Dramaturgo / Juan Claudio Burgos  

 

 


Sonámbula

de Juan Claudio Burgos

4 Cabeza de muchacho enterrada en la arena o el sacrificio

Por entre gemidos lúbricos y cuerpos que retozan con otros cuerpos, el soldado lleva a cuestas a la mujer

Mujer: Se lo dije,
Se lo repetí,
No puedo,
El camino está lleno de violetas,
Para llegar tengo que pisar violetas.
Sí, las violetas son flores de invierno,
¿Las conoce? son pequeñas y huelen bien,
Son delicadas, muy delicadas.
Qué pena me da pisar violetas.
Si tiene cuidado puede descubrirlas y evitar pisarlas.
Guíese por el olfato.
Quiero cruzar el campo lila
Sin herirlas.
Son tan pequeñas, tan frágiles,
Tan sin sentido.
Usted es hombre respetable
Y tiene la delicadeza necesaria
Para conducirme por la arena
Sin dañar a nadie.

El soldado, que no le hace daño a nadie, que no pisa violetas ni destripa niños, cruza por entre los cuerpos con la mujer en brazos.

Soldado: No hay nada.
No puedo seguir, sus huesos cansan.
Tiene que correr.
Recorra la playa y pregunte.
No puede quedarse aquí muda.

La mujer entre los cuerpos desnudos que yacen sobre la arena

Mujer: es hijo,
mi niño,
Es joven, sólo un muchacho.
Seguro me lo tienen disfrazado, pintarrajeado.
Seguro está sobre una de estas mujeres.
Es él,
Viste cabellera y túnica,
Es él.
Ahora ya no puedo verlo.
Tengo que descender,
Meterme en la arena y descender,
Bajar a los infiernos y verlo.
Ahora sí.
Ahora sí.
Claro como el agua.
Desciendo en estos infiernos y lo veo
Con estos ojos,
Entra en la casa,
Donde no hay puertas,
Trae peces y redes sobre su espalda rota
Y sus ojos manchados.
Es mi niño
Y nosotros aquí buscándolo entre bestias.
Soldado: Todo es mentira,
La anciana no ve a su hijo.
Cuando llega a la playa,
Lo confunde,
Lo mata como si fuera león.
Lo toma del cabello como si fuera bestia.
Todo es mentira.
No hay reconocimiento.
La mujer mata a su hijo.
No puede llorar porque no comprende,
No sabe que a quien da muerte es hijo suyo.
El muchacho ya no tiene sentido,
No escucha a su madre,
A la mujer que le descuaja brazos y cabeza,
A la mujer que trincha su cabeza.

Mientras ejecuta el crimen la mujer recita el asunto de las ovejas que se apretujan en el arca para el sacrificio.

Es Abraham poniendo a su hijo sobre la piedra y no escucha la voz de dios ni ve el corderito que le envía para el sacrificio, sólo ve entre sus manos un león, un dragón, una fiera, un animal extraño que infesta lo vivo mata al pájaro quiebra al cordero.

Pausa

Soldado: La mujer vuelve a recitar: "y bajamos a la nave y etcétera".
Si se la sigue se puede escuchar que dice: "ovejas llevábamos a bordo, también nuestros cuerpos". Lo repite,
Lo dice todo de memoria,
Sabe los mil y tantos versos.
Mientras descuaja los miembros de su hijo, no me escucha cuando le grito que se equivoca, que no es un león, que es un hombre.
Un toro blanco se pasea cuando la mujer asesina, destroza, se empapa en sangre.
El toro blanco pace junto a la oveja sacrificada,
Lame su cuerpo.

La madre recoge la carnicería que cubre con arena, le ayuda el toro blanco.

Soldado: Cuando termina el sacrificio del hombre descuajado de miembros la mujer dice
"tengo que salir, de esta encrucijada, tengo que adivinar qué camino me lleva a la salida".
El toro la guía.
El que conversa con las estrellas
Ahora habla con la mujer.
Bajo el firmamento el animal huele la sangre de la carnicería y mira lascivo, quiere a la mujer de manos rojas. La mujer accede y yace con el toro blanco, bajo las estrellas.
Su cuerpo se cubre de sangre.
El toro muge y la mujer delira.
La mujer continúa la matanza mientras yace con el toro blanco, descuaja brazos, piernas, cabeza, tronco.
Mujer: No veo a mi hijo.

Pausa

Escucho sus gemidos,
No veo a mi hijo.
Los que lo golpean son los otros,
Los niños mayores dan paliza a los niños menores.
Yo soy la madre,
Debo parar la matanza sobre la cubierta.
¿Le parece bien que deje a mi hijo a merced de sus compañeritos de clase?
¿Que reciba paliza mi niño?

Cuerpos de mujeres sobre la arena relatan lo que la mujer niega.

Coro de mujeres:
"su madre, la primera, comenzó el sacrificio, y le acometió; él se quitó los atuendos para que la mísera mujer, conociéndolo, no lo matase, y dijo tocando sus mejillas: "yo, madre, soy tu hijo; compadécete de mí, oh madre, y, por sus pecados, no mates a tu hijo" mas ella, echando espuma por la boca y revolviendo sus ojos extraviados, sin sentir compasión y poseída por el furor del toro blanco, no se apiadó de él, cogió con sus dos manos la izquierda de su hijo, y apoyando su pie en el cuerpo del desventurado, le arrancó el brazo, no a impulso de su fuerza, sino ayudada del toro blanco, oíanse clamores de toda especie, y él gemía mientras respiraba, y la mujer aullaba, le arrancaba sus entrañas, llena de sangre las manos, rasgaba sus carnes yace, pues, su cuerpo hecho pedazos, parte bajo ásperos peñascos, parte en las espesas ramas de la selva, y no es fácil encontrarlos; y la cabeza, de que se apoderó su madre, sujeta de la mano de la mujer que con tan triste trofeo vaga por la arena montada en el toro blanco, su compañero y victorioso auxiliar en la conquista de este botín, fuente para ella de lágrimas, no de placer, es mejor huir de este teatro de calamidades antes que la mujer vuelva a la arena"

Cabeza de muchacho entre la arena, viendo la infinidad de cuerpos sobre el sexo de la mujer bajo las estrellas.

Cabeza de muchacho: viene del puerto,
Está sola y no tiene donde ir.
No, no se me ocurre qué decirle.
Llegó a la arena a buscar a su hijo.
Buscarme

Pausa

El toro pide a la reina que baje hasta su miembro.
La princesa abre la boca y recibe su sexo.
El animal pide a la reina que se tienda.
El toro cubre a la princesa.
Un hombre grita a la mujer que lo deje entrar.
La mujer le niega la entrada.
Cierra las piernas.


1 Batalla de niños sobre cubierta | 2 Friso de niños sobre lienzo | 3 Quillas que rajan la arena | 5 Friso de niños y Haendel sobre arena final | Versión de impresión

 

 


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