Dramaturgo / Marcelo Sánchez  

 

 


Filoctetes (La herida y el arco)

de Marcelo Sánchez

Vista 5


Filoctetes, que ha estado observando el casting se dirige a la trastienda del set de televisión. Hay cables, focos, escenografías maltrechas. Filoctetes se apoltrona en un sillón y bebe de una petaca que saca de su chaqueta. Una chica joven lo observa desde la penumbra, pero él no la ve de inmediato.

Filoctetes: (con acritud) ¡Perras!. ¡Todas perras!. El mundo gira por un par de tetas y estará bien si ocurre así desde que el mundo es mundo; pero Dios mío, ya no se soporta, no hay paciencia suficiente o se condena uno por puro gusto, y no hay nada que decir: sólo bailar al son de sus rondas. ¡Todas íbamos a ser perras!. Y lo han logrado, tienen al mundo en sus manos, ya no se descubre nada, nada…
Victoria: (Susurrando) ¡Cuán fatigosas, rancias, vanas e inútiles me parecen las cosas de este mundo!. ¡Qué repugnancia me inspiran!. ¡Fragilidad, tu nombre es mujer!
Filoctetes: ¿Hay alguien ahí?. Déjame verte.
Victoria: Estoy aquí.
Filoctetes: ¿Eres de la producción?
Victoria: Vine al casting.
Filoctetes: No te vi allí adentro… ¿Qué esperas?. ¡Anda!. Es por ahí, tienes que darle tu nombre al productor.
Victoria: Me voy a casa.
Filoctetes: ¡Vete a un convento!
Victoria: Tal vez…
Filoctetes: ¿Qué haces aquí?
Victoria: Iba a entrar al casting, pero me detuve en la puerta del set, y al ver las parrillas de luces, las escenografías de cartón, los paseos nerviosos… todo eso, me sentí lejos, lejos. Me sentí como un extraterrestre que nada tiene que ver con esto. No sé si quiero hacer el casting.
Filoctetes: ¿Tienes miedo?
Victoria: Sí… ¿Es ridículo, no?
Filoctetes: Déjeme verte bien, pendeja.
Victoria: ¿No le enseñaron modales, señor?
Filoctetes: Cuando hueles como yo los modales no importan; vamos, enséñame un poco el trasero, date una vueltita.

Ella lo hace muy, muy lentamente.

Filoctetes: ¡Y tienes miedo!. Esto sí que es nuevo. Supongamos que tengo el poder de que entres en el negocio, dame una razón para hacerlo.
Victoria: No la hay, señor: soy torpe al caminar, no puedo leer sin lentes, soy morena, clase “media – media” y tímida; y por sobre todo tengo miedo, mucho miedo. No quiero hacerlo.
Filoctetes: Esa negativa empieza a encenderme los motores, muchacha, acércate.
Victoria: No es verdad lo que dicen.
Filoctetes: ¿Qué cosa?
Victoria: Que hueles apestosamente; hueles mal, eso no cabe duda, pero se puede soportar.
Filoctetes: ¿Realmente puedes soportarlo?
Victoria: No exagere, no es para tanto…
Filoctetes: Deja tus datos en la producción… ¿Cómo te llamas?
Victoria: Victoria.
Filoctetes: Huye ahora, pero deja tus datos. Te buscaría hasta cogerte por el cuello si no entregas tus datos, así que lo mejor es que dejes tus datos. Serás mi protagonista joven, ya lo verás. Enviaré por ti, Victoria, y llegaremos al corazón de millones de personas que adormecen su angustia en la televisión de las siete de la tarde. No digas nada, ahora vete, huye, déjame solo. Nadie se ha acercado a mí desde que tengo memoria de mi herida; mi olor y mis historias han sido mi única compañía.
Victoria: Como usted, diga, señor.
Filoctetes: No me llames así, puedes tratarme de otra manera, por favor. Como quieras, pero no me digas señor.
Victoria: Hasta luego… no me ha dicho su nombre.
Filoctetes: Filoctetes.
Victoria: Ya lo sabía. Hasta pronto, señor.

Ella se va.


Vista 1 | Vista 2 | Vista 3 | Vista 4 | Vista 6 | Vista 7 | Vista 8 | Vista 9 | Vista 10 | Vista 11 | Vista 12 | Vista 13 | Vista 14 | Versión de impresión

 

 


Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006