Dramaturgo / Marcelo Sánchez  

 

 


Filoctetes (La herida y el arco)

de Marcelo Sánchez

Vista 10

 

Filoctetes camina en una calle céntrica. Una gigantografía publicitaria cubre un edificio neoclásico. Es Victoria anunciando un producto para el pelo, en una playa de aguas azules y palmera de rigor. Filoctetes muy pequeño en relación a la enorme imagen.

Filoctetes: El mundo gira. Ya está dicho. Todo marcha viento en popa. Ojala éstas fueran las velas de mi nave y el viaje fuera hacia las costas de las islas de un mar azul. Todo te irá bien, Victoria. Estarás en Barcelona. Luego el cine, Londres, Sundance, Biarritz. Y no sé si recordarás lo que nos dijimos, y que cuando lo decíamos, por una vez, las palabras parecían tener ese significado, por primera vez mostraban en vez de ocultar, todo parecía nítido en tus ojos y los míos. Y entonces el significado de las palabras no escondía nada. Pero sí, y al final, tu rostro, frágil semblanza de la belleza que nos espera, cuando comprendamos, cuando veamos, cuando hagamos las verdaderas preguntas, es sólo el rostro de la publicidad de un fin de semana. El programa fue un éxito. Ignacio recuperó sus canjes con Zara, el muchacho seguirá pagando las cuotas de su auto, tú pasaste de joven tímida a portada de revista. Y el mundo gira. Regresaré a mi playa. Nada de que quejarse. Mis cheques son bien recibidos aunque mi olor despierta suspicacias y se requieren consultas al banco antes de darles curso. La herida, a veces, incluso parece sanar y el olor se vuelve tenue, persistente, pero más débil. Se podría creer que huelo como todo el mundo, se podría creer, pero no se cree, apesto y no sé cómo remediarlo. La fortuna quiso que la hediondez fuera mi mérito. Necesito un taxi que me lleve al aeropuerto. Nunca están cuando los necesitas.

Victoria, de traje largo y con sus zapatos de tacón en la mano, camina acompañada del productor.

Victoria: Te esperábamos en la fiesta. Todo el mundo estaba allí.
Filoctetes: Todo tu mundo estaba allí. Yo tengo una playa.
Productor: Brindamos a tu salud. Todos te reconocen como el artífice de este éxito. Se habló incluso de alargar la temporada y de una segunda parte. Te espero mañana en la oficina para que hablemos de honorarios.
Filoctetes: Te di tu éxito Ignacio. Ahora me voy. Contrata a algunos jóvenes, siembra algo de esperanza y verás cómo las cosas siguen bien. Puede incluso que mucho mejor. Pero no sé si tengas las agallas para hacerlo. Bah, no es mi problema.
Victoria: Pero será el mío. No puedes irte.
Filoctetes: Victoria, me hubiera tirado al mar de cabeza si me lo hubieras pedido, pero ahora no tenemos nada de qué hablar. Ya no resolveré nada. Ahora podemos dejar las máscaras. Adiós.
Victoria: Espera. ¿Nos volveremos a ver?
Productor: Te espero mañana, Filoctetes, no puedes irte, no tienes por qué arruinarlo esta vez.
Filoctetes: Yo esperé por el regreso de los héroes muchos años. Nada nos debemos. Ahora me toca vivir. Nada va a arruinarse. Quien sabe, puede que por una vez las palabras me lleven a una realidad sin palabras y desde allí descubrirlo todo nuevamente. Estoy vivo, puede que ocurra. Adiós.


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