Dramaturgos / Juan Claudio Burgos  

 

 


El paraiso

de Juan Claudio Burgos

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Proyecto escritura de texto teatral
Consejo nacional del libro y la lectura santiago de chile, 2004.

Varias versiones del poeta
Una mujer: Mujer, florentina o pelirroja, según la situación
Un solo e imperturbable erudito calvo
Una mujer incomprensible

PRÓLOGO eludible, donde se habla de la apócrifa entrevista en el Barrio Huemul entre un Neruda joven y una mujer.

Neruda joven, llego a una casita en el barrio huemul, en 1920, muy limpio todo, muy pulimentado todo, muy desierto todo, como recién hecho, con un teatro, árboles y avenidas, hecho todo en la madrugada antes de mi visita, las calles, las casitas, los árboles recién plantados y de las casas, todas iguales, una que no conozco y adonde llego y golpeo la puerta sin saber lo que me voy a encontrar una vez dentro, espero fuera, sin poder explicarme por qué estoy aquí, por qué esta situación, mientras espero que me abran, leo letreros que dicen "prohibido fumar", "prohibido suicidarse", "no bote (tire) papeles", "no bote (tire) animales, gatos, ni perros", "no escupa ni vomite sobre la acera", silencio que estamos en un barrio clínico, shitt, vuelvo a leer otros letreros, mientras espero, "no bote (tire) perros, ni lapiceros, ni bolígrafos, ni mariposas, ni disquetes, ni ojos, ni lápices, ni gafas, ni lentes, ni lentillas, ni lunas, caracolas, perros, gatos y liendres, nada, ni mariposas de alas de cristal, ni cactus, ni caricaturas, nada", pero yo soy sólo un hombre que sólo debe llamar hasta que le abran y golpeo la puerta y golpeo y espero "aló, aló, aló, hola, ¿hay alguien allí dentro? ¿Puedo pasar?" una vocecita de muchacha de diecisiete años se escucha al entornarse la puerta acristalada dice:

"La señorita no está", luego una voz de mujer de cuarenta, agria, con sílabas y consonantes, ronca, déjalo entrar, chiquilla, déjalo, la puerta se abre por completo y aparece su porte, la chica se escabulle, como libélula, todo lo llena la figura de la mujerota de vestido talar, ronca de nuevo, "perdone, es que le dije a esta chica que no dejara entrar a nadie, estoy muy cansada, como ve, he hablado todo el día y estoy deshecha, hablar algún día me va a matar", la miro de nuevo y me parece cansada y se apiada de la urgencia, de la chaqueta raída, de la pedagogía, ronca por tercera vez, "pase", atravesamos un largo pasillo que termina en un amplio salón acristalado, afuera se lee un patio, donde reina una gran palmera, vigía de noche y día, "siéntese, siéntese", despierto, estamos en su despacho, una sala amplia, iluminada, con una gran mesa de trabajo, ella vuelve a su labor, pone direcciones a libros, la chica con piel tuberculosa, escribe remitentes en cartas sobre una mesa más pequeña blanca, a un costado del salón, casi al lado de la ventana, olisqueada y sombreada por la reina palmera, de la mesa, de "su mesa" de trabajo, ella levanta sus ojos de almendra verde y ronca de nuevo, "siéntese, hombre, siéntese", despierto por tercera vez, es más pequeña que en la puerta y está sola, casi al lado de la ventana, muy cerca de la chiquilla me siento, vuelve a roncar que me siente, que nos sentáramos, hay un silencio y hablamos de muchas cosas.

Un Neruda que es ausencia, una sábana blanca, una luz, sus objetos, un astrolabio, un par de gafas, una calva y barriga, restos de una comida sibarita, un volumen de Melville, un televisor encendido, una pipa, un trozo de calamita que gruñe con el ruido de la lluvia, un salón con vista al mar, sólo un montón de arena metido en una botella. Dos mujeres, una niña y erudito calvo, juegan a vestirse con objetos, relatos y textos del Neruda biográfico.

 

 

Cita:
Burgos, Juan Claudio, 1966-. El paraiso. Dramaturgia chilena contemporánea.



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