Dramaturgos / Manuela Oyarzún Grau  

 

 


Cabeza de OVNI

de Manuela Oyarzún Grau

Contacto:
Si usted desea obtener los permisos para el montaje de esta obra contactar a: manuelami@mi.cl
En la pieza 1... (contrabajo)
En la pieza 2... (trompeta)
En la entrada de la casa... (guitarra y batería)
En la pieza 1... (contrabajo y batería)
En la pieza 2... los días pasan (trompeta y batería)
En la pieza 1... (batería y contrabajo)
En la pieza 2... (trompeta, batería y contrabajo)
Entrada de la casa... (guitarra y batería)
En el living... (guitarra y batería)
En la pieza 1 ... (contrabajo y batería)
Y en la pieza 2... (tropeta y guitarra)
Versión de impresión

 

 


De Mauela Oyarzún Grau

A Jorge, Oscar, Olga e Inés.
Que me acompañaron todo este tiempo

 

Personajes:
Graciela:
84 años, adictiva. (Contrabajo)
César: 79 años, médico, escéptico. (Trompeta)
Elena: 34 años, cuidadora de ambos, drogadicta. (Batería)
Giovanni: 30 años, ladrón, drogadicto y enfermo. (Guitarra eléctrica)

La obra transcurre en un solo lugar: la casa dividida en 4 partes. La pieza 1 (de Graciela), la pieza 2 (de César), la entrada de la casa y el living vacío, casi sin muebles, habrá que definir un espacio que contenga todo sin ser demasiado realista. En ambas piezas la tele siempre está prendida con distintas imágenes; del canal religioso con la monja que habla, de animal planet con coitos de animales raros, de monitos animados con violencia, programas educativos del cosmos, etc.
Aquí ocurre, ocurrió y ocurrirá todo.
"Cabeza de Ovni" puede ser la metáfora de un submundo que vive en nosotros mismos y que alude a lo que no conocemos, en algunos caso la muerte, en otros la vida misma, o incluso a nosotros mismos sumergidos en las circunstancias. Los personajes deambulan en estados alucinatorios evadiendo el peso de la realidad y el enfrentamiento con el tiempo cotidiano. Cada personaje es a la vez un instrumento, que a medida que transcurre la obra va generando composiciones musicales.

Presentación: Toda la escenografía está tapada por una gran tela, como las obras de arte de Christo o simplemente como una casa en desuso. Elena sentada sobre un sofá anota en una libretita de bolsillo, poco a poco las telas suben o destapan lo que esconden y aparecen sobre el escenario las cosas de la casa junto con Graciela que descansa en una silla.


En la pieza 1... (contrabajo)

Elena: Aquí viene su taza de té
Graciela: Te pedí un café
Elena: Me pidió un té
Graciela: Te pedí un café, no me gusta el té
Elena: Hace 10 años que ya no toma café, se acuerda.
Graciela: ¿Hace 10 años? No lo recuerdo, hace 10 años... hace 10 años era más joven, tráeme un café te digo
Elena: No puedo, le prohibieron tomar café porque le palpita el corazón.
Graciela: Y de eso se trata... prohibido, ¿prohibido por quién? ¿Cuando? ¿Por qué?, el té tiene teína y la teína es un estimulante y nunca nadie me lo prohibió, el café despierta, quiero un café, tráeme mi café, el café que he tomado todas las mañanas de mi vida.
Elena: No puedo
Graciela: No te oigo (se arregla el audífono)
Elena: ¡Que no voy a darle café por nada en el mundo!
Graciela: ¡no me grites!
Elena: (le indica una perilla del audífono), usted misma puede medir la distancia y los ruidos
Graciela: Tú eres un ruido (se toca el audífono de su oreja) No quiero oírte más
Elena: Vamos a quedar incomunicadas
Graciela: Como si esto no fuera ya una cárcel, dame ese té que trajiste, pero sólo por esta vez Elena, y no te acostumbres ni tampoco me engañes mira que no estoy tan vieja como para no darme cuenta las intenciones que tienes, ni tan ciega como para no ver lo que me dan. (toma la taza y mira su interior)
Elena: Ya tiene sacarina
Graciela: ¿Qué?
Elena: Le eché dos sacarinas
Graciela: No te oigo
Elena: Nada, ya vuelvo.
Graciela: ¡Tráeme el azúcar que está sobre la mesa de la cocina!

(Toma un sorbo de té, el contrabajo comienza una melodía, toma en su mano una pastilla que Elena dejó en un plato y la mira, la pastilla en un zoom lumínico y musical se transforma en la protagonista).

Soñé que tenía una vida, en esa vida aprendí a tener, creí tener algo, tuve algo o más de algo, creí tener una vida, pero en realidad qué podía tener, muebles, plantas, zapatos, pelucas que se enfrían sobre el plumavit, hasta te tuve a ti, puros recuerdos, cosas, ¿dónde estarán?, dónde están todas esas cosas que se nos olvidaron... (Pausa). Este es el único placer que me va quedando... (Se toma la pastilla) mirar mis plantas desde esta mesita de mi pieza mientras bebo este café, café molido de grano como en mis primeros años de... cuando soñé con ese día en que... esa mañana que al entrar el sol por la galería pensé... Ya no me acuerdo que deseos fueron los que pedí ese día... seguramente uno de ellos era no volverte a ver porque desde ese momento no se nada de ti, y me alegro, si me vieras como me veo yo ahora, del cuello hacia abajo, pensarías que ya no soy hermosa y no sería capaz de cargar con ese peso y el de mi cuerpo que se me desarma la mitad del día... (Se levanta y camina hacia sus plantas) este café está desabrido, está pésimo.

Alucinación 1: (bota el agua del té en las plantas, la planta se queja con un sonido ridículo, Graciela se sobresalta, las hojas comienzan a moverse como una planta animada, crece, Graciela la mira muy concentrada, se le cae la taza, se despierta)

Elena: (Entrando) ¿Qué hace? Le dije que no puede moverse sola, se puede caer y me retan a mí.
Graciela: ¿Quién te reta? a los cabros chicos se les reta y este no es un jardín... sólo es un jardín de plantas, quería regar los cardenales, hace cuanto que no los riego, años que están ahí sin regar.
Elena: Yo los riego todas las semanas señora
Graciela: ¿Tú? Pensé que se habían logrado mantener por algún milagro...
Elena: Ese tipo de milagros no existen señora, las plantas beben agua, como usted, como yo, sino se secan.
Graciela: Las plantas se secan y hay que arrancarlas de la tierra, los seres humanos se mueren y hay que enterrarnos en ella. ¿Qué me dices?

(Pausa)

Elena: Mire... Quebró su taza...
Graciela: ¿escuchaste?
Elena: No
Graciela: Algo, un ruido ahí en el rincón donde está esa planta, anda a mirar

(Elena va, Graciela se gira para sacar unas pastillas que Elena acaba de dejar sobre una mesa pero no alcanza a tomarlas, Elena se gira y la sorprende, inmediatamente se las guarda en su bolsillo)

Elena: No hay nada, ¿no será el audífono que le hace interferencia?
Graciela: Puede ser... (Misteriosa, se saca el audífono y lo mira intrigada, Graciela se hace la interesante, la escena se vuelve subterránea) llévate la taza a ver si se puede pegar con algo, ya no sirve, pero es tan bonita que puede servir de adorno en la vitrina. Quiero descansar un momento.
Elena: No se mueva que me asusta cuando no la veo. ¿Le prendo la radio? ¿O prefiere la tele?
Graciela: Nada Elena, quiero descansar de tanta bulla.
Elena: Está cómoda
Graciela: Estoy cómoda. Gracias
Elena: De nada. (Elena se dispone a salir)
Graciela: Elena...

(Pausa, silencio, entra música subterránea, se miran)

Elena: ...la pastilla del medio día... Ya se la di
Graciela: Es que no me hacen efecto... (Elena con gesto resignado se la da, Graciela toma su segunda patilla, se saca el audífono, Elena sale)
Graciela: Gracias

Alucinación 2: (El audífono sobre la mesa, se ríe y mira el audífono fijamente, la tele se prende, ella se acerca y aleja el audífono de su oído y el volumen de la tele sube y baja, ella alucinada. La obra comienza: la imagen de la tele se agranda e inunda de estrellas el escenario, Graciela disfruta su pastilla y se ríe a carcajadas, ve un millar de pastillas volando a su alrededor, como un ciclón o un collar de perlas. Los créditos comienzan, la música inicia su obertura, la cabeza de Graciela da una vuelta completa como en el exorcista.
El audífono suena, de él sale un sonido como si se acoplara, en la otra pieza se empieza a escuchar la trompeta o la voz de César, el marido de Graciela, ellos aún no saben que comparten la misma casa, sólo han desaparecido el uno para el otro, la memoria los ha atravesado arrancándoles el pasar de los sucesos y han tenido que inventar razones para justificar el olvido.)


En la pieza 2... (trompeta)

(En una pieza llena de papelitos escritos con los nombres de las cosas en donde están pegados, se encuentra César, algo ciego y ausente, pero lúcido, sentado frente a un cuadro que retrata a Graciela de joven. Entra Elena y retira una bandeja con un plato de sopa, muy silenciosa. César está delante de ella y le da la espalda)

César: Silla...(Terminando de pegar uno de los papelitos, frente a una silla)
Párate, (Elena obedece)
No,
Siéntate (Elena se sienta)
No, quédate.
Quédate aquí sentada y conversemos un poco. (Elena se acomoda)
¿Cómo te fue hoy? (Elena va a hablar y él la interrumpe) Qué perdiste. Perdiste o ganaste. (Elena se desconcierta) Me gusta que me mires cuando te hablo, mírame entonces. Hoy tuve una pesadilla. Desperté riéndome, escuché mi risa mientras dormía y cuando abrí los ojos tenía la mueca en la cara y me dio una angustia. No sabía de qué me estaba riendo, y te busqué al lado de mi cama, y se me había olvidado que la cama era de una plaza y que no cabíamos los dos juntos. Supuse que estabas en el baño y te toqué la puerta tres veces y no me abriste, fui a la cocina creyendo que preparabas tu café y tampoco andabas por ahí. Y entonces me di cuenta que había soñado contigo, y que me reía de eso. Cada vez más seguido sueño que estás aquí, y no puedo reposar tranquilo, será porque me cansé de ti. Desde la galería veo cómo la noche desaparece y retorna la luz del día, ya no puedo escribir en mi diario, me duelen los dedos, los tengo tensos. Pero he descubierto que puedo hacer gimnasia con los pensamientos.

(Elena se da cuenta que el viejo empezó de nuevo con sus historias y se levanta con gesto indiferente, intenta ordenar un poco la pieza, mientras registra los cajones en un silencio magistral encuentra unos remedios que se guarda en su bolsillo, se toma una cápsula).

¿Te aburro? Hace unos días dejé de comer y no duermo bien mientras sueño. (César se mueve un poco y pasa a llevar la silla) Cuidado, esa silla está mala, tiene suelta una pata y te puedes caer, sé que las rodillas son tu parte mas delicada, es que a mi se me olvida... Adoro esa silla, me recuerda nuestra casa. Es antigua y valiosa. Pero dime ¿Cómo te fue hoy? (como si escuchara la respuesta)... me alegro.

(Toma un pañuelo y limpia una manchita de la silla, Elena al mismo tiempo saca una libreta de uno de los cajones de la cómoda y se la guarda, César se para al escuchar, Elena queda paralizada, César se adelanta sin mirarla)




Te ves tan rubia cuando el sol te llega por la ventana, no me gusta, ¿desde cuando te pusiste rubia?, tú eras morena y tus ojos eran azules ¿o eran verdes? Eran mas verdes que azules, parece, ahora se te ven claros solamente... cada día veo menos. ¿Te has dado cuenta que todos los viejos se parecen?. Estamos viejos mi graciosa, estamos tan viejos, y fuimos tan jóvenes algún día... ¿puedes quedarte unos minutos mas?. No es necesario que te vayas tan pronto, pedí que trajeran el café que te gusta, quédate, no, no te pares todavía. (Elena va yendo hacia la puerta). Quédate graciosa y cuéntame como te fue hoy. (Busca algo en el mismo cajón, Elena paralizada de nuevo). Ah, la Biblia fue algo que te llevaste tú, yo no la tengo así que no te la puedo prestar. Nunca me interesó leerla, siempre estaba en tu velador, no en el mío, yo no creo en esas cosas, tú sabes, un especialista no puede tragarse esos temas, sería el argumento para un absurdo. Si Graciela, sé que el dolor de tus rodillas no es ese dolor, son tus meniscos, pero para ti es el cansancio de llevar tantos años rezando y ese es tu sacrificio. Cada uno se explica como puede la vida. (molesto) Bueno, bueno, como quieras... (Mira siguiendo la vista hasta la puerta y luego vuelve a la silla) siempre te vas sin despedirte. Eres tan histérica y eso no se te pasa.


En la entrada de la casa... (guitarra y batería)

(Suena el timbre, Elena y Giovanni son amantes drogodependientes, ella es agarofóbica y él un ladrón callejero).

Elena: ¡Giovanni! (lo abraza, lo huele con su olor a calle, se separa y lo mira) ¿Me trajiste lo que te pedí? (se da cuenta que no) La última vez que viniste en qué quedamos, tú sabes que yo no puedo salir de esta casa, y menos entiendes que esto lo hago por ti. (Va a cerrar la puerta) no quiero que vuelvas... (la cierra, espera, no hay respuesta, vuelve a abrirla) ¿Qué te pasa? Te dije que te fueras.
Giovanni: Salgamos un rato, voy a decirte algo (la toma del brazo)
Elena: No Giovanni, no puedo
Giovanni: Si puedes, es tu hora de descanso
Elena: Aquí nunca se descansa
Giovanni: ... No quieres
Elena: ¡No puedo!
Giovanni: Si quisieras podrías
Elena: Si quiero, pero nosotros ya no podemos seguir juntos
Giovanni: No quiero oírte decir nunca más eso.
Elena: Vas a oírlo toda la vida si no te vas ahora ¿te tomaste los remedios?...
Giovanni: Elena, te necesito despejada, tú sabes que arriesgaría mi vida entera por...
Elena: Claro, si no te tomas los remedios
Giovanni: Necesito que me ayudes
Elena: Eso hago todo el tiempo.
Giovanni: Ayúdame un poquito entonces. (Le pasa unas fotos) Falta muy poco, dentro de una semana ya no tendrás al Giovanni de siempre, esta vez si va a ser grande y cuando suceda nos tomamos el primer avión y nos vamos mierda, tu podrás dedicarte a escribir tus historias y yo comenzaré mi carrera (hace gestos de futbolista, está eufórico). El 20 de octubre, el 20 es un día de cambios. Lo tengo todo planeado. Si te quedas conmigo y no hablas me puedes acompañar y nos esperas afuera, viviremos juntos la misma experiencia. Nosotros salimos, tú tomas el volante, salimos cagando y todo se acaba. Será increíble no te parece... ¿m?... (Se pone cariñoso) a ti te gustan los deportes extremos...
Elena: ¡¡¡Tú sabes que no puedo salir!!!

(Elena decide cerrar la puerta, Giovanni la sujeta)

Elena: Suéltame (exagera)
Giovanni: No te estoy tocando
Elena: Déjame cerrar la puerta
Giovanni: No voy a dejar que me rechaces así nomás... (Mira el reloj súper de oro que tiene) Tengo que irme a jugar el partido, los cabros me están esperando, vine de pasadita nomás, pero me recibes pésimo...(Emprende su camino)
Elena: (Rápida saca la libreta de su bolsillo, es un recetario, lo retiene) ¡Tengo esto! tómalo, guárdalo y no digas nada, con esto tendremos para la semana por lo menos, consíguete con la receta lo que tú necesitas, no la mal gastes que las tengo contadas... Y tráeme lo mío y déjate de pensar tonteras.
Giovanni: ¿¡De dónde lo sacaste!?
Elena: Del cajón del viejo, no se lo muestres a nadie, si se enteran pueden llevarnos presos y hasta ahí llegarían nuestros proyectos. Promete que vas a comprar lo que necesitas.
Giovanni: Me arreglaste la tarde Elena... Elena, eres preciosas... mi diosa... me salvas del infierno... (Quiere besarla)
Elena: (Forcejean en la puerta, ella exagera) ¡Ay! Suéltame que me duele, me duele, me duele, suéltame.
Giovanni: Cállate, no te estoy haciendo nada, ¿por qué no quieres darme un beso?
Elena: Ay! Si no me gusta que me toqueteen, me ahogo y me da náuseas. Déjame tranquila, vive tu vida, ándate a la calle y tráeme algo que me aburro aquí.
Giovanni: Te voy a decir una cosa. Voy a volver mañana y espero encontrarme con otra Elena y no esta.
Elena: Tengo mucho trabajo mañana.
Giovanni: Pasado mañana.
Elena: Tal vez.
Giovanni: Entonces será pasado mañana. (Se va)
Elena: No pienso abrirte la puerta.
Giovanni: (De lejos vuelve amenazante) ¿Qué?
Elena: Nada
Giovanni: (Mira el recetario) Gracias. (Mira la hora mientras se va) chucha la hora, se me pasó volando huevona, ya no alcanzo a llegar por la cresta. (Se va insultando y se aleja por la puerta. Desaparece)

(Elena tranquila cierra la puerta con gesto de simpleza manipuladora, se escucha la voz de Graciela llamándola, Elena estresada, se golpea la cara y lloriquea en la puerta, se ve que toma un remedio y emprende el paso)


En la pieza 1... (contrabajo y batería)

Graciela: (hablando muy fuerte) No encuentro la Biblia y quiero rezar.
Elena: Por ahí debe estar.
Graciela: Que tienes en la mejilla
Elena: (Tapándose) nada
Graciela: No me mientas ¿Alguien te pegó? Tienes marcadita la cara. No conoceré yo esas cosas... No te ocultes en la sombra porque no es negra, ven, siéntate acá, estás hecha un desastre (le limpia la cara). Que no te de pena, yo también sufrí las mismas cosas. Levanté las manos muchas veces, y muchas veces me las devolvieron, apuesto a que eres celosa y piensas que él es el más seductor, tonta, que es el hombre más atractivo de esta tierra y que es inteligente. (Suspira) Ay Elena... yo pensaba lo mismo y tan tonta que me enamoré al primer segundo, nunca, nunca estuve con otro, nunca deseé el anillo de otra, lo esperé y apareció, (Pausa, posa sus manos en el pecho recordando) el oro mas brillante de este mundo...

Alucinación 3: (Elena deja de escuchar a Graciela y se detiene en su camisa, la mira fijamente, se inmersa en otro mundo, sobre la camisa de Graciela una mariposa gigante y extraña aletea en su pecho, de plateados colores, de pronto la mariposa vuela y aletea por el escenario, desaparece)

...Lo esperé y esperé, hasta que me tocó y me llevó, me dio un hijo... hasta me pegó, pero sabes que a mi no me importa, el ocupaba toda mi cabeza y me tenía anestesiada, como no si era doctor (Se ríe sola). ¿Porqué tienes esa cara?

Elena: (Sale a medias de su alucinación) Hay un bicho en su camisa
Graciela: Sácalo
Elena: Me da nervio
Graciela: Ay Elena, todo te complica, a ver donde está ese bichito, aquí estás ¡pero si es la perilla del audífono! Se me había perdido, qué bueno que te encontré...(Se lo pone y empieza a hablar en volumen normal)
Elena: ¿Bueno y?
Graciela: ¿Y qué?
Elena: Lo que me estaba contando
Graciela: Qué cosa
Elena: Ya se le olvidó
Graciela: (avergonzada) Si...
Elena: (Elena piensa un segundo y juega a probar hasta donde llega con Graciela) De sus experiencias... Sus... (Se le ocurre) sus experiencias íntimas... de eso me estaba hablando...
Graciela: Ah claro que si, me gustaba hacerlo en cualquier parte, sobre todo encima de los parlantes, no sé porqué, con el volumen vibran y eso me hacía sentirme completamente acoplada, fogosa, y entonces me decidí a aprender técnicas, te las puedo enseñar, hay unas con harta violencia, (cambia de tono) te ahorcas con correas hasta cortar el aire, siempre con un limón en la boca porque el jugo ácido despierta, te conectas con el instinto, no es perversión si se hace con amor, como decirte, es como... todavía las debo tener guardadas por ahí... así te desahogas, botas energía acumulada, rabias sobre todo, y a él lo que tenga que sacar afuera...(Elena impactada con las cosas que le cuenta esta señora) ¿Recemos juntas?
Elena: (muy resuelta) Yo no aceptaría vivir con un hombre que me pega....
Graciela: ¿Y que estás haciendo? (le acaricia la mejilla)
Elena: Yo no quiero vivir con él.
Graciela: Entonces estás aceptando que cualquier hombre te maltrate.

(Silencio)

Graciela: Y eso es peor.

(Silencio)

Graciela: Eso no es amor, Elena, es absurdo. ¿Y a quién le interesa esa lesera?. Recemos mejor, te falta Fe a ti, y mucha. ¿Hiciste la primera comunión?
Elena: Ni estoy bautizada
Graciela: Ahí esta la cosa. Voy a hablar con el curita.
Elena: ¿Usted hablaría con Giovanni?
Graciela: Pero claro que si hija, dile a ese infame que lo voy a cachetear yo a él, si no se comporta, yo no quiero ver a nadie sufrir en esta casa. Así que nada de andar lloriqueando por ahí escondida porque te duelen los cachetes.
Elena: Vendrá pasado mañana
Graciela: Le dices que pase al fondo a la izquierda.
Elena: Gracias, es usted tan buena mamita.
Graciela: (Se queda pensativa mirándola) nunca tuve una hija. Tuve un hijo (Pausa)
Elena: Ya vendrá algún día, los hijos al final siempre vuelven.
Graciela: Al final...¿cuánto quedará para el final?
Elena: ¿No quería rezar?
Graciela: Si mijita, recemos mejor, ponte a mi lado... Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita eres entre todas la mujeres y bendito es el fruto de tú vientre, Jesús, Santa Maria madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra... (Rezan un poco más)... ¿tomémonos un traguito? Necesito un incentivo, perdóname virgencita, en un minuto estoy contigo. (Saca las llaves y va a abrir el clóset)
Elena: Señora, tómese un copetito conmigo, yo se lo doy, y me convida, ya entramos en confianza.

(Le pasa un vaso, salud "por la confianza" y toman las dos al seco)

Graciela: Dame otro poquito
Elena: Nos vamos a curar mamita (toman otro vaso)
Graciela: Póngale nomás
Elena: Ya se nos calentó el hocico (otro vaso entre risas)
Graciela: Nos se nos vaya a calentar otra cosa
Elena: Mire que vamos a terminar las dos en su cama
Graciela: Cochina.
Elena: Usted empezó.
Graciela: Dios mío, ya ni me acuerdo como era "la cosa"...
Elena: (Levanta las sábanas de su cama y mira hacia adentro) Igual que todas nomás (se ríen)
Graciela: Mijita, vamos a tener que ir a la iglesia a confesarnos
Elena: Pero si usted desde acá no puede cometer pecados
Graciela: Si puedo, con el pensamiento (se toma otro vaso de una vez)
Elena: Va a ir a puro entretener al cura con sus problemas
Graciela: De algo que se entretengan...
Elena: Ay mamita, que me cae bien Usted.
Graciela: Y yo te quiero Elenita
Elena: ¿Por qué pasarán las cosas?
Graciela: Que cosas
Elena: Las desgracias de la vida, porqué podemos estar bien un día y luego al otro destruirnos en el mal.
Graciela: Porque Dios nos pone pruebas
Elena: Donde estará Dios... (Siguen tomando, ya están bien curadas)
Graciela: En el cielo, con mi marido, si es que alcanzó a llegar...
Elena: nunca piensa que le diría si lo volviera a ver
Graciela: El día que nos veamos las caras, voy a estar bien muerta, ni así lo perdonaría. A veces, lo escucho que me habla aquí, muy profundo (indica el oído)
Elena: ¿De que?
Graciela: De la vida, me reta, y se me pasea en frente y por un segundo es como si me fuera a morir, pero no señor, ese hombre ya me rompió una vez el corazón, no voy a dejar que lo consiga de nuevo. Ya no quiero ni acordarme de su cara.
Elena: Algún día se tendrá que acordar.
Graciela: Nunca, hay cosas que es mejor olvidar. Todo lo que está adentro mío, adentro de esta cabeza Elena, tu no lo conoces, y cuando yo me muera todo eso se va a ir al cajón junto conmigo y de eso ¿quien se acuerda?
Elena: Yo no la voy a poder olvidar.
Graciela: Eres tan buena.

(Elena se regocija porque en el fondo es una interesada)

Graciela: Escucha, yo te voy a dejar todo, no, casi todo cuando me muera, tú podrás elegir cuanto de aquí quieras y tendrás para hacerte tu casita...
Elena: Señora, no diga esas cosas, menos si ha tomado, después se le olvida y yo tengo que hacer oídos sordos. (Le sirve otro poquito, ya no queda nada de la botella)
Graciela: (Tomando el último concho) Aquí la única sorda soy yo, y claro que se me olvida si se me olvida todo, pero para que me creas trae un lápiz y un papel, vamos a anotar tus regalos.
Elena: (Trayendo lápiz y papel rápidamente)...Eso sería bueno hacerlo ante un notario...
Graciela: Con mi palabra basta.
Elena: Esas cuestiones se hacen legalmente porque después nadie las cree, nunca nadie quiere cumplir las cosas y las cosas quedan bonitas en el recuerdo ¿pero y aquí?, (Gesto de palmada en la mano, como diciendo "la plata") ni una mosca vuela.
Graciela: (Distante, se da cuenta que Elena es una fresca) Ya lo haremos como tú dices...
Elena: (Urgiéndola) ¿Cuando?
Graciela: (Sin atenderla demasiado) Cuando tengamos tiempo.
Elena: Tiempo tenemos de sobra.
Graciela: (Más cortante) Elena, te dije que cuando tengamos tiempo.
Elena: (Se taima) Le apuesto que no lo vamos a hacer nunca, a usted se le olvida todo.
Graciela: (La enfrenta muy seria) Mira niñita, la enfermedad que tengo yo no la escogí, ella se encargó de buscarme hasta encontrarme, nadie sabe cómo van a ser sus últimos días Elena, me paso inventando historias de los primeros que viví y así me convierto en una mitómana, de nada de lo que digo hasta ahora estoy segura, no sé si algo de lo que hablo existe, supongo que recuerdo mis primeras palabras y que con estas últimas se alarga lo que converso contigo, ten piedad de mi.
Elena: (Bajándole la importancia) Ya... está con el bajón, después hablaremos. (Trata de sacarle el audífono)
Graciela: ¡No me toques!
Elena: Ya... se puso difícil.

(No se mueve)

Elena: Voy a contactarme con su hijo, me deberían subir el sueldo con todo el trabajo que hago yo, doble trabajo.
Graciela: ¿Doble?
Elena: Olvídese, si ni siquiera sé para que escucha si después no se acuerda de nada y hay que andar repitiendo todo tres veces.
Graciela: (la golpea en la cara de un manotazo) ¡Insolente!
Elena: ¡Hago todo como usted quiere y usted no agradece nada!
Graciela: Fresca... te ganaste la ley del hielo por dos días (Elena sale con la mano en la mejilla tal cual entró, Graciela se empina la botella buscando el último sorbo)

(Pasan dos días: Las siguientes dos escenas se vuelven a cámara rápida retratando el paso del tiempo y vemos como se constituyen los días. Elena intenta escribir en su libreta pero es constantemente interrumpida por los dos, lleva la comida y los remedios de un lado a otro, dispone las piezas, de tanto en tanto roba pastillas y se las toma, todos transpiran mucho)


En la pieza 2... los días pasan (trompeta y batería)

(Elena entrando a la pieza, el plato sigue intacto)

César: ¿Graciela?
Elena: Elena.
César: Ah, no tengo ganas de comer. (Se saca la placa, Elena la toma y se la pone a la fuerza, viejo mañoso)
Elena: Ese no es mi problema.
César: Estuve buscando mi recetario y no lo encontré, necesito que me vayas a comprar un medicamento. Estuve pensando toda la noche que me haría mejor tomar un remedio distinto de día. (Elena le estira la mano con un remedio en su palma) Es una lástima que mi Doctor haya muerto, fue un gran médico, yo no tendría porqué confiar en ti...(Toma la pastilla con un vaso de agua, César se atora y no para, Elena procede con sus conocimientos a apretarle el estómago hasta que se traga la pastilla)
César: (Todavía nervioso) ¿Qué me diste?
Elena: La cápsula que lo hace dormir, casi se muere donde ya ni traga se le achicó el pescuezo.
César: ¡No quiero que me des más medicamentos y no quiero comer nunca más!
Elena: Se va a morir
César: No quiero... qué era lo que te quería decir... no quiero... mierda que iba a decir.

(Elena a estas alturas ya se ríe con el escándalo) No te rías que estoy pensando

Elena: Y que piensa
César: Cállate que quiero acordarme de lo que tengo que decir... pásame esos papeles, ahí lo tengo anotado... que tengo que decir, a ver, mis anteojos, (busca sus parlamentos), que no quiero repetirlo más, (Se enoja como si le indicara una acotación que debe hacerlo) ¡que estoy esperando que ese recetario aparezca y que si no aparece de aquí a mañana te voy a despedir porque es muy grave que se pierda un recetario de estupefacientes! ¿Sabes lo que significa? ¡¿Estupefacientes?! ¡Estúpida!
Elena: (bajándole el perfil a la situación) ¿Sedantes?
César: También se llaman Narcóticos
Elena: ...Narcóticos
César: Drogas... Tienes la cara hinchada... estás mas gorda
Elena: ¿Ah?
César: Cuídate, después cuando quieras tener hijos lo vas a lamentar, todas las mujeres se quejan por esas cosas.
Elena: Yo no se si quiera tener hijos.
César: Ándate haciendo la idea, porque para eso nacieron, para parir, sino para qué.
Elena: Para dedicarse a otras cosas como me dedico yo, podría estar escribiendo, pero de algo hay que vivir, si es que hay que atenderlo, así será mientras viva, después se verá.
César: Yo me voy a morir algún día y te vas a quedar sin trabajo
Elena: No sé, buscaré algo o alguien que necesite mis servicios
César: Yo no los necesito. Pásame el calendario, en que día estamos
Elena: Domingo...Cómase la comida
César: Me dio sueño.
Elena: Ve, le hace bien tomar eso, no puede uno andar todo el día quejándose.
César: (Lleno de crueldad anciana) Qué sabes tu jovencita si nunca te ha costado despertar para ganarte la vida día a día.

(César baja la mirada y no se la dirige más, la música entra fuerte, Elena se queda con esa frase, y le duele, retrocede lentamente y en un acto de magia se apoya en la pared y la pared da vuelta como en las casas embrujadas, llegando a la habitación 1)


En la pieza 1... (batería y contrabajo)

 

Graciela: Elena, ocurrió algo terrible, no tengo ombligo, mírame (Le muestra el vientre, en efectivo, no tiene ombligo)
Elena: Pero señora, la operaron hace mucho de una hernia, no se acuerda que la cerraron mal.
Graciela: (Se desespera, está muy nerviosa) Que me pasa Elena, qué me pasa, ya no me acuerdo de nada, imagínate, es como si nunca hubiera nacido.
Elena: Cálmese, ahora ya se acordó.
Graciela: Pensé que estaba drogada y se me había pasado la mano con las pastillas
Elena: Yo estoy acá, bájese la camisa. ¿Quiere algo?
Graciela: Mi pastilla de la noche, estoy ansiosa.
Elena: Pero todavía es muy temprano
Graciela: (Tono suplicante) Que te dije Elena...
Elena: (Elena agobiada se la da, Graciela la traga) estoy ocupada ahora, la voy a dejar
Graciela: se me perdió el audífono
Elena: yo se lo busco

Alucinación 4: (Elena se dispone a salir y pisa sin querer el audífono, lo rompe, se agobia más, lo recoge sin que Graciela se de cuenta y lo bota a la basura, sale, y en el pasillo se detiene y toma una pastilla de las de Graciela para tranquilizarse. Se calma y comienza a caminar lentamente en una línea hacia la pieza 2, apoyada de la pared, entre tanto Graciela se ha levantado de su cama y ha caminado al basurero a ver que botó Elena, mira hacia dentro del basurero y junto con la música que se inicia, un cordón o un largo cable comienza a subir como una serpiente hipnotizada, nunca termina, Graciela alucina una vez más. César también de pie ha comenzado su monólogo)


En la pieza 2... (trompeta, batería y contrabajo)

 

(César adormilado intenta caminar, le cuesta, intenta llegar hacia la cómoda donde guarda todas sus recetas y remedios). Donde está ese recetario...(Encuentra una grabadora y comienza a hablar como si escribiera su testamento) 17 de Octubre del año 2006, César Fernando Ossa Cruzat, 79 años, ahora camino más lento, pero también puedo pensar detenidamente las cosas, dejo constancia de que esta es mi voz y mi voluntad, como si fueran subtítulos para que los alcancen a leer claramente. Ayer logré dormir, como un feto me ovillé con la intención de volver a nacer, de haberme tragado los dedos me hubiese atorado con el miedo escupiéndolo afuera, lejos de mi. (Con dificultad, se detiene, obligado se apoya en el suelo). No tengo frío, tiemblo porque estoy viejo. Ahora lo sé, no puedo hacer nada, estoy absolutamente indefenso, vuelvo a ser un niño, nazco para morir, renazco ahora porque comprendo, existo porque pienso, siento el dolor, nunca había experimentado más crueldad que la que mi propia vida me echa en cara. Soy mi propio Judas, qué estoy diciendo Graciela, me hechizaste, por qué hablo así...¿habré tomado algo? Lo que necesito es tomar algo para dejar de pensar en voz alta...(Se atormenta con sus teorías, comienza a botar las cosas que toca, los remedios, lápices, hojas, libros, hasta que alcanza una jeringa y la llena con una solución que no sabemos qué es, continúa grabando lo que habla). El cuerpo es un antro, lo puedo sentir como el olor de mi cuerpo viejo. Las células son diabólicas, se miran unas otras para dividir su mal, (toma una tira de goma y se la amarra al brazo fuertemente para ver su vena). La vejez es morirse, es morirse y acordarse de todo, pero yo, con esta memoria que tengo he olvidado que muero y no quiero comer como un niño taimado y burgués que no conoce el hambre...(Vuelve en sí mirando su cuarto, logra levantarse) Somos burgueses... y estuvimos tan cerca de ser finos. Pero no lo somos, no somos nada después de experimentar el ocaso. (Se va atormentando cada vez más hasta reventar, Elena a su vez va perdiendo el efecto de la pastilla). Nos olvidaron, nuestro hijo también perdió la memoria parece, nuestro hijo, imagínate, nuestro, de los dos, y de nadie más, y no tenemos ni un poder sobre él porque ya es adulto y nosotros somos viejos y más encorvados que antes, y más bajitos que él. Trajiste al mundo algo mío y venía fallado, y tú que te creías tan perfecta. Me dejaste solo Graciela, pero fue para mejor sabes, te estabas poniendo vieja, y sabes qué, que con todo lo que se me olvida, se me olvidó como eras y te puedo imaginar fea y sentirme aliviado de no estar contigo, porque ya no estás, (Prepara la aguja) hoy me siento mucho mejor. Me quedo de sol a sol quieto viendo como se rompe el día. Puedo pensar, tengo tiempo de sobra, ahora tú ya no me lo quitas... (Se inyecta un poco, solo un poco porque se asusta y se queja)...

Alucinación 5: (Mira el cuadro de Graciela en la pared de su cuarto, el cuadro toma volumen y se acerca como si fuera a besarlo. Llega Elena con ataque de ansiedad, César descansa de su agobio)

Elena: Doctor, ¿puedo ocupar el teléfono?
César: habla corto y no llames al extranjero

(Toma el teléfono y se le cae de las manos, sus manos están transpiradas, habla entre dientes insultando, está muy nerviosa, César la observa)

César: ¿Qué te pasa?
Elena: Nada, estoy nerviosa
César: Estás transpirando, estás pálida sin embargo tienes las mejillas rojas, te tiemblan las piernas, apuesto que tienes las manos heladas y las pupilas dilatadas
Elena: Y como lo sabe...
César: ¿Sabes como se llama eso?

(Niega con la cabeza)

César: Ansiedad...
Elena: Qué está hablando Doctor, ¿se comió la comida? (Mira el plato) ¿ve? No se la comió, se la voy a tener que dar en la boca (Toma la cuchara muy nerviosa y se la pone en la boca muy torpemente) a ver, abra la boca Doctor, ya pues, que me estoy poniendo nerviosa... no me muerda...
César: (Bota el plato que le salta en la cara a Elena) No te estás poniendo, estás histérica, ¡¡¡Donde están mis recetas!!! ¡¡¡Me robaste mis recetas!!! ¡Quieres que me muera!
Elena: ¡¡¡Cállese Don César!!! No tiene idea lo que habla, no come y se dedica a alegar, no soporto esta casa. ¡No soporto a nadie y nadie me entiende! Todos aquí son unos viejos de mierda, si, que se mueran, que se mueran rápido y que me dejen tranquila. Me está acusando de algo que no he hecho, se lo juro (Llora), se lo juro, por favor créame Doctor, créame que si no me voy a morir... (Llora angustiada) me duele el pecho, me voy a morir, me duele mucho, ay, estoy ahogada...
César: (Calmado) Elena, pásame esa jeringa del velador, está limpia, anda al tercer cajón y saca una caja metálica, ábrela, pásamela, toma una ampolla, quiébrala como te enseñé y has una inyección, dámela y dame tu brazo, cálmate, dame tu brazo, donde está la vena, aquí está, te lo inyecto... ya está...¿Cómo te sientes?
Elena: Mejor...¿Qué es?
César: Morfina.
Elena: Ahhh. Nunca la había probado (Ya está en otra)
César: Drogadicta
Elena: No sé
César: ¿Dónde tienes la cabeza?
Elena: En otro planeta...
César: Qué extraño, Graciela tenía lo mismo, tenía que estarle dando día por medio una dosis pequeña para controlar su ansiedad. Será que todas las mujeres quieren depender de algo...
Elena: ¿En qué mundo vive Doctor?
César: Estás hablando bajo el efecto de la droga, no te voy a tomar en cuenta (César la mira)
Elena: Ya no me importa... (Cierra los ojos)
César: ¿qué estás viendo?
Elena: Nada
César: ¿Y qué sientes?
Elena: Nada. Eso es lo malo. Soy un marciano, todo lo que hago, lo hago para sentir algo, pero no saco ni medio suspiro. Me aburro y al mismo tiempo me desespero, no hago lo que quiero, pierdo el tiempo y no quiero. No sé que hacer con las personas que amo, en realidad no las amo, las detesto. Hay un hombre en esta tierra que da la vida por mi, y se está muriendo, y yo me voy a quedar sola sin poderme los pies y sin lavarle sus calcetas blancas... A propósito, sabía usted que dicen que somos luz, somos una energía que habita en todos los lugares por donde hemos transitado, lo leí una vez, (Descansa en el sillón con la cabeza hacia atrás, cada vez va adoptando cierto erotismo incontenible), es un misterio, nos miramos y no sabemos qué hay entre nosotros, estamos hechos de un pedazo del tiempo y en este minuto es nuestro turno... (Habla lentamente como si tratara de entender lo que dice y a la vez César se deja seducir) Creo que esos ojos azules que me miran un día luego estarán sumergidos en el agua del florero que dejarán como herencia... no me escuche, en el fondo soy una interesada, una egoísta y una mentirosa. Trato de ocupar el tiempo precioso de usted en mi aburrimiento. Trato de aclararme, de ver clarito, como el cloro, claro que a veces me dan unas ganas de pegarme un balazo... pero, a lo hecho pecho. Si le grité alguna vez también fue para sentir que también lo quiero... (Se acerca a él) Ya, déme la mano y hagamos las paces luego, mire que después uno se arrepiente y puede ser tarde... (Suena el timbre) ¿Quién será?
César: es muy tarde...
Elena: No tanto...
César: Mi hijo... parece que tendré que morirme para verlo.
Elena: No... (Se va, se detiene y se da vuelta hacia César, le da un beso en la mejilla) Gracias.


Entrada de la casa... (guitarra y batería)

Elena: (Elena se lanza a los brazos de Giovanni eufórica lo besa apasionadamente, él le responde amoroso) Giovanni, vi la caja, está lleno de remedios, recetas, vacunas, sueros y fármacos en general... tiene hasta la llave de su consulta, ahí está lo que queremos, Giovanni, lleno, entiendes, lleno. Vas a sanarte, lo se, ay Giovanni todo esto me trae una alegría tan grande... Además el viejo me dio morfina, la probé.
Giovanni: (Se separa) La probaste sin mí
Elena: Me la dio porque estaba mal, estaba nerviosa porque tú no me habías traído lo que te pedí
Giovanni: Como puedes ser tan traicionera, perra.
Elena: Que tiene, acaso no puedo picarme cuando quiera, lo necesitaba, me tenías mal, además el viejo me descubrió, se dio cuenta que faltaban las recetas, casi me echa, y yo casi me muero de un ataque al corazón, por eso me dio morfina, estaba histérica.
Giovanni: OK Elena, relaja la vena, sabes para qué venía, para darte esto, (le muestra una bolsa y ella se desespera tratando de tomarla) pero no, no tan rápido amorosa, sabes que vamos a hacer. Yo te doy esto si me traes la morfina, así que esto se queda aquí esperando (se la guarda en el bolsillo del pantalón).
Elena: (nerviosa) Pásame la bolsa. Tú no puedes tomar eso ¡te hace mal!
Giovanni: Nicagando. Tráeme la morfina que probaste. ¡Dijimos que nunca nadie, ninguno de los dos iba a fumar ni tomar ni empeparse ni inyectarse solo!
Elena: ¡Nunca dijimos eso!
Giovanni: ¡Pero era obvio!
Elena: ¡Ya cállate, no grites! Déjame pesar. ¿Cómo te fue con los exámenes?
Giovanni: Más o menos, en realidad no fui, tenía que hacer otra cosa.

(Mete la mano a la bolsa y saca una pistola)

(Elena muda lo mira, se miran intensamente, la música nos ayuda a entender algo que talvez acaban de pensar)

Giovanni: Elena estoy enamorado de ti, necesito hacer algo, o si no todo esto se funa. No me he sentido nada de bien estos últimos días, he sudado como caballo, mi vida se está desmoronando y si no reacciono ahora...
Elena: Pero Giovanni, te dije lo que vi en la caja, ya no es necesario, podemos sacar hasta algo de plata, yo lo vi, (Se le llenan los ojos de lágrimas) sé que hay más, lo sé, podemos hacerlo...
Giovanni: ... Mi vida, después de esto saltaremos a cualquier planeta, nos merecemos un viaje ¿donde te gustaría ir?
Elena: No sé... a la luna. (Se ríen nerviosos)
Giovanni: donde quieras (beso)
Elena: (nerviosa) Mira, estoy pensando... el viejo ya me tiene entre ceja y ceja por lo de las recetas y yo no puedo arriesgarme a nada a estas alturas... pero si le tocamos su lado sensible... los viejos son sentimentales y lloran por cualquier cosa. Yo creo que hasta podemos quedarnos con todo, si para qué necesitan tanto, están solos, nadie los viene a ver y total ya se van a morir luego... (Elena cambia la cara repentinamente)
Giovanni: ¿qué te pasa?

(Elena comienza a desnudarlo, la luz se va)


En el living... (guitarra y batería)

 

Giovanni en calzoncillos. Elena en un costado aspira un spray anestesiante que Giovanni traía en un bolsa, se cae al suelo y se levanta, él no se ha percatado.

Elena: Giovanni, concéntrate. No nos podemos arrepentir ahora, tienes que ser natural sin esforzarte, debes parecer una persona de carne y hueso. Lo eres pero creo que necesitamos maquillarte, estás muy flaco.
Giovanni: Relájate, puedo hacer lo que tu me pidas. (Elena se queda igual)
Giovanni: Hola papá, como está, papi, papi perdone por no haber estado presente en todo este tiempo papi, es que...
Elena: Cállate, pésimo, si no es eso lo que tienes que decir, ya tengo listos los parlamentos y no tienen nada que ver, vamos a hacer que hables bien poco para que no se te note
Giovanni: ¿y si me pregunta algo que no sé?
Elena: Eso no va a pasar porque yo estaré ahí. No se te ocurra entusiasmarte tanto, aquí lo tenemos que tener todo controlado mira que igual es peligroso, se llegara a dar cuenta nos meten presos.
Giovanni: Y la vieja
Elena: No le digas vieja
Giovanni: Tú le dices así
Elena: Yo le tengo confianza y le digo como quiera, tú no.
Giovanni: Cuidado Elena, no te pongas conmigo mira que me mando a cambiar en tres tiempos y te dejo de una pieza
Elena: De una pieza... de donde sacas esas palabras.

(Elena anota en su libreta, Giovanni mientras se pone una chaqueta. Pausa. Elena mira a Giovanni como si fuera otro, como si no le conociera y viviera un encuentro con alguien aún desconocido, como el hijo)

Elena: Te ves bien así, así me gustas mucho más... mira como te ves, como un caballero, te ves decente y te ves sano, así cualquiera te hubiera dado trabajo.
Giovanni: Estoy enfermo y eso a la gente no le gusta. Si hay algo que no quiero en la vida es quedarme en los paraderos de micro mirando cómo me reflejo en los autos de lujo. Manos a la obra, trabajaremos como enanos si es necesario.

(Pausa. Elena certera y con volumen)

Elena: Párate bien, derecho. Eso. Ponte este libro en la cabeza, así tienes que mantenerte, así me enseñó la señora que hay que moverse, derechito para parecer más alta, y más alta significa más distinguida, más hermosa, nos vamos a parecer por lo menos, no se te vaya a salir un flato, pronuncia bien las eses, que no se te olvide. Dile buenas tardes papá, tanto tiempo.
Giovanni: Buenas tardes papá, tanto tiempo (lo hace demasiado mal)
Elena: Pero pon de tu parte, no puedes ser tan fingido  (Se transforma en una escena militar de ordenes y obedecimientos por amor a la vida)
Giovanni: Elena, no puedo.
Elena: piensa que eres él ¡más natural!
Giovanni: (Se relaja moviendo los brazos) Hola Papá
Elena: Buenas tardes papá, no lo ve hace años
Giovanni: Buenas tardes papá, tiempo que no lo veía.
Elena: Pero Giovanni, eres tarado o qué, como se te ocurre decirle eso al pobre viejo, ¿quieres dejarlo llorando? Si aquí el malo de la película vas a ser tú, quiero decir, el hijo, porque él es el que no ha venido. Entonces tienes que decirle he vuelto o algo así, después de tanto tiempo me doy cuenta que he sido un desgraciado y una bestia. Estoy arrepentido por toda esta ausencia pero que más puedo hacer, mi vida ha sido un eterno darme cuenta y hoy que he vuelto ya no quiero separarme de usted, sé que debo cuidarlo hasta los últimos días de su vida y mi vida sabrá porqué lo hago. (Se concentra emocionada). Lo necesito, padre, lo comprende, estoy pasando por momentos difíciles pero yo no vengo a rogarle ni a pedirle nada, vengo de vuelta solamente, vengo con ganas, vengo para saldar nuestras cuentas. Si, lo sé, soy un infeliz, un bastardo, soy una mierda, pero ¿podría darme una segunda oportunidad para ser su hijo?, me gustaría serlo, pero hacerlo bien, me gustaría venir a verlo todos los domingos y leerle el diario, si es que todavía le interesa, sentarme a los pies de su cama y recitarle noticia tras noticia, aunque no digan nada interesante, pero así me sentiré feliz, me sentiré como en casa.
Giovanni: Elena, que bien improvisas
Elena: No si me lo aprendí de memoria, lo tengo escrito, toma, esto te lo aprendes tú y no necesita más palabras, con esto el viejo va a quedar tan impresionado que va a querer agarrarte a besos.

(Giovanni con gestos de complicación)

Elena: ¡Giovanni! Tú te aguantas nomás, pobre de ti que hagas algo que nos delate y no se te ocurra mirarme las piernas... Necesito que estudies, que seas cuidadoso, que te bajes del alambre y hagas algo útil en tu vida, que repitas una y otra vez lo que te di, puede ser tú oportunidad, quizás nunca se vuelva a repetir, piensa mientras lo haces que esta es la última posibilidad de salvar lo nuestro que se ha ido desgastando por tú culpa porque no te cuidas, últimamente no me tomas en cuenta las cosas que digo, crees que soy uno de tus espejismos, pero me parece que no sabes donde tienes la cabeza...
Giovanni: ¡Cállate mierda!, ¡mierda! Estás drogada. Crees que subiendo el volumen te voy a escuchar, eres ridícula. Primero que nada te tomas hasta el agua del florero y quieres que te tome en serio, Elena, yo me cansé de escuchar tus inventos, aquí el que pone las reglas soy yo, me escuchaste, mira que el protagonista de este plan va a ser Giovanni Escármeta, y si no me tienes, tu “complot” se va a la chucha... Pareces verdulera con ese delantal Elena.
Elena: por qué me insultas Giovanni, quiero terminar
Giovanni: no te atreves
Elena: claro que sí, viéndote vestido así, me doy cuenta de lo fracasado que serás siempre, nunca podremos disfrutar de una vida normal, no le llegas ni a los talones a esa camisa, no tienes el porte ni tampoco la facha para parecer hijo de nadie.

(Giovanni le pega una cachetada)

Elena: ¡Maricón!

(Se escucha la voz de Graciela llamándola, Giovanni la toma por el cuello, la escena se vuelve violenta)

Giovanni: Si algo sale mal, la culpa va a ser tuya, me entendiste. Tú misma vas a tener que sacar las pastillitas, ah! Y la llave de la antigua consulta, porque yo no me voy a ir de este lugar con las manos vacías, pase lo que pase, ¿me entiendes Elena? PASE LO QUE PASE... ahora anda a atender a los viejos que para eso te pagan, para limpiarles el poto y sobarles la raja con emulsionado, ellos que llegaron a ese punto en la vida ahora se cagan y quieren que tú los bañes como si fueran tus guaguas, yo por lo menos nunca voy a llegar a dar pena, anda a secarle la baba a la vieja que no para de gritarte cuando vengo, eres mía Elena, eres mía, mi putita, nunca te voy a dejar. No me puedes traicionar.
Elena: (Abatida, le sale sangre de narices, cambiando de tema y muy ausente se mira el delantal) Mira, voy a tener que lavarlo (Camina hacia adentro de la casa)
Giovanni: ...Te amo
Elena: (Mientras camina sin mirarlo) Yo también.
Giovanni: ...debería odiarte
Elena: Y yo a ti.

(Giovanni sale, Elena en el pasillo saca el spray de la bolsa e ingiere un poco más, cae por segundos al piso y se levanta)


En la pieza 1 ... (contrabajo y batería)

 

Graciela: Me siento más vieja Elena
Elena: (Le pasa un plato hondo, Elena ha cambiado de personalidad, está distinta de cómo la hemos visto hasta ahora) Yo también, cuidado que está caliente todavía.
Graciela: Me siento cansada y sin fuerzas, apenas escucho. Creo que me voy a morir muy luego
Elena: Lo primero es comer para tener fuerzas.
Graciela: Quiero comerme un chocolate
Elena: No puede
Graciela: Pero quiero, ¿qué tienes en esa bolsa? (La droga)
Elena: Nada, unos remedios, (Rápidamente saca un papel brillante de su delantal, es un chocolate) tome, no le diga a nadie
Graciela: Y a quien le voy a decir si no tengo a nadie Elena, de eso me di cuenta
Elena: Me tiene a mi
Graciela: pero tú te vas a ir
Elena: ¿Y cómo sabe?
Graciela: Lo presiento.
Elena: (Muy ausente) No la voy a abandonar, ahora acuéstese que tiene que descansar
Graciela: Acostarme... ese es mi único panorama, yo no quiero que ese sea el tuyo, eres joven todavía Elena, tienes que conocer el mundo
Elena: Pero yo no quiero conocerlo, con esto ya me basta, apenas se ubicarme en esta ciudad
Graciela: Después te vas a arrepentir, cuando estés como yo, vas a pensar porqué no hice esto, porqué no hice esto otro y tus últimos segundos no van a durar nada

(Pausa)

Graciela: No dicen que la vida se pasea delante de los ojos al momento de morir
Elena: Si...
Graciela: Y con esta vida tan simple que tengo, serán como mucho unos 3 o 4 segundos los que me demore en pasear.
Elena: Cuando mi mamá murió ya no reconocía mi cara. Ella sólo cantaba desde su cama haciendo las clases que siempre hizo, durante toda su vida, todos los días, a los niños de la iglesia. Y los niños ya no estaban, y la clase tampoco, la iglesia era su dormitorio y ella sólo cantaba. Al final llegó a un punto, en que para ella lo más importante eran esas notas musicales con las que podía recordar minutos de su vida...(Mira a Graciela que está enmudecida mirando un punto fijo) Mamita...¿Mami? ¿Está bien? (Se inquieta)
Graciela: ¿ah?
Elena: Ah... La voy a dejar durmiendo
Graciela: No, quédate aquí
Elena: Bueno mamita, aquí voy a estar
Graciela: Elena
Elena: ¿Si?
Graciela: Dame la mano. Todas las cosas que te conté... sobre César mi hijo, anótalas en un papel por mí, no quiero olvidar nunca que yo misma hice eso, aquí... (Indica su vientre, se duerme)
Elena: Descanse. Yo también quiero dormir.

(Elena se asegura que Graciela duerme, se sienta en un sillón, saca su bolsa y nuevamente ingiere hasta el último lo que hay ahí. Se le pasa la mano, se relaja deslizándose por el suelo, se droga, se ríe, se tapa la boca, se estira y se deja caer en la inconsciencia, poco a poco pierde todo signo de vida)


Y en la pieza 2... (tropeta y guitarra)

 

(En la pieza de César disfrazado de Césitar, el hijo, entra Giovanni con una bandeja. Se ve muy bien, muy compuesto. César duerme. La luz entra a través de las persianas. Giovanni mira hacia todos lados buscando a Elena, no la encuentra. Cierra aún más las persianas haciendo que la luz sea mas baja y todo se vuelva mas difuso. Giovanni queda parado frente a César sin saber que hacer, saca el papel con sus parlamentos y le echa una mirada. De pronto César despierta con el ruido del papel, desde su sillón mira a Giovanni que guarda el papel arrugándolo en su bolsillo. César queda mudo y sólo mira y mira. ¿Qué pasará?)

César: ¿Qué estás haciendo acá?
Giovanni: Buenas tardes padre, tanto tiempo
César: Te pregunte que estás haciendo acá
Giovanni: He vuelto
César: Si así veo, que quieres
Giovanni: ...después de tanto tiempo me doy cuenta que he sido un desgraciado y una bestia...
César: Sabes hace cuantos años no vienes ni siquiera para saber como estoy, da lo mismo que no me quieras ver, pero cómo puedes ser tan ingrato y tan mal hijo para venir y presentarte de esa manera, ¡entras campante como si no hubiera pasado nada y no tienes la decencia de por lo menos tocar la puerta! ¡Sal inmediatamente de aquí!
Giovanni: (con un hilo de voz, estúpidamente sigue diciendo el texto que se aprendió)
...mi vida ha sido un eterno darme cuenta y hoy que he vuelto, ya no quiero separarme de usted...
César: ¿Qué estás diciendo? Lo que sea, yo ya no soy tu padre.
Giovanni: ...Estoy arrepentido por toda esta ausencia pero que más puedo hacer...
César: ¿Arrepentido? ¿Ahora? mira como estoy, mira estas piernas, están muertas. Mira a este hombre que fue tu padre, no nos parecemos en nada, maricón de mierda, qué vergüenza...
Giovanni: Mi vida... mi vida... hoy... eee... me gustaría verlo los Domingos, (Se desmorona) leerle las noticias...
César: ¿De qué hablas? ¿Qué te pasa?
Giovanni: No soy... maricón, donde está Elena
César: ¿La conoces?
Giovanni: Si... La conozco.
César: ¿Te metiste con ella?
Giovanni: No...no puedo. Así no puedo... (Llora desconsolado)
César: ven, acércate
Giovanni: No, no soy su hijo.¡¡¡ No puedo hacerlo!!!
César: Ven para acá

(Giovanni se acerca fuera de sí, como si un chakra se le hubiera abierto. César lo abraza y de pronto lo separa de su cuerpo y lo mira, Giovanni, muy nervioso pero emocionado, lo vuelve a abrazar. César asustado grita como nunca, el audífono de Graciela se activa y Graciela de un grito llega hasta su pieza. Aparece por la puerta la silueta de Graciela, en camisa, sus rostros se enfrentan, sus miradas se cruzan, serios, muy serios, el tiempo no les dice nada pero como dos jóvenes adolescentes algo se enciende)

(Trompeta, guitarra y contrabajo)

César: ¿Y usted quién es?
Graciela: ¿Yo? Yo vivo aquí
César: ¿Usted? Yo vivo aquí
Graciela: No puede ser, esta es mi casa
César: Es la mía
Graciela: ¿Cual es su dirección?
César: Espéreme que la revise, últimamente todo se me olvida
Graciela: Marchant Pereira 1183
César: Si...
Graciela: Esa es la mía
César: Qué coincidencia... disculpe, tome asiento.

(Giovanni consternado)

Graciela: Gracias. Me duelen las rodillas
César: ¿Quiere tomar té? Justo está recién servido
Graciela: Tiene las mismas tazas que yo, gracias. ¿Y usted quién es?
Giovanni: (Giovanni no puede hablar) e...
César: Él... mi hijo, se lo presento. Él es mi hijo.
Graciela: ¿Cómo se llama?
César: Como Usted quiera. Ya ni me acuerdo
Graciela: Mucho gusto. Qué lindo nombre. Yo también tengo uno y no puedo dejar de mirar su foto. Es mi adoración. Me imagino que se llevarán muy bien. Se ven cariñosos.
César: ¿Quiere de estos dulces? Son muy buenos
Graciela: Gracias. Qué lindos sus ojos, me recuerdan a alguien...
César: Usted también me recuerda a alguien. A estas alturas acordarse no tiene nada de nuevo ni es muy legítimo.
Graciela: Tal vez nos hemos visto antes
Cesar: Puede ser, en la calle.
Graciela: En una de esas
César: ¿rico su té?
Graciela: Riquísimo. ¿Puedo sentarme a su lado? Tengo problemas para escuchar (Se cambia de puesto, muy cerca de él)
César: Claro, por favor. Que elegante su camisa
Graciela: ¡Uy! Que vergüenza, no me di cuenta y salí sin bata.
César: Y que nos importa eso, míreme como estoy yo, si hubiera sabido que tenía visitas me vestía para la ocasión
Graciela: Estamos iguales entonces
César: ¿le gustaría quedarse a comer?
Graciela: Claro, me encantaría, y...
César: ¿y qué?
Graciela: No. Nada, me pasaría de atrevida
César: Claro que no. (La mira fijamente)
Graciela: ¿Entonces? (Insinuante)
César: Por supuesto (Se acercan más)
Graciela: ¿No sería un problema? Por el niño digo...

(Giovanni descolocado mira de reojo, como si se hubiese transformado en un niño chico)

César: No, claro que no. Él tiene su propio mundo, siempre me ha gustado fomentar la independencia.
Graciela: Claro... lindo... como nos mira
César: Hijo, porqué no vas a jugar al patio
Giovanni: Eh... pero yo...
César: Deja que los grandes conversen, afuera está la bici, dile a la empleada que te saque a dar una vuelta a la plaza. Acostúmbrate a jugar con otros niños, (A Graciela, mientras Giovanni sale anulado) lo único que me preocupa es que sea tan tímido, no quiero que después cuando se tenga que enfrentar a la vida le cueste tanto, hay que enseñarle a ser un hombre.
Graciela: Pero los niños son así... hay que dejarlos.
César: Hay que dejarlos... Puede ser que tengas razón. (Se miran, se tutean)
Graciela: No hay problema. Que fina tu marqueza...
César: Si, es de caoba, pero es muy pequeña
Graciela: No me importa

(Se miran fulgurantes)

César: Ven, acércate... vamos a la cama, quiero reposar
Graciela: Si, claro...
César: Sólo es de 1 plaza
Graciela: Nos acomodamos. Ya sabemos cómo se hace aunque se nos olvide la mitad de todo.
César: Se nos olvidó la mitad de la cama (Ríen)
Graciela: Voy a necesitar que pongas un cojín aquí, debajo de mis caderas, tuve una operación y no puedo hacer fuerza.

(Se acuestan uno al lado del otro con un poco de dificultad, pero lo logran y se quedan quietos mirando el techo como si fuesen dos muertos, lo que viene será el recuerdo de algo inolvidable)

César: ¿Qué miras?
Graciela: La lámpara
César: ¿Quieres que la prenda?
Graciela: No, estoy muy bien así. (Lo besa cariñosamente) Quiero sentir la paz que viene con el final
César: ¿Y tú crees que es oscura?
Graciela: No lo sé, pero estoy segura que no la vamos a poder ver
César: ¿Que habrá al otro lado?
Graciela: Quizás, es como una simple casa con habitaciones. Al otro lado hay una pieza y luego otra y otra, divididos por delgados paneles que se abren y se cierran. Como ésta.
César: Yo nunca supe que había al otro lado porque nunca la pude recorrer. (La mira recorriéndola) y mira lo que me perdí...
Graciela: Lo único que espero es no seguir escuchando el sonido del refrigerador. (Se saca el audífono y lo rompe, se saca la camisa)
César: ... Yo también... ¿Hacia donde vamos?
Graciela: Quien sabe, ya estamos muertos César y todavía seguimos aquí...

(Mientras tanto, en otra pieza Giovanni sigue buscando para robar, una puerta se abre por un fuerte viento y muchas recetas comienzan a volar por el escenario, Graciela le extiende su brazo desnudo César entiende e inyecta morfina)

César: Mira, ahí estaban las recetas y ya no las necesitamos... ¿Por qué te quedas callada? Habla... Graciela, habla... ¿Graciela? no quiero decir la última palabra, no tengo nada que decir, no puedo explicar con palabras la vida de un hombre... no hay que desesperarse, no hay que desesperarse, Graciela, Graciela, Graciela... estamos muertos, hace un rato ya que estamos muertos...

ALUCINACIÓN 7: (César y Graciela desnudos, tapados con una sábana en la pequeña cama. César toma a Graciela y en su brazo inyecta más morfina con decisión. Se dejan volar, ven cosas, miran su vida pasar en unos segundos, la oscuridad los sostiene sobre la cama que vuela en el espacio a través del sistema solar. A Graciela se le agita el poco pelo que tiene, César abre los ojos dejando entrar el aire del universo. En otro sitio Giovanni sostiene el cuerpo de Elena suicidada o muerta, la abraza con fuerzas, llora).

(Trompeta, batería, guitarra, contrabajo)

Fin

(Canción final)

Se termina esto
como se termina una obra de teatro
y queda todo en la oscuridad,
el toque de la última tecla en concierto
y luego el silencio,
y los aplausos,
pero a nosotros quien nos aplaude
si somos tan viejos
que nadie se acuerda de nosotros.
ya me puedes soltar,
no me arrepiento de nada
puedo verte morir,
y morir al mismo tiempo.
la casa está vacía,
la luz ha dejado de entra
son las persianas no mis ojos
puedo ver que llegamos al fin
nos separamos del abismo,
la nieve está cruda y no se derrite
se me hielan las manos,
me han calado hondo las ultimas frases que he escuchado,
pero no tengo miedo.
no lo voy a tener,
una silla de colegio sobre un bosque,
un abrazo en un aeropuerto,
un charco de agua en un funeral.

Agosto - Diciembre 2005


Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006