Dramaturgos / Benito Escobar Vila  

 

 


Nobleza obliga

de Benito Escobar Vila

Personajes:
Rey
Virgen
Súbdito
Mago


Cualquier palacio, cualquier reino, cualquiera sala de reuniones, casi cualquier sitio. El apogeo de alguna fiesta, de ninguna. La muchedumbre es sutil. La nobleza obliga.

Uno
Rey: He matado. En la ciudadela la gente ya no me nombra. Se olvidan de mí. He matado. A muerte lo he hecho...Maté. Mas deberé ser específico y decir la maté. Puse mis manos en su cuerpo. El cuerpo de ella. Cómo olvidarlo. Puse mis manos ahí y terminé con la virgen.
Virgen: Soy la convocada a última hora. La reemplazante. Aquí estoy para ustedes. Pidan lo que mi cuerpo pueda hacer.
Súbdito: Yo soy Nadie. Soy como un viejo chiste pero ya no causo gracia. Nadie me mira y eso es mirarse a uno mismo. No digo lo que debiera decir. No lo digo. Lo callo. Yo conozco al rey, conozco a la realeza. Lo sé. Sus rutinas, sus comidas, los relojes despertadores que no funcionan, los almuerzos desechos, la carcomida máscara de su alegría real. Les he tenido que limpiar las heces. He sacado los cuerpos. Siempre yo. De madrugada sacando los cuerpos. Esta era una gran familia. Quedan pocos. Me mandan porque soy nadie. Me dicen hazlo. Saca la mugre de aquel lugar. Con esas palabras, creánmelo. ¿Qué si lo disfruto? La mierda real no se disfruta, sólo se saca del sitio aquel. Y claro que había una virgen en ese sitio, en este sitio. Claro que la conocí. Vean cómo entra a palacio, vean cómo se desnuda, se saca la ropa la virgen, se queda así ante nosotros, algo le trae al rey. Es bella, imposible de mirar.
Virgen: Mi cuerpo, eso te traigo. ¿Sabes que yo no tenía nombre? ¿Lo sabes, no? No había forma de llamarme. ¿De verdad no recuerdas cómo me llamo? ¿O tu memoria también es tu vasallo? Gracias a su majestad ahora soy la virgen, la no desvirgada, la impoluta, la sin mancha, la blanca, la que te moja los labios así, la que puedes besar. Bésame, rey. Béseme. Dame la boca tuya y que ocurra lo inevitable.
Rey: ¿Por qué no te vas y dejas tranquilo al rey? No. Eso no. Quédate y ayúdame a entender. La turba está afuera instalada. Todo el día. Acampan cerca del muro.

Dos
Rey: Tú, limpia el baño. Saca mis heces. Todo apesta; el baño, la corona, mi sexo. Todo apesta. ¿Es la hora de eso? ¿De que todo apeste? ¿Y tú tienes acaso un pecho desnudo, una curva susurrante de tu cuerpo, un muslo insidioso que precipite la labor del pincel? Ven. Ven a decirme eso que susurras. Ven. Te traje hasta aquí, no lo olvides.
Virgen: Yo, majestad. Voy cuando usted lo pide. Aquí no hay mugre. Aquí está el cuerpo sin explorar. La dicha sin mácula. Todo limpio, fresco. Soy una devota en ciernes. Huelo como debo, sin torrentes de fetidez en desgracia. Sin pena, que es como deben oler los desdichados. Atravesé la muchedumbre sin siquiera rozarlos. Mi cuerpo no fue tocado allí si eso lo inquieta. Huela, su alteza, ponga sus reales narices en mi ofrecido cuerpo. Invente su olfato en mí.
Rey: Shit. Huelo tu cuerpo.
Virgen: Más cerca.
Rey: Se podría saber tu historia de esta forma.
Virgen: Más cerca aún, su alteza. Que el olor se arrebata a esa distancia.
Rey: Es como el sabor del óleo, resecándose. Atrasado.
Virgen: Huela, por Dios. ¿No sabe hacerlo?
Rey: ¡Qué si no sé! Yo inventé el olor. Todo el olor. Dame tu muslo.
Virgen: Me lastima, su alteza.
Rey: Otras pagarían por ser lastimadas por el rey.
Virgen: Otras ya han pagado.
Rey: Basta. Basta y escucha lo que de mis narices sale. Lo que de tu cuerpo a mis narices viaja. Te huelo, vestal. Pasaste por la turba, atravesaste las líneas fortificadas, dijiste que venías a verme, entraste a palacio y pusiste tu muslo en mi nariz. No puedo pensar con semejante yerro en el aire. Quiero ser el rey que no fui. Olvidarme de todo. ¡Tapen las ventanas! Tú, ayuda al sirviente. Él ya no puede solo. Eso. Las de allá también. Que no se distinga nada de afuera, ni un rayo del maldito sol.

Tres
Súbdito: “Ni un rayo del maldito sol”... qué se cree.
Virgen: No tapemos todo. Tiene que haber algo de luz. Quiero que me vea. Quiero que se excite conmigo. Ayúdame con esto.
Súbdito: ¿Cómo es tu cuerpo?
Virgen: ¿Por qué preguntas?
Súbdito: ¿Eres tan virgen como dices?
Virgen: Eso sólo lo sabrá el rey.
Súbdito: ¿Y yo no podría saberlo antes?
Virgen: Eres osado. Osado y torpe. ¿Tú crees que vine a palacio a entregarme a la plebe?
Súbdito:
 Fue una idea.
Virgen: Trágate tu idea. El rey me ha nombrado virgen y a eso he venido.
Súbdito: Y a mí me nombran súbdito a cada rato. Y hago lo mío. Por aquí saco la mugre. Por esta ventana. Y supieras lo que cuesta. Sobre todo, sacar la sangre que queda adherida a esos bordes. Debo pedir un paño a las bodegas. Cuesta. Ni te imaginas. Tengo que restregar con fuerza, así, con mucha fuerza, ¿ves? La sangre joven no se borra con facilidad.  La sangre de las virgen es una mancha permanente en palacio. Y, claro, si no salen esas manchas es a mí a quien golpean. Es el castigo a mi impericia. Tengo yo entonces la culpa de la sangre en las ventanas. Pero no importa. Soy un bruto que persiste en botar la mugre por el mismo sitio.  Allá abajo deben estar las sobras de todo. Asómate. Puede que veas un cuerpo.
Virgen: Y tú puede que no veas este cuerpo.
Súbdito: ¿Te vas?
Virgen: No, le llevo mi cuerpo al rey.

Cuatro
Rey: Deberé poseerte. No me mires de esa forma. Es lo que se hace en estos casos. Será entonces mi orden hacia mí mismo el explorarte. Seré mi propio vasallo. Me humillaré ante mí. Me ordeno poseerte. Me ordeno cambiar tu condición. Me ordeno yacer contigo. Me ordeno aquella humedad, toda, inmensa. Que se vacíe el reino. Me ordeno la calentura cual plebeyo.Que se vayan todos.
Virgen: Yo no por cierto. Aquí estoy. Tengo un trabajo que hacer. Tú me has bautizado virgen. Me has hablado así. ¿Mi sexo es mudo ahora? ¿Lo debe ser? Una oquedad, o tal vez una planicie, o qué. Míralo. Nada entrando en mí, salvo tus palabras de deseo. A eso he venido desde lejos. No nos andemos con cosas. Se sabe de ti. Se habla de ti. La turba maledicente lo proclamaba y eso más me excita.
Rey: ¿Qué? ¿Qué se sabe? ¿Desde lejos? ¿Por qué venir siempre desde lejos para estas cosas? ¿Por qué no vienen y sólo lo hacen? Ya no creo esas historias. Ven. Se hablará siempre de mí, aunque no haga nada. Aunque me esté quieto en mi cama. Aunque no camine por la comarca. Siempre se dirá algo. No soportan su vida sin hablar de la mía. Acércate. Aquí en mi boca hay una orden. Vas a ser mi virgen. La virgen que no he podido poseer.
Súbdito: ¡Ahhh! Se me caen las cosas. Soy un torpe. Perdonadme. Apenas sé limpiar el palacio. Apenas sé guardar un secreto. Perdonadme. Los miro hablar y me distraigo...
Rey: ¡Cállate! Déjala que que me mire. Vas a ser mi virgen. Vas a entregarte. Y habrá boda, una noche como hoy habrá boda. Pasarán los bufones, los magos. Se harán los trucos en el palacio. Mírame, te digo. ¡Te he nombrado virgen, te he capturado! Ahora te tomo por reina pero antes te poseo. ¿Quieres ser mi virgen? No respondas. Fingo un diálogo contigo, fingo tus respuestas, tus sonrisas. No me respondas porque aquí sólo se escucha mi orden. Te quiero inmaculada y así lo he impuesto. Te traje hasta acá. No recuerdo de dónde, pero has llegado. No sé que batallón, qué escuadra, qué ejército te trajo, pero estás. He pagado por magia y magia es lo que habrá. Para la boda. Para que coman esas gentes. Para que se llenen la boca con la belleza de la novia y las escaramuzas de los bufones. No debiste venir, torpe. Te ordené que lo hicieras, pero no debiste. Allá tú. ¡¡Te ordené que vinieras y te moriste de miedo!!
Virgen: Pero he venido. Eso es lo que importa. Yo sé lo que haces. Sé lo que hiciste, mi rey. No hay que engañar a esta estúpida sierva. Sé lo que hiciste.

Cinco
Rey: Sí, puse mis manos en ella. ¿Y qué con eso? ¿Por qué no lo olvidan? ¿Por qué? Yo trato de hacerlo. ¿Por qué esa maldita turba no lo olvida?
Súbdito: ¿Cuántos años tendría? ¿De qué color sus ojos? ¿Y su pelo, el color de su pelo, el largo de su pelo? ¿Y cómo los vestidos, los pequeños vestidos? ¿Y la risa? ¿Consigo recordar su risa? ¿Alguien consigue recordarla?
Virgen: Su Alteza, todos tratamos. El pueblo lo intenta. Compone canciones con su nombre para olvidarla. La susurra en sueños para olvidarla. Le hacen altares. Para ella construyen altares en la calle. Lleno está el pueblo con su imagen. Les duele verla. Por que saben de su cuerpo junto a ti. Saben del crimen. Saben de la sangre que cubrió su cuerpo. Saben de los gritos espantados que serán como los gritos que yo hoy día daré. Y saben de mí. Saben que fingo esta amnesia para que no me duela el alma. Quiero ser tu virgen y darte lo que no tienes. Quiero que la olvides conmigo. Que se vaya de tus sueños.
Rey: No se irá. Ese apetito no se irá. Es insaciable y eterno. Ese día se sentenció mi castigo al no poder poseerla. Apenas alcanzó mi arrebato para darle muerte. Quise ese pecado y no lo obtuve. La posesión del reino, todo, todo cuanto aquí existe es mío. Todo, todo lo que tuve y seguiré teniendo es mío, pero ella no. Ella ya no lo fue. A mi virgen no. A mi hija virgen no la tuve. A mi pequeña hija virgen no la pude poseer.
Virgen: Por eso me traes. Por eso es que vengo hasta acá. Soy la replica, la cita. Soy la más parecida de las vírgenes. Y quiero que hagas lo que no hiciste. Me puedes llamar hija y obedeceré. Que hagas lo que no hiciste, eso pido.
Rey: Ya estoy temblando, ya sufro. Soy el hazmerreír del reino. ¿Qué gran cosa he hecho? Nada. Ni pecar siquiera. Y ahora te tengo ante mí, porque yo lo ordené. Porque necesito completar lo inacabado y sin embargo tiemblo. Te he ordenado virgen. No princesa ni dama. Te he ordenado virgen. El cuerpo de mi hija se atraviesa en mi mirada y borra tu cuerpo. Sé que eres tú y sé que dudo de lo que digo. Por eso quiero el engaño, el fuego, la fantasía. El rey pide la magia de los cuerpos. La necesita. El rey saluda a los magos, los saltimbanquis, los malabaristas. El rey cree que vienen por él. A saludarlo a su boda. A anunciarle el olvido. A cambiar tu cuerpo de virgen postiza y pagada, por el cuerpo de la otra, de la que no sucumbió ante mí. ¡Lanzen los fuegos, saquen los conejos, repartan las espadas! ¡Que se borre mi torpe incesto! Mi frustado cogimiento filial. ¿Quién sacia al rey ahora? ¿Quién calma el hambre torcida del mandatario? ¿Quién sacude mi angustia pecadora? Tengo derecho al incesto. ¡Sí, tengo ese derecho! Y nada más. Ya mora en tierra la hija que pudo darme ese beneficio. Ya me priva de todo. Ese es mi castigo. Mi eterno castigo. Nunca, nunca... poder tener ese cuerpo. Es la perpetuidad del deseo frustado.
Virgen: ¿Y qué hay de mí? ¿Me robas para esto? ¿Para llorar ante tus súbditos? Quisiste que fuese la virgen de tus deseos y ahora cae sobre ti el recuerdo que te paraliza. Cobarde me atrevo a llamarte. ¿Qué hago con mi belleza convertida en cadáver? ¿Por qué te rindes? Tuviste al gran pecado ante ti y fallaste y ahora flaqueas ante uno pequeño, uno pequeño que te recuerda al otro. No mereces llamarte rey. Hablas como un súbdito. ¿Dónde está tu arrogancia? Soy ante ti la virgen que no tuviste. Soy el deseo que enterraste al enterrar a tu hija y me ves y no haces nada. Yo la virgen nominada, la blanca por decreto, la inmaculada por tu firma exije la violación. No soporto la cobardía real. Bebe todo cuanto haya. Traigánle al rey las botellas que se abren en mi nombre. Y que se emborrache y que se olvide y que se acuerde. Que se acuerde de mí. Este es mi sexo. Es igual al de otros. ¡Es igual al de tu hija, maldito rey!
Rey: ¡No! El de mi hija está muerto. Como el mío. Y como el tuyo si sigues hablando. ¡No! Veo mugre por todos lados. Veo cuerpos. Cuerpos inocentes. Bárranlos. Que venga el súbdito a sacar los cuerpos de palacio. ¿Dónde está el súbdito que no obedece? Que barra los cuerpos. Todavía hay manchas de sangre. Y de esas manchas sale un cuerpo, el cuerpo de la hija. Borren las manchas y así saldrá el cuerpo.
Virgen: ¡No! La mancha la borras tú. La borras con esto.
Rey: No me toques.
Virgen: Sé hacerlo.
Rey: Saca tu mano de ahí.
Virgen: ¿Te gustaría que mi mano fuese más pequeña? ¿Qué fuese una mano de niña? ¿Más parecida a la tuya? ¿Te gustaría que por mi mano corriese tu sangre? Dime. ¿Así? ¿Una mano pequeña y que te obedece?
Súbdito: El recuerdo de la heredad de palacio. ¿Cómo hablaba? ¿Cómo era su voz? ¿Cúantos años tendría, de qué color sus ojos?
Virgen: Puedo hablar distinto. Puedo cambiar mi voz si así lo quieres. Puedo decirle a mi mano que te toque de otra forma. Que me cubra de inocencia. Eso puedo hacer. ¿Te das cuenta del cambio? ¿Lo notas? Dime que soy otra. Dime que ya no soy la virgen contratada. Dímelo. Ahora crees que mi mano es más pequeña. Crees que mi mano no es mi mano. Mírala bien. Soy tu hija. Soy la mano de tu hija.
Rey: ¡No me toques! Nada se puede hacer. Sólo engañarme. Soy yo el que debo actuar. Yo.
Virgen: ¿Dónde vas? No soportas mis palabras y pretendías soportar mi cuerpo.

Seis

El Mago sube y baja por una cuerda que cae del techo. El Súbdito lo contempla.

Mago: Déjame pasar. Pido permiso y hablo bastardeces. No las digas tú. Yo soy el encargado. Es el tiempo, el que cae incólume por nosotros y eso a nadie le importa.  Lo de siempre.  ¿Me das una mano? Necesito practicar. Decirle al rey que soy el trapecista, el malabarista, el sujeto que cae desde los trapecios, el de los trucos; decirle que hago todo lo imaginable, el guiño, la ruta, el esperpento. Déjame pasar. Necesito estar en estas fiestas, hablarle al rey, mostrarle la rutina. Eso.  Debo mostrarle la rutina al rey. Él no la conoce. A ver si se acuerda de mí.
Súbdito: ¿Vas a hacer lo de siempre? Yo puedo hablar, presentarte. Aunque sé que nadie me escuchará. Nunca me escuchan. Menos ahora que dudan de la fiesta.
Mago: Yo no dudo.
Súbdito: Los pobres... dudan y sufren como ricos. Sufren, ¿sabes? Ellos sufren por sus pecados, ¿puedes creerlo? Es la balanza de la culpa que tiene un lado vacío. ¿Qué vas a hacer hoy día, cuéntame? ¿Algún salto, una mueca fortuita? ¿Qué cosa? ¿O vas a hacer lo habitual, dilo? ¿Puedes, debes? ¿Quieres que arrebate tu cuerda, que la mueva irresponsable como soy? ¿Te basta? Yo sirvo a los trucos. Hago lo que sea.
Mago: Hoy haré lo que sea. Se me paga para eso. No niego la generosidad del rey. Ayuda en la mantención de este artista. Y yo pago con lo mío. Con el asombro. El asombro de... ¿quién es la dama? Esa muy...
Súbdito: Calla tu lengua. O escóndela con tus magias. Ella es la nueva virgen de palacio.
Mago: Y yo que pensaba que los trucos los hacía yo.
Súbdito: Calla que las muertes torpes se hacen solas. Y más fáciles ocurren cuando hay lenguas que no trepidan.
Mago: Es bella. Muy bella. Se parece a...
Súbdito: A nada. A nadie. De ti debería sacar la mugre. Limpiarte esas palabras. Dejarte en silencio un rato. Cierra los ojos y practica tus trucos. No profanes lo ya profanado.
Mago:  ¿De qué hablas? ¿Profanación? ¿La turba acaso ruge por eso? ¿O es otro el dolor de la corona? ¿Es otro, de ahí que dudan de la fiesta? Tal vez añoran los números de este saltimbanqui. Los gestos del hombre en la soga. Del hombre que alucinó a las cortes, del hombre que hizo reír a la princesa, del hombre que agazapado contempló el crimen... ah, qué digo. Este traje clownesco me abruma.
Súbdito: ¿Hasta cuándo trepas, imbécil? Porque vas subiendo alto en esa cuerda que es tu lengua. Te arriesgas en el truco. Mejor es el silencio.
Mago: No hay riesgo. Y no hay caída posible. Sólo deseo actuar. La verdad en escena. Mirar al rey después de tanto tiempo. Siempre he gozado lo indecible con mi rutina. ¿Está listo el rey para el evento? Veo rostros descompuestos esta noche. ¿No ha corrido acaso el vino como debiera? ¿O el rey no se alegra con los esponsales?
Súbdito: No se alegra con nada. Ni con la humillante limpieza del salón. Todo brilla y parece darle lo mismo. No se merece mis pulcros servicios. No se merece caminar por las alfombras lavadas con mis manos. No merece acercarse a esa mujer. No merece este palacio pues aquí hay sangre.
Mago: Dónde no. Los palacios siempre tienen sangre. Es el mejor líquido para espantar y asombrar a la plebe. Escúchalos afuera. Allá están los animales que huelen la sangre. Vociferan la nada que los corroe. Y cuando pueden, cuando me ven, cuando se les abren las compuertas, aplauden. ¿Lo creerías? Juntan sus manos, las agitan y aplauden.
Súbdito: No he tenido mujer en años. Ninguna.
Mago: Hago mis torpezas y aplauden. Corto a la mujer, la faeno. Más aplausos.
Súbdito: No recuerdo si tienen algo entre las piernas.
Mago: Tomo a la mujer y la faeno, lentamente...
Súbdito: ¡No lo recuerdo!
Mago: ¿De qué hablas?
Súbdito: No he tenido mujer en años y a él se le ofrecen. Las convoca a su lecho. Y yo no rozo siquiera el muslo de esas vírgenes. ¿Cómo es el cuerpo de la mujeres? Tú lo sabes. Tus trucos se conocen en toda la región. Engañas con destreza. Podrías engañarme a mí, decirme que he tenido un cuerpo de mujer. Hipnotizarme, añadirme un recuerdo falso. Mentirle a mi sexo. Eres un mago. Tú tienes a las mujeres en tus trucos y las desnudas. Las pones en esas cajas y las cortas. La ilusión del corte es para mí la ilusión de mi sexo. Conozco el truco. Sé que esas espadas no penetran.  Sé que no dañan el cuerpo de las ninfas. Como mi espada. Mi espada añora un cuerpo. ¿Por qué no ayudas a este siervo, a este súbdito hambriento? Envidio tus manos que han tocado gloriosas damas. Las envidio. ¿Cuántas de ellas han subido a la mesa de tu falso ritual sangriento?
Mago:
  Muchas. Hasta la princesa que hoy todos recuerdan se dispuso a mis trucos.
Súbdito: ¿Ella, la hermosa víctima de la ira palaciega? ¿La hija del rey?
Mago:  Ella misma.
Súbdito: Incluso las bellas vírgenes acuden a tu magia.
Mago:  Acuden vírgenes, pero dejan de serlo.
Súbdito: ¿De qué hablas?
Mago: Hay espadas que son reales. Espadas gozosas que introduzco. No hay tal princesa virgen para venerar en este castillo. Ella murió con mi siembra en su cuerpo. Fue el mejor truco de la noche. Poseerla ante todos, ante la cara de su padre el rey. Ante los aplausos de la corte y sin que ellos lo notaran. Yo escondido en las cajas junto a la princesa. Desvirgándola.
Súbdito: ¡Maldito! ¡Cerdo! Cerdo... cerdo envidiable que tomaste lo que yo esperaba. Que te aventuraste. Muero de envidia por tu magia.
Mago:  Me procuro mi paga, nada más. Aprovecho la abulia aristócrata.
Súbdito: ¿Y dónde está mi paga, entonces?
Mago:  Tal vez no debas limpiar.
Súbdito: ¿A qué te refieres?
Mago:  A lo otro.
Súbdito: ¿Qué?
Mago: Sigue mi acto esta noche y verás cómo la magia también está en las palabras. Romperé el duelo del rey con otro duelo. La muerte de su orgullo. Él sabrá de mi truco carnal. Se lo diré en su cará.

Siete

El rey mueve sus cuadros de un lugar a otro. La virgen arruga sus vestidos.

Virgen: ¡Yo me ofrecí, ¿lo escuchas? Yo me ofrecí a ser tu virgen, yo lo pedí, lo demandé. Qué importa. Supe de tu crimen y por eso es que he venido. ¡No quiero al rey poseyéndome, quiero al asesino! Necesito que tu crimen entre en mí. El arrebato homicida me perturba y me excita. Me hizo hablar. Me hizo preguntar por tu crimen, meterme entre el gentío de afuera y saber detalles del hecho. Yo escuchaba las narraciones, las fábulas tejidas y me alteraba. ¿Te das cuenta? Lo que a otros indignó a mí me hizo desearte. Y así entré a palacio. Como la virgen. Pero la virgen caminó húmeda por estos pasillos pensando en ti. Deseándote. Lo digo ahora: Te mato si no me tomas.
Rey: Ya acabé con una virgen. No habrá otro crimen desperdiciado. No habrá más motivo para tu anhelo. Sólo mírate. Nunca pregunté tu nombre. Mírate. Tu cara... tu rostro asemeja el rostro que borré. Son rasgos que se repiten en esta sala. Se me confunden. ¿Conociste a la princesa? ¿Supiste de su fama? ¿Alguien te habló entonces de su belleza, su inocente belleza?
Virgen: La fama de la princesa es estar muerta. Ese fue su triunfo y la envidio. Ser muerta por ti. Y esa también ha sido tu fama. La fama del rey homicida, el rey del cual imploro por su cuerpo.
Rey: No quiero saber más. ¿Dónde están los siervos, los súbditos, los payasos que han sido pagados? ¿Por qué no entrar de una vez? A la fiesta final. Al perdón final.
Virgen: ¿Cómo se desnudaba la bella? ¿Cómo le enseñaste a hacerlo?
Rey: ¡Que la saquen! ¡Que saquen a esta mujer!
Virgen: ¿Con qué mano? ¡¿Con cuál mano la mataste y la desnudaste?! Oh, Dios. Tu cuerpo y el de ella. Qué belleza. Que magníficos y pecadores cuerpos. Yo quiero estar en ellos. Recórreme con tus manos asesinas.

Ocho

Los datos del Súbdito.

Súbdito: Las fotos de la dama en cuestión. Los documentos. El germen del convulsivo derroche estético. La belleza, oh, Dios. La princesa antes de que el rey... La princesa antes de que los hechos... La princesa a punto de ser llevada a las fiestas de esa noche. La fiesta como la de hoy. Estas conmemoraciones que se repiten. La pequeña princesa celebrada por su padre, deseada por su padre, festejada por su padre. Y entonces que comparezcan los magos, los trucos, los músicos de la noche aquella. Y vienen y festejan. Hacen un ruido inmenso. El fuego saliendo por la boca del bufón calla el fuego de la muerte. Lo apacigua. El fuego y las espadas de los trucos circenses ocultan la afrenta de palacio.

Nueve


El Rey y la Virgen se aproximan.

Virgen: El dolor. El dolor es la culpa. La misma que sentiré hoy si al final de la jornada sigo siendo la virgen de palacio y no la entregada, la lujuriosa amante del rey. La culpa estará en mí si no me tomas. Yo me acuso ante ti, rey. Me acuso de no provocar tu deseo. Condéname.
Rey: No eres la virgen y yo parezco no ser un rey. ¿Qué es lo que deseas sino a ti misma? No soy un asesino glorioso, entiéndelo. Soy el frustado rey que quiso el incesto. Y luego se nubló al ver en tu cuerpo otro cuerpo. El cuerpo de mi pecado ausente. No haré tu voluntad. ¿Lo entiendes? Ni siquiera haré la mía. No ha servido mi simulacro incestuoso. Se ha arruinado. Y el ruido que persiste. El categórico ruido de la plebe. ¿Dónde está el súbdito? Que siga limpiando.
Súbdito: No he parado nunca, su alteza.
Virgen: Miente. Paró para mirarme. Para deleitarse contemplando mi cuerpo.
Rey: ¿Es cierto eso?
Súbdito: Yo, yo...
Virgen: No has hecho del todo bien tu trabajo, ¿no es cierto? No has limpiado toda la sangre. No me has limpiado a mí.
Rey: Detente, virgen.
Virgen: No me ha limpiado. Estoy sucia. Déjalo.
Rey: Eres asquerosa.
Súbdito: Eso se arregla. Yo soy el que limpio. ¿Yo podría, mi rey...?
Rey: Silencio. ¿Qué haces? ¿Qué crimen intentas provocar, mujer? ¿Tu muerte, la muerte del súbdito o mi sexo humillado? Sal de aquí, siervo. Acabemos el día con lo previsto. Dile al mago que venga. Que se presente.
Virgen: ¿Y te llaman rey? ¿Qué haces para llamarte así? Sólo te arrepientes y eso no basta...Ven, olvida mi torpeza. Aún estoy tibia.
Rey: Ella tenía catorce años. Y catorce años también tuvo mi espera. Nació para mí. Y por mí murió. Por mi atolondrado deseo. En su cumpleaños hice el intento y el crimen. En una fiesta como la de hoy. Casi lo veo. ¡Luces!
Virgen: Tengo catorce años. Mírame. Estoy desnuda. Puedes tocarme. Estás caminando hacia mí, ¿lo sabes? Te me acercas porque dudas. Dudas de esta materia. Dudas de la realidad de mi cuerpo que también es otro cuerpo desnudo posando para ti. Como tu hija. Pero no soy tu hija, soy algo más. Soy la fantasía de tu barbarie. La conclusión del sueño. El rito que se acaba en mi humedad. Soy lo que tu hija no te dio.

Diez

Se siente a la turba cercana. Y hay golpes en palacio.

Virgen: Te ofrezco esta carne para tu crimen.
Rey: No digas eso. Ya hubo un crimen. El mío. El crimen de no haberlo cometido. ¡Eso duele!
Virgen:
 Mi cuerpo también empieza a doler. Mi cuerpo grita.
Rey: Sé lo que es un grito. Sé lo que es un frágil grito llamando por auxilio.
Virgen: Este grito pide daño.
Rey: ¡Arrodíllate! Que te arrodilles...
Virgen: Lo que tú quieras.
Rey: Que te calles.
Virgen: Amo el silencio y me entrego.
Rey: No aguanto la miseria de mi cobardía. Pago por la diversión. Pago esta fiesta que aún no empieza. Pago por la quietud de las almas. Todo lo compro. La música aún en silencio. Los payasos muertos en la espera. Los domadores amaestrados. Pago por todo, incluso por mí. Pago por que me escuchen, por que me vean. Le pago a la turba. Pago por su odio. No quiero estar sólo con mi culpa. Todo lo compro. Que entre el carnaval contratado, el jolgorio de arriendo. Pasen. Hacedme reír. Pronto, por Dios.

Once

El Súbdito está atento. La virgen casi desnuda.

Súbdito: El rey desea algo. El rey ordena. ¿Lo quiere todo?
Virgen: A mí no al parecer. Quiere sus juguetes. Quiere que lo aturdan los bufones y los magos.
Súbdito: ¿Y tú qué quieres?
Virgen: Tú sabes lo que quiero. Me dieron ese nombre: virgen. Y ese nombre es mi ruina. Ese nombre exige obsolescencia.
Súbdito: Yo limpio, ¿lo recuerdas? Soy escoria. Una escoria ausente. Temo al placer que dibujas. Temo el goce. Quizá para mí no esté escrito. No lo merezca.
Virgen: ¿Qué dices? Yo soy la escoria mayor, la impoluta. Yo soy el asco del recinto. Odio mi pureza. Odio no ser como todos, no culparme de algo como todos, no pecar como todos. Condenarme a ser virgen es sentenciarme a muerte.
Súbdito: Pero el rey debiera...
Virgen: El rey debiera. El rey debió hacer lo que tuvo que hacer y no lo hizo. ¿Y tú, no querrías gobernar este imperio, el reino de mi cuerpo? Soy la virgen para tu miseria. Podrías probarme. ¿Tú, por ventura, no has matado a nadie?
Súbdito: Sí, por Dios. A mí me he matado. Maté a mi cuerpo. Lo privé por años del goce y de la carne. Está muerto. El hombre muerto es el que no prueba mujer. Ese soy yo. No estoy vivo. No sirvo a placer alguno. No te sirvo, virgen.
Virgen: No pienses como súbdito. Piensa como un rey. Goza de mí y del espectáculo. Atiende a la fiesta.

Doce

El ingreso del Mago a salón. Todos contemplan.

Mago: Yo me cuelo por entre todo. Hago el truco. Los trucos. Siempre está la magia torcida de palacio. ¿No me reconoces, virgen? Yo soy el mago, el expulsado. Yo hice trucos contigo.Te convertí, ¿recuerdas? ¿No es acaso una gran magia trocar en virtud el pecado, hacer de la ramera una virgen? Ese fue un gran truco. ¿Qué tal tu virtud, te ha servido?
Virgen: Funciona, ¿la quieres probar?
Mago: La virtud no llegó a tu lengua al parecer. Fue un trabajo barato. Perdón, señores. No hago milagros.
Virgen: Claro que haces milagros. Estas vivo todavía haciendo tu truco.
Súbdito: Cállate. Deja que haga su número. Que convierta a la gente. ¿Tienes tu virtud, no? Lo que querías. Déjalo que siga con su magia. Tal vez a mí también me convierta. Tal vez me permute por otro. Y así te sacie.
Mago: Bueno. ¿Dónde está el rey que no viene a ver este espectáculo? Quiero a la alta corte en primera fila.
Rey: El rey se está emborrachando. Está bebiendo como un bruto. Está esperando que partas de una vez. Está cansado.
Súbdito: No convendría que su alteza siguiera...
Virgen: Déjalo. El alcohol nos ilumina a todos.
Súbdito: Sí, pero también enardece a la turba. Los gritos se agudizan, se acercan. Están repartiendo alcohol barato entre el gentío. Se envalentonan.
Mago:  Los rostros del temor aristócrata. Válgame Dios. ¡Cómo temen en palacio! En fin. Decía que soy el mago. Yo corto de verdad a la mujer. ¿Lo desea acaso su alteza? Yo introduzco con fiereza los cuchillos. Tengo el arsenal. ¿Con qué número doy comienzo a la rutina? ¡¡Silencio allá afuera!! Ay, la turba espantada y deseosa de justicia. ¿En qué estaba? Ah, mi truco. ¿Sabe el rey si acaso...? No, no, no. ¿Sabes, rey, si hay alguna virgen verdadera que pueda usar en mi truco? Tú sabes que las prefiero. Son tan... reales.
Rey: No hay virgen en palacio. La hubo, pero ya no está.
Mago:  ¿Ah, sí? ¿Cuál? ¿De cuál hablas que no logro recordar?
Rey: De mi hija. De la festejada eterna de palacio.
Mago:  La princesa, como no. La voluntaria anterior para la caja del mago. La bellísima criatura.
Rey: Demasiado bella.
Mago:  Cómo olvidarla. Fue tan eficiente en el logro de la magia. Un verdadero placer engañar al auditorio con su cuerpo. Un gran placer.
Rey: El placer que no tuve.
Mago:  Hermosa ella. Pero me has hablado de una virgen y no la nombras.
Rey: Mi hija, imbécil. Ella.
Mago: Ella fue virgen...claro, pero hasta mi truco.
Rey: ¿Qué? Comienza a arrepentirte de tu fallido balbuceo y corrígete.
Mago:  Mi delicioso truco...
Rey: ¡¿Qué dices?! ¡Bastardo! Que nadie lo escuche. Que no se propague esa mentira. Mi hija virgen murió en mis manos. Su virtud no fue dañada.
Mago:  Claro que sí.
Rey: ¡¡No, Dios!! Ese era mi pecado, mi desvarío mayor. Era el pecado que siempre quise.
Mago:  Has sufrido en vano todo este tiempo por algo que te arrebaté. Yo aniquilé la virginidad de tu hija.
Rey: Y yo le arrebaté la vida... La misma que ahora te quito a ti.
Mago: ¡Hagan algo! Detenganlo. Yo soy el mago, recuerden. Usé a la doncella y ya lo olvido. Soy un bufón desmemoriado y pobre.

Trece

Ruido ensordecedor. La lucha entre el Rey y el Mago.

Rey: Cómo me matas así. Cómo destruyes el orgullo real.
Mago: Las cuerdas, la magia que me salva.
Rey: Era mi hija. A mí me pertenecía.
Mago: ¿A ti? A ti nada te pertenece. Sólo tu angustia y tu perplejidad. ¿Qué es lo que te rodea?
Rey:
 Cómo no advertí la blasfemia de tu arte. Voy a secar tu corazón, lo voy a extraer con mis manos.
Mago:  Mejor extrae el tuyo antes de que ellos lo hagan.

Catorce


El ingreso de la turba. La destrucción de los óleos. El clamor. El Rey apresado por las gentes. El truco final del mago. La desaparición.

Mago:  Beban a mi salud. Asesinen y forniquen como es debido. Que vienen los trucos, que viene el fuego envasado de la magia, que vienen los encandilamientos. Que viene la muerte. El truco de la muerte. La magia. Adiós.
Rey: ¿Qué se hizo? ¿Dónde quedó el maldito?
Súbdito: Bravo, magnífico truco.
Virgen: Impresionante. Bellísimo.
Rey: Noooo. ¡¿Dónde?!
Súbdito: Un lujo para esta corte. Qué bello. Esfumarse así.
Virgen: No se me ocurren palabras. Un misterio en verdad.
Súbdito: Los gritos destemplados. ¡Sepan que el es el Rey! El que está ahí. Saben de su fama. El rey se sacude en el suelo. Mírenlo. Estropea el palacio. Lo ensucia todo.
Virgen: Hasta derrama el vino. El poco vino que queda.
Rey: Hija, hija. ¿Dónde estás, hija? ¿Dónde está tu pequeño cuerpo? Dónde que no te puedo poseer. Eres mi prohibición. Mi tentación constante. Para eso bebo. Para excitarme con tu ofensiva belleza. Serás mía y no lo serás nunca. ¿Has entendido las normas, las leyes que regulan esta opereta de mala muerte? Eres la más bella y por eso estás aquí. Te pago por eso. Me muero de ganas, hija. No, hoy no viene el mago. Le dije que no viniera, que se fuera. Que ya conocíamos sus trucos, ¿cierto? Más virgen que tú no se ha visto. En ninguno de los reinos, te lo juro, virgen mía. Mis monedas para ti, mi plata gastada en ti. La virgen del reino camina con elegancia. Hija, ¿dónde tomo tu cuerpo?

Quince


La turba toma al Rey. Lo sacan. Gritos del monarca en el exterior. El Súbdito recoge los cuadros destrozados. Cubre con ellos a la Virgen.

Súbdito: Tu cuerpo.
Virgen: Sí, el cuerpo de la virgen. Ven. Para que te sacies.
Súbdito: Y aquí está tan sucio. Todo cuanto ocurra cargará la mancha de la clase. La clase que no limpia. El sucio súbdito arruina la dicha de palacio. Arruina los festejos y la dicha. Se estropean los agasajos reales. Hay basura en los salones reales, en los salones reales, en los reales salones hay mugre. Y basura por las escaleras. ¡Viva el rey!
Virgen: Ven. Yo soy el palacio que debes limpiar ahora.
Súbdito: Viva...

Yacen juntos.

Virgen: Oh, Dios. Tu cuerpo...


Author Information:Escobar, Benito
Key Words:Dramas Chilenos. Dramas Chilenos. Siglo XX. Libretos. Obras en un acto

 

 

Cita:
Escobar, Benito. Nobleza obliga. Dramaturgia chilena contemporánea.



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