato de Michimalonco. Estamos gobernados por mapuches descastados

Poeta, erudito y mujer en el estadio nacional

Poeta: ¿Es el estadio nacional y tengo que hablar?
Me he dado cuenta de que hay algunos chilenos
Erudito: y de que hay otro grupo de chilenos
Poeta: Tengo el deber poético, político y patriótico
Erudito: Mi papel
Mi papel de escritor
Mi papel de ciudadano
Poeta: Pero ahora
Sufro un grave dolor
Erudito: Compañeros
Las heridas de Chile,
El cuerpo de Chile
Poeta: No puede ser ¿De nuevo en el estadio nacional? ¿Tengo que hablar?
Erudito: La historia nos enseña
Poeta: ¿Qué me ha enseñado la historia?
Erudito: Que todo se va cumpliendo
Poeta: ¿A pesar de todo?
Erudito: Porque la vida
Ustedes continuarán viviendo
Cuando yo sea sólo un pequeño recuerdo
Poeta: mmmm

Poeta y erudito solos en los países pequeños, olvido y la muerte de la poesía

Poeta: Los países pequeños,
Qué feliz me siento de ser parte de un pequeño país
Tirados por la geografía a los más lejanos repliegues del planeta,
Tienen un solo destino para combatir con la adversidad
y este destino se relaciona con su creación espiritual,
Con el poder de su cultura,
Éste es su gran combate.
Erudito: No puedo olvidarme de nada,
Sólo sirve la fuerza,
Rompiendo las circunstancias
Las raíces cruzan el fondo del mar,
Las semillas se van con el viento,
Me encarno en la tierra
Poeta: Lo tengo, lo tengo destacado, es allí, justo allí,
El calendario del año 1838
Hay una línea perdida en su minúscula ortografía
Que dice lo siguiente:
"día 12 de febrero de 1837.
Muere a consecuencia de un duelo el poeta ruso
Alexander Pushkin."
Esta línea es para mí una puñalada,
¿Qué dirá el almanaque de 1973?

Poeta, mujer, erudito en el libro de Góngora, Madrid

Erudito: Me costó sólo cien pesetas
Es una edición de Góngora impresa en el siglo XVII
Lo vi en la librería de García Rico, en Madrid,
Lo conseguí pagando mensualidades,
Diez pesetas mensuales,
¡Vieras qué cara de asombro la de García Rico!
Lo voy a poner junto a los otros
Libros, sobre la cama
Libros de exploración terrestre
Poeta: Prefiero
Las efigies de pájaros
Los insectos deslumbrantes
Como complicados como relojes
Erudito: ¿Sí?
Mira,
Una edición de Petrarca
Del año 1484
Poeta: Mira,
Los primeros borradores
Escritos con lápiz
Y llenos de correcciones
Están escritos en 1914,
El manuscrito
Tiene aún el peso
De su poderosa caligrafía

Madre, ferroviario, Laura, poeta en varia final

Poeta: Sí, murió en Parral,
De tuberculosis,
Era maestra,
A poco de haberme dado la vida
Mi padre,
Ferroviario,
Se casó más tarde,
Con madre
Madre: Si aprendí,
Si estudié,
Mis textos,
Los rastrojos,
Los cárabos dorados
Troncos derribados,
La cápsula de jade
Frutos del copihue,
El hacha en los raulíes,
Las goteras,
El amor lleno de luna,
De lágrimas y jazmines
Adolescencia estrellada.
Monosilábica relación
Tierras frías,
Tácito aprendizaje
Ferroviario: Mi gente,
Padres,
Vecinos,
Tíos y compañeros,
Apenas,
Mi poesía,
Separada
En sus propios orígenes,
Fuera de la vida
De cada día
Fuera de su conversación
Ninguna posible sombra,
Misterioso temblor,
Ni derrotado aroma,
Todo eso en compartimiento cerrado
Mi trasmigración,
Mi poesía,
Compartimientos letales,
Sin comunicación humana,
Mi pésimo desarrollo verbal,
Las diferencias de clase
Laura: Son más plácidas las calles
O la naturaleza,
Los tugurios,
El puerto de Valparaíso
Valparaíso, Valparaíso
Madre: Juventud
El derroche
Detesto
La austeridad
A que me obliga
La pobreza
Poeta: Para castigar
Mi pasado cosmopolita,
Voy a publicar
un libro
Sin palabras
Dejando
Solo
La puntuación
Poeta: Telescopios y escopetas

Oscuro
EPÍLOGO eludible, donde se continúa la apócrifa conversación en el Barrio Huemul entre un Neruda joven y una mujer.

Otra vez un Neruda joven, vuelvo a golpear y vuelve a aparecer una vocecita del otro lado, "la señorita no está", "la señorita no está", "la señorita no está", es una muchachita inadvertida campesina de pocas letras, me doy cuenta que la niega, ella, la "señorita", sabe que estoy en la puerta, que acabo de llegar a la puerta y que no me voy a marchar hasta verla y hablar con ella, por fin, sale a recibirme, con una sonrisa de disculpa de sonrojo en sus mejillas y de nervio en sus palabras, "perdone, pasa que tengo dada esta orden y como estoy tan cansada, tan cansada de hablar, prefiero no recibir a nadie, la pedagogía y la escritura cansan, hombre de dios", entro a su salita de trabajo, grande, clara, una mesa inmensa llena de extremo a extremo, allí trabaja una jovencita que le sirve de secretaria, no la que me mintió en la puerta, sino otra, la muchacha trabaja en un rincón, muy al lado de la ventana, casi detrás de la puerta, en silla y mesa blancas, no levanta la vista cuando entro, parece todos ojos, manos, y cabeza para su trabajo, la veo sentarse y terminar de poner remitentes a su correspondencia, me mira con su sonrisa y sus ojos verdes, me dice, "yo lo conocí, le dejé coger algunos libros, cuando lo vi por primera vez en Temuco, incluso, nunca me los devolvió, claro, libro prestado es libro muerto, se portó como se portan todos los hombres de este bendito país", luego de un silencio largo, volvemos a hablar pero ahora de dios y el paraíso.



Juan Claudio Burgos Droguett
Madrid, mayo 2004.


Erudito, mujer, muchacha, y mujer incomprensible en infedilidad | Versión de impresión

 

 


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