Dramaturgo / Juan Claudio Burgos  

 

 


Sonámbula

de Juan Claudio Burgos

2 Friso de niños sobre lienzo

En medio del ruido de mar irrumpen innumeras mujeres que rastrillan la arena con sus manos, rescatando trozos de niños luego de la batalla, entre ellas la loca.

Mujer: sí, soy yo. Lo hago a diario como lo hacen a diario las mujeres que tienen sus hijos mar adentro, sobre naves que cruzan mares y llegan a otros puertos.

Coro de mujeres: 

Si no te escucho no duermo.
Si no te escucho no duermo.
Si no te escucho no duermo.

Mujer: debo afinar el oído y tratar de escucharte, cariño, si no encuentro tu bracito trizado no duermo, lo meto aquí en esta bolsa que llevo dentro, junto con brazos de otros cuerpos que no conozco, cuando ya estoy en casa después del ajetreo diario, cuando me preparo para meterme en la cama, cuando estoy en paz conmigo y con el mundo qué difícil estar en paz, qué difícil, a veces no puedo y soy puro grito, nada más que grito, cuando llego y logro estar en paz, y reconciliarme con todo y con todos, pongo el brazo trizado bajo la cama o bajo la almohada, eso sí, todo dentro de una caja y luego dentro de otra y de otra.

Entre el mujerío, aparece un soldado que ve hacer y contar a la loca. Es un extraño, es un extraño, déjeme sola, quiere, sola, no tiene derecho a buscar en la caja el brazo de mi hijo, ni nada que no sea de su propiedad, fuera de aquí.

Soldado: Guarda todo en la caja, luego la mete bajo la cama y duerme. Cuando despierta por la noche empieza a trajinar en la caja, cuenta lo escondido, ordena los trozos de cuerpo que ha venido juntando y luego envuelve todo en papeles y más papeles, mete de nuevo todo en la caja y se acuesta y dice que así se reconcilia con el mundo, dice que es la única forma de sentirse en paz con el mundo y con todos.
Mujer: Si no lo escucho bajo los escombros no voy a poder dormir, no voy a poder dormir. El sueño me llega a pausa, me llega cuando sé que tengo todo metido dentro de la caja. Cuando las otras mujeres me roban la caja, no duermo, no puedo dormir.
Soldado: sonámbula sale a la playa y camina sola. En su locura no ve más que muchachos caminando por la arena y vuelve de nuevo al faro y habla con las otras mujeres del embarco y todas siguen el mismo hilo de la conversación, el mismo, repiten casi a coro que el muchacho se llama tal y cual, que tiene los cabellos tal y cual, que con otro muchacho se trenza a golpes, que la disputa los lleva a hacerse daño, a sacarse los ojos, una disputa tonta por el timón de una nave que sólo ella ve. La mujer es maestra, aunque ella lo niegue, lo adivino por sus manos livianas y delicadas, sé adivinar el oficio, el oficio de hombres y mujeres, sé también de su enfermedad, sé que es una maestra enferma. Aunque lo niegue, la mujer ama su oficio, guarda libros de geografía y cuadernos de niños, son cuadernos ejemplares, cuadernos de letra ordenada y caligráfica, casi no tiene ropa dentro de su armario, sólo cuadernos, cuadernos y más cuadernos dentro de sus cajones. Cuando entré lo primero que me sorprendió fue el desmesurado número de cuadernos formando verdaderas montañas de papel dentro de su habitación. la mujer duerme en una cama pequeña, una cama monacal. De los miles de papeles amontonados emerge el mobiliario, esta mujer y su enfermedad sale de allí, de entre los millares de papeles que cubren su habitación. Debajo de toda esa marea aparecen estanterías, su pequeña cama. Dentro de esta habitación ella escribe y revisa los miles de cuadernos de los niños que enseña. Puedo saber cuando hace una u otra cosa, es otro el ritmo y el peso del cuerpo cuando escribe que cuando revisa. Se refugia en su cuarto y pisa cuadernos. El sudor de su cuerpo mancha de olores humanos la papelería que hay dentro de su cuarto, cuando escribe. Lo hace sin querer, no quiere empapar de aceites los cuadernos de sus discípulos. Cree que hacerlo es manchar el propio cuerpo de los niños. Cuando descubre que ha manchado el cuerpo blanco de los cuadernos de sus niños grita y lleva sus manos a la cabeza. Cuando escribe olvida todo, lo olvida y deja la papelería libre. Deja rodar los folios y acomodarse de manera natural sobre los objetos de su cuarto. Allí ella olvida, olvida y se sumerge en el acto de manchar y enlodar hojas apoyadas en sus rodillas. Con un gesto animal dibuja trazos sobre la papelería y pisa cuadernos y más cuadernos y escribe. No le importa nada, nada. En esta faena su cuerpo alcanza fuerza lírica. a veces, cuanto esta mujer todo ojos y manos sobre la hoja en blanco, siente frío, muchísimo frío, pone cuadernos en la piedra viva para abrigarse.
Pero se avergüenza de decir que es maestra. Cuando le pregunto por su oficio mira hacia abajo y no responde. Usa el gesto clásico cuando miente. Lo repite reiteradamente, cuando le vuelvo a preguntar.
Mujer: No, no soy maestra, no enseño niños, ni corrijo cuadernos nada de eso.
Soldado: Cuando se le pregunta, la mujer no dice nada, sólo busca dentro de sus infinitas cajas brazos de niños, cabezas de niños, tibias fracturadas, radios, metacarpios.
La veo tomar un trozo de brazo quebrado y metérselo en el bolsillo.
Dice que lo hace para darle abrigo,
Porque dentro de la caja el brazo se vuelve escarcha.
Mujer: No quiero que se queme con la nieve,
Con el frío,
Con el relente,
Por eso.
Soldado: Toma su trozo de brazo y se lo mete al bolsillo, se cubre con un abrigo y sale a caminar por la arena y vuelve de nuevo a la misma cantinela.
Mujer: Es que si no lo escucho me muero,
Es mi obligación,
Si no lo escucho no puedo dormir,
Si no me dice sólo una letra, me caigo muerta aquí mismo.
Yo rescato lo que nadie puede rescatar mejor,
Araño la tierra,
Separo las piedras,
Agujereo la nieve.
Si se separan las piedras y se las limpia de nieve, se rescata mejor.
Dejo a un lado la tierra y al otro, la tierra.
Allá abajo se ve algo,
Lo que tengo que rescatar.
Cavo muy hondo,
Bien adentro.
Allí,
Allí.
Soldado: Ella sólo sabe hablar de niños muertos
Víctimas de la revolución, busca bajo tanques, entremedio de escombros,en antiguos edificios públicos,
Se topa con niños petrificados
Con la metralla encajada en sus espinacitos
Cuerpos de niños violados por soldados y religiosos
No hay caso con esos niños,
No hay caso.
Sus cuerpos están diseminados a lo largo y ancho del territorio.
Son niños fósiles.
Sus huesos se enredan en una mata de maqui, de espino, en un espino florecen dedos rojos, uñas lilas, ojos marrón.
No los puede ver.
Sus niños están muertos.
No los ve.
Mujer: No, no los veo porque los que me muestra están muertos, muertos.
¿Ve jugar los muertos?
Miente y lo hace con el gesto clásico.
Baja la vista y habla.
No me deja que lo mire,
Porque usa el gesto clásico
Como yo cuando miento.
Usted está demente,
Tiene la mente enferma

Friso de niños con música de Haendel, sobre el fondo

Niños se golpean bajo la lluvia. Se golpean como se deben golpear un millar de niños muertos sin brazos, sin fuerza, sin odio, sin sangre. Son figuras que apenas se dibujan, frisos en la niebla. La mujer guía al hombre hacia donde dice que están. Se sumergen dentro del lienzo. Insiste que los niños están donde dice verlos. Le repite al hombre una y otra vez "que si se disciplina podrá verlos". Le repite al hombre que no le grite loca, que ese no es su nombre, "no soy una loca", "no soy una loca". Le grita al hombre que no le grite loca ni tampoco que le recuerde el episodio de los cuadernos, que no quiere saber más del episodio de los cuadernos que le tiraron a la cara cuando niña. Le grita desencajada que tampoco su oficio es el de maestra, porque "no es así", "no es así". Se lo repite y se lo grita hasta el cansancio. Vuelve al tema de los niños que ve golpearse le repite que "si se disciplina podrá verlos". Aparecen como en visión. La mujer remece al hombre para que salga de su letargo y los vea por fin pelearse con sus puñitos secos, golpeando sus caritas frías. El hombre es ciego, no ve nada. La mujer sigue hablando porque los ve entrar y los ve salir del lienzo. El hombre no puede, por más intentos que hace para ver lo que la mujer ve, no puede. El hombre no hace nada, sigue sentado y escucha a la mujer.
Mujer: Si sigo como la mujer sentada,
Como la mujer de la que me habló,
Como la que cita usted cuando habla de pintura,
Como un cuadro, vamos, una pintura, o como la mujer sentada que borda, que espera, que mira de vez en cuando por la ventana hacia el azul y del cielo y que deshace el tejido una vez el sol se mete en el mar, no podré rescatar a mi niño de los escombros.
Tengo que ir donde el muchacho
Y evitar que le sigan dando puñetazos.
El muchacho puede hacer algo, cierto.
Yo soy apenas una mujer,
No puedo hacer nada
Soldado: Se cree inútil,
Potra de sal.
Mujer: Los niños se pelean bajo la lluvia
Y la lluvia cada vez peor,
La lluvia cae cada vez peor.
No tienen con qué cubrirse.
No, no estoy cansada,
Ni tengo ganas de dormir.
Prefiero seguir aquí
Dando vueltas por la arena
Y escuchar todo y ver todo.
Hablan en otro idioma.
Son niños checos.
Allá afuera,
Mar adentro,
En la otra orilla,
Mar adentro,
Quizás.
¿Alcanza a entender algo?
Son niños y niñas,
Hablan y hablan sin parar,
¿Cierto?
Sí,
Sí.
Lo puede entender,
Sabe idiomas.
¿Aprendió checo, latín, búlgaro en la escuela primaria, en humanidades?
Yo apenas hablo éste.
Me tiene que guiar
Que voy como una loca ciega y
No tengo guía.
Debo atravesar toda esta planicie y llegar al otro lado,
Donde los chicos gritan y se dan golpes
¿Ve el otro lado?,
¿Allí por donde van apareciendo en hilera
Más y más niños?
¿Sabe dónde digo?
¿No sabe?
Allí,
¿Qué no lo ve?
Debo llegar allí y levantar chicos,
Un millar de chicos
Y limpiarlos del barro.
¿Me puede ayudar?
¿Cierto que puede hacerlo?
Yo soy inválida.

El lienzo de niños y la música de Haendel lo inunda todo, puede pasar un tiempo o un corte violento.


1 Batalla de niños sobre cubierta | 3 Quillas que rajan la arena | 4 Cabeza de muchacho enterrada en la arena o el sacrificio | 5 Friso de niños y Haendel sobre arena final | Versión de impresión

 

 


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