Dramaturgo / Ramón Griffero  

 

 


Almuerzos de mediodia. Brunch

de Ramón Griffero

Uno

Uno

Esteban: Yo ya fui protagonista de mi propia obra. Ya no hay más espacio que el de mis labios que se mueven y para los vellos que brotan sobre el. Necesito una cámara, una pantalla gigante para verlos, quisiera prender el televisor y no encontrar más a esos personajes de todos los días, de todos los años, que parecen eternos, no eternamente juveniles, pero si eternos, ahí estaban cuando jugaba con maderas de colores, ahí estaban riendo, aplaudiendo, cuando golpeaban la puerta y se llevaban a mi abuela, ahí seguían cuando el presidente ya no llevaba uniforme y hoy siguen ahí cuando el mundo juega en canchas de césped. Ya lo sé me iré primero y ustedes seguirán ahí envejeciendo con las líneas del televisor, sonriendo tanto, bufones electrónicos qué pena que los reyes no los hayan conocido. Pero soy humano, y mientras mantenga mi condición de condenado construiré mis venganzas. No se preocupen no llegaré a sus casas, menos tocaré a sus hijos tan solo me nutriré de sus almas... Quiero prender un televisor y ver mis labios.
Guardián: Esteban, baja el delirio que los enfermos duermen
Esteban: Cuántos días faltan... para ver la horca y sentir el peso de las cadenas...
Guardián: Escribe en silencio, el alcaide prometió publicarla, luego... pensó hasta en el título... "Diario de un condenado"
Esteban: Amo al alcaide, amo su cargo... amo su imaginación. Debería haber entrado en gendarmería, me tocó ser joven en dictadura y en esa época, no se podía ser detective ni carabinero menos gendarme, a lo más rockero, pero no canto... Es demasiado breve el período en que uno tiene para elegir, quiero ser gendarme o ser parte de una obra de teatro, de esas que al avanzar se cambian los roles y tu terminas aqui y yo cuidándote.
Guardián: Ayer yo era el sacerdote que te golpeó la mejilla para la confirmación, hoy soy gendarme, sabís, qué, tranquilízate un ratito.
Esteban: Estamos en esa ficción que nadie sabe qué rol tiene, cumple, desea, la esquizofrenia.
Guardián: Mira, sabemos perfectamente quienes somos, pero es demasiado complicado el decirlo.
Esteban: Por qué no hablan todos así siempre, en vez de repetir tanto. Hay que estrujar el limón.. . Si no vamos a ninguna parte...  Hay que hacer algo... Si, ya no se puede seguir esperando. Ya no saben que inventar... No hay gobernabilidad... Vamos de mal en peor, ¿Qué me dice usted?... Son todos unos sinvergüenzas... Son los intereses pues señor... Se veía venir... Uno sabe en lo que se mete... Si somos todos culpables de una manera u otra...
Guardián: Te traje un juego, electrónico, el tiempo pasa más rápido.
Esteban: O más lento, ya uno conoce el tiempo
Guardián: Tú me das una oportunidad y la voy aprovechar...
Esteban: No me publicará, el alcaide le gusta la poesía y la novela se llama, "Gabriela Mistral lesbiana de Montegrande"
Guardián: Cambia el nombre y el pueblo y la publicarán...
Esteban: Nunca, por que soy a pesar de mis dedos hinchados, a pesar de mis pulmones llenos de gusanos, a pesar de este cuento tan reiterativo, a pesar que pareciera del otro siglo o de éste que ya no es, soy con algo leal ya que he sido traidor en tantas cosas, queda una esquina, limpia, clara como un parquet barnizado en medio de una bodega aceitosa y eso es la lealtad a mi novela. "Gabriela Mistral lesbiana de Montegrande".
Guardián: Hoy en la noche, veras tres brillos sobre las rejas, es la primera señal... Luego sentirás una sirena...
Esteban: Era hoy con razón que me mirabas como un ángel, ya me he despedido tanto... pensé que un día llegarían con el alcaide sonriendo y fingirían que me llevaban a un interrogatorio, con la psicóloga, algo sencillo, para que les advirtiera sobre la cuarta premonición, así por otro día de respiro, entregaría otro secreto, si soy como el guardián de los secretos de Fátima, dicen que el papa se volvió blanco como sus túnicas al escucharlos... Y no, nunca nada es como se piensa, ni como se prepara....también te veía llegar con una taza de café, un cigarrillo, tu sonriente y los dos sabíamos que luego de un sorbo vendría el sueño, asi evitábamos despedirnos... Pero no, va ser como en las películas, me llevaran por los pasillos escuchando el ruido de los tazones sobre las rejas... oiría los gritos de despedida, de valor... Y el capellán... murmurando a mi oído, recordándome que tan sólo voy al encuentro del Señor, por qué quedarse apegado, entre el cielo eterno y los muros de cemento no hay dónde perderse. Déjame ser todos los condenados.

 

Dos
La muerte de sócrates

Guardián: Quieres morir por la lógica y los átomos... toma la cicuta
Esteban: Yo, Sócrates, asumo sin rencor esta condena que ustedes hombres libres han aplicado, mi Atenas blanca de sabiduría no puede contener más en su seno la lucidez de uno de sus ciudadanos, puedo sugerir y palpar las envidias, pero cómo no saberlas, si en el instante que alce mi voz en el agora de Ios ya sentí, en sus miradas temerosas, los primeros sorbos de este veneno. Atenas, tus columnas seguirán sosteniendo los palacios del poder, la justicia y la ciencia, pero de tus mármoles sólo quedaran astillas. No me entregáis más que un pasaje hacia otros reinos, los átomos de mi cuerpo buscaran la materia que los acepte. Recordad que no somos más que reflejos de nuestra mente. Que yo sólo soy Sócrates, porque ustedes me han visto. Luego seré un nombre porque ustedes lo nombran. Es la idea la que nos hace, son los dioses que nos envían sus ideas y nosotros quienes la construimos. Qué tristeza para ellos tener tan pobres albañiles. Dejadla que toque mi manto, para que acalle su llanto.
Mujer: Quiero acompañarte porque faltan siglos para que exista.
Esteban: Mostrémonos las lágrimas ya que entre hombre y mujer son testimonio de nuestra alianza, que no la vean los otros, ni mis hijas, ni esos efebos asustados.
Efebo: Quién está más asustado, aquel al borde de la oscuridad, o yo al borde de la luz, aquel de la piel arrugada o yo con la piel cristalina, a ustedes los mantos que los tapan a nosotros los faldines que dejan ver nuestras piernas robustas. Vamos, Sócrates, quién da más preguntadle ahí está Flavio el Itálico, al que bañabas tantas veces, al que sedujiste en una clase de lógica. ¿Quién gozo más?, tu o el, dicen que la primera vez aceptó por curiosidad, la segunda por hastío la tercera sólo por monedas...
Mujer: Que se callen, que respeten la muerte, que respeten el silencio... que comenzará a invadirnos... Déjenme reflejarme por última vez en esas pupilas que se mueven, déjenme, sentir su mano tibia, esos vellos donde recostaba mi piel en las noches frías, déjenme sentir su aliento...

(Sócrates toma la cicuta)

Tres
La Señora Clara con balde y trapero recoge el pote con la cicuta

Señora Clara: Perdonen la intromisión, pero se le cayó el café, venía a limpiar, pero hoy me parece que barrer es como borrar, ¿Me entiende?... cómo que esta es su mugre y mañana, usted no va estar ahí, pero sí va a estar la misma pelusita... Hay ocasiones que la labor de una es incómoda, cómo le voy a estar diciendo córrase para allá que voy a pasar el trapo... no voy a ser yo que le esté justamente ahora diciendo para donde moverse. Si me doy cuenta que es un momento delicado y usted querrá moverse como quiera... Y una justo ahora venir a entrometerse... Por el tiempo que nos conocemos le iba a traer un regalo. pero mire qué tonta soy para que le sirve si no se lo puede llevar.
Guardián: Esta bien, Clarita, si nadie le va a descontar nada por no limpiar.
Señora Clara: Perdón, pero no tiene nada que ver con el dinero. a lo que yo me refería...Tan buenmozo que se ve, si pareciera que a uno le tiene que pasar una desgracia para quedar bonita, se ha fijado, esos que eran feos, cuando partían para el pabellón, se veían tan lindos, cosa mía, si yo me encariño también...Y está con la locurita.
Guardián: No sé, no he alcanzado a explicarle pero leyó mis labios. Son nueve años...
Señora Clara: No hay que dejarlo solo, yo lo cuido un ratito, vaya salga a despejar la mente.
Esteban: Clara, limpia esa mancha.
Señora Clara: Si lo iba hacer don Esteban, pero para no molestarlo en estos instantes de privacidad.
Esteban: Me dan ganas de instruirte, de traspasarte todo lo que me hicieron aprender, para que le sirva alguién... yo siempre fui socialista, me dan ganas de compartir, impulsos igualitarios, no te hubiera gustado pasear en elefante por las selvas de Ceylán.
Señora Clara: No, don Esteban, yo ya antes de subirme me muero del susto. Además cada uno vino por algo, se imagina que yo no existiera, ¿Con quién estaría hablando ahora?... Si igual compartimos todos pero de otra manera, o me va a decir que a usted nunca lo engañaron, o no le hicieron promesas falsas y uno se preparó para cumplirlas y luego la decepción... También debió estar decepcionado, ah y las risas acaso no sonreímos todos por igual cuando nos sucede una travesura o algo poco que a uno lo hace sentir bien, y las preocupaciones acaso no todos tenemos preocupaciones, yo con mi cabro drogadicto y la otra. O que le cortan el teléfono, porque yo también tengo teléfono, no sabemos todos acaso las mismas noticias, para que hablar de las ilusiones, le aprovecho de contar una, total el secreto se lo lleva a la tumba... perdón don Esteban, no quise ser... Usted sabe, es una expresión que se usa.
Esteban: Verdad, podría escuchar los secretos más endemoniados, los más deliciosos, los más criminales... soy el único que da la seguridad del resguardo. Los secretos duran hasta que el tiempo los desvaloriza.
Señora Clara: O hasta cuando ya lo saben todos.
Esteban: Yo garantizo que no existiré, aun que podré pedir un lápiz y traicionarte, dímelo...
Señora Clara: Para qué va a perder estos minutos escuchando leseras, permiso. (se sienta a su lado). Se imagina que estamos sentaditos en la playa y a lo lejos van pasando los barcos...
Esteban: El agua esta muy helada.

 

Cuatro

Esteban: Hoy me doy cuenta, mirándola a usted, que este corredor es un vagón que me transporta a otra estación. Hoy me doy cuenta que nada ha sido extraño, que puedo hablarle sin que me tiemble la voz y puedo sentir mi cuerpo empapado de frío sin que me tirite mi mandíbula... Hoy en este instante preciso en que mis pies sienten el frío del cemento, en que la humedad se anida en sus rincones, ahora que estoy aislado, que ya no debo lograr nada, me doy cuenta que todos estos años, desde el grito en la clínica, desde la primera hostia en mis labios, desde que conocí la transpiración excitada, que todo no ha sido mas que una preparación para asumir este instante. Que lo que hoy vivo, no es más que el resumen de una larga preparación. Ahora entiendo esos dolores tan grandes que tuve que palpar. Por eso tuve que gozar placeres tan delicados para que hoy Esteban Saint Jean, pueda esperar tranquilo. Y mirar su pasado como una suma de peldaños que lo conducían, a un lugar, no al lugar que sus ilusiones creían, sino al lugar que la vida le tenía reservado.
Señora Clara: Usted no me va a decir que uno nació para que treinta años mas tarde le vaya ocurrir lo que hoy le esta ocurriendo... Cómo, no me parece, yo no podría estar de acuerdo de uno siempre va por el camino equivocado. Y yo, tal vez vine al mundo para estar hoy día a esta hora animándolo a usted antes que... Oh, dios mío, capaz que sea cierto me llegué a asustar. Para eso vine para consolarlo... Sabe, mejor piense en las estrellas y luego usted será una de ellas.
Guardián: El alcaíde quiere saber si puede venir a verte, en forma personal, Yo me quedaré contigo. Pareciera estúpido pero de alguna manera te envidio... La Susana quiere que todo termine para que no le siga hablando... Está extrañada por que desde hace una semana que llego a la casa riego las plantas y me recuesto. Está extrañada por que no prendo la tele. Está extrañada por que no le hago el amor. Es difícil empezar acariciarla cuando uno esta viendo lo que sucede acá no puedo excitarme, no me sale natural. Ella dice que entiende que no se puede comprar otro cachorro hasta que no se muera el perro viejo... ¿No va a escribir?
Esteban: Ya esta escrito hay que corregirla y terminarla. Uno no debería asustarse por los plazos, si siempre nos acostumbraron a los plazos... Hay que pagar el arriendo a fin de mes... Hay que dar exámenes a fin de semestre. Se terminan las vacaciones el 28 de febrero, Las fiestas se acaban por que amanece, Se van los hijos porque crecen... se...
Guardián: No hay nadie afuera, no saben, de hecho sólo lo sabe, el comandante, el alcaide, yo y, bueno usted.
Esteban: Sentí el ruido del helicóptero, cuando aterrizó, sentí el silencio cuando entraron, y siento el miedo que tenemos ahora que partió, nosotros no deberíamos estar conversando, se ha visto en muchas películas, a lo más tu deberías ir a golpear a los guardias que duermen, y sacarme en bote a través de los túneles subterráneos de la fortaleza, nos alejaríamos entre el silbido de las balas y al amanecer en la otra orilla, escondidos entre los juncos mientras oímos los gritos de quienes nos buscan, ahí nos separaríamos... Solo así podemos seguir hablando.
Guardián: Y si de repente me baja la locura, por qué no. Y si de repente se produce otro golpe en Santiago y llega otro helicóptero con otras ordenes y ya no estamos ni yo ni el alcaide, ni el comandante... Y por qué no puede ser que irse al cielo sea bonito, por qué no puede ser que me reencarne en una foquita como las que hay ahí en la punta de Coquimbo, tranquilas, tiraditas en su piedra. Y si todo no es más que esto... Y nos quedamos pegados hablando y logramos detener todo... Oiga, ¿Me va a venir a visitar en los sueños?
Esteban: Una sola vez podemos ver las cosas desde el fin.
Guardián: Cómo que una vez, cuando habían rotativos y terminaba la película y comienza de nuevo si no fuera por las letras, cómo sabe usted si está viendo desde el medio o desde el comienzo, a lo mejor el fin ya pasó. y no nos hemos dado cuenta.
Esteban: Es verdad que llegamos en la mitad de una película y nadie nos prometió que nos íbamos a quedar hasta el fin... le quedan millones de vueltas más a este planeta tierra, uno aparece como extra en un segundo, la película sigue, la presentación de uno ya la grabaron, no hay razón para que uno siga, se terminó el contrato. Quise decir que hay una sola vez para ver las cosas desde el finiquito.
Guardián: Yo no me hago rollos como tú, digo que tengo otra manera de pensar los pensamientos, por ejemplo yo ahora debería estar llorando, así debería ser, lo lógico es que estemos los dos tomados de las manos, consolándonos, como se debe. Pero estoy acá parado como en el terminal de buses, esperando la llegada o la partida, perdido, Si hasta se me ha olvidado cortarme las uñas.
Esteban: Eso es ver las cosas desde el fin, que las uñas llegaran hasta ahí no más, que mañana ya no habrá que ducharse.
Guardián: Perdone, me fui en la pesada... léame mejor lo que ha escrito, después cuando lo vuelva a hojear. Voy a escuchar su voz.
Esteban: Así, cualquier parte... La navegación...

 

Cinco
en el barco

(La Señora Clara aparece fumando hace el rol de la poetisa Gabriela Mistral. Esteban es el oficial del barco se acerca le prende otro cigarrillo).

Oficial: Son las luces del Callao y lo que resplandece como cumbres nevadas, son los peñascos de las guaneras... Usted fuma mucho
Gabriela: Desde Nueva York hasta acá es una eternidad, del Trópico de Cáncer al de Capricornio, de Norte a Sur atravesamos todas las estaciones y eso me pone nerviosa.
Oficial: Ya comienza a alumbrarnos la vía láctea y aquella es la Cruz del Sur... En realidad yo no tenía intención de enumerarle lo que usted ya esta viendo, pero desde que zarpamos la he observado... cometo una indiscreción. No se acostumbra que un oficial del Reina del Mar perturbe a los pasajeros.
Gabriela: Yo también he podido observarlo, usted es Chileno, de Santiago, marino mercante. Su acento, si bien me agrada recordarlo, desde un fondo perturbado me repugna.
Oficial: Debería escribirlo, no usted. Yo... Nadie va creerme que esas palabras me las dice a mi... Todo el vapor sabe quien es usted... Y ésta debe ser una de mis noches más deslumbrantes, no es deslumbrante, la palabra correcta.
Gabriela: Una noche de ensueño. El ensueño es uno de nuestros mas bellos sentimientos.
Oficial: De ensueño y de orgullo y me permito insistir, pero estoy tan orgullosos que, si de mi dependiera, no dejaría que las luces de Callao se acercaran.
Gabriela: Esta húmedo y caluroso, es penetrante el olor del Pacífico en Long Island el mar ya perdió su olor, ya no es más que una planicie de agua, aquí sigue indomable.
Oficial: Yo también escribo: Piececitos de niño azulosos de frío como os ven y no os cubren Dios mío, bueno, ésa la más común: Padre Nuestro, por qué te has olvidado de mi, te acordaste del fruto en Febrero. Sentirás que cavan a tu lado y que otra extraña...
Gabriela: Usted está equivocado... yo soy una mujer de edad, al cual los médicos no le han dado mucho tiempo en esta tierra. Vuelvo a estos puertos porque se lo he prometido a Dios, para vencer el rencor y el orgullo. Por favor le pido que no de muestras ni de admiración menos signos de adulación, ya que si bien se los acepto de un extranjero, jamás los he consentido cuando resuenan de los labios de un...
Oficial: Chileno, lo sé. Mire estamos los dos, mañana usted no será más usted, me han comunicado por la Radio que los botes, barcazas, goletas se mecen en vigilia en la rada de Arica, esperándola, la costanera ya esta ocupada. En Santiago pintan la Alameda, El país no duerme esperándola. Y yo tengo una oportunidad. Hay una lágrima que se desliza por su mejilla izquierda le va a llegar a la comisura del labio, sigue otra... Por favor no llore. (Se abrazan). Le prometo que nadie se percatará, que desviaré el barco y en tres días mas veremos el amanecer de Oriente.
Guardián: El amanecer de Oriente, ¿cómo será eso?. Linda la historia de amor, el problema que es una señora de edad que ya no puede y el oficial es como el hijo, ¿y en qué termina?.
Esteban: Se llama fin abierto... cada uno se lo imagina.
Guardián: Para mí que sí desvía el barco, el capitán lo pilla, y cuando desembarquen... a ella la recibirán con todos los honores y por otra compuerta lo sacan a él maniatado... Si el alcaide dice que apenas todo esto quede resuelto, se la van a publicar igual...

 

Seis
el juicio

Esteban: Lo que me hizo falta fue una sentencia, un juicio. Donde habría quedado grabada mi defensa... Escritos que más tarde estudiarían escolares, donde mis alegatos se transformarían en los símbolos de una humanidad digna... Un juicio con una sala llena, vilependiado y vitoreado, Un Juicio con baranda de madera donde apoyaría mi mano y la otra agitándola en el aire. Los golpes de martillo sordo sobre la mesa. Y yo elevando mi voz por sobre los que me acusan. Un Juicio como a Juana de Arco, a Giordano Bruno, a Eichmann, a Saco y Vanzetti, a Louis XVI, o a un serial killer. Pero así, secuestrado en pleno día, sin que nadie sepa mi ultimo grito, sin saber los ojos de los que me acusan, donde da lo mismo si muero valiente o cobarde. Cómo es posible que no me hayan dado siquiera una audiencia de cinco minutos. Da lo mismo que ya haya sido el momento de mi ejecución. Al menos que existan testigos para que se haga el retrato hablado de mi estampa frente al pelotón, pero tampoco sé la condena, si seré degollado, envenenado, dopado y luego sepultado vivo o desintegrado con algún polvo químico potente. Nadie pintará mi cuadro. Mi muerte ya fue, desde el momento que se escuchó el ruido del helicóptero, Será sin foto, sin grito de Viva Chile Mierda, o ejército asesino. Eso no me puede pasar... Si así es, significa que he perdido... pero no es cierto ya que siento haber ganado.
Guardián: Pero si a usted le hicieron el juicio, lo que pasa que usted ya no se acuerda, yo lo tengo ahí registrado y cuando se de la oportunidad.
Esteban: Si, así fue perdón, me confundí, me confundí de año, de lugar de país, de historia... Por que me quiero engañar.

 

Siete
El otro día

Señora Clara: Buenos días, Mario, como amaneció, y a Susanita ya se le pasaron los dolores.
Guardián: Señora Clara, si no ha amanecido, y usted limpio recién hace unos minutos...
Señora Clara: Shhh... No podía dormirme y saber que me vaya a despertar, y él ya no esté... Además hay que hacerlo creer que a lo mejor durmió y hoy ya es otro día... Buenos Días, Don Esteban... pero mire cómo me tiene sucio por acá.
Esteban: Cuando iba en el carro, me ilusionaba con que fuera a chocar y ahí terminaría todo, luego en el avión deseaba que se estrellara, así todo sería producto de un accidente, no de un error o de algo premeditado... Pero los accidentes tienen que ser accidentales y no cuando se necesitan.
Guardián: Y los demás pasajeros, ve que es egoísta, usted tal vez le convenía terminar ahí, pero los demás.
Esteban: Me estás mirando con rabia ahora, desapareció la ternura del sentimiento de culpa...
Guardián: Nada de culpa, pensando no más, de cuando que me hai visto tierno. Ya que estamos en esto hay algo que no puedo creer. Dígame y usted de verdad se los comía, o tan sólo los despedazaba. Decían que hacía cazuelas de tobillo. Si a mi también me tocó en actos de servicio hacer cosas terribles. Los metíamos en unas urnas metálicas, estrechas, pero no acostados, así paraditos, los agrupábamos todos. No le digo parecía pajarera de cuervos, con los gritos y el olor a podrido, para no limpiar, como no podíamos sacarlos ya que quedaban tullidos. Le dábamos un puré de papas con veneno pa' ratones, ahí esperábamos que terminaran de revolcarse y al patio de los callados. Era en cumplimiento de un acto de servicio, pero jamás se nos hubiera ocurrido comerlos. La pregunta en realidad, sólo por curiosidad, digamos que gusto tiene, así como conejo al escabeche, o como tortuga asada...
Esteban: Las sopas las hacía siempre con las cabezas, el caldillo va con la cabeza, un hervor para que suelte, cinco minutos en el agua hirviendo, suficiente... Los sesos se comen con una cucharita, es como entre criadilla y seso de oveja.
Guardián: Pero eran todos maricones, los que se comía digamos, asi cocinado o también gente normal. Porque si eran raros, bueno el destino no más, como decía mi sargento antes de enfrentarnos a los condenados. Si esos cabros pudieron salvarse. se les dio la oportunidad, pero no prefirieron irse por la maldad... y ahí cosa de ellos uno no podía hacer nada... Pero esta manía, digamos, era como una adicción, después que se le acababa el stock...Se le agotaba la despensa, me entiende... de nuevo a la carga.
Esteban: Nunca busqué, siempre llegaban, ellos nacieron para encontrarse conmigo. No los llevaba a la fuerza. A veces salía en la mañana a comprar el diario, para el desayuno y ahí en el quiosco, una sonrisa y ya estábamos tomando café, conversando, acariciándonos, les ponía un somnífero y se dormían en mis brazos.
Guardián: Así, poh, cualquiera. No, yo me lo imaginaba que usted los acorralaba con la sierra eléctrica y los iba cortando vivo y salían corriendo con una mano menos y usted, zuaz, atacaba de nuevo y de un corte la pierna y así continuamente me entiende. Pero si la cosa es dormido, ni se dieron cuenta. Y luego con los pedazos es lo mismo no más, el estómago para las guatitas con arroz, riñoncito picado con puré, costillita asada, tapa pecho, su buen pernil.. Viéndolo así en realidad no es para tanto.
Esteban: Fue a raíz de un problema de mi infancia, me criaron así, mi padre partía y no llegaba en meses. Yo me pegaba a la ventana esperándolo, cada vez que partía lloraba para que me llevara, corría tras su auto por kilómetros, siguiendo las huellas en el alquitrán, sintiendo su olor que se disipaba, creyendo alcanzarlo frente al próximo semáforo... Volvía a casa sintiéndome abandonado, sin ninguna mano que me golpeara la cabeza, sin ningún brazo que me abrazara. Era simple, si todo es tan sencillo... Una vez que entraban a mi casa, no podía dejarlos salir, porque reviviría, esa tortura de mi infancia, y la única manera que se quedaran para siempre, era dormirlos, no me los comía, como dicen, los unía a mi cuerpo, para que nunca se fueran, para que nunca más tuviera que quedarme pegado a la ventana.
Señora Clara: Si tal vez hasta yo hubiera hecho lo mismo, cuando me dejaron así de un día para otro, me dejo unos billetes sobre la mesa y se fue, yo le rogué, que se quedara, que si quería seguir con su aventura yo le daba permiso, si una entiende como son los hombres. De rodillas le pedí que no me dejara la casa vacía, no se me ocurrió, me lo debería haber comido.
Guardián: Señora Clara, no ve que es la novela que está escribiendo.
Señora Clara: Sí, pero se sintió tan verdadero, como se le ocurre, usted cree que yo estaría aqui en vigilia si fuera cierto...
Esteban: Le cambiaré el nombre, almuerzos de mediodía o mejor comidas de pasión... Sonó el timbre vienen.

 

Ocho
Las confesiones

Señora Clara: Quién va a venir a esta hora, quédese tranquilo, lo voy a peinar, yo cuando estoy nerviosa me gusta que me peinen... (al peinarlo guarda unos pelos en su delantal).
Guardián: Uno a veces se pregunta por qué uno hace lo que esta haciendo, como en este caso, digamos yo podría tenerlo vendado, incluso con una mordaza para que no moleste con preguntas. La Susana me dice que es por lo de mi hermano. Uno que tenía, era menor, jugábamos todas las tardes a la pelota, yo la chutie lejos, no quería ir a buscarla, así que lo obligué, lo amenacé con pegarle, y tuvo que ir, y en esa lo aplastó la camioneta, quería matar al conductor, pero el ahí tiradito todo ensangrentado, me llamó y me dijo... "Por tu culpa huevón", y se fue.
Señora Clara: Ay, si somos unos pajaritos, de un rato al otro, y ya puff nos fuimos pa'l otro mundo. Oiga usted tiene mucha caspa... si se echa quillay con limón... perdón don Esteban no es mi intención...
Esteban: Cuando usted me peina pareciera que estuviera contando mis cabellos y cada bajada de peineta es un recuerdo que surge, pero ahora que se le quedo atascada, la peineta. Los recuerdos se detuvieron. Y sueño con lo que pude haber sido en lo que no alcanzaré a ser.
Señora Clara: A Todos nos pasa lo mismo, si todos en algún momento quisimos ser otra cosa, no estrella de cine, ni locutora de radio, menos comediante de telenovela, ni siquiera cantante famosa.. A mi me hubiera gustado ser algo como Evita, pero más popular me entiende. Así como esa señora que lucha por su pueblo, por los indígenas. O como la otra viejita, con su pañuelo blanco en la cabeza, que se puso a dar vueltas alrededor de la plaza pidiendo que le entregaran a sus hijos... Todos los jueves a la misma hora por veinte años. Así una figurita de esas. Pero con los años una se vuelve insensible...Tonterías, ya siga escribiendo, para que alcance a terminar la novela, nosotros lo estamos escuchando.

 

Nueve
En el jardín

Esteban: No Clarita no escribiré más... La historia que queda es el comienzo... Es ella y un jardín...

Ella en el jardín

Ella: Son los ojos de tu abuelo, la nariz como la mía, y esas manos tan pequeñas... qué ganas de poderte abrazar...Yo fui tierna y regalona, pero bueno algún día te lo contarán... verás luz y habrá silencio y este jardín que yo planté... jugarás con las lombrices y la tierra comerás y entremedio de las plantas... ahí me encontrarás... Te llamarán de muchos lados y a todos querrás acudir. Por favor, entra solamente al umbral con la seña en el dentil. Me falta decir tu nombre pero aún no sé cuál, no me atrevo a anticipar. Un error se paga caro y ya no quiero pagar más. Ahora te iré nombrando las cosas, que cuando llegues verás... si te dicen otras frases, otros verbos que mi voz no ha enunciado, no las aprendas y así no existirán... Una última encomienda que espero no te enfadará, escoge un planeta donde te pueda mirar...
Señora Clara: Me dan ganas de... y que más..
Esteban: No sé, es el comienzo.
Guardián: Yo, cuando llegue a la casa, lo voy a escribir...

 

Diez
El canto final

Esteban: Cánteme una canción de cuna, y yo me dormiré y ustedes sigan cantando. Y con la canción de fondo que apoyen la pistola en mi cráneo... Y ustedes no se detengan sigan cantando, algo dulce. pero que no me hagan cavar mi propia fosa, como a los otros y luego me obliguen a alinearme en su borde. No quiero sentir que ya he cavado lo suficiente, que mi cuerpo ya cabe en la tierra... Y el tiempo prolongándose, convirtiendo un segundo en veinticuatro horas de terror, dos segundos en... Evítenme eso.

Ellos cantan. El trata de dormir

Señora Clara: A ver, cuál tema se sabe, la de los pollitos.
Guardián: Por qué no un bolero. De amor, es más apropiado.
Señora Clara: Cuál le gustaría a uno que le cantaran, a ver...
Guardián: Empecemos no más, la que venga... despacio sí, que no nos vaya a escuchar el alcaide...

Cantan

Esteban: No, es demasiado falso, además ustedes no tienen arma para liquidarme, me quedaré dormido para ser despertado por la voz suave de alguien que me llevara no a la horca, ya que las tradiciones Inglesas aquí no se conocen, ni menos a la guillotina ya que el oficio que se necesita para construir aquella maquina, sus pilares de roble, la lámina metálica, es mucho refinamiento, para que hablar de una silla eléctrica, o de una cámara de gas, son demasiado visibles, además tendrían que ser aprobadas por el sistema de salud pública. Todo es tan ilegal que genera así su propia ley, creando las más fina de las legalidades. No será tampoco con la inyección letal, recostado en una camilla forrado en un delantal verde petróleo. Será como se acostumbra por acá, con traición. Tal vez el mismo sacerdote no sea tal, y yo al, inclinar mi cabeza, él me entierre la daga, o será el alcaide que me diga, adelante y me aturda con un golpe de martillo, y si no su juego preferido. Me dejará atado al fondo del tarro de petróleo Texaco, con cemento hasta el cuello y ahí esperaran hasta que cuaje, hasta que el hormigón clausure mis poros e impida el movimiento de mi tórax. Y si todos estos suplicios parecen de horror, aterrando nuestra imaginación con el sufrimiento de estos grandes tormentos, no es así, es más el temor que causan su existencia que la realidad de su vivencia. Mi cuerpo me defenderá, me invadirá con tanta adrenalina que quedaré extasiado y sentiré que estoy sumergido en el agua tibia de una tina termal, porque yo estaré ya en el otro mundo, mi mente se adelantará a la muerte de mi cuerpo, entonces aunque yaciendo así, amputado, con los ojos cercenados, yo no estaré. Clara anda a dormir y espera el amanecer y todo lo que digan todo lo que cuenten del sufrimiento. Es sólo aquel que sentimos cuando no lo sufrimos. Es un engaño, es un tabú para que nos comportemos. Un tabú tan grande que sólo lo vemos Antes del fin.
Guardián: El alcaide viene bajando, debe ser una orden de traslado.
Señora Clara: Y los salmones, Don Esteban, qué hacemos con los Salmones.



Fin

Santiago, Agosto, 1998


Versión de impresión

 

 


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