Dramaturgo / Isidora Aguirre  

 

 


El amor a la africana. Café concert

de Isidora Aguirre

II

La escena está en penumbra.
Entra Isabel trayendo un candelabro, luego trae otro. Se oyen golpes en la puerta (no visible). Isabel sale para abrir, se escucha su voz

Voz de Isabel: Oiga, se equivocó de puerta. (Pausa) Espere... su cara me resulta familiar. Claro ¡la fotografía!. ¡El primo Baltasar?

Entra José, seguido de Isabel, con cucalón, barba, le­n­tes ah­u­ma­d­os, short caqui, maleta, grabadora y lanza africana de las que venden a los turistas, diciendo:

José: El mismo, que viste y calza. Y usted... adivino que es Isabel... (La abraza y besa en ambas mejillas). ¿Recibieron el cable anunciando mi llegada?
Isabel: (Sorprendida) No.
José: Si hay algo pésimo ¡son los correos africanos! ¿Puedo pasar?
Isabel: Ya está adentro...
José: Gracias.
Isabel: Tome asiento, debe venir cansado de tan lejos.
José: Imagínese: safaris, camellos, trenes, aviones... ¡Qué luz tan romántica!
Isabel: No es romántica, son los tapones. ¿Sabe arreglarlos?
José: No.... Además, ¡me encanta esa luz vela­da!. África es tan primiti­va... Cómo está el simpático de mi primo?
Isabel: No está.
José: Lo dice como... (Se levanta, finge estar alarmado). No me diga que... falleció...
Isabel: ¡Qué alaraco!. No está en Santiago. ¿Un whisky?
José: Doble, por favor...
Isabel: El hielo debe estar hirviendo... con el apagón. (Sale hacia la cocina)
José: No se preocupe, allá en África todo está siempre más bien tibio. Más bien, "cálido".

Isabel regresa con una bandeja con vasos y botella. Lo observa.

Isabel: Oiga, usted es bien exótico. (Beben) ¿Vino a Chile por negocios? ... ¿Pieles?
José: ¿Pieles...?
Isabel: José dice que usted caza animales salvajes.
José: Eso era antes. Ya casi no quedan. Están todos en los zoológi­cos. Vine a casarme, con "s". De matrimonio.
Isabel: Qué bien. Me alegro.
José: Usted, Isabel ¿es feliz en su matrimo­nio?
Isabel: Y a usted ¿qué le importa?
José: Bueno, lo digo por las posibilidades que yo pueda tener...
Isabel: (Cortante) ¿Qué "posibilidades"...?
José: De ser feliz en MI matrimonio.
Isabel: Ah. Había entendido otra cosa.
José: Y respecto a "esa otra cosa" ¿qué posibilidades...?
Isabel: ¡Qué se ha imaginado!
José: No me haga juicio. ¿No le contó José que soy muy bromista­? (A público). Lo sabía: ¡es una mujer decente!
Isabel: Oiga ¿con quién está hablando?
José: Hablo solo. Es una costumbre africana, la selva, la sabana, la soledad de los desiertos... usted sabe. Y tantísimo dialectos, no hay mucho con quién conversar. De modo que el tunante de mi primo se fue de viaje.
Isabel: Negocios. O mejor dicho "quiebras en provincia". Su oficina, es de quiebras.
José: Qué deprimente. Pero, no se fíe, Isabel. Muchos de los mari­dos que anuncian viaje al norte o al sur, se quedan en un motel de la periferia con una rubia o una morena.
Isabel: (Que bebe todo el tiempo, se ríe). ¿José en un motel?. Si es de lo más fome que hay. Lo único que le interesa es su folleto, en el que habla de la inflación, de índices y las curvas...
José: Momento. "Curvas"..."Inflación". (Gesto de "grandes pechos")
Isabel: No sea mal pensado. ¿Quiere una prueba? (Va al teléfono, marca, espera) Aló ¿señorita Prudencia? Soy la esposa del señor Parravicini... ¿Anda en un viaje fuera de Santiago, por cuenta de la oficina? ¿No? (A José, cubriendo el fono). No hubo viaje, estuvo en la oficina hasta hace poco... (Al fono) Gracias. (Corta) ¡Qué cínico... salió con maleta, y dijo... no vuelvo hasta mañana! (Se sirve whisky)
José: No se deprima. Conozco a mi primo, jamás haría algo así: le aseguro que es un gran tipo... un tipo excepcional. (Observa a Isabel que ignora los piropos que se echa a sí mismo). ¿No lo cree?
Isabel: ¿Creer "qué"? (Se tambalea, borracha)
José: Que José es un gran tipo.
Isabel: Que se muera...
José: ¿Cómo?
Isabel: Repita conmigo; que se muera el estúpido de José.
José: No... Soy supersticioso, puede traerle una desgracia. Yo lo estimo mucho. ¿Usted no?
Isabel: Dejemos de hablar de José ¿quiere?... Hábleme de África.
José: (Disimulando su molestia) Bien. ¿De qué parte de África le interesa saber?
Isabel: De África en general... Espere...

Isabel va hacia a la cocina a buscar agua, él aprovecha para mirar en su maleta el libro de geogra­fía. Recita:

José: África tiene una extensión de 30.000 kilómetros cuadrados, lo que equivale a una tamaño tres veces superior al de Europa, por lo tanto resulta difícil hablar de Africa "en general".

Cierra el libro al oírla regresar.

Isabel: ¿Dónde vivía usted?
José: Bueno... Un poco hacia el Noroeste.
Isabel: ¡Hábleme del Noroeste! (Se sienta junto a él)
José: (Con evidente esfuerzo de su memoria, recita). Es una región montañosa donde se encuentra el Atlas, formada por varias alineaciones de montañas, y algunas sobrepasan los cuatro mil metros. No me va a creer, pero...

El se acerca, ella se retira algo

Isabel: ¿Qué...?
José: (Se acerca) ¿Que qué...?
Isabel: (Se retira) Dijo "no va a creer, pero...
José: Ah, sí: (retoma el tono anterior) no me va a creer pero entre ellos se en­cuentran mesetas bastante altas, es decir, en relación al nivel del mar. Dicen que esa cordillera fue formada por movi­mientos alpinos en la era terciaria... Ah. y además, está orográfi­camente conectada con la Penibéti­ca...
Isabel: ¿La Peni... qué?
José: ..."bética"...
Isabel: ¡Qué sugerente!

Borracha se recuesta cariñosamente sobre su hombro, él escandalizado se retira.

José: ¿Qué le sugiere?
Isabel: Algo primitivo, salvaje. ¡Me encanta su manera de describir! Me imagino que está sentado, mirando, en la cumbre de la Pe­ni... la Peni... ¡ayúdeme!
José: (Aparte) ¡Está borracha! (A ella)... La Penibética.
Isabel: Eso. Hábleme más. ¿Hay mucha gente en África?
José: La población está muy desigualmente repartida, pero encuentra usted, "aproximadamente" porque muchos salvajes se niegan al censo, con cuatro africanos y medio por kilóme­tro cuadra­do.
Isabel: ¡Qué espanto!
José: ¿Qué?
Isabel Toparse con ese "medio africano"...
José: Es sólo un término geográfico... aunque debido a las fieras, que aún quedan y ha ciertas tribus caníbales, puede ocurrir que se encuentre usted con un... un cuarto de africano. (Se celebra con una risita, ella no reacciona)
Isabel: (Cariñosa). ¡Qué entretenido es conversar con usted?
José: ¿José no es entretenido?
Isabel: El Monito es más bien fome... Oiga, qué valiente es usted... quiero decir, atreverse a vivir en África. Un conti­nente salvaje, lleno de desiertos, de selvas, con arañas, ti­gres, serpien­tes,... y pigmeos. Lo he visto en las pelícu­las. ¿Más whisky? (Al levantarse, se tambalea, le da mucha risa, se vuelve a sentar) Se me movió el piso...
José: (Aparte) ¡Mama mía!...
Isabel:Y ¿cómo es la gente?. ¿Son todos negros?
José: (Vacila, preocupado, luego recita su lección). Digamos que hay varios tonos de negro, según las tribus. Y hay muchas tribus... A ver: (Se concentra y enumera contando con los dedos). Están los Camitas, los semitas, los pigmeos, los gigantes, los zulús, los hotento­tes, los beriberi...
Isabel: El beriberi ¿no es una enfermedad?
José: Una enfermedad... y también una tribu, no me interrumpa porque pierdo el hilo. Los Tuareg, los Banti y en Madagas­car, los Hovas...
Isabel ¿Los Hovas? (Ríe)
José: Tenía un amigo Hova, son muy simpáticos. ¡No siga bebiendo, le va a hacer mal!
Isabel: No sea fome, se parece a José. ¡Lléveme a una boite a bailar!
José: ¿En esta facha?
Isabel: ¡Me encanta su uniforme! Se ve un amor.
José: No.
Isabel: ¿Por qué no?
José: Dejaríamos mal puesto a José. Si encontramos algún conocido, pensará que usted... le pone los cuernos con un africano.
Isabel: ¿Qué le importa José?. El anda con esa rubia, la de las curvas... (Se muere de risa) ¿No me va a llevar? (El niega con la cabeza). Oiga, se está portando como un vulgar marido, Y yo que lo creía un...
José:..¿Un qué?
Isabel: ¡Un hombre de verdad!
José: (Reacciona, la abraza) "Bantúa-úa"
Isabel: ¿Lengua africana?... ¿Qué quiere decir?
José: “Bantua ua": la luna está alta en el cielo y yo estoy conti­go, mujer blanca.
Isabel: ¿En serio?... ¡Lo estoy pasando fantástico!. ¡Salud! Lléveme a bailar, sea buenito...
José: Vaya, casi lo olvido. Les traje una grabación de música negra. Es el último grito en Tumbuctú.

Acciona la grabadora, Música con mucho ritmo de tambo­res.

Isabel: ¡Muéstreme cómo se baila!
José: (Tomado por sorpresa, vacila) Bueno... es estilo que llaman "creativo". Algo más o menos así...

Baila, y se va poniendo frenético con el ritmo. Isabel lo imita, va tras él y empieza a quitarse la ropa: se deja caer en el diván. El se detiene, escandalizado.

Isabel: ¡Qué calor!... Oiga, ¡béseme! (El, con recelo, lo hace). Huí ¡pica! ¡Nunca me había besado un hombre con barba!
José: ¿Y sin barba...?
Isabel: (Con grandes risas) Y sin barba... ¡qué cómico! Oiga, ahora dígame cómo se hace el amor a la africana...

Empieza a insinuarse con él. El se apresura a correr el biombo con el letrero


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