Dramaturgos / Juan Claudio Burgos  

 

 


El paraiso

de Juan Claudio Burgos

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Erudito, mujer, muchacha, y mujer incomprensible en infedilidad
(Continuación...) Poeta en medio de los objetos en desuso
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Proyecto escritura de texto teatral
Consejo nacional del libro y la lectura santiago de chile, 2004.

Varias versiones del poeta
Una mujer: Mujer, florentina o pelirroja, según la situación
Un solo e imperturbable erudito calvo
Una mujer incomprensible

PRÓLOGO eludible, donde se habla de la apócrifa entrevista en el Barrio Huemul entre un Neruda joven y una mujer.

Neruda joven, llego a una casita en el barrio huemul, en 1920, muy limpio todo, muy pulimentado todo, muy desierto todo, como recién hecho, con un teatro, árboles y avenidas, hecho todo en la madrugada antes de mi visita, las calles, las casitas, los árboles recién plantados y de las casas, todas iguales, una que no conozco y adonde llego y golpeo la puerta sin saber lo que me voy a encontrar una vez dentro, espero fuera, sin poder explicarme por qué estoy aquí, por qué esta situación, mientras espero que me abran, leo letreros que dicen "prohibido fumar", "prohibido suicidarse", "no bote (tire) papeles", "no bote (tire) animales, gatos, ni perros", "no escupa ni vomite sobre la acera", silencio que estamos en un barrio clínico, shitt, vuelvo a leer otros letreros, mientras espero, "no bote (tire) perros, ni lapiceros, ni bolígrafos, ni mariposas, ni disquetes, ni ojos, ni lápices, ni gafas, ni lentes, ni lentillas, ni lunas, caracolas, perros, gatos y liendres, nada, ni mariposas de alas de cristal, ni cactus, ni caricaturas, nada", pero yo soy sólo un hombre que sólo debe llamar hasta que le abran y golpeo la puerta y golpeo y espero "aló, aló, aló, hola, ¿hay alguien allí dentro? ¿Puedo pasar?" una vocecita de muchacha de diecisiete años se escucha al entornarse la puerta acristalada dice:

"La señorita no está", luego una voz de mujer de cuarenta, agria, con sílabas y consonantes, ronca, déjalo entrar, chiquilla, déjalo, la puerta se abre por completo y aparece su porte, la chica se escabulle, como libélula, todo lo llena la figura de la mujerota de vestido talar, ronca de nuevo, "perdone, es que le dije a esta chica que no dejara entrar a nadie, estoy muy cansada, como ve, he hablado todo el día y estoy deshecha, hablar algún día me va a matar", la miro de nuevo y me parece cansada y se apiada de la urgencia, de la chaqueta raída, de la pedagogía, ronca por tercera vez, "pase", atravesamos un largo pasillo que termina en un amplio salón acristalado, afuera se lee un patio, donde reina una gran palmera, vigía de noche y día, "siéntese, siéntese", despierto, estamos en su despacho, una sala amplia, iluminada, con una gran mesa de trabajo, ella vuelve a su labor, pone direcciones a libros, la chica con piel tuberculosa, escribe remitentes en cartas sobre una mesa más pequeña blanca, a un costado del salón, casi al lado de la ventana, olisqueada y sombreada por la reina palmera, de la mesa, de "su mesa" de trabajo, ella levanta sus ojos de almendra verde y ronca de nuevo, "siéntese, hombre, siéntese", despierto por tercera vez, es más pequeña que en la puerta y está sola, casi al lado de la ventana, muy cerca de la chiquilla me siento, vuelve a roncar que me siente, que nos sentáramos, hay un silencio y hablamos de muchas cosas.

Un Neruda que es ausencia, una sábana blanca, una luz, sus objetos, un astrolabio, un par de gafas, una calva y barriga, restos de una comida sibarita, un volumen de Melville, un televisor encendido, una pipa, un trozo de calamita que gruñe con el ruido de la lluvia, un salón con vista al mar, sólo un montón de arena metido en una botella. Dos mujeres, una niña y erudito calvo, juegan a vestirse con objetos, relatos y textos del Neruda biográfico.


Erudito, mujer, muchacha, y mujer incomprensible en infedilidad

Erudito: No concibo la existencia sin un estado de amor permanente, las personas solitarias me intrigan, me resultan incomprensibles, incomprensibles, incomprensibles.
Mujer incomprensible: Si sé, yo siempre le resulté incomprensible,
Una mujer incomprensible
Erudito: Como Parra imaginario
Mujer incomprensible: yo incomprensible
Erudito: Como Huidobro dijo
Mujer incomprensible: Yo incomprensible
Erudito: Como de Rokha
Mujer incomprensible: Yo incomprensible de cara, manos y pluma incomprensibles, como incomprensible le resultaban muchas cosas, no puede entender, se le cierran los ojos, la nariz, la boca, las orejas, queda ciego no puede entender nada, nada, de nada, de nada,
Hasta mi cuerpo incomprensible,
un amasijo de grasas, carne y hueso
y la propia enfermedad aquí dentro mío,
Sin yo darme cuenta,
Estamos hechos para morir,
Nada más que para morir,
No me queda otra salida,
Qué horror, qué horror,
Ahora que estoy enterrada,
Ahora que estoy enterrada,
Le sigo siendo incomprensible.

Erudito, mujer, muchacha, pelirroja en naturaleza muerta

Mujer: porque lo estaba haciendo a escondidas,
Porque lo estaba haciendo a escondidas,
Como si fuera un dulce
Qué malulo, qué malulo
Erudito: Sólo me estaba comiendo un dulce a escondidas,
No me acusen, no me acusen
No soy un santito, no soy un santito,
No me he acostado con mujeres sucias
Tampoco estoy enfermo en las partes correspondientes,
tampoco y si no sano es porque no sano, porque el cuerpo a veces de tanto usarlo simplemente no sana y no pago por donde peco, por donde peco no pago, no exageren, no exageren, no están diciendo la pura verdad, estoy muy turbado, perdónenme, turbado con este incidente, déjenme descansar un poquito aquí arriba, al lado del arrullo del león, un ratito nada más, no pierdan el control, estoy turbado, turbadísimo, cómo salir del atolladero y terminar la catilinaria, cómo, cómo, cómo, cómo, cómo, vámonos a Viña, se nos hace tarde, partamos,
Golpeo las manos, chas, vámonos a Viña, vámonos y asunto arreglado
Mujer incomprensible: ¿qué había pasado? ¿Qué había pasado? ¿Qué había pasado para que decidieran todos arrancar a Viña?
Muchacha: nada, nada,
Que me encontraron en la habitación
Como un cuadro de naturaleza muerta,
Demasiado vivo, para ser naturaleza muerta,
Demasiado, yo en cueros bajo las sábanas
Erudito: el hallazgo fue muy semejante al episodio anterior,
al episodio de su ruptura anterior
Muchacha: si sólo era una joven que había llegado a vivir a mi casa,
Con una niñita, su hija que había llevado a vivir a mi casa,
Para el trabajo doméstico y para la conversación,
Una más de la casa, para el trabajo doméstico y la conversación,
Una chicuela del sur con su domingo siete,
Un familiar del sur que se vino a trabajar a santiago,
Porque en Pitrufquén no había pega, y la acepté no más,
A la chica, para que hiciera la pega, así sin recomendación ni nada, por lo puro buena gente que parecía
Erudito: no me rete más, no me rete más, no me rete más, tengo cara de niño pillado
Muchacha: si era alguien de confianza, señora, el señor me dijo que era alguien de confianza y que por eso el señor me dijo, el señor, que alguien con quien hablar, me dijo que en esta casa, que se la va a llevar el mar, le hacía falta alguien con quien hablar y hablar y hablar, hablar, hablar, hablar, hablar, hablar, hablar, en esta casa que se la lleva el mar.
Mujer: y se aficionó a esta segunda mujer,
Que se movía como hormiga por la casa
Era un cariño de padre, mujer
Era un cariño de hija, señora
Mi niña pelirroja sabe dibujar muy bien, señor
Mi chiquitita, hazme unos garabatitos sobre este papel,
Mi niña pelirroja chiquitita,
Más garabatitos sobre el papel,
Más garabatitos, niña
Eso, niña, garabatee no más garabatee.
Erudito: Y ahí fue cuando encontró la idea de portada para su antología ya tengo dibujos, ya tengo dibujos, ya tengo dibujos,
Unos mamarrachos horribles y colorinches,
Hay que llamar a Carlos Barral y a Losada,
Publico con Nascimento,
Los otros no,
Ya tengo portada,
Ya tengo portada,
Parecía cabro chico

Mujer: No, si era la enfermedad que lo tenía así
Muchacha: Eran los primeros síntomas, señora
Erudito: Mi mujer de nuevo se había equivocado
Mujer: Claro, su mujer se había equivocado
Erudito: Me siento enfermo, mujer en serio, muy enfermo, mujer
Muchacha: Es un falso diagnóstico, señora
Erudito: Usted se equivoca, no me meto con mujeres sucias no te engaño, cierto, no te engaño, cariño que ya tengo libro, portada y alguien con quien hablar
Muchacha: No hay que confundir la fidelidad con la lealtad, señora
Erudito: Es el dolor, patoja, es el dolor
Muchacha: Es el cáncer el cáncer eran los primeros signos
Mujer: pero si parece un cabro chico, no, no, los primeros síntomas, los primeros signos aún no detectados

Erudito, mujer, muchacha en banquete sibarita

Erudito: Hoy me levanté con un leve dolor de estómago, me he tomado dos cafés con leche y todavía tengo dolor, no sé por qué me duele tanto el estómago, anoche comí bien, comí como todas las noches, quizá fue demasiado comer, no sabría explicar ni decir el cuidado que tuve con la comida, no, no fue tanta comida para tanto dolor, la manera cómo comí, cómo me llevé los bocados a la boca, cómo degusté tanta delicia, un verdadero banquete sibarita, no, miento, miento, no, no, no, fue una cena frugal, tampoco fue una cena débil, fue una cena fuerte, una comida que exige un cuerpo como el que cargo, a lo que he llegado, esto es locura, locura, trato de justificar un simple dolor de estómago explicando lo que comí anoche antes de dormir, mejor dejémoslo, el café no me ha servido de nada, hablar de ello tampoco me ha servido de nada, tengo un poquito de modorra, es cierto, el dolor de cabeza me hace aparecer rastros, islas de sueño por el cuerpo, el cuerpo se me cierra como párpado, como pupila de águila, el cuerpo, el cuerpo, soy un terremoto, no, no, no, exagero, no tiemblo, ni soy un terremoto, ni soy un párpado, ni un águila, ni su pupila, mi cuerpo perfecto, redondo y calvo, hinchado por efecto de la cortisona, saluden al globo que tienen delante, salúdenlo...
Mujer: No estaba en buenas condiciones físicas, la huelga de los funcionarios de la salud, lo privó de un tratamiento de cobalto.
Muchacha: Sí, iba regularmente a Valparaíso, para aplicarse cobalto, era un tratamiento decisivo, su vida dependía de ello.
Erudito: Tengo dos opciones, ponerme cara de luna o morirme, cara de luna, es decir, hincharme con esta gordura artificial que veis, producto de la cortisona, nada más, nada más, sí, quizá he comido demasiado, debería ir a San Antonio un rato, voy a pedir que me lleven en coche, pero antes quiero descansar, debería hacerlo, no, mejor me quedo y veo el mar, tengo ganas de tenderme y descansar.

Los mismos en la siesta

Erudito: Tengo con todo lo que he ido recopilando escribir un largo poema, volver a juntar lo que escribo y lo que no escribo, cortar, pegar, juntar, corregir y leer lo disperso, por todas partes surgen iniciativas para festejarme a mí, a mí, debo entregar algo escrito para agradecer el convite, en verdad, no se me ocurre ninguna idea, lo que reúno, pego y releo no va a ningún lado, no se me ocurre nada, soy el poeta que saca belleza de la nada, dicen, ya no lo tenéis delante vuestro, ahora hay nada, nada, nada, es necesario elegir una forma, una forma que luego hay que tirar, desechar, una forma que contiene otra forma, mejor dejémoslo aquí que nadie, ni yo, me entiendo, hoy me levanté falto de claridad, mejor duermo, es lo más que puedo hacer, tengo que escapar de esta inopia, no me queda otra manera de escapar que dormir, se me estropeó el circuito de la imaginación, sin querer esta mañana me he rasurado el único pelillo de imaginación que me quedaba vivo sobre mi calva perpetua, la imaginación se me ha ido a los pies, como se hielan las ideas, pongo las cuartillas y las plumas y la tinta verde sobre los pies, a ver si las letras aparecen y termino esto que debo escribir, que frío, qué frío, el vientre me hierve y las ideas se me congelan allá abajo en los pies, aquí dentro hace mucho calor, la cara me revienta de calor, he visto mucha televisión, para enterarme de lo que viene, a veces me entretiene, han visto al gordito ese hacer el ridículo los días sábado?
Mujer: Lo veo arreglarse el rostro luego de escuchar a esas dos peliagudas mujeres en el plató, la Pantoja y la otra Pantoja, es un verdadero clown.
Erudito: No me mire así, patoja, sí, si sé que pierdo el tiempo, pierdo irremediablemente el tiempo, quizá qué va a salir de todas estas briznas de sentido que tengo clavadas en la cabeza, en la calva perpetua de la que les hablé hace un rato, no deberían leerlo, cuando lo termine, no deberían leer nada, no vale la pena que sigan, no digo nada, me repito infinitamente, no me alcanzan las fuerzas para nada nuevo, estoy vacío y hueco como un globo, la cortisona me ha secado los sesos, qué sequía, qué desierto se extiende por todos lados, y rebalsa la cama, la habitación, la casa, los bofedales, la arena, la espuma y el mar, se les acabó el poeta, muchachos, se les acabó, no les queda más que arena, busquen en mis bolsillos, en mis zapatos, en mis orejas, en mis narices, en todo donde ustedes se atrevan a hurgar, no van a encontrar más que arena, el desierto que me arremete con pie firme, me he vuelto metal, yo que soy de lluvia, cuál es la manera de seguir escribiendo? de seguir viviendo? si escribo no voy resucitar muertos, ni voy a detener el gusano que tengo dentro, no sirve de nada, ejercicio inútil, nada, nada, mejor duermo, apaguen la luz, cierren los postigos, corran las cortinas, que me viene mejor la oscuridad, un poquillo nada más, si es mientras duermo, ah, y después te pediría un gran favor, pero sólo si puedes, que me acerques en el coche a San Antonio, quiero ver el puerto de nuevo, estoy cansado, muy cansado, muerto, el olor de San Antonio me revive.

Los mismos en San Antonio

Muchacha: pasaba ya más en cama que en pie, en el coche nos hacía bromas, estaba mejor informado que nosotros, nos hablaba de lo divertida que era la televisión, escuchaba radio, leía diarios, como bufón trágico, veía lo que se le venía encima.
Mujer: Cuando llegamos de San Antonio, a medianoche, todo estuvo claro, la televisión, ni la radio, ni los diarios, nada ya le parece divertido.
Erudito: Viene el oscuro.
Mujer: Tres o cuatro buses con gente armada se detienen frente al portón
Muchacha: Sus dolores se agravan, pide a gritos más cortisona, condena la huelga de Valparaíso,
Erudito: Manda a la mierda su proyecto de libro,
el gusano que tiene dentro da las últimas dentelladas
Mujer: Volamos de urgencia a la clínica, ya no ríe
Muchacha: Los putos milicos detienen la ambulancia
Mujer: Se nos muere, abre los ojos, pregunta, pregunta, no para, no para, aunque tenía los milicos ahí encima no para de hablar y de hablar.

Voz o delirio

Aparece un Neruda artefacto, con signos de orín en calva, manos, barriga y sexo, no es un cuerpo, más bien es una máquina, es la disección del cuerpo poético, donde los órganos hablan y exponen lo que el cuerpo quiere decir como cuando estaba reunido, el cuerpo y sus partes hablan. Mujer, muchacha mujer incomprensible y erudito calvo, dan vida a esta verdadera marioneta. Mujer, poeta y erudito en la revolución.

Mujer: La revolución o la cárcel
O el destierro o la muerte
Los que cumplen esas acciones de sangre
Son pagados,
Después de la matanza
Suelen prestar su pecho
Donde autoridades bisoñas
Clavan condecoraciones,
En las medallitas brillantes
Suele leerse, en grandes letras,
Sicarios de una política colonial,
Este país se hunde,
No como Valparaíso
Sino que se hunde para abajo
Vivimos una masacre,
Este país no es país
Es una ciudad
Es Madagascar, Túnez, Malasia, Madrid, Kuwait, Argelia
¿Dónde estamos? ¿Dónde estamos?
Oigo las botas sobre la arena
Invasores armados corren
Contra pueblos indefensos,
En los cuatro puntos cardinales
No importa de donde vengan
Todos los hombres son iguales
El mismo cuerpo
El mismo sexo
Los mismos gestos
Respiración
Jadeo e impulso
Cuando odian
Aman o mueren
Se ha desatado la lujuria del terror
Franceses, ingleses, norteamericanos
África, Sudamérica, Asia
Gobernantes despiadados,
Imperialistas despiadados,
Intereses despiadado,
Continentes despiadados
Cuánto tardan en llegar a su labor,
Seguro que ese tiempo no se los pagan,
Deben ganar poco
Menos de cincuenta centavos de dólar
Por doce horas de trabajo,
Por cadáver
Por muerte
Por homicidio
Son contados los que tienen un salario mejor
Dos dólares al día
Matan por la tragedia de un salario de mierda
Matan por la tragedia de una habitación y alimentación de mierda
Duermen hacinados, eso es seguro,
Turnan sus salidas
Cogen el arma y salen como bestias
El hambre, la habitación son sus mejores acicates
Las estadísticas llegan a la cifra de seis personas por cama,
Usan el sistema de la "cama caliente",
De cuchillo caliente,
De bala caliente,
De sangre caliente,
De sexo caliente,
Una cama
Un cuerpo, un sexo, una nariz, unos ojos
Que no se enfrían durante años enteros,
Oliendo la sangre de la víctima,
La alimentación,
Está por debajo de lo normal,
Cada hombre,
Consume dos mil calorías diarias menos de las que necesita,
Enferman y mueren
Mueren matando
Matan para frenar su propia muerte
La cifra llega a un porcentaje elevadísimo de muertos
Los que no se enferman mueren por accidentes
Se acoplan pensando en la víctima y en los dividendos de sangre
De día las mujeres
Llevan esposas en las muñecas
Los soldados antes de copular les hacen ir con la cabeza afeitada
Las mujeres suelen yacer con los soldados con la cabeza afeitada,
Luego de la cópula disparan sobre ellas,
Sobre la misma cama que ocuparán otros,
Niños y mujeres presencian el acto,
A los niños se les pone la pistola al pecho
Interrogan por sus padres,
Dónde están los terroristas
Dónde están los terroristas
Seguro, cuando los encuentren, llenarán trenes
Parecidos a los trenes de los nazis
Trenes repletos de familias y de obreros
A fin de expulsarlos en masa del territorio,
Estos trenes son cárceles
Por días enteros,
Los hombres, mujeres y niños son encerrados en esos trenes
Son mantenidos aislados y sin alimentación
Se han habilitado permanentemente
En esta guerra
Campos de concentración
El primero en la isla Santa María,
La población penal
Fue evacuada,
Hoy se albergan más detenidos políticos
Que los que los establecimientos pueden contener,
Centenares de presos sin cama ni habitación
Se amontonan en esta isla,
Un nuevo campo de concentración
se ha abierto en Pisagua,
En las ruinas de una población minera
Entre el desierto y el mar,
Alambrados de púas al estilo nazi
Rodean ese establecimiento
Situado en una de las regiones
Más sobrecogedoramente inhospitalarias
Del planeta,
Numerosos intelectuales
Y centenares de dirigentes obreros están allí encarcelados,
Cada día llegan nuevos contingentes de presos
Los cadáveres han aparecido entre los cerros
No hay posibilidad de investigar
No hay posibilidad de investigar
Las autoridades alegan en las Naciones Unidas
Con discursos conmovedores
En contra del genocidio
Se trata el crimen de genocidio
Sólo con palabras
El delegado de Chile
Es uno de los responsables
Dos campos de concentración
Esta historia
Es un documento vergonzoso,
De un triste demagogo
Transformado en verdugo
Publíquenlo en el diario nacional
En Caracas
En Santiago no lo permitirían
Poeta: Gentes semiprisioneras,
Acumuladas por aquí y allá,
Metidas en fortalezas,
Hacinadas, durmiendo en el suelo
Sobre la arena
Poetas que parten al exilio
Ya me lo veo venir
Ya me lo veo venir
El éxodo me va a romper el corazón,
No me sirve cruzar la frontera
Se termina la vida,
Todavía con restos de sus uniformes,
Soldados de la república
Llevan mi ataúd al cementerio de Collioure,
Allí traga tierra francesa aquel andaluz
Qué lejos sus campos de castilla
¿Dónde me voy a morir?
Que no me lleven a México,
En Isla Negra o en Márquez de la Plata
¿Dónde me voy a morir?
Que la crítica borre esta mierda,
Que no lo lea nadie,
Ni la antología,
Ni los dibujos de la chica pelirroja,
Ni sus garabatos,
Que quemen todo junto con los libros
En las plazas,
Dáselos a los milicos
Dáselos, ellos saben quemar libros, que no lo lea nadie, esto no vale el tiempo que tomáis en leerlo
No me crean, tengo cercanía con el idioma
Nada más, nada más
Yo sólo soy humilde coleccionista de enigmas
Nunca poeta
Erudito: Veo sus rostros gigantescos,
Bajo la vista y hacia abajo
Como en un túnel
Yacen los esqueletos
De los conquistadores
De los primeros matadores
Más arriba el subsuelo mineral,
Hay una raíz que revienta hacia arriba
Hacia arriba dioses y cosechas,
Hacia arriba espigas y esplendor,
Cuánto tiempo ha de pasar para
¿Que la tierra cubra nuevamente
Los cuerpos, la miseria, el dolor?
¿Cuánto tiempo?
Poeta: Después de muchos años aquí, me veréis, escribiendo en hora crepuscular, en mi casa frente a las olas del mar del sur con los huesos de los muertos vueltos espigas y esplendor dibujando signos sobre la hoja
Sentado a la mesa me veréis, con mi astrolabio mis instrumentos de navegación y mi Movy Dick bajo el brazo

Mujer y poeta en el comienzo del delirio

Mujer: Me senté frente a él de pronto levantó su cabeza de minotauro apenas abrió los ojos, nunca un muerto me había mirado con más cuidado no habla se sonríe con los ojos y las manos, habla con su cuerpo es imposible dejar de verlo desde todas partes se divisan su cabeza, sus manos y sus pies escribe con todo, con su cabeza, con sus manos, con su cuerpo, con violencia de soldado en la batalla, y lo ve todo. Con una penetrante mirada que no descansa, es un hombre ojo, puede estarse horas sin hablar, pero lo está mirando todo, nunca he visto una persona que mire tanto y tan bien
Poeta: Yo abrí los ojos al mundo
No puedo hacer otra cosa que ver
No sé qué decir,
Ni por dónde comenzar
Tengo el tiempo suficiente para comenzar
Sí, a menudo comienzo a leer disquisiciones
A hablar disquisiciones
Que nunca alcanzo a terminar
Pero ahora,
Yo me niego a hablar sin un orden
No, no, es por mi origen
El orden en el discurso
El frío y la lluvia obligan a línea
Yo me crié en el sur
Era niño vestido de negro
Me detuve niño en los márgenes del río Araucano
Allí oí mi sistema
Siempre vuelvo a él
Siempre he querido
Escribir un libro grande
Con versos que se puedan leer desde el cielo
Si quiero tendré que hacerlo como
Cuando buscaba un libro pequeño, formato
Yo picaba aquí y acá en los materiales
Si sé, no tengo remedio, bueno
Pertenezco a un pedazo de pobre
Que vive, juega y crece en un patio
Un niño muy vestido de negro
De corbata junto a mis tíos reunidos
Todos inmensos
Con guitarras y cuchillos
Veo que abren la garganta de un cordero
Sí, hace poco murió mi padre
Cuando vivía detrás de Notre Dame, junto al sena
Las barcas areneras, los remolcadores,
Los convoyes cargados pasan,
Frente a mi ventana
Lentos y oscuros
Como mi padre
Como la prosa de Melville
Como su Moby Dick
Pero de eso hace mucho tiempo ya


(Continuación...) Poeta en medio de los objetos en desuso

Poeta: ¿Pequeñas podredumbres? ¿Silencio?
¿Los fríos sucios?
En ciertas horas del día o de la noche,
Me gusta mirar los objetos en descanso
Las superficies usadas,
El gasto de las manos en las cosas,
La atmósfera trágica
Y patética de estos objetos,
Infunde atracción
Esa realidad del mundo
La confusa impureza de los seres humanos
La agrupación,
Uso y desuso de los materiales,
Las huellas del pie y de los dedos
Hoy me voy a llevar la piel
Como un traje,
Como un cuerpo,
Con manchas de nutrición,
Actitudes vergonzosas,
Con arrugas,
Observaciones,
Sueños,
Vigilia,
Profecías,
Declaraciones de amor y de odio,
Bestias,
Sacudidas,
Idilios,
Creencias políticas,
Negaciones,
Dudas,
Afirmaciones,
Impuestos

Poeta, erudito y Florentina en Coyoacán

Poeta: Recuerdo cuando, en París, vivíamos junto al Sena con Rafael Alberti, sosteníamos con Rafael que nuestra época es la del realismo, la de los poetas gordos. ¡basta de poetas flacos!, Me decía Rafael, con su alegre voz de Cádiz, ¡ya bastantes flacos tuvieron por el romanticismo! Queríamos ser gordos como Balzac y no flacos como Bécquer, en los bajos de nuestra casa había una librería y allí, pegados a la vitrina, estaban todas las obras de Víctor Hugo, al salir nos deteníamos en la ventana y nos medíamos:
¿Hasta dónde mides de ancho?
Hasta los trabajadores del mar, ¿y tú? yo sólo hasta Notre Dame de París
Erudito: ¿Qué se puede hacer con una catedral como la de Notre Dame?
Poeta: Dejarla anclada
Erudito: Pero yo no soy de estas tierras, de estos bulevares, ni de estas calles, ni de este sol, yo no pertenezco a estas plantas, a estas aguas, a mí no me hablan estas aves
Poeta: Muchísimos años después de lo de París,
Me tocó alquilar una vieja villa en Coayacán,
Logré poner al día dos o tres habitaciones
Y allí me puse a vivir
Y me di a la delicia de convertirme
En un lector de Shakespeare
Yo soy un viejo lector de Shakespeare
En mi casa de Coayacán
Erudito: Nos sentamos frente al jardín,
Junto a mi amiga la Florentina
Y ese poeta desconocido,
Con las copas de rigor,
Lejos una valla de árboles oscuros,
La profundidad de la noche,
(El hombre) me pareció más fino y penetrante,
Más ciudadano de calles y casas
Sin embargo,
Es un desconocido que bebe unas copas
Conmigo, junto a la Florentina,
Sólo sé como se llama.
Poeta: En el desconocimiento,
El nombre forma al hombre
Erudito: Lo había imaginado más marinero o más terrestre,
Su cuerpo,
Su cortesía,
Su inteligencia
Durante la comida
Todo era bueno
Y bello de comer
Y de oír
Y de ver
Y de beber
Florentina: Y a su lado la Florentina más bella, de anchos ojos dorados que hacían juego con un vestido árabe que la cubría desde el mentón a los tobillos, le preguntó por unas curiosas fotografías de Rimbaud y Baudelaire, no, perdón, de Maiakovski y Rimbaud y también por sus trabajos, por sus encargos
Poeta: No, si a mí, sí que me agradan las obras de encargo, claro que me agradan, dije y continué
Florentina: No sé cómo nos enredamos en una conversación extraña, durante aquella media hora sólo hablamos de la muerte, tuve la sensación de estar con un gran picapedrero que conoce el más acá y el más allá de la dureza, la piedra infinita, la idea mortal no lo atajaba, no lo abrumaría jamás el pensamiento de morir, la plenitud hace menos desgarradora la aceptación inevitable
Erudito: Debo ejercitarme, mientras estos dos conversan,
En la utilidad del pensamiento constructivo,
En la creación como deber social,
En el arte al servicio de la causa,
En el orden de las ideas y el discurso,
En la linealidad de la fábula,
En que cada palabra que escribo
Tenga sentido, etc., etc., etc.
En un seremil de asuntos
Que atañen a la esencia de la esencia
No sirve de nada,
No sirve de nada,
No estoy escribiendo ni hablando nada,
Entre estos dos, no estoy escribiendo ni hablando nada que tenga que ver con esas ideas, con mis ideas, subrayo: la satisfacción espacial de la inteligencia debo seguir escribiendo, al final, las letras Garamond siempre triunfan
Florentina: Una mariposa marpho
Una mariposa marpho
Una mariposa marpho
Poeta: Acaba de pararse en los cabellos renegridos de la florentina
Una delicada mariposa marpho
Y montículos de hormigas termitas
Pero no en su cabeza,
Sino en mis pies,
Oliendo el gusano que me roe por dentro
Erudito: Mejor, me voy a dormir
Poeta: En Petrópolis, se duerme mejor
Donde mi enemiga vivió las horas más felices y desdichadas
Erudito: ¡Buenas noches!
Florentina: Buenas
Poeta: Sí, aquí la tengo, mire,
Se trata de una fotografía de Rimbaud,
Hecha por Carjat
Florentina: (luego en mi habitación, busqué la cita donde se menciona quién es Carjat, que vergüenza, seguro es alguien muy importante, estos señores seguro saben, y muy bien, debo ser discreta, no herir su amor propio, son unos señorones. Que creen saberlo todo).
Poeta: Sí, es una fotografía de cuando el poeta francés tenía diecisiete años, y también de un retrato de Maiakovski, hecho en 1909, cuando estudiaba en la escuela de arte aplicado Stroganov, ¿Ve?
Florentina: Dos rostros de ángeles rebeldes
Sustancia de descubridores
Y continuamos con sus casas
En una charla interminable
Poeta: No, nunca, dejo las casas como se deja un artefacto en desuso, sólo una vez quise volver a una de las casas en que viví, en la isla de Ceilán En Wellawatha,
Un suburbio entre la ciudad de colombo y Mount Lavinia,
Había alquilado un bungalow pequeñito,
Frente a los arrecifes de coral,
En aquella casa,
Tuve más tiempo yo de conocerme,
Me saludaba apenas levantado
Y durante el día me hacía numerosas interrogaciones,
Tuve con seguridad una intimidad conmigo mismo
Que pocas veces he alcanzado
Allí construí un diccionario atormentado
De mis indagaciones personales
Viví en la más exagerada pobreza
Con US$ 166.66, que no me llegaban nunca
Florentina: Un cónsul con hambre
Poeta: Un cónsul con hambre
Un sándwich, por favor, que me desmayo,
Florentina: Un cónsul perdido en sus pobrezas
Poeta: Un cónsul perdido en sus pobrezas
Por casualidad encontré la calle, no tenía un nombre,
Sino un número 42th lane,
Todas las casas eran parecidas,
Pequeñas construcciones con jardín suburbano,
Al día siguiente iban a demoler la casa,
Entre a la pequeña salita
Y después al estrecho dormitorio
Sólo tuve un catre de campaña
Tal vez, al fondo,
La sombra de Brampy,
Mi servidor, y la de kiria,
Mi mangosta
Florentina: Ha sido siempre un hombre
Un hombre enterrado en la pampa
Que odia las casas
Y gusta más de la extensión azul
Poeta: Sí, también lo conocí, Altolaguirre Altolaguirre,
Se dedicó a la cinematografía
Florentina: Como Carjat a la fotografía
Poeta: Volvió a España a mostrar su primer film
Y saliendo de Burgos,
El coche que manejaba
Se destrozó con él
En mortal accidente
Florentina: ¿Y el misterio de caballo verde?
Poeta: ¿El misterio?
Florentina: El de su última entrega?
Poeta: Sigue en la calle Viriato,
En Madrid,
Desde entonces,
Desde aquella guerra,
No he vuelto a ver ni a vivir
Madrid,
Todo se pensó en la casa de las flores,
En el norte,
En el barrio Argüelles,
Durante esa época
Un barrio marginal
Florentina: Qué erratón más sanguinario
Poeta: Donde digo el agua verde del idioma
Aparece el agua verde del idiota
Florentina: Qué horror
Poeta: Qué mordisco en el alma
Florentina: Este "idiota" que sustituye al "idioma"
Es como un zapato desarmado
En medio de las aguas del río
Poeta: El error interrumpe y
Nos vamos de bruces
al intestino de la imprenta,
a sus vísceras de hierro,
a sus membranas,
a su gástrica negra,
Allí vemos el trabajo humano
La infinita labor bajo cada línea,
El movimiento de ojos y manos,
Los socios anónimos del pensamiento
Prefiero el manuscrito
Sartre y Simone de Beauvoir,
Me decía Reverdy,
Unos desconocidos,
Solían entrar al café los Deux Magots,
Cada uno llevaba un rollo de papel blanco bajo el brazo,
Me decía Reverdy,
Cada uno,
Después de algunas horas,
Salía con un rollo de papel negro de tinta bajo el brazo,
Sí, prefiero el manuscrito
Florentina: Qué curioso,
Luego en un abrir y cerrar de ojos,
Las copas de rigor,
Y los árboles oscuros, se pierden y hay oscuro

Poeta y erudito, preguntas

Poeta: ¿Qué voy a hacer el años dos mil?
Perseguido y ofendido
¿Después de todo lo que he escrito?
Qué se yo del año dos mil
Qué sé yo del año 2000
Es probable que en el año 2000
Estemos todos muertos
No me vengas con preguntas
No quiero preparar el nuevo siglo
Erudito: El arma más poderosa
Pequeña y frágil,
Agobio
Preocupaciones
La inteligencia
La existencia,
El premio
Vivir
Temblar,
Mi puesto,
El ministerio,
El zarpazo,
El ataque,
La represalia,
Un desgarro
Mi carácter,
La transformó
¿Yo, huraño?
Mi autorretrato
Poeta: Unos versos suyos,
Por favor
De mi vieja amiga
Erudito: Sólo los perros,
Los hombres y las hormigas
Demuestran irresistible curiosidad
Por su propia especie
Cuando se miran, se palpan, se huelen,
Piden versos de otros?
Poeta: No sigáis con más preguntas,
¿Queréis?
Sólo quiero leer

Poeta, mujer y erudito en la tierra es destruida

Poeta: La tierra es destruida constantemente,
Y sus destructores están adentro,
Nos alimentamos del incendio
Y del aniquilamiento,
Las selvas cayeron quemadas,
La amazona se ahoga en un desierto de vegetación
Sólo una mancha de lágrimas,
El antiguo marañón
Las rocas más hermosas del mundo estallan,
Ostiones, choros, perdices, erizos,
Son perseguidos como enemigos,
Los ignorantes dicen que porque yo
Que vengo de allá
Yo que vengo de allá,
De la tierra de la frontera,
Y que porque nunca he podido salir de ella,
Mi vida
Es una larga peregrinación
Que siempre da vueltas,
Y que siempre retorna
Al bosque austral,
A la selva perdida
Y que me lo tengo ganado
Que es culpa de la nostalgia
Y que la nostalgia me tiene calvo y barrigudo
Se engañan, no saben, ni me conocen,
Lo cierto es que las raíces,
Que siempre aparecen,
Han vuelto a establecerse en mi casa
Como si hubieran caminado bajo la tierra,
Persiguiéndome y alcanzándome
Y eso me hace feliz
Muy feliz

Mujer, poeta y erudito en robo de casa

Mujer: Los ladrones dirán,
No es ése aquel sitio
Donde yo hice mis primeras armas
Robando libros y rompiendo ventanas
Tengo que hablar más del robo,
Sí, hable no más
Queda pendiente para cuando llegue,
Cuando esté de vuelta,
Dile a la chica de Pitrufquén
Que me tenga lista muchas cuartillas
La mesa limpia
Y lápices de colores
Grafito y tinta
Quiero tener a la chica pelirroja cerca
Para cuando vuelva a escribir,
Para cuando este dolor se me acabe,
Si, para cuando se acabe,
Ahora me doy cuenta,
mujer, de que he estado relatando
cosas sin importancia
y que los aburro
perdonen mi impertinencia
sé que no soy un ejemplo,
ni de variedad,
ni de fecundidad
la voz no me ayuda,
lo que hago ya no me gusta,
soy su más acérrimo enemigo
Pero qué hacerle,
No puedo hablar ni hacer otras cosas,
Según dicen
No sé ni escribir una carta,
En esto creo que quien lo dice,
No se equivoca

Poeta y erudito en la revista y el presidente

Poeta: Señor presidente,
Señor ministro
Señor director consular
Señores a los que me deben una felicitación protocolar
Le envío desde México
Una revista
Por correo aéreo,
Ejemplares separados y certificados
Una revista que llamamos Araucanía
¿Por qué no contestan?
¿Por qué no contestan?
Erudito: Ha llegado en una carta el funeral de la revista,
Cámbiele de título o suspéndala,
No somos un país de indios
No, señor, no tenemos nada de indios
Son órdenes de la presidencia de la república
Poeta: Nuestro embajador lo veo es un Caupolicán redivivo leo su firma
Erudito: Lo manda el presidente
Poeta: Lo veo es el vivo retrato de Michimalonco. Estamos gobernados por mapuches descastados

Poeta, erudito y mujer en el estadio nacional

Poeta: ¿Es el estadio nacional y tengo que hablar?
Me he dado cuenta de que hay algunos chilenos
Erudito: y de que hay otro grupo de chilenos
Poeta: Tengo el deber poético, político y patriótico
Erudito: Mi papel
Mi papel de escritor
Mi papel de ciudadano
Poeta: Pero ahora
Sufro un grave dolor
Erudito: Compañeros
Las heridas de Chile,
El cuerpo de Chile
Poeta: No puede ser ¿De nuevo en el estadio nacional? ¿Tengo que hablar?
Erudito: La historia nos enseña
Poeta: ¿Qué me ha enseñado la historia?
Erudito: Que todo se va cumpliendo
Poeta: ¿A pesar de todo?
Erudito: Porque la vida
Ustedes continuarán viviendo
Cuando yo sea sólo un pequeño recuerdo
Poeta: mmmm

Poeta y erudito solos en los países pequeños, olvido y la muerte de la poesía

Poeta: Los países pequeños,
Qué feliz me siento de ser parte de un pequeño país
Tirados por la geografía a los más lejanos repliegues del planeta,
Tienen un solo destino para combatir con la adversidad
y este destino se relaciona con su creación espiritual,
Con el poder de su cultura,
Éste es su gran combate.
Erudito: No puedo olvidarme de nada,
Sólo sirve la fuerza,
Rompiendo las circunstancias
Las raíces cruzan el fondo del mar,
Las semillas se van con el viento,
Me encarno en la tierra
Poeta: Lo tengo, lo tengo destacado, es allí, justo allí,
El calendario del año 1838
Hay una línea perdida en su minúscula ortografía
Que dice lo siguiente:
"día 12 de febrero de 1837.
Muere a consecuencia de un duelo el poeta ruso
Alexander Pushkin."
Esta línea es para mí una puñalada,
¿Qué dirá el almanaque de 1973?

Poeta, mujer, erudito en el libro de Góngora, Madrid

Erudito: Me costó sólo cien pesetas
Es una edición de Góngora impresa en el siglo XVII
Lo vi en la librería de García Rico, en Madrid,
Lo conseguí pagando mensualidades,
Diez pesetas mensuales,
¡Vieras qué cara de asombro la de García Rico!
Lo voy a poner junto a los otros
Libros, sobre la cama
Libros de exploración terrestre
Poeta: Prefiero
Las efigies de pájaros
Los insectos deslumbrantes
Como complicados como relojes
Erudito: ¿Sí?
Mira,
Una edición de Petrarca
Del año 1484
Poeta: Mira,
Los primeros borradores
Escritos con lápiz
Y llenos de correcciones
Están escritos en 1914,
El manuscrito
Tiene aún el peso
De su poderosa caligrafía

Madre, ferroviario, Laura, poeta en varia final

Poeta: Sí, murió en Parral,
De tuberculosis,
Era maestra,
A poco de haberme dado la vida
Mi padre,
Ferroviario,
Se casó más tarde,
Con madre
Madre: Si aprendí,
Si estudié,
Mis textos,
Los rastrojos,
Los cárabos dorados
Troncos derribados,
La cápsula de jade
Frutos del copihue,
El hacha en los raulíes,
Las goteras,
El amor lleno de luna,
De lágrimas y jazmines
Adolescencia estrellada.
Monosilábica relación
Tierras frías,
Tácito aprendizaje
Ferroviario: Mi gente,
Padres,
Vecinos,
Tíos y compañeros,
Apenas,
Mi poesía,
Separada
En sus propios orígenes,
Fuera de la vida
De cada día
Fuera de su conversación
Ninguna posible sombra,
Misterioso temblor,
Ni derrotado aroma,
Todo eso en compartimiento cerrado
Mi trasmigración,
Mi poesía,
Compartimientos letales,
Sin comunicación humana,
Mi pésimo desarrollo verbal,
Las diferencias de clase
Laura: Son más plácidas las calles
O la naturaleza,
Los tugurios,
El puerto de Valparaíso
Valparaíso, Valparaíso
Madre: Juventud
El derroche
Detesto
La austeridad
A que me obliga
La pobreza
Poeta: Para castigar
Mi pasado cosmopolita,
Voy a publicar
un libro
Sin palabras
Dejando
Solo
La puntuación
Poeta: Telescopios y escopetas

Oscuro
EPÍLOGO eludible, donde se continúa la apócrifa conversación en el Barrio Huemul entre un Neruda joven y una mujer.

Otra vez un Neruda joven, vuelvo a golpear y vuelve a aparecer una vocecita del otro lado, "la señorita no está", "la señorita no está", "la señorita no está", es una muchachita inadvertida campesina de pocas letras, me doy cuenta que la niega, ella, la "señorita", sabe que estoy en la puerta, que acabo de llegar a la puerta y que no me voy a marchar hasta verla y hablar con ella, por fin, sale a recibirme, con una sonrisa de disculpa de sonrojo en sus mejillas y de nervio en sus palabras, "perdone, pasa que tengo dada esta orden y como estoy tan cansada, tan cansada de hablar, prefiero no recibir a nadie, la pedagogía y la escritura cansan, hombre de dios", entro a su salita de trabajo, grande, clara, una mesa inmensa llena de extremo a extremo, allí trabaja una jovencita que le sirve de secretaria, no la que me mintió en la puerta, sino otra, la muchacha trabaja en un rincón, muy al lado de la ventana, casi detrás de la puerta, en silla y mesa blancas, no levanta la vista cuando entro, parece todos ojos, manos, y cabeza para su trabajo, la veo sentarse y terminar de poner remitentes a su correspondencia, me mira con su sonrisa y sus ojos verdes, me dice, "yo lo conocí, le dejé coger algunos libros, cuando lo vi por primera vez en Temuco, incluso, nunca me los devolvió, claro, libro prestado es libro muerto, se portó como se portan todos los hombres de este bendito país", luego de un silencio largo, volvemos a hablar pero ahora de dios y el paraíso.



Juan Claudio Burgos Droguett
Madrid, mayo 2004.


Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006