Dramaturgos / Coca Duarte Loveluck  

 

 


Hay que tomar para ahogar las penas

de Coca Duarte Loveluck

Hay que tomar para ahogar las penas
De Coca Duarte

 

Personajes:
Amanda:
 Hija de Don Mario, 33 años.
Domingo: Hijo de Don Mario, 29 años.
Felipe: Empelado de Don Mario, 31 años.

 

Escena única:

Un departamento con decoración moderna, son las 3 de la mañana. Amanda, Felipe y Domingo están sentados en la mesa que está cubierta de vasos, botellas y un cenicero. Cada uno tiene un vaso de whisky en la mano y bebe silenciosamente. Los tres están vestidos de negro, parecen ebrios y tienen la mirada perdida en el infinito. Domingo está fumando un cigarrillo, Amanda se lo quita y fuma.

 

Amanda: (Soplando el humo) ¡Viejo de mierda!. Se tenía que morir justo ahora, antes que llegara. ¡Salud por el viejo desgraciado!
Felipe: No me gustaría ponerlo de esa forma.
Amanda: Tú, claro, no puedes, porque no sientes lo mismo que nosotros.
Felipe: No me gustaría faltarle el respeto ahora que está muerto.
Amanda: Aprovecha ahora. ¿Cuándo pudiste hacerlo estando él vivo?. Seguro que nunca. A todos nos daba miedo, pero al menos hablábamos a sus espaldas. En cambio tú… Está bien, pongámoslo de otra forma. ¡Salud por el viejo!
Felipe: ¿Me disculpan un momento?
Amanda: Sí, claro. No te desaparezcas, ya abrimos otra botella.

Felipe sale.

Domingo: ¿Qué mierda te pasa?
Amanda: ¿Que qué me pasa? El viejo se murió, Domingo. ¿Qué más quieres que me pase?
Domingo: No sé, ¿qué es todo eso con Felipe? ¿Por qué tuviste que invitarlo? En primer lugar, siempre pensé que era un idiota, segundo creo que es un oportunista y tercero se las da de protector de la memoria del viejo. Me apesta.
Amanda: Curiosidad, supongo.
Domingo: ¿Quién se cree? ¡Es sólo un suche!
Amanda: Estuvo mucho más con él que nosotros, incluso al final.
Domingo: Para ver si el viejo le dejaba algo, seguro.
Amanda: ¿A quién tratas de engañar? Nunca te importó el viejo. Desde que estuvo enfermo no lo fuiste a ver más de dos veces.
Domingo: Bueno, ahora es diferente.
Amanda: ¡Claro! ¡La manoseada culpa!
Domingo: Mira, si quieres seguir jodiendo, te dejo aquí con el suche y me voy. A lo mejor ahí te pesca.
Amanda: ¿De qué estás hablando?

(Felipe vuelve)

Felipe: Lo siento, no me siento muy bien.
Amanda: ¿Quieres un vaso de agua?
Felipe: No, gracias, prefiero seguir con el whisky.
Amanda: Un valiente, así me gusta. (Domingo la mira) ¿Y tú?
Domingo: Bueno, uno más. Hay que tomar para ahogar las penas. (Amanda le sirve otro trago)
Felipe: Por don Mario. (Todos beben).
Amanda: ¿Qué piensas hacer ahora, Felipe?
Felipe: No lo sé. Me siento un poco perdido.
Amanda: Nosotros de lo más bien que vivimos sin él, no es tan difícil, hasta yo diría que es más fácil.
Felipe: ¿Por qué lo odiaban tanto?
Domingo: Odiarlo, tanto como odiarlo, no sé. Es complejo. Uno no se da cuenta como pasa. Yo no sabría explicarlo.
Amanda: Yo sí. No te hagas el tonto, Domingo, sabes perfectamente porque lo odiabas.
Domingo: Cállate.
Amanda: ¿Te da miedo admitirlo? Creo que es tu culpa, Felipe, perdona.
Domingo: No le hagas caso.
Amanda: Tú lo sabes, ¿no?. Por eso lo preguntabas, para sacarte la culpa de encima, para aparecer como un tipo preocupado por los hijos de su jefe. Yo sé porque lo odiaba, me hizo siempre sentirme indeseada, como una especie de molestia necesaria, algo de lo que tenía que hacerse cargo a pesar suyo. Antes me la pasaba tratando de complacerlo y no me daba cuenta de que no sacaba nada, de que me estaba haciendo mierda, en una pared sin sentimientos y por más que me golpeara la cabeza contra ella, no iba a conseguir nada. Por eso me da rabia, porque entendí todo hace poco. Quería gritárselo en la cara, sacármelo de adentro. ¿Te imaginas?, todo iba a ser como la más perfecta de las películas: en su lecho de muerte me pediría perdón y yo lloraría, y mi vida se solucionaría mágicamente. Pero el viejo maricón no me dejó ni eso, se tuvo que morir justo antes de que yo llegara, por más que me apuré y atravesé tres ciudades para verlo, lo único que me encontré fue su cáscara vacía. (Cierra los ojos, echa la cabeza hacia atrás).
Felipe: Puedes ser tan cruel a veces.
Amanda: Así se sobrevive.
Felipe: No todos.
Domingo: (Tomando un trago de su whisky) Perdona, Felipe. Pero, ¿qué te hace tan imperturbable? ¿Viniste a echarnos en cara que el viejo te quería más? ¿Y la encuentras cruel?
Felipe: (A Amanda) ¿Te hago un café?
Domingo: No creo que sea necesario.
Amanda: (Murmurando sin abrir los ojos) Déjenme al menos estar triste por lo que yo quiera.

(Durante un momento Felipe y Domingo se miran, en silencio. Domingo se toma al seco su trago. Sirve otro para sí mismo y para Felipe).

Domingo: El viejo solía decir que esta era la manera de los hombres para pasar las penas.
Felipe: Sí, alguna vez también me lo dijo.
Domingo: (Sorprendido, un poco celoso) ¿Te lo dijo? ¿Cuándo?
Felipe: Hace poco le llevé un trago escondido al hospital, era algo así como su último deseo. Dijo que quería hablar conmigo, que trajera un trago. Lo dudé, pero don Mario ya no tenía arreglo, un trago más, uno menos no le iba a cambiar la vida, si se le puede decir así.
Domingo: (Enojado) Eres un perfecto imbécil.
Felipe: ¿Por qué?, no te entiendo, Domingo. De verdad pensé que un traguito no le iba a hacer más daño, era sólo un poco, le eché agua, y no se dio ni cuenta…
Domingo: Un imbécil, que no entiende nada. ¿Cómo pudiste llegar tan lejos?
Felipe: Domingo, de verdad, no sé a lo que te refieres.
Domingo: ¡Eso lo debería haber hecho yo!. Me lo debería haber pedido a mí, no a ti, que no eres nadie. Que te ganaste su cariño con falsa obediencia. Yo debería haber estado ahí, en esa preciosa complicidad, riéndonos a las espaldas de las enfermeras, tomándome ese último trago con él… No tú, maldito vampiro, que lo único que te importaba era mantener tu trabajo hasta el final…para llevarte una buena recomendación, quizás… (Lo agarra del cuello) Te debería matar, suche de mierda. (Felipe trata de soltarse, Domingo lo zamarrea). Te debería matar por robarme ese momento y todos los que me robaste. ¡Maldito imbécil! (Lo golpea, Felipe se defiende, caen al suelo, Amanda abre los ojos).
Amanda: Domingo, tranquilízate. (Siguen peleando) Felipe, ¡para!. Basta, Domingo, ¡por favor!
Domingo: (Siguen peleando) No lo querías, al menos admítelo.
Amanda: Para, ¿ya?
Felipe: (Siguen peleando) Sí, lo quería como… a un padre.
Domingo: ¿Por qué no te buscaste uno propio? Este ya tenía dos hijos.
Amanda: Domingo, escúchame, el viejo no vale ni que te pelees por él. (Domingo suelta a Felipe, se sienta. Domingo se ve tenso, se arregla el pelo y la ropa). Tómate un trago, Domingo, cálmate.
Domingo: (Triste y perdido en su vaso) Pobre viejo… Tuvo que pasar sus últimas horas con un desconocido… Pobre viejo… Tú llegaste tarde y yo… tuve miedo de verlo… de que me reprochara si lloraba… que me dijera que era… débil. ¿Cómo lo hiciste?. Dime cuál fue la clave… ¿cómo lo conseguiste?
Amanda: Domingo, ven, ven, vamos, estás sangrando. (Llevándose a Domingo al baño) Ya está, ya fue, ya no hay nada que podamos hacer.
Domingo: Pobre viejo, para él no valíamos nada… Yo… lo decepcioné y tú lo abandonaste, te moriste de miedo y desapareciste.
Amanda: Vamos, Domingo, déjame llevarte a la cama.

Lo lleva fuera. Felipe mira su reloj, suspira y camina por la habitación. Se sirve un poco de whisky y bebe. Después de un rato, Amanda vuelve. El ambiente cambia, está cargado de sensualidad.

Amanda: Un desastre de familia, ¿no?
Felipe: Creo que lo entiendo, aunque sea un poco.
Amanda: (Irónica) ¡Qué tierno y comprensivo!
Felipe: No sabes cuanto puedo llegar a serlo.
Amanda: ¿Ah, sí?
Felipe: Sí.
Amanda: Ya que estamos en esta especie de terapia, dime algo. ¿Alguna vez él...?
Felipe: ¿Quién?
Amanda: Mi viejo, ¿alguna vez… ? Bah, parece que me puse tímida de repente. Mejor dame un trago.
Felipe: ¿No estará bueno? Ya llevamos varias horas tomando.
Amanda: Tú sabes que al viejo le gustaba que en sus fiestas estuviéramos todos curados.

Felipe le sirve a Amanda un trago.

Amanda: Brindemos ahora por otra cosa, ¿ya?. Que el pobre viejo descanse en paz.
Felipe: Por...
Amanda: Por nosotros, digo por Domingo, tú y yo. Creo que nos lo merecemos.

Felipe levanta su vaso y lo choca delicadamente contra el de ella. La mira directamente a los ojos. Parece divertido.

Felipe: ¿Qué querías saber?
Amanda: Hum... ¿Alguna vez el viejo tuvo algo que ver en que...? tú sabes, estábamos viéndonos a escondidas, tú y yo y de pronto, despareciste...
Felipe: (Nervioso) ¿De dónde sacaste eso?
Amanda: No sé, siempre tuve la impresión de que él te dominaba completamente, y como no pude encontrar ninguna explicación, seguro me inventé esa.
Felipe: En algo tienes razón, el viejo se enteró.
Amanda: Por supuesto, siempre se enteraba de todo... ¿Te dijo algo?
Felipe: ¿No, que íbamos a cambiar de tema? (Le acaricia la cabeza)
Amanda: (Nerviosa) No es ni de día y ya están cantando los pájaros.
Felipe: Pon algo de música.

Amanda va hacia la radio y pone un disco de Chet Baker, algo como “The trhrill is gone”. Música lenta y suave.

Felipe: ¿Bailamos?

Amanda nerviosa, asiente, se acerca a Felipe, empiezan a bailar abrazados. Amanda sonríe y Felipe también, aunque más oscuro. Domingo entra a la habitación y los ve bailar. De pronto Felipe besa a Amanda en la boca. Amanda cierra los ojos y le responde el beso. Luego los abre y ve a Domingo, automáticamente se separa de Felipe.

Amanda: Domingo, que... ¿qué haces aquí?
Domingo: La música, venía a pedir que la bajaran. (Va hacia el equipo y apaga la música). Creo, que ya he visto suficiente, Amanda, si quieren seguir con los jueguitos es mejor que se vayan de mi casa.
Amanda: No te pongas tan serio, ¿ya?. Estamos un poco curados.
Domingo: No, Amanda, quiero que salgas de mi casa ahora.
Amanda: Pero no tengo donde ir, no hay manera de me vaya a estas horas para...
Domingo: Te puedes ir a la casa de este. Me das asco, Amanda. Siempre supe que te gustaba este tipo, pero hoy lo siento como la peor de las traiciones. Y no te la voy a perdonar. Estoy cansado de toda la mierda que viene del viejo, de este tipo y de ti. Creo que me haría bien desligarme finalmente de ella.
Amanda: Está bien si lo pones así... vamos, Felipe. (Lo toma de la mano para salir, el no se mueve).
Felipe: No, hay algo que quiero decir y Domingo tiene que estar presente.
Domingo: No quiero escuchar más mierda, ¿no lo entiendes?. Todo lo que tenga que ver con ustedes deja de ser mi asunto ahora.
Amanda: ¿Qué pasa, Felipe?
Felipe: Quiero que Domingo, aquí presente, lo sepa todo.
Domingo: ¡Ya te dije que no quiero!
Amanda: Te refieres a...
Felipe: Nosotros, sí, tiene que ver.
Amanda: Esto viene de antes, Domingo, de mucho antes. No quiero que pienses que hice esto justo hoy para torturarte.
Domingo: Ya no me interesa, de ahora en adelante les concedo el placer de vivir sus propias vidas.
Felipe: Esto también tiene que ver contigo, Domingo.
Domingo: No lo creo.
Felipe: Yo sí, siéntate. (Lo empuja con violencia sobre la silla)
Amanda: Déjalo, no quiere saber nada.
Felipe: (Brusco) Tú también, siéntate. Sírvete un trago Amanda, y de paso, sírvele uno a Domingo.
Amanda: ¿Tú también quieres uno?
Felipe: ¿Por qué no?. Podemos hacer otro brindis.

Amanda sirve un trago para cada uno. Felipe levanta su vaso y brinda en silencio. Amanda hace lo mismo. Domingo toma sin brindar. Se miran a los ojos, como en un duelo.

Felipe: Todo empieza ahí. Tu hermanita y yo encontrándonos a escondidas, ya hace diez años de eso. Éramos diferentes, ¿no creen?. Ahora parece que hubiera pasado un siglo por nuestras confianzas. Éramos más blandos. (A Domingo) A ti te iba bien en la universidad, todavía. Amanda buscaba cualquier medio pueril de vengarse de su padre, yo tenía un trabajo por primera vez en mi vida. Y tu padre, mi jefe, me trataba bien. Hasta que se enteró. Por supuesto lo primero que hizo fue prohibirme verte, amenazándome con echarme de la empresa.
Amanda: Lo sabía.
Felipe: Para que veas, Amandita, todos éramos mejores en esa época. Yo le dije que me echara, que no me importaba, que te quería. Pero no parecía contento. Insistía en que no quería verme cerca de ti. Le preocupaba el sexo. Yo le deje entrever que tú ya no eras virgen hace tiempo, y casi le da un infarto. Quería convencerme a toda costa, pero yo le decía que me echara, que me daba lo mismo, que seguro que a ti no te importaba lo que él dijera, que te provocaría incluso placer que no estuviera de acuerdo. Nunca habíamos tenido una conversación como esa, siempre me preguntaba por mi vida personal, pero yo lo tomé como una amabilidad formal. Me di cuenta de que me quería y que lo hacía sufrir inmensamente tener que decirme todo esto, aunque yo no entendía por qué. Hasta que lo averigüé y tuve que alejarme de ti, hermanita.
Amanda: (Impresionada) ¿Qué dijiste?
Felipe: Somos hermanos. Domingo, Felipe y Amanda son hermanos.
Domingo: ¡Maldito mentiroso!
Felipe: Me hizo prometerles que nunca se los diría. Pero yo me prometí a mí mismo que, apenas el viejo muriera, se los diría. Como una pequeña retribución por todas las humillaciones que me hicieron pasar.
Amanda: No puede ser cierto. Felipe...
Felipe:Tengo pruebas. No espero que se acerquen a mí, ni mucho menos. Más bien les pediría que no lo hicieran, sobre todo tu Amanda. Quizás esto los ayude a entender, más que el resto, por qué mi nombre va estar mañana en su testamento. Ha sido un placer, gracias por el whisky.

Felipe sale por la puerta. Amanda y Domingo se miran. Domingo se levanta y camina a tropiezos hasta la pieza. Amanda corre al baño a vomitar.



Fin de la obra















Author Information:Duarte Loveluck, María Verónica, 1972-
Key Words:Dramas Chilenos. Dramas Chilenos. Siglo XX. Libretos. Obras en un acto.

 

 

Cita:
Duarte Loveluck, María Verónica. Hay que tomar para ahogar las penas. Dramaturgia chilena contemporánea.



Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006

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