Dramaturgo / Juan Claudio Burgos  

 

 


Sonámbula

de Juan Claudio Burgos

1 Batalla de niños sobre cubierta

Un coro de gritos lúbricos pugna con un leve ruido de mar, aparece la voz de la sonámbula que se sobrepone a todo y que habla con un soldado que no se ve, amanece.

Mujer: ¿escuchó? ¿Algo? ¿No? ¿Nada? porque es un hombre y no una madre por eso a lo mejor porque está sordo o no tiene orejas ¿Se las reventó en el campo de concentración a punta de culatazos? ¿No escucha? el canto del que renuncia a su tierra, lo repiten las mujeres en este pueblo, las madres que ven a sus hijos soltar la teta y coger la barca, es un verso de un poeta que renuncia a su tierra, que niega su patria. No, no puedo decir lo que quiero decir con mis propias palabras, en mi lengua. No puedo, no puedo. Tengo que recurrir a otros, a los cantos de otras mujeres que como yo ven a sus hijos desgajarse de sus tetas, dejar de morder sus pezones. Soy copia de lo que dijeron otros. Sí, sí. Soy un compendio de frases hechas. De las que aquí representan y cantan estas mujeres a todo grito. Escuche, escuche.
Coro de mujeres: 

 El de larga cabellera parte de la arena rubia
Se esconde bajo la arena
Se cubre la cabeza de pámpanos.

Mujer: ¿Conoce los pámpanos?
¿No?
Son los pequeños sarmientos de las vides
¿De primavera?, ¿de verano?
Puede ser.
No lo sé.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: en el puerto veo naves,
Toma una de ellas,
Quema las que no sirven,
Las que desprecia,
Ir y vencer es todo uno,
Ir y vencer...
Lo dice cuando toma una de las naves, la elegida.
Mi hijo también repite citas,
Como su madre habla en tierra abonada por otros.
Mi hijo no toma mujeres
Toma naves,
Sube a ellas y se marcha,
Lo hace siempre,
Lo hace para ejercitarse,
Escoge entre las que están en el puerto,
Elige la más bella,
La más grande,
La oscura nave cóncava,
Y se monta sobre ella,
Sobre la oscura nave cóncava,
Y parte,
Deja las otras en el puerto,
Por la noche relumbran
Las abandonadas,
Son pasto del fuego.
¿No ve las llamas cómo incendian la noche?
¿La arena, la espuma y el mar?
En el puerto lucen las abandonadas.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Allí, allí, allí, en una de las fondeadas.
Ahora sube, toma la cabellera
Y la cintura del muchacho que lleva el timón,
Hay un breve forcejeo,
Una riña
Todos les rodean,
Los demás muchachos están fuera del círculo,
Sobre la cubierta,
Sólo puedo escuchar los golpes
Los gritos y los alaridos,
No veo a nadie,
En un mar de cuerpos sobre la cubierta,
No veo a nadie,
Dios
Al que le arrebatan el timón es mi hijo,
El que pierde.
Cuando ya no tiene el timón entre las manos,
Es lanzado a las aguas.
El que lleva el timón,
El que triunfa,
Pasea por la cubierta ostentando el triunfo
¿Ve su cabellera?
Rubia como miel

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Me desgarro la garganta
En un ronquido largo y profundo,
Cuando grito que dejen de darse puñetazos,
Que mi chico no va a tener aguante,
Que dejen de golpearse como monos,
Como verdaderos micos.
No se me escucha, no se me entiende.
Me tapo la cabeza,
La boca,
Me doy rabia yo misma,
Ya no puedo gritar ni echar maldiciones,
Ya no puedo gritar
Los nombres de los muchachos y dejen de sacarse los ojos.
Soy un atado de enfermedades y muda, sin voz, sin voz y sin palabra, abro la boca todo lo que mis fuerzas me lo permiten y me golpeo la cara y me cubro la boca, porque soy un atado de enfermedades y no alcanzo a llegar a la otra punta donde los muchachos se despedazan, no puedo llegar ni siquiera con el grito, hago esfuerzos sobrehumanos.
No puedo,
Mi pobre hijo.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Mar adentro descubren lo que quieren,
Casi a punto de tocar la otra orilla,
En el otro extremo de la tierra, se abrazan, muerden pezones grises,
Lo hacen en cada puerto.
En cada puerto buscan a otros y lo hacen.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Mi hijo, el que perdió el mando de la nave y terminó en las aguas fue salvado de las aguas por otro chico tan joven y tan guapo como mi niño, es un hombre piadoso. el muchacho que lo salva, le ofrece su brazo, mi niño se aferra a ese brazo salvador con la poca fuerza que le queda y sube a la cubierta. Cuando lo ven arriba le gritan "filisteo, mercader", mi niño se refugia de la ofensa en los brazos de su salvador. Cuando sube a la cubierta encuentra una mortandad, un centenar de cuerpos, todo arrasado, por el simple pecado de la ambición. Un horror.

Oscuro

 


2 Friso de niños sobre lienzo | 3 Quillas que rajan la arena | 4 Cabeza de muchacho enterrada en la arena o el sacrificio | 5 Friso de niños y Haendel sobre arena final | Versión de impresión

 

 


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