Dramaturgos / Juan Claudio Burgos  

 

 


Sonámbula

de Juan Claudio Burgos

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1 Batalla de niños sobre cubierta
2 Friso de niños sobre lienzo
3 Quillas que rajan la arena
4 Cabeza de muchacho enterrada en la arena o el sacrificio
5 Friso de niños y Haendel sobre arena final
Versión de impresión

 

 

 Argumento:
En un lugar casi real, en una de las orillas de un mar helado, tranquilo y azul, se da cita un centenar de madres que espera el retorno de sus hijos desde la otra orilla. La eterna espera es fabulada por tres mujeres, la sonámbula, la poeta y la loca, en interminables y contradictorias conversaciones con un soldado que merodea por la arena.

"¡Yo se lo entregué bien, quiero que me lo devuelvan vivo!"
Madre de un recluta de 19 años.


"...encontré esta música en el color del mar, un día que ya estaba cerca de Chile: un color grisáceo, turbio que tenía el mar, mientras se movía en grandes ondas quietas pero amenazantes; en el color del mar ese día y en la muerte de mi hija rosa clara; en el fondo de la tumba de rosa clara..."
Violeta Parra.

En lo que dura una noche cayó mi sol, se fue mi día, y mi carne se hizo humareda que corta un niño con la mano.
Luto, g.m.

Personajes:
Sólo una mujer o La sonámbula
La loca
La poeta
Un soldado y
Una cabeza de muchacho
Coro de mujeres sonámbulas

En la arena de una playa del mar del sur y luego en un faro o bajo una carpa o sólo en medio de una habitación repleta de papeles.


1 Batalla de niños sobre cubierta

Un coro de gritos lúbricos pugna con un leve ruido de mar, aparece la voz de la sonámbula que se sobrepone a todo y que habla con un soldado que no se ve, amanece.

Mujer: ¿escuchó? ¿Algo? ¿No? ¿Nada? porque es un hombre y no una madre por eso a lo mejor porque está sordo o no tiene orejas ¿Se las reventó en el campo de concentración a punta de culatazos? ¿No escucha? el canto del que renuncia a su tierra, lo repiten las mujeres en este pueblo, las madres que ven a sus hijos soltar la teta y coger la barca, es un verso de un poeta que renuncia a su tierra, que niega su patria. No, no puedo decir lo que quiero decir con mis propias palabras, en mi lengua. No puedo, no puedo. Tengo que recurrir a otros, a los cantos de otras mujeres que como yo ven a sus hijos desgajarse de sus tetas, dejar de morder sus pezones. Soy copia de lo que dijeron otros. Sí, sí. Soy un compendio de frases hechas. De las que aquí representan y cantan estas mujeres a todo grito. Escuche, escuche.
Coro de mujeres: 

 El de larga cabellera parte de la arena rubia
Se esconde bajo la arena
Se cubre la cabeza de pámpanos.

Mujer: ¿Conoce los pámpanos?
¿No?
Son los pequeños sarmientos de las vides
¿De primavera?, ¿de verano?
Puede ser.
No lo sé.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: en el puerto veo naves,
Toma una de ellas,
Quema las que no sirven,
Las que desprecia,
Ir y vencer es todo uno,
Ir y vencer...
Lo dice cuando toma una de las naves, la elegida.
Mi hijo también repite citas,
Como su madre habla en tierra abonada por otros.
Mi hijo no toma mujeres
Toma naves,
Sube a ellas y se marcha,
Lo hace siempre,
Lo hace para ejercitarse,
Escoge entre las que están en el puerto,
Elige la más bella,
La más grande,
La oscura nave cóncava,
Y se monta sobre ella,
Sobre la oscura nave cóncava,
Y parte,
Deja las otras en el puerto,
Por la noche relumbran
Las abandonadas,
Son pasto del fuego.
¿No ve las llamas cómo incendian la noche?
¿La arena, la espuma y el mar?
En el puerto lucen las abandonadas.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Allí, allí, allí, en una de las fondeadas.
Ahora sube, toma la cabellera
Y la cintura del muchacho que lleva el timón,
Hay un breve forcejeo,
Una riña
Todos les rodean,
Los demás muchachos están fuera del círculo,
Sobre la cubierta,
Sólo puedo escuchar los golpes
Los gritos y los alaridos,
No veo a nadie,
En un mar de cuerpos sobre la cubierta,
No veo a nadie,
Dios
Al que le arrebatan el timón es mi hijo,
El que pierde.
Cuando ya no tiene el timón entre las manos,
Es lanzado a las aguas.
El que lleva el timón,
El que triunfa,
Pasea por la cubierta ostentando el triunfo
¿Ve su cabellera?
Rubia como miel

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Me desgarro la garganta
En un ronquido largo y profundo,
Cuando grito que dejen de darse puñetazos,
Que mi chico no va a tener aguante,
Que dejen de golpearse como monos,
Como verdaderos micos.
No se me escucha, no se me entiende.
Me tapo la cabeza,
La boca,
Me doy rabia yo misma,
Ya no puedo gritar ni echar maldiciones,
Ya no puedo gritar
Los nombres de los muchachos y dejen de sacarse los ojos.
Soy un atado de enfermedades y muda, sin voz, sin voz y sin palabra, abro la boca todo lo que mis fuerzas me lo permiten y me golpeo la cara y me cubro la boca, porque soy un atado de enfermedades y no alcanzo a llegar a la otra punta donde los muchachos se despedazan, no puedo llegar ni siquiera con el grito, hago esfuerzos sobrehumanos.
No puedo,
Mi pobre hijo.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Mar adentro descubren lo que quieren,
Casi a punto de tocar la otra orilla,
En el otro extremo de la tierra, se abrazan, muerden pezones grises,
Lo hacen en cada puerto.
En cada puerto buscan a otros y lo hacen.

Puede pasar un tiempo o un corte violento.

Mujer: Mi hijo, el que perdió el mando de la nave y terminó en las aguas fue salvado de las aguas por otro chico tan joven y tan guapo como mi niño, es un hombre piadoso. el muchacho que lo salva, le ofrece su brazo, mi niño se aferra a ese brazo salvador con la poca fuerza que le queda y sube a la cubierta. Cuando lo ven arriba le gritan "filisteo, mercader", mi niño se refugia de la ofensa en los brazos de su salvador. Cuando sube a la cubierta encuentra una mortandad, un centenar de cuerpos, todo arrasado, por el simple pecado de la ambición. Un horror.

Oscuro

 


2 Friso de niños sobre lienzo

En medio del ruido de mar irrumpen innumeras mujeres que rastrillan la arena con sus manos, rescatando trozos de niños luego de la batalla, entre ellas la loca.

Mujer: sí, soy yo. Lo hago a diario como lo hacen a diario las mujeres que tienen sus hijos mar adentro, sobre naves que cruzan mares y llegan a otros puertos.

Coro de mujeres: 

Si no te escucho no duermo.
Si no te escucho no duermo.
Si no te escucho no duermo.

Mujer: debo afinar el oído y tratar de escucharte, cariño, si no encuentro tu bracito trizado no duermo, lo meto aquí en esta bolsa que llevo dentro, junto con brazos de otros cuerpos que no conozco, cuando ya estoy en casa después del ajetreo diario, cuando me preparo para meterme en la cama, cuando estoy en paz conmigo y con el mundo qué difícil estar en paz, qué difícil, a veces no puedo y soy puro grito, nada más que grito, cuando llego y logro estar en paz, y reconciliarme con todo y con todos, pongo el brazo trizado bajo la cama o bajo la almohada, eso sí, todo dentro de una caja y luego dentro de otra y de otra.

Entre el mujerío, aparece un soldado que ve hacer y contar a la loca. Es un extraño, es un extraño, déjeme sola, quiere, sola, no tiene derecho a buscar en la caja el brazo de mi hijo, ni nada que no sea de su propiedad, fuera de aquí.

Soldado: Guarda todo en la caja, luego la mete bajo la cama y duerme. Cuando despierta por la noche empieza a trajinar en la caja, cuenta lo escondido, ordena los trozos de cuerpo que ha venido juntando y luego envuelve todo en papeles y más papeles, mete de nuevo todo en la caja y se acuesta y dice que así se reconcilia con el mundo, dice que es la única forma de sentirse en paz con el mundo y con todos.
Mujer: Si no lo escucho bajo los escombros no voy a poder dormir, no voy a poder dormir. El sueño me llega a pausa, me llega cuando sé que tengo todo metido dentro de la caja. Cuando las otras mujeres me roban la caja, no duermo, no puedo dormir.
Soldado: sonámbula sale a la playa y camina sola. En su locura no ve más que muchachos caminando por la arena y vuelve de nuevo al faro y habla con las otras mujeres del embarco y todas siguen el mismo hilo de la conversación, el mismo, repiten casi a coro que el muchacho se llama tal y cual, que tiene los cabellos tal y cual, que con otro muchacho se trenza a golpes, que la disputa los lleva a hacerse daño, a sacarse los ojos, una disputa tonta por el timón de una nave que sólo ella ve. La mujer es maestra, aunque ella lo niegue, lo adivino por sus manos livianas y delicadas, sé adivinar el oficio, el oficio de hombres y mujeres, sé también de su enfermedad, sé que es una maestra enferma. Aunque lo niegue, la mujer ama su oficio, guarda libros de geografía y cuadernos de niños, son cuadernos ejemplares, cuadernos de letra ordenada y caligráfica, casi no tiene ropa dentro de su armario, sólo cuadernos, cuadernos y más cuadernos dentro de sus cajones. Cuando entré lo primero que me sorprendió fue el desmesurado número de cuadernos formando verdaderas montañas de papel dentro de su habitación. la mujer duerme en una cama pequeña, una cama monacal. De los miles de papeles amontonados emerge el mobiliario, esta mujer y su enfermedad sale de allí, de entre los millares de papeles que cubren su habitación. Debajo de toda esa marea aparecen estanterías, su pequeña cama. Dentro de esta habitación ella escribe y revisa los miles de cuadernos de los niños que enseña. Puedo saber cuando hace una u otra cosa, es otro el ritmo y el peso del cuerpo cuando escribe que cuando revisa. Se refugia en su cuarto y pisa cuadernos. El sudor de su cuerpo mancha de olores humanos la papelería que hay dentro de su cuarto, cuando escribe. Lo hace sin querer, no quiere empapar de aceites los cuadernos de sus discípulos. Cree que hacerlo es manchar el propio cuerpo de los niños. Cuando descubre que ha manchado el cuerpo blanco de los cuadernos de sus niños grita y lleva sus manos a la cabeza. Cuando escribe olvida todo, lo olvida y deja la papelería libre. Deja rodar los folios y acomodarse de manera natural sobre los objetos de su cuarto. Allí ella olvida, olvida y se sumerge en el acto de manchar y enlodar hojas apoyadas en sus rodillas. Con un gesto animal dibuja trazos sobre la papelería y pisa cuadernos y más cuadernos y escribe. No le importa nada, nada. En esta faena su cuerpo alcanza fuerza lírica. a veces, cuanto esta mujer todo ojos y manos sobre la hoja en blanco, siente frío, muchísimo frío, pone cuadernos en la piedra viva para abrigarse.
Pero se avergüenza de decir que es maestra. Cuando le pregunto por su oficio mira hacia abajo y no responde. Usa el gesto clásico cuando miente. Lo repite reiteradamente, cuando le vuelvo a preguntar.
Mujer: No, no soy maestra, no enseño niños, ni corrijo cuadernos nada de eso.
Soldado: Cuando se le pregunta, la mujer no dice nada, sólo busca dentro de sus infinitas cajas brazos de niños, cabezas de niños, tibias fracturadas, radios, metacarpios.
La veo tomar un trozo de brazo quebrado y metérselo en el bolsillo.
Dice que lo hace para darle abrigo,
Porque dentro de la caja el brazo se vuelve escarcha.
Mujer: No quiero que se queme con la nieve,
Con el frío,
Con el relente,
Por eso.
Soldado: Toma su trozo de brazo y se lo mete al bolsillo, se cubre con un abrigo y sale a caminar por la arena y vuelve de nuevo a la misma cantinela.
Mujer: Es que si no lo escucho me muero,
Es mi obligación,
Si no lo escucho no puedo dormir,
Si no me dice sólo una letra, me caigo muerta aquí mismo.
Yo rescato lo que nadie puede rescatar mejor,
Araño la tierra,
Separo las piedras,
Agujereo la nieve.
Si se separan las piedras y se las limpia de nieve, se rescata mejor.
Dejo a un lado la tierra y al otro, la tierra.
Allá abajo se ve algo,
Lo que tengo que rescatar.
Cavo muy hondo,
Bien adentro.
Allí,
Allí.
Soldado: Ella sólo sabe hablar de niños muertos
Víctimas de la revolución, busca bajo tanques, entremedio de escombros,en antiguos edificios públicos,
Se topa con niños petrificados
Con la metralla encajada en sus espinacitos
Cuerpos de niños violados por soldados y religiosos
No hay caso con esos niños,
No hay caso.
Sus cuerpos están diseminados a lo largo y ancho del territorio.
Son niños fósiles.
Sus huesos se enredan en una mata de maqui, de espino, en un espino florecen dedos rojos, uñas lilas, ojos marrón.
No los puede ver.
Sus niños están muertos.
No los ve.
Mujer: No, no los veo porque los que me muestra están muertos, muertos.
¿Ve jugar los muertos?
Miente y lo hace con el gesto clásico.
Baja la vista y habla.
No me deja que lo mire,
Porque usa el gesto clásico
Como yo cuando miento.
Usted está demente,
Tiene la mente enferma

Friso de niños con música de Haendel, sobre el fondo

Niños se golpean bajo la lluvia. Se golpean como se deben golpear un millar de niños muertos sin brazos, sin fuerza, sin odio, sin sangre. Son figuras que apenas se dibujan, frisos en la niebla. La mujer guía al hombre hacia donde dice que están. Se sumergen dentro del lienzo. Insiste que los niños están donde dice verlos. Le repite al hombre una y otra vez "que si se disciplina podrá verlos". Le repite al hombre que no le grite loca, que ese no es su nombre, "no soy una loca", "no soy una loca". Le grita al hombre que no le grite loca ni tampoco que le recuerde el episodio de los cuadernos, que no quiere saber más del episodio de los cuadernos que le tiraron a la cara cuando niña. Le grita desencajada que tampoco su oficio es el de maestra, porque "no es así", "no es así". Se lo repite y se lo grita hasta el cansancio. Vuelve al tema de los niños que ve golpearse le repite que "si se disciplina podrá verlos". Aparecen como en visión. La mujer remece al hombre para que salga de su letargo y los vea por fin pelearse con sus puñitos secos, golpeando sus caritas frías. El hombre es ciego, no ve nada. La mujer sigue hablando porque los ve entrar y los ve salir del lienzo. El hombre no puede, por más intentos que hace para ver lo que la mujer ve, no puede. El hombre no hace nada, sigue sentado y escucha a la mujer.
Mujer: Si sigo como la mujer sentada,
Como la mujer de la que me habló,
Como la que cita usted cuando habla de pintura,
Como un cuadro, vamos, una pintura, o como la mujer sentada que borda, que espera, que mira de vez en cuando por la ventana hacia el azul y del cielo y que deshace el tejido una vez el sol se mete en el mar, no podré rescatar a mi niño de los escombros.
Tengo que ir donde el muchacho
Y evitar que le sigan dando puñetazos.
El muchacho puede hacer algo, cierto.
Yo soy apenas una mujer,
No puedo hacer nada
Soldado: Se cree inútil,
Potra de sal.
Mujer: Los niños se pelean bajo la lluvia
Y la lluvia cada vez peor,
La lluvia cae cada vez peor.
No tienen con qué cubrirse.
No, no estoy cansada,
Ni tengo ganas de dormir.
Prefiero seguir aquí
Dando vueltas por la arena
Y escuchar todo y ver todo.
Hablan en otro idioma.
Son niños checos.
Allá afuera,
Mar adentro,
En la otra orilla,
Mar adentro,
Quizás.
¿Alcanza a entender algo?
Son niños y niñas,
Hablan y hablan sin parar,
¿Cierto?
Sí,
Sí.
Lo puede entender,
Sabe idiomas.
¿Aprendió checo, latín, búlgaro en la escuela primaria, en humanidades?
Yo apenas hablo éste.
Me tiene que guiar
Que voy como una loca ciega y
No tengo guía.
Debo atravesar toda esta planicie y llegar al otro lado,
Donde los chicos gritan y se dan golpes
¿Ve el otro lado?,
¿Allí por donde van apareciendo en hilera
Más y más niños?
¿Sabe dónde digo?
¿No sabe?
Allí,
¿Qué no lo ve?
Debo llegar allí y levantar chicos,
Un millar de chicos
Y limpiarlos del barro.
¿Me puede ayudar?
¿Cierto que puede hacerlo?
Yo soy inválida.

El lienzo de niños y la música de Haendel lo inunda todo, puede pasar un tiempo o un corte violento.


3 Quillas que rajan la arena

Dentro de un faro o tal vez en una carpa o sólo en una habitación repleta de papeles y cuadernos, a horcajadas en el cuerpo del soldado, la poeta, afuera el ruido de un coro de gritos lúbricos que pugna con un leve ruido de mar.

Mujer: No, no, no, sólo un poco más, afuera no queda nadie, el muelle está vacío, ahora que estoy sola no, no quiero, no, no, como todos los demás no, lo sé, lo sé, mis pies partidos y las manos. Sí, sí, lo sé. Es por el hacha, la leña escasea, hay que trabajar duro, y la leña escasea. Mi pelo, lo sé, lo sé, el pelo negro y mi cara. Tuve viruela, cuando pequeña. a veces canto, cuando estoy sola canto, para ganarme el pan. Sí, con mi hermana. La noche se nos hace día. Me acuesto en mi cama. Mi hermana en la suya y yo en la mía. Duermo sola. Sí, si sé. Cuando me meto entre las sábanas me olvido de todo. Duermo y olvido.

La mujer sobre el cuerpo del hombre se mece frenéticamente hasta llegar al grito.

Mujer: Rompo la barca tomo un hacha y la rompo. Quemo y arraso. Soy la que destruye campos y ciudades. Con delantal de maqui tengo entre las piernas un hombre. Con el vaivén del hacha rompo madera. Me agrieto las manos. No hay nadie más, cariño. Esto es una isla. Afuera niños. Mis hijos. Sólo tengo uno. No quiero llorar como las otras mujeres. no. sus hombres y los hijos que le quedan se meten mar adentro y se pierden. Yo no quiero. No quiero. Prefiero morir de hambre. Puedo pasar semanas sin comer. Tengo un estómago pequeño. Puedo morir de hambre. No me interesa la comida. Esas mujeres son débiles, yo no. necesitan sustento, yo no. puedo aguantar semanas sólo con un hombre entre las piernas. Semanas sin probar alimento. No me importa que no me den de comer. No me importa. Me puedo llevar raíces a la boca, morder piedra hasta encontrar sustancia. Sólo sé llevarme el pelo y el sexo y el cuerpo a la boca. No sé nada más. Es mejor comer tierra que quedar sola. Me quedo aquí dentro clavada a estas piernas. Sentada sobre su sexo. Soporto el hambre, soy mujer de útero no de tripa. No me interesa el alimento. Quédate. No subas barca ni cruces río. Lo prefiero aquí. Desnudo sobre la cama, bajo mis piernas. Pico barca rompo madera montada sobre mi delfín y sueño peces, algas, anémonas, medusas, pulpos, calamares y muerdo y muerdo y muerdo y muerdo sobre la cama. No quiero corales en las sienes ni en la boca sólo él, su comida en mis labios, su bocadillo en mis dientes, su alimento, su alimento, su alimento.

Infinitos ojos de mujeres en los ventanucos del faro o entre las roturas de la carpa o asomando del millar de papeles en la habitación.

Coro de mujeres:   

Puta,
Perra,
Payasa,
Teta-culo,
Busca hombres.
Los abraza,
Los aprieta,
Les paga,
Les da salario.
Busca borrachos,
Busca enfermos,
Sifilíticos,
Niños impúberes,
Los inicia,
Les enseña cómo deben hacerlo.
Puta de circo,
Payasa,
Guiñapo,
Canta rancheras.
Copula y canta rancheras,
Los circos,
Boliches,
Cantinas,
Junto a la basura.
Cuando se sacia,
Huye.
Perra.
Le mean
Los hombres.
Le mean.
Cuando lo hacen
La mean.
Le gusta ese olor,
Lo pide a gritos,
Ese olor.
Ese olor.
Se cubre con sacos,
Se mete a la torre y
Se cubre con sacos,
Llega al faro,
Miento, llega a la carpa.
Bajo la carpa, se encierra.
Lleva hombres,
Le mean,
A gritos,
A gritos.
Desvía barcos,
Baja la torre,
Llega a la arena,
Quiere más.
Busca cuerpos
Entre las maderas rotas,
Busca cuerpos,
Rompe madera,
Clava madera.
Con el hacha entre las manos,
Busca cuerpos,
Sube cuerpos,
Tuerce barcos.
Entre el naufragio busca cuerpos
Sale y busca cuerpos,
Los degollados,
Los más sangrantes,
Los apenas vivos,
Los lleva al faro,
No, miento, a la carpa,
Bajo la carpa los cura.
Grita.
Grita.
Cuando da leche de sus pechos,
Grita.
Les enseña,
Los sube a su cuerpo de perra vieja,
Los pone entre sus piernas,
Abraza cuerpos de pobrecillos con sus piernas,
Duerme mordiendo sexos rotos.
Enseña,
Enseña,
Enseña,
Baja al pueblo y enseña,
Se mete en su escuelita rural y enseña,
Enseña niños,
Con el aliento agrio corrige cuadernos y los niños leen
Entre sus manos pajosas,
Los niños leen.
Duerme en un pajar.
En el faro hay un pajar.
El faro es un pajar.
Frota hombres.
Frota cuerpos.
Frota vísceras.
Los hombres se enfurecen,
Se enfurecen y la montan.
Se encierra en la torre,
Engendra hijos,
Los mata,
Los tira al mar.
Recorre la playa y los llora,
Finge que los llora,
Los llora como madre,
Como perra,
Como loba.
Los hace gritar.
Como perra grita.

La mujer continúa sobre hombre en el faro o bajo la carpa o en una habitación repleta de papeles.

Mujer: Estoy en la conversación,
En lo que dicen esas mujeres.
¿Puede oírlo?
¿Puede oírlo?

Silencio, tiempo o un corte violento. Oscuro. La mujer viste de negro, el soldado desnudo.

Mujer: No, no, agua caliente no tengo. el calefón no funciona. Puedo tocar una sonata o poner algo de Haendel. Cuando no hay agua caliente, la música viene bien. ¿Me desvisto? me pongo bajo el agua y nos quitamos el frío. ¿Quiere?

Afuera pugna entre gritos lúbricos y ruido de mar.

Mujer: ¿escucha?
Cientos de quillas rajan la arena,
Son las naves.
Mi niño está afuera,
Acaba de llegar,
Viene de la mar
Montado en su barca,
Trae la espada rota.
Tengo que ir,
Tengo que ir.
Me da el sustento,
Soy mujer sin hombre.
Los borrachos lo repiten,
Lo dicen una y otra vez.
La playa va a llenarse de mujeres y
No voy a encontrar sitio.
Tengo que correr,
Que correr por mi hijo.

Por entre los ventanucos del faro, cientos bocas de mujeres gritan la llegada de los chicos a la playa.

Coro de mujeres:

Hay que ir,Ahora,
Antes que carguen con ellos
Otras madres,
Los llevan lejos y no vuelven.

Mujer: Me tiene que ayudar a salir
Yo no puedo sola.
Coro de mujeres: Llegan otras madres y cargan con ellos.
Mujer: ¿Qué debo hacer? Usted puede ir por mí.
Coro de mujeres:

Sí,
Es sencillo,
Es un pueblo pequeño,
Nadie se pierde en un pueblo tan pequeño,
Tiene que seguir el canto de mujeres,
El brillo de su baba,
Van camino a la playa,
Como todas.
Una vez allí son bestias,
lo hacen con cualquiera.
Sobre la playa
Verdaderas perras.
Se están horas tendidas sobre la arena.
Esperan toda la noche que llegue la tropa.
no hacen nada.
Reciben a los hombres que llegan a la arena.
Se balancean, comienzan el baile,
Una rutina de movimientos.
Entre los hombres vienen los chicos,
Confunden la cara de sus madres
Con estas bestias de piernas abiertas.
Intentan penetrarlas,
Alucinan con el cuerpo,
Ven por primera vez un cuerpo de mujer,
Su brillo.
Suben a la villa con estas mujeres
Y no vuelven.
Abandonan la ciudad.

Mujer: tengo que llegar pronto, Antes que todo suceda


4 Cabeza de muchacho enterrada en la arena o el sacrificio

Por entre gemidos lúbricos y cuerpos que retozan con otros cuerpos, el soldado lleva a cuestas a la mujer

Mujer: Se lo dije,
Se lo repetí,
No puedo,
El camino está lleno de violetas,
Para llegar tengo que pisar violetas.
Sí, las violetas son flores de invierno,
¿Las conoce? son pequeñas y huelen bien,
Son delicadas, muy delicadas.
Qué pena me da pisar violetas.
Si tiene cuidado puede descubrirlas y evitar pisarlas.
Guíese por el olfato.
Quiero cruzar el campo lila
Sin herirlas.
Son tan pequeñas, tan frágiles,
Tan sin sentido.
Usted es hombre respetable
Y tiene la delicadeza necesaria
Para conducirme por la arena
Sin dañar a nadie.

El soldado, que no le hace daño a nadie, que no pisa violetas ni destripa niños, cruza por entre los cuerpos con la mujer en brazos.

Soldado: No hay nada.
No puedo seguir, sus huesos cansan.
Tiene que correr.
Recorra la playa y pregunte.
No puede quedarse aquí muda.

La mujer entre los cuerpos desnudos que yacen sobre la arena

Mujer: es hijo,
mi niño,
Es joven, sólo un muchacho.
Seguro me lo tienen disfrazado, pintarrajeado.
Seguro está sobre una de estas mujeres.
Es él,
Viste cabellera y túnica,
Es él.
Ahora ya no puedo verlo.
Tengo que descender,
Meterme en la arena y descender,
Bajar a los infiernos y verlo.
Ahora sí.
Ahora sí.
Claro como el agua.
Desciendo en estos infiernos y lo veo
Con estos ojos,
Entra en la casa,
Donde no hay puertas,
Trae peces y redes sobre su espalda rota
Y sus ojos manchados.
Es mi niño
Y nosotros aquí buscándolo entre bestias.
Soldado: Todo es mentira,
La anciana no ve a su hijo.
Cuando llega a la playa,
Lo confunde,
Lo mata como si fuera león.
Lo toma del cabello como si fuera bestia.
Todo es mentira.
No hay reconocimiento.
La mujer mata a su hijo.
No puede llorar porque no comprende,
No sabe que a quien da muerte es hijo suyo.
El muchacho ya no tiene sentido,
No escucha a su madre,
A la mujer que le descuaja brazos y cabeza,
A la mujer que trincha su cabeza.

Mientras ejecuta el crimen la mujer recita el asunto de las ovejas que se apretujan en el arca para el sacrificio.

Es Abraham poniendo a su hijo sobre la piedra y no escucha la voz de dios ni ve el corderito que le envía para el sacrificio, sólo ve entre sus manos un león, un dragón, una fiera, un animal extraño que infesta lo vivo mata al pájaro quiebra al cordero.

Pausa

Soldado: La mujer vuelve a recitar: "y bajamos a la nave y etcétera".
Si se la sigue se puede escuchar que dice: "ovejas llevábamos a bordo, también nuestros cuerpos". Lo repite,
Lo dice todo de memoria,
Sabe los mil y tantos versos.
Mientras descuaja los miembros de su hijo, no me escucha cuando le grito que se equivoca, que no es un león, que es un hombre.
Un toro blanco se pasea cuando la mujer asesina, destroza, se empapa en sangre.
El toro blanco pace junto a la oveja sacrificada,
Lame su cuerpo.

La madre recoge la carnicería que cubre con arena, le ayuda el toro blanco.

Soldado: Cuando termina el sacrificio del hombre descuajado de miembros la mujer dice
"tengo que salir, de esta encrucijada, tengo que adivinar qué camino me lleva a la salida".
El toro la guía.
El que conversa con las estrellas
Ahora habla con la mujer.
Bajo el firmamento el animal huele la sangre de la carnicería y mira lascivo, quiere a la mujer de manos rojas. La mujer accede y yace con el toro blanco, bajo las estrellas.
Su cuerpo se cubre de sangre.
El toro muge y la mujer delira.
La mujer continúa la matanza mientras yace con el toro blanco, descuaja brazos, piernas, cabeza, tronco.
Mujer: No veo a mi hijo.

Pausa

Escucho sus gemidos,
No veo a mi hijo.
Los que lo golpean son los otros,
Los niños mayores dan paliza a los niños menores.
Yo soy la madre,
Debo parar la matanza sobre la cubierta.
¿Le parece bien que deje a mi hijo a merced de sus compañeritos de clase?
¿Que reciba paliza mi niño?

Cuerpos de mujeres sobre la arena relatan lo que la mujer niega.

Coro de mujeres:
"su madre, la primera, comenzó el sacrificio, y le acometió; él se quitó los atuendos para que la mísera mujer, conociéndolo, no lo matase, y dijo tocando sus mejillas: "yo, madre, soy tu hijo; compadécete de mí, oh madre, y, por sus pecados, no mates a tu hijo" mas ella, echando espuma por la boca y revolviendo sus ojos extraviados, sin sentir compasión y poseída por el furor del toro blanco, no se apiadó de él, cogió con sus dos manos la izquierda de su hijo, y apoyando su pie en el cuerpo del desventurado, le arrancó el brazo, no a impulso de su fuerza, sino ayudada del toro blanco, oíanse clamores de toda especie, y él gemía mientras respiraba, y la mujer aullaba, le arrancaba sus entrañas, llena de sangre las manos, rasgaba sus carnes yace, pues, su cuerpo hecho pedazos, parte bajo ásperos peñascos, parte en las espesas ramas de la selva, y no es fácil encontrarlos; y la cabeza, de que se apoderó su madre, sujeta de la mano de la mujer que con tan triste trofeo vaga por la arena montada en el toro blanco, su compañero y victorioso auxiliar en la conquista de este botín, fuente para ella de lágrimas, no de placer, es mejor huir de este teatro de calamidades antes que la mujer vuelva a la arena"

Cabeza de muchacho entre la arena, viendo la infinidad de cuerpos sobre el sexo de la mujer bajo las estrellas.

Cabeza de muchacho: viene del puerto,
Está sola y no tiene donde ir.
No, no se me ocurre qué decirle.
Llegó a la arena a buscar a su hijo.
Buscarme

Pausa

El toro pide a la reina que baje hasta su miembro.
La princesa abre la boca y recibe su sexo.
El animal pide a la reina que se tienda.
El toro cubre a la princesa.
Un hombre grita a la mujer que lo deje entrar.
La mujer le niega la entrada.
Cierra las piernas.


5 Friso de niños y Haendel sobre arena final

Casi vacío, sólo el soldado exhausto sobre el cuerpo de la mujer. Asoma la aurora.

Mujer: Me voy a enfriar,
No sea malito.
Quiero cobija para mis pies.
Cúbreme los pies.
Sí, mucho, mucho frío,
Porque entre otras cosas,
Estoy lejos de todo.
Soy viajera.
Vengo por un encargo
Estoy aquí y vengo por lo que se me perdió.
No, no tengo donde quedarme
Cargo mi guitarra y mis cantaritos de greda y mis arpilleras, en este saquito.
¿Me daría cobijo?
¿Me traería cobijo?
Necesito descansar los pies.
Meterlos en agua con sal.
Cubrirme con una frazada y dormir.

Pausa

Le pido cobija,
Algo,
Una frazada,
Una sábana,
Una sábana y una frazada,
Lo que sea,
Está haciendo frío,
Muchísimo frío
Y no tengo con qué cubrirme.
¿Me escucha?
No debo seguir así desnuda.
Me voy a enfriar.
Todo helado.
Todo seco.
¿No siente fresco?

Silencio, tiempo o un corte violento. Vacío, la mujer sola, el friso de los niños, música de Haendel, asoma la aurora.

Mujer: Suba a la barca y pídales con buenas palabras que dejen de hacerlo y vuelva.
Necesito hablar con alguien.
Vuelva para matar el tiempo.
¿Pongo algo de música?
¿Tiene algo con qué entretenerme esta noche?
Estoy aburrida de esperar, siempre esperar.
Nada, no hay nada.
Nada asoma sobre la línea, sólo aurora.
¿Y si le pidiera que me acompañara lo que queda de noche?
Duerma conmigo.
Lo sé, soy una perra, una perra, somos una sola jauría.
Los chicos sobre la cubierta, dándose de golpes, son también un poco perros.
Se pelean a mordiscos, ¿los ve, los ve?
Nada todavía, nada.
Se van sacando guiñapos de carne con los dientes.
¿Los escuchas? dan alaridos cuando uno arranca una lonja de carne a otro, están acostumbrados, lo hacen todas las noches, cuando cruzan el agua, mientras llueve, sobre la cubierta.
No saben más que golpearse unos a otros y morderse como verdaderos quiltros.
¿Las ves? se revuelcan en la cubierta.
¿Puede ir por ellos y buscar a mi hijo?
Usted es su salvador. No se atreve, le parecen animalillos y no quiere repasar sus lomitos hinchados y encontrarse con heridas verdaderas. No tiene orejas para escuchar, ni ojos para ver, ni manos para salvar. Me ha engañado todo el tiempo. Usted no es un apóstol. Es un simple hombre, cobarde y pequeño como todos.
No puede hacer nada para acabar la matanza. Es un hombre inútil, no me sirve en la cama, no me hace ver estrellas, ni recoge niños moribundos. Mejor váyase, váyase antes que lleguen los soldados y barran a punta de metralleta los cuerpos podridos de estos moribundos, váyase antes que barran a culatazos los tronquitos que todavía queden en pie. Los soldados son toros en celo, toros azules, que buscan vaciar su semen. Son hombres ciegos, no miran donde colocan su sexo. Estos niños van a terminar destrozados y perdidos como todo en este país. No es un apóstol, no saca nada con predicar, es arena en el desierto. Váyase, déjeme sola con mi niño, déjeme sola... déjeme...

Un suave ruido de mar y gemidos lúbricos a lo lejos. Un cielo en el que comienza a romper la aurora. Oscuro.

Jonás escribió esto durante los tres días y tres noches que estuvo en el vientre del gran pez.





Fin






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