Dramaturgo / Isidora Aguirre  

 

 


Población esperanza

de Isidora Aguirre

Acto primero

Cuadro  1

Mañana a fines de invierno. Don Teo y el mendigo Filomeno desayunan en la puerta del boliche de compra y venta de la población marginal de Santiago.

Teo: Hace fresquete ¿no?. La helada de anoche, pues. ¿Serán las 8, ya? (Filomeno responde por mímica). Dicen que va subir el té. ¿Y qué es lo que no sube en este país? (gestos de Filomeno). Hable como la gente, Filomeno...
Filomeno: Bah... la costumbre, don Teo.
Teo: Tome, sírvase té para que caliente el buche.
Filomeno: Gracias. Oiga, por aquel lado se cuela mucho frío. Amanecí con la oreja tiesa.
Teo: A ver si hoy pongo unos cartoncitos en las rendijas. (Entra El Zurdo, ladrón simpático, con un enorme saco. Golpea en la puerta del boliche. No le abren) Shsss... Mire, Filomeno, uno que se robó el Ministerio de Hacienda...
Zurdo: Oiga, don Teo ¿ha visto al Talao?
Teo: No, Zurdo. ¿Pasa algo?
Zurdo: Le tengo una “nombrá". Dígale que tengo que hablar con él. (Sale)
Teo: Desde ayer que el Talao no viene a alojar a su cuarto. Seguro que anda en la mala.
Filomeno: (Pasándole su viejo sombrero donde hay un cartón que anuncia mudo) Oiga, don Teo ¿por qué no me cambia el “rótulo”?. Mudo no más, ya no sirve. Dan puro molido...
Teo: Cambie de actividad, pues. ¿Por qué no le hace empeño al baile de San Vito?. Esos gallos ganan billete.
Filomeno: No me gusta hablar. Mucho trabajo.
Teo: Espérese que gane el pleito, Filomeno. Si hay justicia en esta tierra, me tienen que dar unos cuantos millones. Los pesos en aquel tiempo eran buenos. Cuando su amigo “tenga”, no va a necesitar “rótulos”. Y ¿qué quiere que le escriba en el sombrero?. “¿Compadezcan a este mudo desgraciado, impedido de trabajar?”
Filomeno: Chitas... Cuando lo terminen de leer van ya por la otra cuadra...

Entra Ana María, la prostitua, con un parche en una herida en la frente

Ana María: (Saluda) Buenas... (Se va a retirar, se detiene al llamarla don Teo)
Teo: Espere, espere... (Ella empieza a llorar). ¿Qué fue?. ¿Por qué anda afligida?. Siéntese. Y usted.
Filomeno: sírvale una taza de té. Buena cosa, llorando tan temprano ¡qué deja para la noche!. A ver ¿qué pasó?
Ana María: ¡Qué iba a pasar, pues!. Anoche me “ligó” uno que andaba con plata y me llevó a una
boite. Se puso a tomar y dale, y dale, hasta que me asusté y me quise ir. Pero no me dejó. Unos tipos le pegaron y le robaron la plata. En eso llegó la policía, el hombre ¡tan hombrecito!. Me acusó, dijo que yo estaba de acuerdo con los ladrones y me largó una bofetada. Fuimos a la Comisaría y él, claro, salió altiro, siendo rico, y a mí, recién me soltaron. ¡Qué se habrá creído ese mierda?. Que porque una es lo que es... tiene que ser ladrona.
Teo: Hay muchos bellacos en este mundo, hijita. De repente se le va a arreglar el naipe. Cuando viene la mala, hay que agachar la cabeza y esperar que pase.


De un rancho hechizo sale un “Canuto”. Zacarías, con maletín de carpintero

Zacarías: Hermana ¡no hay que perder la esperanza!
Ana María: Chitas, el medio hermano que me salió.
Zacarías: Así como el padre se compadece de los hijos, Jehová se compadece de aquellos que le temen. Buenos días: (Saluda con un ademán y se aleja)
Ana María ¿Qué le pasa a ese pajarraco?
Teo: Debe ser un “canuto”, de esos que andan predicando en la calle.
Ana María: ¿De dónde salió?
Teo: Llegó anoche y levantó aquella casucha. Es carpintero y parece que predica en las poblaciones como ésta. Buen hombre parece.
Ana María: Eso nos faltaba, don Teo “Canutos”, que lleguen hasta con banda de música a gritar sus pecados...
Teo: Pero tiene razón, hijita: no hay que perder la esperanza.
Ana María ¿Me vende un pancito?
Teo: Los que quiera, pues. (Entra al boliche y sale trayendo con pan para ella)
Ana María: Me lo anota, don Teo.
Teo: Déjelo, para qué se preocupa... (Le pasa pan)
Ana María: Usted siempre pensando en los demás. Si todos fueran así, no existirían estas poblaciones miserables. Aquí, el que no anda escondiéndose de los carabineros, anda  “a palos con l’ águila”, muriéndose de hambre. (Ven entrar a Luzmila, la lavandera. Es una mujer flaca, de rostro muy dulce, trae ropa para lavara en el “pilón”, donde se provee de agua la gente de la población). Mire ésa... ¡Ay que ver lo que tiene que aguantar!. Mejor no tener hombre, que tener uno como el de esa flaca. Se cura. La patea, y para consuelo, le hace un chiquillo. Otra borrachera, otra paliza, otro cabro.
Teo: Venga a servirse un tecito, señora Luzmila.
Luzmila: ¿De veras... me va a convidar desayuno, don Teo?
Teo: Alléguese para acá.
Luzmila: Dios se lo pague, mire que hoy amanecí sin un centavo.
Teo: ¿Le anduvieron machucando las costillas otra vez?
Luzmila: El hombre no es malo, pero cuando “toma” se pone tan porfiado...
Ana María: Acúselo a los pacos, pues.
Luzmila: ¿Para que lo metan preso?. Si me pega cuando se cura, no más.
Ana María: Es que se cura todas las noches.
Luzmila: Bueno, que anda de mal porque no ha conseguido ni un “pololito”, un trabajo para ganar algo. No hay ocupación en ninguna parte. (Devuelve la taza) Gracias, don Teo. Me voy a apurar con esta ropita. La Patrona donde lavo es bien buena, me prometió un jarabe para el dolor de espalda que me ha tenido tan jodida este invierno. Quiero pedirle un adelanto para comprar una planchas de “fonola”. Ante noche, cuando llovió, nos tuvimos que meter con toditos los chiquillos debajo del catre para no mojarnos. Es bien buena mi patrona. Me dijo que iba a hablar con una Visitadora Social, que le llaman, para que me arregle la situación. Por eso estoy esperanzada... (Sonríe y se aleja con la ropa)
Ana María: “Esperanzada”. ¿La oyó?. Dame un cigarrito, mudo. (Filomeno busca en sus bolsillos y le tiende uno). ¡Enterito!. ¡Miren a este mudo mechas de alambre!
Teo: (Mirando) Hoy salió temprano la Emperatriz.

Entra la mendiga Emperatriz, sucia, desgreñada, con zapatos de hombre, llevando una criatura en sus brazos.

Emperatriz: Buenos días.... ¿No les queda una tacita de té? No he tomado ni desayuno.
Teo: (Mientras se lo prepara) Un poco aguado le va a tocar...
Emperatriz: No importas. Es para calentar las cañerías y agarrar fuerza para trabajar
Filomeno: ¿Trabajar? Capitalista... Explotadora de la infancia... ¿De dónde sacó ese chiquillo?
Emperatriz: Tan simpático usted... ¡Lo viera yo con polleras!. Las cosas empeoran cada día. No quieren arrendar chiquillos, las mujeres le sacan el cuerpo al embarazo. La gente se ha puesto agarrada y los “rotos” ¡están cada vez más atrevidos!. Ayer uno me gritó: “¿quién te va a hacer un crío a vos, jardín de tiras”? (Recibe el té). Gracias don Teo, y en esta población ¡ay que ver!. Si no fuera por los “cogoteros” que viven aquí, asaltarían de día claro. ¿Quién sería el jetón que la nombró “Población Esperanza”?. Esperanza ninguna, estaría mejor. Luz, poco se merece. Para el agua hay que pegarse el viaje hasta el pilón. Y los del mentado “Comité”, se lo pasan hablando de “solaridá”. Como no. Se ve que no son ellos los que viven aquí.
Filomeno: Para Qué tanto quejarse, doña. Quién sabe cuánta plata tiene amallada debajo del colchón.
Emperatriz: Hablador. Si así fuera, ¿por qué no iba a tener yo mis ahorritos?. Harto que eso me mortifico trabajando. Y con agilidad. No como usted que trabaja de “mudo”, haciendo sonar el tarrito. Pero ya luego se me van a acabar las penurias. Voy a poner un quiosco para vender diarios y cigarrillos.
Ana María: Para eso hay que tener buena plata.
Teo: Y el quiosco. Y el permiso.
Emperatriz: Con cuñas todo se consigue.
Filomeno: ¿Y con quién tiene cuñas usted?
Emperatriz: Con el presidente de la República. Voy a ir a la audiencia de los pobres en la Moneda. No me ando con puchitos, yo. Todo, o nada. (Tomando al niño que había dejado en brazos de Ana María). Puchas que pesa este cabrito, ¡ni que fuera hijo de paco!
Teo: Oiga, no se le vaya a morir de Hambre esa guagua.
Emperatriz: ¿Me cree tan “desnaturizada”?. La mamá le dio de comer y tiene unas tremendas copuchas (gesto de pechos abultados). Pero me tiene aburrida este trabajo. En teniendo el quiosco y alguien que me lo cuide... porque voy a necesitar un socio.
Filomeno: Búsquelo en La Moneda también
Emperatriz: No hable mucho, mire que le tengo echado el ojo a usted.
Filomeno: ¿A mí? Shhhs. No me pillan ni con perros. Menos un pulpo explotadora...
Emperatriz: Aguarde, no más. Ligerito le voy a hacer “la pedida”.

Entra el Zurdo. Trae ahora el saco vacío.

Teo: Oiga, qué traía en ese tremendo saco?
Zurdo: ¡Una “mudanza” que le hice a un turco de la calle San Pablo. Oiga, hay que dar aviso al Talao, que el Trifulca ya salió del hospital y lo anda buscando.
Emperatriz: Capaz que al Talao le dé la “cardiaca” cuando sepa.
Zurdo: (Viendo a Ana maría, zalamero) ¡Estaba aquí, mi lindura! (A Teo) Oiga, la cosa es seria: el Trifulca supo que la señora Violeta, “su firmeza”, anda ahora con el Talao.
Ana María: ¿Qué no estaba preso el Trifulca?
Zurdo: Estaba, mi hijita. Anda atrasada de noticias de la vida social, usted. Ahí en la cana, se encontró con el “Milico Chico”, el que por una venganza que le tenía guardada, le voló una oreja con una cuchara afilá’ como navaja. Así es que el Trifulca anda furioso por lo de la oreja y porque el Talao le “levantó” a la señora Violeta.
Teo: ¡Malo está! el Trifulca pega a la mala.
Ana María: Es la única forma de pegarle al Talao...
Zurdo: ¡Tipo Con agallas, el Talao! Si hasta para robar tiene gracia.
Ana María:
Lástima que nunca me ha mirado.
Zurdo: ¿Y para qué me tiene a mí?. ¡Yo soy capaz de rendir la vida por usted!
Ana María: Ya... no se me atraque que me echa sus pulgas.
Zurdo: Tan despreciativa que la han de ver. Bueno, don Teo ¿qué le parece lo del Trifulca?
Emperatriz: ¡Se va a armar la yegua de grande.
Ana María: Las cosas del Talao... Miren que meterse con la señora Violeta...
Emperatriz: Tiene buena “cuerpá”, y manija plata. No le faltan hombres.
Ana María: Porque los mantiene.
Emperatriz: Es generosa, entonces.
Ana María: ¿Generosa?. ¡Es más “calculista”! Ay que ver cómo nos estruja aqui en la población con los arriendos de estos ranchos. Y ¡qué decir, cómo pulpea a esas pobres tipas que tiene en su chinchel!. Con los pobres ¡es podrida de avara!
Filomeno: Cuando saca del bolsillo un peso ¡llega a crujir el cóndor!
Teo: Le debo dos semanas de arriendo.
Ana María: Aquí los únicos que están “al día”, son los cogoteroes.
Filomeno: Verdad que hay aquí muchos cogoteros. Parece que me voy a tener que mudar de población.
Emperatriz: ¡No le vayan a robar su letrero, pues!. ¡Váyase a vivir al barrio El Golf!. Ya, que tanto leseo, me voy a trabajar más mejor. Gracias don Teo, estaba “exquiso” el té.
(Sale)
Teo: Liquidemos el boliche y ponemos un salón de té.
(Entra al boliche)
Filomeno: ¡Este don Teo que las revuelve!

Entra Flora. Filomeno, alarga su tarrito.

Flora: Buenos Días. Dígame ¿conoce a don Teófilo Reinoso? (Él asiente). ¿Es aquí donde vive?

Filomeno asiente y tiende su tarrito, ella le da unas monedas. Flora entra al boliche, golpea sobre el mesón. Don Teo va alegre hacia ella

Teo: Pero ¡si es la Florita! (La abraza ). ¡Qué gusto de verte por aquí!. ¡Toda una señorita!. Y ¿qué te trae a esta población?
Flora: Estoy haciendo la práctica de Servicio Social, tío. Y me salió un “cliente”, como llaman a los que hay que atender. Es un niño, un asunto del Juzgado de Menores. Se llama Rafael Contreras, estuvo en la Casa Correccional, y hay que reeducarlo.
Teo: Miren la Florita ¡si habla como profesora!. Claro, conozco a Rafael. La supo hacer mi sobrinita: ya tiene una profesión. (A Filomeno que ha entrado) Mírala, Filomeno, una Visitadora Social, con un tío tan harapiento.
Filomeno: Usted nunca será un harapiento como uno, don Teo... (Al darse cuenta que Flora lo oyó hablar,
le tiende a Flora las monedas que recibió)
Flora: No, por favor... Guárdelas.
Teo: Recíbaselas, Florita, éste no será mudo, pero es muy caballero. Siéntese, hijita. Bueno, aquí tengo este boliche de compra y venta. No es gran cosa, pero no hace falta más. Gastos tengo pocos. El vino ¡ni lo pruebo!. Me pateó el hígado. Y aquí me las arreglo mientras me sale el asunto ése.
Flora: ¿Cuál asunto, tío?
Teo: Hijita, si hay justicia en la tierra, el desgraciado que me vendió esos sitios y me robó la plata, tendrá que devolverla.
Flora: Pero ¿cuánto hará de eso?
Teo: ¿Del pleito? Unos diez o quince años. Los pleitos son largos. Pero no me moriré sin que se me haga justicia. Así podré dejarles algo a mis hijos.
Flora: Perdone, Tío, pero yo pienso que sus hijos son los que deberían ayudarlo a usted. Pedro tiene situación, y Juan... bueno... (Calla, al mirar a Filomeno)
Teo: Tuvo mala suerte ese niño. (La señora Violeta va hacia el cuarto del Talao, golpea, al no tener respuesta, va hacia el boliche) Buenos días, señora Violeta.
Violeta: ¿Ha visto al Talao?
Teo: No, señora Violeta.
Violeta: ¿Sabe si alojó aquí?
Teo: No le sabría decir.
Violeta: Bueno, aprovecho para hablar con usted, entonces.
Teo: ¿Conmigo?. ¿De qué cosa, sería?. Le presento a mi sobrina Florita.
Violeta: Cómo le va. Don Teo, usted sabe de qué cosa se trata. Le arrendé este cuarto por recomendación del Talao, y hace dos meses que no me paga.
Teo: Es que el negocio ha andado “medio, medio” no más.
Violeta: Todos tienen su disculpa. Pero yo no soy a beneficencia. De algo tengo que vivir ¿no?. Porque ando bien “cacharpeada” creen que soy rica. Entonces ¡para qué pagar, pues!. No saben las pellejerías que pasa una para comprar unos ranchos y tener algo ahorrado para la vejez. No tienen con qué pagar... ¿y lo que gastan en vino?
Teo: ¡Cómo me dice eso a mí, señora!
Violeta: No se haga el santito, bien conocido es usted por su “declive”... (Gesto de empinar el codo)
Teo: Yo al vino, le hice la cruz...
Violeta: Pague o se queda sin el cuarto.
Teo: No desconfíe: en cuanto me salga lo del pleito, le pago todo de una vez.
Violeta: No me haga reír. Siempre andan con la esperanza de esto o lo otro, pero ¡lo esperan sentados!. Y yo ¡que me pudra!. Me cansé de los que me recomienda el Talao. Y del Talao también. Dígaselo. (Sale)
Teo: (Molesto, suspira y luego de un silencio). Bueno... ¿Cómo están en tu familia, Florita? (Al fondo se muestra un niño) Mira, ahí está Rafael. Ven, niño, no tengas miedo, ella es mi sobrina.
Flora: Él ya me conoce, tío, y con él vengo a hablar.
Rafael: No voy a volver a la Correccional.
Flora: Nadie pide que vuelvas. Hablemos.
Rafael: ¿Me puedo ir, don Teo. Me están esperando.
Flora: Déjelo, tío. (Sale el niño) No hay que forzarlo. Pero necesito datos para mi encuesta. ¿Sabe dónde vive?
Teo: Lo tiene el Talao en su cuarto.
Flora: ¡Y quién es ese Talao?
Teo: (Sonríe) Estanislao Errázuriz.
Flora: ¿”Errázuriz” en esta población?
Teo: Son nombres que él se pone, mi hijita. Se los cambia como se cambia de camisa.
Flora: ¿Y qué hace ese señor?
Teo: (Vacila) Un poco de todo, Florita.
Flora: Tengo que saber de qué vive.
Teo: Como te explicara... Saca un poco de aquí, un poco de allá. No le falta.
Flora: ¿Quiere decir... un ladrón?
Teo: Bueno, que aquí la gente es como los gorriones. No se sabe de qué viven, ni cuanto tiempo se van a quedar. Hay familias que de repente desaparecen con casa y todo... Y otros aparecen. (Animándose, como para cambiar el tema). Mira, hoy por la mañana amaneció allí una casucha, y de adentro salió un hombre hablando de “Jehová”.
Flora: Entiendo, tío. Pero en el caso de Rafael, tengo que llenar unas encuestas para el juzgado.
Teo: Ese niño está en buenas manos. El Talao es generoso. Él fue quién me instaló con este boliche. Me ayudó cuando me vio que andaba más para la otra vida que para ésta.
Flora: Hacerse cargo de un menor es una responsabilidad, tío. Se necesita más que “ser generoso”... ¿Tiene bunas costumbre ese Talao?
Teo: (Ríe) Esta Florita... ¡A qué llamas “buenas costumbres”?
Flora: Ser honrado. No tener vicios.
Teo: ¡Tantísimo que averigua!. Va a ser una buena Visitadora usted. Mire, el Talao es un caso entre muchos: hijo de una sirvienta y del hijo del patrón... encopetado. El jovencito llega un día con trago, se mete al cuarto de la sirvienta y ¡listo!. Un guacho más. El Talao se crió por ahí, debajo de los puentes, ratereando. Tuvo suerte que no lo metieran a una casa correccional, así es que le sacó el cuerpo a la pobreza. Quiere a Rafael porque es guacho, como lo fue él.

Pasa la lavandera Luzmila con una bolsa de ropa, se despide de don Teo

Luzmila: Hasta luego, don Teófilo. Me voy a entregara esta ropita.
Teo: Oiga, señora Luzmila ¿no quería hablar con una Visitadora?. Aquí tiene una, la Florita, que a lo mejor le puede ayudar.
Luzmila: (Dulce) ¿Es visitadora?. Bueno está, señorita, me gustaría hablar con usted. (Teo entra al boliche)
Flora: La escucho señora Luzmila. ¿Cuál es su problema?
Luzmila: El problema es mi situación, señorita.... ¡Es tan re' mala!. Tengo Un chiquillo enfermo que lo quiero hospitalizar, Y no he podido conseguir cama en el hospital. ¿Usted trabaja en un hospital, señorita?
Flora: No. En el Juzgado de Menores.
Luzmila: Bueno estás. Porque también tengo otro chiquillo malazo, que lo quiero encerrar. Es muy loco.
Flora: Pero no lo puede encerrar por eso...
Luzmila: Es que aquí en esta población, ligerito aprenden malas costumbres.
Flora: A ver... Deme su nombre completo.
Luzmila: Luzmila Gutiérrez... y no sé qué más, señorita.
Flora: Anota la dirección. ¿Dónde vive?
Luzmila: Ahí, no más, de allegada. La casa no tiene número. La comadre donde vivo me quiere correr. Dice que mis chiquillos son muy bulliciosos. Es bien delicada esa señora.

Entra el Trifulca con una oreja vendada. ; Mira con cautela, escucha, acechando frente a la puerta del Talao. Luego sale, cruzando la escena.

Flora: ¿Ése es el Talao?
Luzmila: El Trifulca. Malazo.
Flora: ¿Cuántos hijos tiene, señora?
Luzmila: Nueve, señorita. Todos pasados por el civil y bautizados con el favor de Dios. Soy bien católica.
Flora: ¿Y su marido en qué trabaja?
Luzmila: Es que... para qué le voy a decir una cosa por otra... No soy na casada. Soy “así no más”.
Flora: ¿No dijo que era tan católica?
Luzmila: Católica pero no fanática que le llaman... ¡Qué se saca cuando el hombre pone puras dificultades. Está cesante. ¿No podría usted conseguirle algún “pololito”, cualquier cosita, mientras tanto?
Flora: Mejor vamos a su casa para tomarle los datos y ver qué puedo hacer por usted.

(Filomeno que ha entrado escucha lo que dice Flora)

Filomeno: ¡A esa flaca no hay visitadora que le pueda arreglar “la situación”!. Ahí llega el Talao.

Asoma don Teo desde el boliche. Flora que iba saliendo con Luzmila, se vuelve y mira con interés al Talao que entra y le entrega un paquete.

Talao: Su encargo, don Teo.
Teo: Gracias, Talao. Florita, venga. Mi sobrina, es Visitadora Social, y quiere hablar con usted, Talao.
Talao: ¿Conmigo?. ¿En qué puedo servirla?
Flora: Explíquele usted, tío.
Teo: Ella tiene a su cargo el asunto de su protegido, el niño Rafael.
Talao: (Molesto) ¿Qué pasa con Rafael?
Flora: El Juzgado quiere... “readaptarlo”. Para que no reincida.
Talao: “Readaptar”,“reincidir”... ¡Qué bien habla su sobrina, don Teo! (A ella) Mire, señorita, El Juzgado y las Visitadoras siempre vienen de atrás. ¡Por qué no lo ayudaron antes, cuando andaba en aprietos!
Flora: El Juzgado sólo tiene que ver con los delincuentes.
Talao: (Agresivo). No se preocupe por Rafael: está en buenas manos.
Flora: ¿Quiere hacerse cargo de él?
Talao: Algo así.
Flora: Pero tengo que tomarle los datos.
Talao: (Burlón) Mis datos.¿Oyó don Teo?. Escriba que soy muy simpático y buen mozo. (Entrando a su cuarto). Y muy cortés con las Visitadoras. (Entra, cierra la puerta)
Teo: Se enojó. Pero no se aflija, yo le hablaré, Florita.
Flora: Parece que no le caí bien. Es difícil ser Visitadora, tío. Tener que andar averiguando los datos... Bueno, si él cuida de Rafael, debe ser buena persona.

Va hacia Luzmila que la espera en un rincón, y sale con ella. Don Teo va hacia la puerta del Talao y golpea. El asoma.

Teo: Oiga, Talao. Vino El Zurdo a avisar que el Trifulca salió del hospital y lo anda buscando a usted. Cuídese, Talao, ya sabrá por qué lo busca.
Talao: No se preocupe, don Teo. Oiga, dígale a su sobrina que vuelva. A lo mejor se quiere hacer cargo de mí, también. (Riendo, sale de escena)
Filomeno: (Que ha entrado y lo oye, riendo, por Talao). ¡Dios lo guarde al angelito!

Se escucha un alboroto, Teo y Filomeno van hacia el costado a mirar

Teo: ¿Qué fue eso?
Filomeno: ¡Pelea parece!. ¡Y la yegua de grande!

Flora y Luzmila regresan a mirar. Entra el Zurdo trayendo al Talao herido. Lo ayuda a sentarse en la grada del boliche.

Teo: Seguro que fue el Trifulca, ¡lo estaba esperando para pegarle a la mala!. Páseme el aguardiente, Filomeno
Flora: ¿Qué pasó, Tío?
Teo: Ese “cogotero” del diablo... ¡se le echó encima a la descuidada!
Talao: Un puro rasguño, don Teo
Filomeno: (A Luzmila) El Talao le pegó un solo aletazo y le reventó la chirimoya (indica la nariz). Y el Zurdo lo golpeó más encima. Salió tambaleándose el desgraciado.
Flora: Tío, hay que llamar a la Asistencia Pública...
Zurdo: ¡Cómo se le ocurre!. Oiga señora Luzmila, avísele a la señora Juanita.
Talao: Qué tanta alharaca...
Teo: (Aparte a Flora) Llamar a la Asistencia Pública, sería entregarlo, Florita. (Examina la herida) Está feo el tajo. Ya, Zurdo, traigan a la señora Juanita.
Flora: Tío, yo sé hacer curaciones. Deme alcohol. ¿Tiene algo para vendarlo?
Zurdo Yo le consigo, señorita. (Sale)
Flora: Ayúdeme, tío. (Le quitan la chaqueta)
Talao: (A punto de desmayarse). ¡Échele no más!

 

 

Cuadro 2

 

Ha transcurrido una semana Filomeno dormita en la puerta del boliche. Entra Emperatriz y golpea la puerta, viene arreglada y coqueta. Habla muy bien plantada y pronunciando mucho las palabras.

Filomeno: ¿Qué se le ofrece?. Hoy no se fía, mañana sí. (De pronto la reconoce) Bah... era usted...
Emperatriz: Si me desconoció es señal que me voy a casar.
Filomeno: Ahora sí... Oiga ¿anda disfrazada, Emperatriz?
Emperatriz: Vaya... lo que pasa es que usted siempre me ve con “tenida de trabajo”, hay que andar algo harapienta para que den limosna. Pero cuando me doy una manito de gato, ¡doy el golpe!
Filomeno: ¿Y a quién le va a dar el golpe ahora?
Emperatriz: Eso está por verse. Voy a hacer unas diligencias ¿no ve que ya tengo medio conseguido el quiosco de diarios?
Filomeno: ¿Ah...?. ¿Así es que habló ya con Su Excelencia?
Emperatriz: “Clareque”, pues. Fui a la Moneda. La Luzmila me prestó tres chiquillos. Les dije que si lloraban bien fuerte les compraba unos dulces. Armaron un griterío que casi me dan el quiosco al tiro. Ahora voy a la “Mucipalidá”, por eso ando elegante. Bueno, y como ya tengo todo más o menos de las mechas, vine a hacerle una proposición.
Filomeno: ¡Mándese el chancacazo!
Emperatriz: ¿Acepta ser mi socio?
Filomeno: ¿Así es que era en serio?
Emperatriz: Y le conviene. ¿Cuánto le paga don Teo para que le cuide este chinchel?
Filomeno: Lo cuido cuando él sale, no más. Y él me da comida y me deja dormir en un rinconcito. Con lo que saco cuando trabajo de “Mudo” me las arreglo.
Emperatriz: Como mi socio no tendría que molestarse en pedir limosna. Puedo darle la comida, y le advierto que no habiendo como yo para hacer las “pantrucas”. Y las empanadas me salen como mandadas hacer de medida.
Filomeno: No diga... ¿Y qué más sabe guisar?
Emperatriz: ¡Cazuela de chancho con chuchoca!
Filomeno: Vaya... si me le cae el real de oírlo... (Se relame). Y ¿los chunchules?
Emperatriz: ¿Le gustan con puré o los prefiere con chancho en piedra?
Filomeno: Hmm. Oiga ¿cuánto me va a pagar?
Emperatriz: Bueno, de eso le iba a hablar. Mi cuarto es grande. Con decirle... sobra harto espacio. Lo repartimos, usted pa’ cá, yo pa’ llá. ¿Cómo lo va hallando?. O sea, de primera el puro rancho, cuarto y comida.
Filomeno: (Acercándose, con picardía) ¿Cuarto, comida ¿y qué más?
Emperatriz: Guarde, guarde... no se me atraque tanto. Miren... Se lo lleva “palabréandome” no más, y ahora ¡echándome el manco encima! (
Coqueta le da un empujoncito)
Filomeno: (Digno) Acaso quiere, pues.
Emperatriz: Hablemos con franqueza. Si es otra cosa lo que se le frunce, no le está hablando a ninguna caída del catre, tampoco. Conozco las necesidades del hombre y de la mujer. Y hace tiempo que estoy pensando en casarme.
Filomeno: ¡¡Qué!!
Emperatriz: ¿Cree que se me puede tirar al dulce, así no más? No, pues mi hijito, pobre seré pero ¡no soy ná del Fisco!. Cuarto y comida y nada más, entonces. Total ¿qué más quiere que pasárselo sentado cuidando el quiosco?. Piénselo y me contesta. No se va a hallar en otra en su vida, le diré.
Filomeno: (Burlón) Claro, pues...
Emperatriz: Hasta lueguito, entonces.

Sale moviendo exageradamente sus caderas. El Zurdo que ha entrado se la queda, mirando asombrado:

Zurdo: ¡Mi abuela!. La Emperatriz: más emperifollada que la yegua del payaso!. ¿Está don Teo?
Filomeno: No está.
Zurdo: Quiero que me venda una “mercadería” (Muestra una billetera). Puro cocodrilo.
Filomeno: ¿Cuál es “la procedencia”... que le llaman?
Zurdo: Me la regaló el “Dedo de Ángel”. Subimos a un autobús, de esos donde la gente parece sardina en lata, y bajamos en la cuadra siguiente por la otra puerta. El “Dedos” traía tres billeteras. Ese es capaz de sacarle a un gil la corbata sin que se dé cuenta. Los agarra, así, de frentón, le coloca la mano izquierda debajo de la pera, le echa la cabeza para atrás, se le carga encima, “permiso para pasar”, y suavecito le saca la “música”. (Muestra la billetera)
Filomeno: Buen dar con el Dedos de Ángel. Con ese sistema tan pulido le puede sacar hasta los pantalones. Dígale que se comida con un parcito, que los míos se me caen a pedazos.

(Entra Flora)

Zurdo: Mire quién viene aterrizando. Seguro que viene a hablar con el Jefe. Le voy a dar aviso.

Sale el Zurdo, al pasar invita a Flora, galante, a entrar al boliche.

Flora: Buenas tardes. ¿Está mi tío?
Filomeno: No está ná'. Pero no se dilata en volver. Tome Asiento, pues. (Limpia una silla)
Flora: Gracias. ¿Y el Talao?
Filomeno: Péguese la mirada... (Se acerca el Talao)
Flora: Buenas tardes.
Talao: Gusto de verla.
Filomeno: Mejor que te mandís cambiar, Filomeno... (Se retira)
Flora: ¿Cómo sigue su herida?
Talao: Lo más bien. (Toma una guitarra y habla mientras puntea una melodía). Ya ve que hasta puedo pulsar la vihuela Oiga, quería agradecerle la molestia que se tomó por mí.
Flora: Para eso estamos, pues.
Talao: (Sonríe) ¿Las Visitadoras?
Flora: (Turbada) ¿Qué quiere decir?
Talao: Se lo agradezco igual
Flora: Entonces, ahora me tiene que ayudar a mí. En lo del niño Rafael.
Talao: Lo siento. Rafael no quiere oír hablar de encierros.
Flora: Es que ahí puede aprender un oficio y dejar la vagancia.
Talao: Para él todos son encierros.
Flora: Explíquele que no tiene que asustarse: ya está libre.
Talao: Yo lo saqué de la Correccional.
Flora: ¡Probaron que era inocente!
Talao: Yo lo “hice parecer” inocente.
Flora: Le enseñó a burlar la justicia. Eso está mal.
Talao: ¡Mi madre!. ¡Me echó encima su vocabulario!. ¿Usted cree en la “acción de la justicia”?
Flora: Pero... si el niño era culpable...
Talao: Todos roban cuando son guachos y andan hambrientos. Usted, en el caso de Rafael, también lo habría hecho. (Ella niega con la cabeza) Claro... Es que usted no sabe lo que es estar tirado en la calle, sabiendo que no hay ni un rinconcito en el mundo donde pueda llegar, para que le den un plato de comida.
Flora: Bueno, hay Instituciones...
Talao: Siempre están llenas. De ahí a que hagan los trámites, antes llega al cementerio. Pero, seguro que ese tipo de cosas no se las enseñan a las Visitadores. Ni tampoco es algo que se enseñe con palabras, se aprende en la calle.
Flora: Mi familia es muy pobre. Como don Teo. Y si estudié para visitadora... es precisamente para remediar un poco la injusticia.
Talao: ¿Y... qué más?
Flora: Se puede luchar contra la miseria.
Talao: (Burlón) ¿Usted cree?
Flora: ¿Por qué no?
Talao: La miseria tiene mucha fuerza, Florita. Y hay gente que vive de ella. Y esa gente ¡no desea que la miseria desaparezca!. ¿Qué puede hacer usted?. Mejor, cambie de profesión.
Flora: No es mucho lo que puedo hacer, pero al menos, en este oficio (Calla, desanimada)
Talao: Perdóneme. Pero es que nunca creí en ese “oficio”. Usted es muy buena, muy inocente. Tiene excelentes intenciones. Así es que se va a llevar muchas desilusiones. (Pausa, ella parece inhibida. Él le sonríe). Bueno, a lo mejor me equivoco. Dígame ¿qué es lo que quiere hacer con el Rafael?
Flora: En la Correccional les enseñan un oficio. Y sobre todo les enseñan a ser honrados.
Talao: Un hombre honrado. Es decir, un infeliz al que todo el mundo manda y tutea. Es enseñarle a que aguante que cualquier le ponga el pié encima.
Flora: ¿Eso es para usted, un hombre honrado?
Talao: Honrado Y pobre: ahí está la diferencia.
Flora: Mi tío me dijo...
Talao: (Cortando) Él no lo sabe. (Pausa) Me acostumbré a vivir entre gente tragediosa. Y los que menos me asustaban eran los ladrones. Uno se encariñó conmigo y a él le debo muchas cosas: me enseñó a andar limpio y a hablar como la gente. Y también me enseñó las tretas que conocía. De no ser por él, andaría por ahí, vagando, hambreado, las carnes al aire.
Flora: ¿Le puedo hacer una pregunta? (Él asiente). ¿Está contento con lo que es ahora?
Talao: Estoy bien. Soy un tipo con suerte.
Flora: ¿Y si se le termina la suerte?
Talao: Para eso practico con la guitarra (Retoma una melodía en la guitarra). Puedo trabajar de ciego en una esquina, a medias con el Filomeno.
Flora: Estoy Segura que no está satisfecho con la vida que lleva. Es capaz de algo mucho mejor.
Talao: ¿Me va a dar un sermón?
Flora: Bueno. Me tengo que ir.
Talao: ¿Lo del sermón le molestó?. Fue una broma. No se vaya. Y dígame qué quiere que haga. Hable.
Flora: No creo que sirva de mucho.
Talao: Mande, Florita. (Le sonríe)
Flora: Le conseguí a Rafael en un empleo. Como aprendiz en un criadero de aves.
Talao: (Ríe) Ya lo veo, correteando las gallinas. Lléveselo, pues. No lo tengo amarrado.
Flora: Él lo admira y hará lo que usted le pida. Es como su padre.
Talao: El tremendo hijo que me salió... Bueno, prometido: le voy a hablar.
Flora: ¿De veras?. No sabe cómo se lo agradezco. Gracias. Entonces hasta luego
Talao: Espere... ¿cuándo vuelve?
Flora: Un día de estos. (Sale)

Talao se queda en la puerta del boliche, toca la guitarra. Entran el Zurdo y Filomeno, se sientan en el suelo a jugar al naipe.

Zurdo: Nos vamos a ir de sota...
Filomeno: Y no se me corra, Zurdo

Talao se acerca a los jugadores y luego de observarlos y ver que están haciendo sus apuestas. Pone un billete grande. Ellos lo miran, asombrados.

Zurdo: No nos venga a humillar, jefe...
Filomeno: Se la hacemos juntos, entonces. Oiga ¡le fue mal a su jefe!
Zurdo: Bueno está, porque... (Guiño de malicia), “desgraciado en el juego, afortunado en  amores.” (Talao entra a su cuarto) Oiga Filomeno, parece que el Jefe cayó en la trampa... debe andar mal de “ukelele” (Indica su corazón)

 

Fin del acto Primero


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