Dramaturgos / Isidora Aguirre  

 

 


El amor a la africana. Café concert

de Isidora Aguirre

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I
II
III
Versión de impresión

 

 

De Isidora Aguirre

Personajes:
José Paravicini: el marido
Isabel: la esposa
Pupi: amiga de Isabel

La obra está concebida para que la misma actriz sea la que hable a público en la introducción, como Pupi, y que luego cambiando de peluca y con algún elemento vestuario (y sobre todo marcando la diferencia en la actuación) interpre­te, alternadamente, tanto a Isabel como a Pupi.

 Escenografía:

Para ser dada en una sala para café concert: al fondo, pequeño escenario que representa un living, donde hay un diván, un espacio balcón y, a un costado. Se simula un ascen­sor, con las luces (sin que aparezca el espacio mismo, el ascensor).

Música incidental, para separar unas escenas de otras, junto con breves “OSCUROS” y toque de batería, indicada en el texto.

La actriz, caracterizada como Pupi, se mueve entre las mesas del café, dirigién­dose a público. El actor, José Paravicini, ya caracterizado, es uno de los que están en las mesas de la sala.

Café-concert basado en la comedia "Dos mas dos son cinco" de la misma autora estrenada en 1957, al que se le puede agregar la parte musical.


I

La actriz: No sé si ustedes... perdón, antes, buenas noches. No sé si ustedes, decía, tienen algún problemita conyugal... Digamos que hay dos grandes depredadores del matrimonio: uno, los celos, justificados o imaginarios. Dos ¡la rutina! El desgaste. Eso de: "Déme dinero, mijito" ”No tengo, mijita" "¿Cómo? Este mes me diste menos que el mes pasado y las cosas subie­ron al doble." "La inflación, mijita, las cosas suben de precio y el sueldo, no." "Pretexto". Lo que pasa es que usted ya no me quiere... ya nunca me invita a comer a un restaurante, a tomar un traguito... menos, todavía "a bailar," "¿Sabes lo que te saltean en esos restoranes con orquesta, aunque pidas un hot dog y una coca cola?" ¿Hot-dog y coca cola? ¡qué vul­gar!"... Bueno y él piensa en algo más al alcance de su bolsillo y la toma en sus brazos y le propone hacer... (Toque de batería) ¡eso!. Y ella "mijito, para serle franca, cuando hacemos "eso", es cuando más noto que ya no me quiere como antes". "¿¡Qué!?", exclama él, herido en su hombría. "A ver ¿cómo es eso?" Y ella "No se ofenda, pero ya no veo el infi­nito como cuando recién nos casamos. Perdone, pero ¡Ni un brillo!, ... Y él "¿Qué quiere? ¿que yo la... ?. (Batería) con el mismo ardor de entonces, ahora que llego agotado de la ofici­na, con las horas extras para completar el sueldo?" Y ella: "Nada que ver con el trabajo. Cuando llega tarde, seguro que tiene otra mujer y a ella (Batería) me tinca que le hace ver el infinito." Y él: "Oiga, córtela con lo del "infini­to". ¿Cree que con lo que gano me alcanza para mantener una querida?"

Se desplaza entre las mesas, observando al público.

Bueno, no vamos a negar que la inflación "desinfla" a los maridos. Como se hace poco el sueldo, algunos se emplean de día como contadores y por la tarde en un café concert, y por la noche trabajan un taxi... y sólo ganamos en polución.

Se coloca una peluca vistosa, y toma actitu­des que caracterizan a su rol de Pupi.

Me presento, Pupi Chávez, sicóloga, doctorada en Berkeley, especialidad, ansiedad causada por el deterioro conyugal... ¿Alguien requiere de mis servicios? (Toma un pequeño libro y lo enseña, desplazándose). Este librito que descubrí ¡es la Biblia!... es decir... Lo escribió nada menos que el gran filósofo inglés Bertrand Russel. Sí, él mismo, pueden informarse si creen que lo invento. Explica cómo ser feliz en la vida y en el matrimo­nio... (Dirigiéndose a alguien en el público) ¿Sufre de celos, señor? Aquí, en este librito, se lo resuel­ven en un dos por tres. Y usted ¿está llegando al "dame dinero, miji­to... no tengo mijita?" Aquí está el remedio: "cómo combatir la rutina". Les hago una demostración enseguida. (Mira hacia la sala o las mesas). Sé que a nadie le agrada servir de cuyi pero... ¡A! Creo que encontré un voluntario. El que levantó la mano... (Luz sobre el Actor que está sentado en una de las mesas). Bravo... Venga. Sí, usted, no tenga miedo. (El hace gestos negándose, murmura que no levantó la mano, ella insiste, él la sigue hacia el escenario). ¿Su nombre?, (El murmura algo). Más alto, por favor.
José: José Paravicini Angeloto.
Pupi: ¿italiano?
José: Más o menos.
Pupi: ¿Casado?
José: Bastante.
Pupi: ¿Jura decir la verdad, sólo la verdad, nada más que la verdad?
José: Lo juro. ¿Qué tengo que decir?
Pupi: Ya se le ocurrirá. Es usted un marido "tipo". Supongamos que llegó agotado de la oficina... Bueno, ahora está desespera­do porque su mujer le esconde los cigarrillos por miedo al avisi­to que pasan en la Tele, ese en que se ve en una playa a un tipo, rodeado de piluchas gracias a la magia de encender un ciga­rrillo que le procura la felicidad, y después el macabro cartelito: "El Tabaco produce Cáncer"... Bien, empiece a buscar. (José busca moviendo los cojines del diván, ella lo observa un momento, luego pide). Con más "desesperación", por favor. (José, en cuatro pies, mira afanosa­mente bajo el diván y demuestra "desesperación") Bien, eso está mejor. Ahora entro yo, es decir, la Pupi, la amiga de su mujer. Espere, debo entrar por el balcón. Busque, mientras tanto. (Sale de escena)
José: (Tomando su cabeza a dos manos, exclama) ¡Esposa! ¿Dónde chu... quiero decir, dónde diantre escondiste mi ración de nicotina? Esto es horrible... (Busca a gatas) ¡Espantoso!

Pupi asoma la cabeza por el lado balcón:

Pupi: Un poco más de naturalidad... (José, sin mirarla, cambia)
José: Cigarritos, cigarritos... ¿dónde se escondieron?. (Los llama como a un perro. Ve a Pupi) ¡Pupi! ¿Estoy soñando?. ¿Eres tú?
Pupi: Sí, darling, soy yo. ¿Qué haces en cuatro patas?
José: ¿Por dónde entraste?. ¿Atraviesas las paredes?
Pupi: Por el balcón, darling. Vivo en el departamento vecino ¿no lo recuerdas?. Están comunicados... salté la reja.
José: Vivías al lado... ¡pero estabas en Norteamérica!
Pupi: Regresé ayer. (Un silencio) ¿No me preguntas algo, José?
José: Sí: ¿tienes un cigarrito?
Pupi: (A público) Qué mal educado... (A él) Sorry, no fumo.
José: ¡Roñoñi-trifolato-al-crostino!
Pupi: ¿Palabrota italiana?
José: "Riñones al canapé"... un guiso. Pero, desahoga.
Pupi: Eres de lo más mal educado que hay, José: hace 3 años que no nos vemos y tú...
José: Y yo hace 3 horas que no fumo. (Amable) Perdón. ¿Cómo te va?
Pupi: Bien, gracias. ¿Y la Chabela? ¿Dónde está?
José: Eso quisiera saber ¿dónde está?
Pupi: No me digas que se separaron, Sería "awful".
José: ¿Qué?
Pupi: Espantoso. Una regresa de un viaje y ya nadie sigue casado con nadie. O, mejor dicho, todos están casados con otros. ¿Por qué se separaron? Y no te sientas raro: hoy es lo más normal.
José: Seré "anormal", pero sigo casado con Isabel. ¿Dónde los escondería? (Reinicia la búsqueda de cigarrillos)
Pupi: (Ofendida) Ni siquiera me has preguntado como me fue.
José: Sí... ¿cómo te fue?
Pupi: "Wonderful". Fantástico. Sírveme un trago. (El deja de buscar y le sirve un trago). Me gradué en Berkeley.
José:"Berkeley"... ¿una nueva profesión?
Pupi: Una universidad, mi amor...
José: (Coqueto) ¿Y en qué se graduó, mi linda?
Pupi: En algo que tú necesitas con urgencia, darling.
José: No me digas... (Toque de batería) ¿Será lo que estoy pensan­do?
Pupi: ¡José!. Por esa mirada libidi­nosa, me imagino que...
José: ¡Una broma, Pupi!. Y ¿qué es lo que necesito yo con urgencia?
Pupi: ¡Un psiquiatra!. Basta ver cómo te tiemblan el pulso, esos ojos vidriosos, y tu modo patológico de escarbar...
José: Calma: el pulso me tiembla de nacimien­to. Ojos vidriosos, deben ser los lentes de contacto, y mi modo de escarbar no tiene nada de patológico (De pronto frenético, mientras grita) ¡quiero fumar! (Le sonríe, calmado) Disculpa. Mira. Pupi, tengo un sistema; si te has dado cuenta ¡uno jamás encuen­tra lo que busca! Basta con buscar otra cosa para que aparezca... ¡Vaya! (Saca de algún lugar un folleto) ¡Aquí esta­ba! Otra cosa que tenía extravia­da: mi folleto. Debí buscar el folleto para encontrar los cigarri­tos.
Pupi: ¿De qué se trata? (Indica el folleto)
José: Mi obra maestra. (Lee el título) "De cómo suprimir las U-EFE en cinco minutos y de paso, eliminar la inflación y elevar el percapita y terminar con la cesantía y otros problemas que están llevando mucho a la mierda a los países en vías de desarrollo."
Pupi: Como título, además de largo es grosero.
José: Bueno, no dice "mierda", lo acabo de agregar, y están de moda los títulos largos. Es ¡sensacional! Pero, por el momento ¡me siento en las U-EFES y en la inflación, lo que quiero ¡es encontrar los cigarritos!. ¡Roñoni-trifola­to-al-crostino!

Patea el piso rabioso y resuenan otros tanto golpes.

Pupi: ¡No te creo! ¿Patadas con eco? (Indica el piso)
José: Las viejitas Vergara. Las del piso de abajo. Escucha.

Da 3 patadas y se escuchan los 3 golpes de respuesta.

Pupi: ¿Patean de vuelta? Esas viejitas ¿caminan al revés? O sea... (Gesto confuso indicando el techo)?
José: Golpea en el techo con un palo largo: dicen que con mis pa­tadas se les queman las ampolletas.. Bueno, quizá estén en la cocina.
Pupi: ¿Las viejitas Vergara?
José: Los cigarrillos. Isabel ¡no me la vas a ganar! (Inicia salida hacia el fondo, lo retiene PuPi)
Pupi: ¡Mi pobre José! Sufres de la típica ansiedad del drogadicto.
José: Drogadicto ¿yo? ¡Hazme el favor! (Cambio). Me bastaría con uno solo. Qué digo, encenderlo, al menos. Y la Chabela sin llegar. ¡Son más de las nueve!
Pupi: Transferencia, darling.
José: ¿Qué??
Pupi: Transfieres la ansiedad del tabaco a tu verdadero problema: el problema conyugal ¿Eres feliz en tu matrimonio?
José: ¿Yo? Bueno... no sé. Supongo.
Pupi: Típico: "supones". Dime ¿tu mujer tiene un amante?
José: Si lo tuviera, aquí habría un cadáver. No dos. (Piensa) ¡Tres! el del amante, de la Chabela y el mío. En ese orden.
Pupi: (A público) Un caso de machismo en tercer grado. Sigamos. (A él) Y tú, José ¿engañas a tu mujer?
José: Bah, eso ¿qué tiene que ver? (Ríe con malicia) Nada que ver.
Pupi: (A público) Machismo en "cuarto grado". El hombre, ¡nada que ver!. La mujer ¡tres cadáveres! (A él) Estás pasado de moda, darling. Se terminaron esos tabú. Hay mujeres empresarias, ministras, juezas, astronautas. Si tienen las mismas respon­sabilidades y corren los mismos riesgos que los machos ¡tienen iguales derechos! ¿No?
José: Vaya ¡feminista! (Alza un dedo amenazante). Te prohíbo que me conta­gies a Isabel.
Pupi: “Me" la contagies. Posesivo. ¿Isabel es tu propiedad priva­da? José, deberías hacerte unas cuantas preguntas sobre hi­giene matrimonial: ¿alimentas debidamente sus necesidades psico-biológicas?. En otros términos "sexuales". Segundo... (José la detiene con el gesto)
José: ¡Para, para!... ¿qué insinúas? ¿Necesidades sexuales?
Pupi: Al hacer el amor ¿cómo procedes?
José: Te hago enseguida una demostración, "darling"... (Trata, gentilmente, de derribarla sobre el diván)
Pupi: (Apartándose) Me lo temía: ninguna sutileza. La derribas sobre el diván y ¡paf, paf!
José: Paf, paf, pero en la cama que es más ancha.
Pupi: Peor, pues: al menos, en el diván tiene más brillo,
José: ¿Tú crees...? (Se queda pensativo)
Pupi: Importa la creatividad, dear. (Ríe). ¡Nunca olvidaré cuando "me ataca­ron" en un ascensor.
José: ¿Subiendo y bajando? No se me hubiera ocurrido.
Pupi: Los maridos carecen de imaginación. Piensa, José, que el amor es como una planta fina, que hay que cuidar para que no se marchite. Si la descuidas, la mujer sale en busca de... otro jardinero, si me permites la metáfo­ra. (José mudo, la mira fijo, lo que es una de sus caracte­rísti­cas. Pupi, al público) No lo puede creer. (A él) Si no alimen­tas su ero­tismo, saldrá a buscarlo fuera de casa ¿no crees?
José: ¡Permíteme! Isabel es una mujer decente.
Pupi: Of course. El 99 por ciento lo son. Y sin dejar de ser­lo... (El trata de detenerla con el gesto) Cálmate. "Take it easy". Mira, al comienzo ellas sólo buscan sustitutos...
José: ¿Algo como el Nescafé...?
Pupi: No, darling, nada que ver: suelen ir a clases de cerámi­ca, de gimnasia aeróbica, inscribirse en organi­zacio­nes, la políti­ca, conferencias sobre la Biblia, disciplinas orienta­les...
José: (La detiene con el gesto) ¡Sonamos! Tomó un curso de "medi­tación trascendental".
Pupi: Entonces, está al borde de un precipicio. Bastará un leve empujoncito para que ruede cuesta abajo.
José ¿Lo dices en serio? No conoces a la Chabela.
Pupi: ¿Cuántos años llevan de casados?
José Espera... cinco.
Pupi: La comezón del séptimo año "seven years itch"... En la era atómica bajaron a cinco.
José: Según tú, a los 5 año las esposas decentes ¡dejan de serlo!
Pupi: Es todo un proceso. Empiezan por añorar la época en que el roce de una mano bastaba para que les temblara el piso...
José: Tonterías. A la Chabela nunca le tembló el.. Oye ¿crees que le temblaba el piso conmigo?
Pupi: Of course. Pero cuando el novio enamorado se trans­forma en esa cosa gruñona y aburrida, es decir, un marido...
José: Pupi ¡no seas grosera!
Pupi: Perdona, tengo que abrirte los ojos. Mira: llegas a casa con ese mal genio potencial que arrastras luego de una dura jor­nada en la oficina, te llamó la atención el gerente, etc. y sucede...
José: ¿Qué...?
Pupi: Que ese mismo día, un admirador le ha dicho "Isabel, adivino que no es usted feliz en su matrimonio".
José: ¡A ese desgraciado que me lo traiga!
Pupi: Una hipótesis, darling. Pero es posible que encuentre a un hombre galante que la corteje ¿no? Y ella, inconscientemen­te lo compara con lo que tiene en casa; el marido. Ese individuo que cuando su mujer le habla, se rasca los pies, se escarba un oído y ronca como locomo­tora. O que se pone frenético cuando ella le pide dinero. En cambio, el admira­dor...
José:... El de "Isabel, adivino que..." ¡A ese infeliz ella le da una sola cachetada!
Pupi: Es lo que hace el 99%. Pero se quedan "rumiando" las pala­bri­tas dulces. Al comienzo, se resisten heroicamente, pero con el correr del tiempo, amor reprimido, amor pasión, el 99% ¡dejan de ser heroicas! Y llegan hasta el... "etc... etc."... (Toque de batería) con el admira­dor.
José: ¡Y yo te aseguro que la Chabela no llegará al etc... etc... (Toque de ba­tería) con otro que conmigo.
Pupi: Mi pobre José ¡estás celoso!
José: No soy tu pobre José, pero creo que estoy celoso. (Mira su reloj) Porque, ¿qué diablos hace la Chabela a estas horas?
Pupi: Calma, no te preocupes: este librito, te prueba en dos patadas que ¡los celos no existen!
José: Ah, ¿no?
Pupi: Es sólo un problema de dudas. (A público) ¿Usted sufre porque sospecha que su mujer lo engaña? Otelo mató a Desdémona por una simple sospecha. Pero usted, antes de matar a su mujer, se entera que ella no lo engaña. ¡Se acaba el problema! O bien averigua que SI lo engaña... también se termina el problema, porque ya no tiene la duda: ¡ahora es una certeza!. Y con un poco de madurez emocional, se da cuenta que es culpa suya. Por no haber alimentado a tiempo ese romanti­cismo la­tente. De modo que la perdona, y ella lo admira por eso, y todo termina ¡es decir, fantástico!. Un "happy end". O si usted NO la perdona, entonces, sin escánda­lo, la abandona. Y rehace su vida con otra mujer con la que tendrá ya mayor experiencia. O sea ¡cuando se termina la duda el problema celos deja de exis­tir! Lo que hiere es "La duda" ¿see what I mean, darling?
José: (Burlón) ¿Y cómo diantre termino yo con la duda... darling?
Pupi: En el librito están las respuestas. Pienso adaptarlo a los maridos latinos. Mira, método uno: la sorpresa. Ella llega tarde, él le pregunta, así a quema-ropa "¿de dónde vienes?" O bien, con ese mismo elemento sorpresa le pregunta si es feliz en el matrimo­nio. Un método basado en el subcons­ciente: esto es, no darle tiempo para pensar en la respuesta. (Un ruido afuera) Ahí viene, escucho el ascensor. Me esfumo, ¡suerte!

Sale por el balcón que lleva a su departamento

José: (Va tras ella) ¡Espera! Oye, ¿tengo que preguntarle algo como "¿me engaña mijita?" (Para sí) Ni huevón... (Hacia público) Hace un momento ¡sólo tenía un problema: ha­llar los cigarri­llos! Ahora, resulta que soy "ansioso, pato­lógico, machista y... además carnudo en potencia". ¡Mama mía! Como que me llamo, José Paravicini Angeloto, hijo y nieto de sicilia­nos yo... Calma. Después de todo ¡los celos no exis­ten! Tratare­mos de aclarar "la duda". (Escucha patadi­tas en costado puerta de entrada) Ah, aquí llega la culpable.
Voz de Isabel: ¡Monito! ¡Ábreme por favor que no tengo manos!...
José: (Sale a abrirle) ¿Cómo que no tienes manos?

Regresa seguido de Isabel. La misma actriz sin la pelu­ca y algún cambio en elemento vestuario y, más que nada, en un estilo más natural de actuación, en contraste con la sofisticación de Pupi. Viene cargada de paque­tes.

José: ¡Qué manera de comprar!
Isabel: Consumismo, mijito. Tentación. Vitrinas.
José: Cualquiera diría que a uno la plata se la regalan.
Isabel: ¿Estás de mala?
José: ¡Sí! No... ¿Por qué iba a estar de mala?. No tuve disgustos con el gerente, ni llegué agotado de la oficina. ni sufro de... mal genio potencial. (Isabel entra a la cocina. El, hacia público) Ojo. Aquí va la pregunta del método sorpresa: (Sube la voz). ¿De dónde vienes, Isabel?
Isabel: ¿Regaste el gomero? Ay, había un smog... y los pies, como me duelen los pies... (Vuelve y se deja caer en el diván)
José: (Carraspea, se aclara la voz) ¿De dónde vienes Isabel?
Isabel: Me costó un mundo encontrar los ingredientes de la omelet que enseñan en la Tele. El chino, simplemente no lo encontré
José: (Para sí) Cuernos chinos... (A ella) ¿Cómo se llama?
Isabel: Algo como Kunfú...
José: (A público) Me engaña con Carradine...
Isabel: (Ahora desplazándose, concentrada en sus asuntos, yendo a la cocina, hablando desde ahí.) Estás raro. Monito... ¿Quién es ese Carradine? Estuviste tomando whisky, y con dos vasos, seguro que te mareaste y te serviste dos veces... Muy tuyo, Monito. (Se lleva los vasos)
José: ¡No me llames "Monito"!. No me emborraché, tuve visitas. (Ha entrado Isabel de la cocina batiendo huevos) ¡Deja de batir huevos y pon atención cuando te hago una pregunta, Isabel!
Isabel: Uy, ¡qué mal genio! No mientas, peleaste en la oficina con la vieja señorita Prudencia, la que tiene un lunar con pe­los en el labio que te da asco. Si dejo de batir huevos, no habrá tortilla, Monito, ay, perdón, José, y no sabrás lo que te pierdes. A propó­sito alcanzaste a ver la Teleserie?
José: No veo teleseries, me cargan las teleseries, no discutí con la señorita Prudencia...
Isabel: Ya sé: se te volvió a perder el folleto de las UF y cómo terminar con... no sé qué... Nunca me he aprendido el título, pero estoy segura que es genial, y cuando te lo publiquen dejarás de ir a la oficina, te dedicarás a la política. ¿O no? (El, muy tenso, guarda silencio). Ay, estos huevos no me suben... (Mira a José, ve que tiene cara de mártir) Ah. No se te perdió el folleto. Lo veo ahí. Bueno ¿qué era lo que me estabas pregun­tando?
José: (Dominándose) Sólo quiero saber, por simple curiosidad, "de dónde vienes, Isabel, para llegar a estas horas", y no me digas que tuviste pana de neumático, porque la tuve yo...

Nervio­so va a buscar el vaso de licor y bebe.

Isabel: ¿Tuviste tú la pana de neumático?
José: No. ¡Tuve la citroneta! (Sombrío) ¡Renuncio!
Isabel: ¿Renuncias? (Alegre) No te creo... ¿renuncias en la oficina? ¡Fantástico Monito! Por fin vamos a poder ir de vacaciones, están ofreciendo un viaje a esa playa de Méxi­co, con estada pagada, en cómodas cuotas mensuales... (El la mira furioso) ¿No habrá vacaciones?
José: No puedo llevarte a esa playa de México si renuncio, porque ¿de dónde sacaría para las cómodas cuotas mensuales?
Isabel: (Suave, conciliante) Monito, usted dijo bien claro: "Renun­cio". Y creo que harías bien: es muy fúnebre trabajar en una oficina de "quiebras", te topas con puros suicidados... Y eso te pone pesimista. Creo que es una buena idea, renunciar.
José: ¿No te has enterado de los índices de cesantía?
Isabel: Bah... ¿por qué en esos "índices" le iba a tocar justo a usted, Monito? ¡Cómo va a tener tan mala suerte! Salga de las quiebras, lindo.
José: Gracias a las quiebras, puedo pagar alquiler, comida y...
Isabel: Pero le hará regio un cambio. Usted se la puede en cualquier rubro de negocios. Sería fantástico que encontrara un trabajo algo más alegre que visitar gente "quebrada". Algo al aire libre, que le dé la ocasión de viajar, por ejemplo.
José: (A público) Ojo: quiere tenerme lejos.
Isabel Oiga, deje de hablarle a las paredes. Decía, algo que le haga cambiar de aire... Vendedor viajero...
José: Vendedor en la micros ¿aspirinas, curitas, "ofertas"? "Seño­res pasaje­ros permítanme robarles un minuto de aten­ción..." Isabel, baja a la realidad. No he renunciado a la oficina. Renuncio a... (Gesto, desanimado) a hablar contigo.
Isabel: No se ponga de mala, Monito. Es pésimo para las relaciones conyugales. Bueno, ya, hablemos: ¿qué me querías preguntar?
José: ¿De dónde vienes, Isabel?
Isabel: (Entrando a la cocina, riendo) ¡De casa de mi amante!
José: (A público) Buena respuesta, me la merezco. (Sube la voz) Isabel, al ir a casa de tu amante ¿dónde escondis­te mis cigarrillos?
Isabel: (Vuelve a entrar) ¿Donde?... Ese es el punto.
José: ¿Cuál punto? (Ella se alza de hombros) ¿No se acuerda? No importa. Bajemos juntos a comprar.
Isabel: La omelet está en el fuego...
José: ¡No tardaremos! ¡Venga!

La arrastra fuera.
Apagón.
Música animada. Luces intermitentes y el ruido del ascensor

Voz de Isabel: Pero Monito, no lo puedo creer... ¡en un ascensor!... Y con su propia mujer... Ay, me está rompiendo la falda,... Oiga, pre­­tende que en serio, aquí... ¡Uy! (Sonido del ascensor cesa). ¡Se atascó el ascensor!. Monito... ¿qué vamos a hacer?. Parece que me apoyé contra todos los botones a la vez... Auxilio... Ay, qué oscu­ridad... ¡Atrapados en un ascensor!. Se nos a va acabar el aire, lindo, si no nos sacan de aquí. (Grita) ¡Sáquenos de aquí!
Voz de anciana: ¡Mayordomo!. ¡Los Parravicini se adueñaron del ascensor. ¡Há­ga­los salir. ¡Por mis piernas, no puedo usar la esca­lera!

Música. Vuelve la luz. Entran, ella se arregla la ropa.

Isabel: Qué quiere que le diga. Monito... Parece telenovela ¡violada en un ascensor!. Oye ¿no habrás estado fuman­do marihuana?. Te hallo, no sé, como "hippie". El amor en un ascensor. ¿Por qué no en un ropero?
José: Tendría que ser en el closet, no he visto un ropero en años. Desde que murió mi abuelita.
Isabel: Hablando en serio ¿qué te proponías?
José: Escucha, el amor es como un ropero... no, quiero decir, como un gomero...
Isabel ¿Un gomero?
José: Una planta fina, si me permites la metáfora. Hay que regarlo seguido...
Isabel José... qué crudo amaneciste. De palabra y de obra.
José: Que hay que cuidar, si "regar" la escandaliza.
Isabel Y a propósito regaste el gomero?
José: No nos salgamos del tema. Qué le decía; Ah, sí. Comparaba, se me ocurrió (sobrado) así, el amor con una planta.
Isabel: ¿Una planta?
José: Sí, Esa cosa verde con hojas que se mete en un macetero.
Isabel: ¡No sé de qué hablas!. ¿Huele a quemado? (Corre a la cocina, gritando) ¡La omelet!

Acordes de música marcando la súbita decisión de José.
Va hacia la cocina y la trae, la lleva hacia el diván y la derriba.

Isabel: Pero, Monito... Así, tan de repente... ¿no será mejor, después de comer y en la cama, como de costumbre?
José: (Se sienta, deprimido) "Costumbre" ¿No sabes que la rutina mata el romanticismo?
Isabel: ¿Cuál romanticismo?
José: El que usted añora desde que le dejó de temblar el piso conmigo.

(Se echa sobre ella, apagando la lámpara de pie junto al diván. En lo oscuro se oye su quejido)

Isabel: Qué atroz, creo que te di un rodillazo... ¿dónde fue?
José: ¡Justo ahí... justo ahí!... Pero no importa...

Música con mucha batería.Foco sobre un biombodelante del diván en el que se lee:
"Escena Censurada
"

Breve intervalo musical

Luz Matinal

Se ha corrido el biombo.

Isabel en sostén y calzón, dobla un chal y se pone su ropa. José en calzonci­llos, los calceti­nes y un zapato puesto, busca el otro bajo el diván.

Isabel: La ropa es siempre el problema.
José: ¿Cómo es eso, de que la ropa es el problema?
Isabel: Cuando haces el amor fuera de tu dormitorio.
José: ¿Así es que tú...?
Isabel: Yo no. La Tere. Estaba con su novio en un hotel, vino un temblor y salieron piluchos, no pudieron hallar la ropa. (Ríe) Oye, cómo te vas a poner los pantalo­nes con los zapatos puestos? (Mientras busca él el otro zapato). ­Bueno, supon­go que querrás saber qué pienso de estas innova­ciones. ¡Es de­cir..! ¡No dormí en toda la noche! Tus rodillas son muy filudas, me des­pertabas a cada rato. Y todo... ¡para nada!
José: Y como quería linda que yo, como semejante rodillazo pudiera tener una... (Batería) No más innovaciones. Lo prometo. Pero, quiero hablarte, con franqueza, de algo que me preocu­pa...
Isabel: ¡La leche!
José: ¿Qué?
Isabel: Se está subiendo la leche ¿no hueles a caramelo? (Corre hacia la cocina)
José: Isabel: por favor, tengo que hablarte. (Ella entra) ¡Victo­ria! (Le muestra los cigarri­llos) Los encontré al buscar el zapato. Mi teoría no falla.

José, se sienta en el diván y enciende un cigarrillo, con profunda satisfac­ción. Ella se sienta junto a él.

Isabel: ¿Sí?...
José: Sí ¿qué?
Isabel: Querías hablar conmigo.
José: Ah, sí. Y algo muy serio.

Isabel:
 (Riendo) ¿Algo serio en esa facha?

José se saca los zapatos y se pone los pantalones. Isabel aguarda, reprimiendo su risa.

José: (A público) ¿Se han fijado que es casi imposible hablar en serio con estas cosas con falda?. Siempre tratan de ponerlo a uno en ridículo. ¿Por qué no podemos hablar en calzoncillos de cosas serias?

Mientras tanto Isabel ha tomado su bolso y está concen­trada buscando algo, luego se mira en el espeji­to, se peina, se maquilla. Vuelve a buscar algo.

José: ¡Deja ya de escarbar en tu bolso por el amor de Dios!
Isabel: ¿Qué te pasa, Monito? Si quieres hablar conmigo, hazlo e una vez.
José: Contesta, sin vacilar: "¿eres feliz?"
Isabel: (Cierra los ojos y responde) "Intensamente, pero sólo a ratos cortos".... ¿Es un test?
José: ¿Cómo es eso de "a ratos cortos"?
Isabel: Ay, Monito: uno no puede ser feliz todo el tiempo.

José:
 ¡Mama mía! Porca miseria!... Lo que trato de averiguar es si eres feliz en el matrimonio. Pero se fue al diablo el "ele­me­n­to sorpresa".
Isabel: ¿Cuál matrimonio? ¿El tuyo, el mío... el de los dos? (Busca un libro en el estante.)

José: Hablo en serio, Isabel.
Isabel: Pero... tan como temprano... ¿Qué es lo que quieres saber?
José: ¡Si me engañas! Isabel Ah ¡eso! No sólo con uno, sino con varios. (Lo besa y sale con su bolso, desde la puerta le grita) Chao, Monito. Voy al Mercado...

José se queda quieto, incrédulo. Se pasea, murmuran­do:

José: “No con uno, con varios" (Se detiene frente al balcón y grita hacia afuera) ¡Pupi... Pupi, ven aquí. Fallaron todos tus métodos. Me fue mal con el ascensor, con el diván, con las preguntas, con el elemento sorpresa. Ven, entra, no quiero que se enteren los vecinos de mis problemas conyugales...

Entra la Pupi.

Pupi: ¿Qué pasa, darling?
José: A tu "darling" le falló el método... Le pregunté "de dónde vienes, Isabel", respondió: "de casa de mi amante". Luego le pregunté si me engañaba; "No con uno, con varios"...
Pupi: Mi pobre José...
José: ¡No pensarás que lo dijo en serio!
Pupi: En cierto modo, puede que sí.
José: ¿Cómo que "en cierto modo"? ¿Cómo que "puede que sí"?
Pupi: Es el recurso del 99 por ciento: decir la verdad como si mintieran. Fíjate en esto. La mujer regresa de donde su amante. El marido pregunta ¿de donde vienes? Ella, sin vaci­lar responde "de donde mi amante". El jamás se imagina que lo dice en serio. Una manera de decir la verdad sin peligro. Porque le repugna mentir.
José: (Furioso) ¡Pero no le repugna revolcarse en el lecho con un imbécil, ese del "adivino que no es usted feliz, Isabel"!
Pupi: (Con aires de superioridad) Piensa en esto: "la mentira es un pecado que se nos prohíbe en la más tierna infancia, cuando las neuronas retie­nen con fuerza las órdenes. En cambio, el adulterio se nos prohíbe en la edad adulta, cuando las neuro­nas..."
José:... se han aflojado... No me digas. ¡Ahora, resulta que yo, José Parravicini Angeloto, hijo y nieto de sicilianos, por el cansancio de las neuronas me convierto, automáticamente en "cornuto".

Patea y se oye golpear en respuesta dell pìso de abajo. Vuelve a dar una patada, se oye un golpe,

Pupi: No seas folclórico, José. Lo de los cuernos ya no se usa... ¿A­caso las mujeres vivimos “cornudas” porque los maridos se lo pasan acostándose con otras fulanas? ¿O con nuestras mejores amigas?
José: No, "darling": los que quedan carnudos ¡son los maridos de esas "mejores amigas"! Ja, ja.
Pupi: Te mueres de la risa.
José: No. Estoy celoso. Por tu culpa. Y no digas que es sólo un problema de dudas, la duda es espantosa y con tus métodos es imposible averiguar la verdad. Para perdonarla o mandarla al diablo.

Agobiado, se sienta y se toma la cabeza a dos manos.

Pupi: Ah... Se me acaba de ocurrir un método creativo, que no figu­ra en el librito. Mirando esa fotografía tuya, disfraza­do de africano ¡estás irreconocible!
José: (Imitándola) No soy yo y el tipo no está disfrazado de africano... ¡es africano! Bueno, vive en África. Es mi primo Baltasar.
Pupi: ¡Mejor aún! Eres tú con barba y cucalón. Puedes llegar intempestivamente de África...
José: ¿Insinúas que yo... ? Sea lo que sea ¡me niego!
Pupi: ¿No querías averiguar si ella te es fiel? Un traje de explorador, barba postiza, un cu... cu... (Saca libreta y anota)
José: “Cucalón". ¿Qué anotas... Pupi... córtala... No pretende­rás que yo... (Indica el retrato)
Pupi: (Ignorándolo) ¿Tienes una geografía universal?

José reacciona y como autómata va hacia el estante y toma un volumen:

José: edición catalana. Algo antiguo. (Cambio) Oye ¿qué te propones?
Pupi: Estudia lo referente al África, yo me encargo de conseguir el postizo, el cuca... esa cosa, y algo exótico, ya veremos qué. Maleta, short, y una grabadora a pilas con música “afro”, a pilas porque al salir, aflojas los tapones. Con luz de vela es más difícil que te reconozca, darling. Y le anuncias que tienes que hacer un viaje a provincia por asuntos de la oficina.
José: ¡Estás completamente loca! Me niego. ¡Roñoni trifolato al crostino..!

Patea, se escucha la respuesta de los golpes,

Oscuro.

Música de separación (Aquí puede haber un Intermedio. o sólo separación musical más larga)


II

La escena está en penumbra.
Entra Isabel trayendo un candelabro, luego trae otro. Se oyen golpes en la puerta (no visible). Isabel sale para abrir, se escucha su voz

Voz de Isabel: Oiga, se equivocó de puerta. (Pausa) Espere... su cara me resulta familiar. Claro ¡la fotografía!. ¡El primo Baltasar?

Entra José, seguido de Isabel, con cucalón, barba, le­n­tes ah­u­ma­d­os, short caqui, maleta, grabadora y lanza africana de las que venden a los turistas, diciendo:

José: El mismo, que viste y calza. Y usted... adivino que es Isabel... (La abraza y besa en ambas mejillas). ¿Recibieron el cable anunciando mi llegada?
Isabel: (Sorprendida) No.
José: Si hay algo pésimo ¡son los correos africanos! ¿Puedo pasar?
Isabel: Ya está adentro...
José: Gracias.
Isabel: Tome asiento, debe venir cansado de tan lejos.
José: Imagínese: safaris, camellos, trenes, aviones... ¡Qué luz tan romántica!
Isabel: No es romántica, son los tapones. ¿Sabe arreglarlos?
José: No.... Además, ¡me encanta esa luz vela­da!. África es tan primiti­va... Cómo está el simpático de mi primo?
Isabel: No está.
José: Lo dice como... (Se levanta, finge estar alarmado). No me diga que... falleció...
Isabel: ¡Qué alaraco!. No está en Santiago. ¿Un whisky?
José: Doble, por favor...
Isabel: El hielo debe estar hirviendo... con el apagón. (Sale hacia la cocina)
José: No se preocupe, allá en África todo está siempre más bien tibio. Más bien, "cálido".

Isabel regresa con una bandeja con vasos y botella. Lo observa.

Isabel: Oiga, usted es bien exótico. (Beben) ¿Vino a Chile por negocios? ... ¿Pieles?
José: ¿Pieles...?
Isabel: José dice que usted caza animales salvajes.
José: Eso era antes. Ya casi no quedan. Están todos en los zoológi­cos. Vine a casarme, con "s". De matrimonio.
Isabel: Qué bien. Me alegro.
José: Usted, Isabel ¿es feliz en su matrimo­nio?
Isabel: Y a usted ¿qué le importa?
José: Bueno, lo digo por las posibilidades que yo pueda tener...
Isabel: (Cortante) ¿Qué "posibilidades"...?
José: De ser feliz en MI matrimonio.
Isabel: Ah. Había entendido otra cosa.
José: Y respecto a "esa otra cosa" ¿qué posibilidades...?
Isabel: ¡Qué se ha imaginado!
José: No me haga juicio. ¿No le contó José que soy muy bromista­? (A público). Lo sabía: ¡es una mujer decente!
Isabel: Oiga ¿con quién está hablando?
José: Hablo solo. Es una costumbre africana, la selva, la sabana, la soledad de los desiertos... usted sabe. Y tantísimo dialectos, no hay mucho con quién conversar. De modo que el tunante de mi primo se fue de viaje.
Isabel: Negocios. O mejor dicho "quiebras en provincia". Su oficina, es de quiebras.
José: Qué deprimente. Pero, no se fíe, Isabel. Muchos de los mari­dos que anuncian viaje al norte o al sur, se quedan en un motel de la periferia con una rubia o una morena.
Isabel: (Que bebe todo el tiempo, se ríe). ¿José en un motel?. Si es de lo más fome que hay. Lo único que le interesa es su folleto, en el que habla de la inflación, de índices y las curvas...
José: Momento. "Curvas"..."Inflación". (Gesto de "grandes pechos")
Isabel: No sea mal pensado. ¿Quiere una prueba? (Va al teléfono, marca, espera) Aló ¿señorita Prudencia? Soy la esposa del señor Parravicini... ¿Anda en un viaje fuera de Santiago, por cuenta de la oficina? ¿No? (A José, cubriendo el fono). No hubo viaje, estuvo en la oficina hasta hace poco... (Al fono) Gracias. (Corta) ¡Qué cínico... salió con maleta, y dijo... no vuelvo hasta mañana! (Se sirve whisky)
José: No se deprima. Conozco a mi primo, jamás haría algo así: le aseguro que es un gran tipo... un tipo excepcional. (Observa a Isabel que ignora los piropos que se echa a sí mismo). ¿No lo cree?
Isabel: ¿Creer "qué"? (Se tambalea, borracha)
José: Que José es un gran tipo.
Isabel: Que se muera...
José: ¿Cómo?
Isabel: Repita conmigo; que se muera el estúpido de José.
José: No... Soy supersticioso, puede traerle una desgracia. Yo lo estimo mucho. ¿Usted no?
Isabel: Dejemos de hablar de José ¿quiere?... Hábleme de África.
José: (Disimulando su molestia) Bien. ¿De qué parte de África le interesa saber?
Isabel: De África en general... Espere...

Isabel va hacia a la cocina a buscar agua, él aprovecha para mirar en su maleta el libro de geogra­fía. Recita:

José: África tiene una extensión de 30.000 kilómetros cuadrados, lo que equivale a una tamaño tres veces superior al de Europa, por lo tanto resulta difícil hablar de Africa "en general".

Cierra el libro al oírla regresar.

Isabel: ¿Dónde vivía usted?
José: Bueno... Un poco hacia el Noroeste.
Isabel: ¡Hábleme del Noroeste! (Se sienta junto a él)
José: (Con evidente esfuerzo de su memoria, recita). Es una región montañosa donde se encuentra el Atlas, formada por varias alineaciones de montañas, y algunas sobrepasan los cuatro mil metros. No me va a creer, pero...

El se acerca, ella se retira algo

Isabel: ¿Qué...?
José: (Se acerca) ¿Que qué...?
Isabel: (Se retira) Dijo "no va a creer, pero...
José: Ah, sí: (retoma el tono anterior) no me va a creer pero entre ellos se en­cuentran mesetas bastante altas, es decir, en relación al nivel del mar. Dicen que esa cordillera fue formada por movi­mientos alpinos en la era terciaria... Ah. y además, está orográfi­camente conectada con la Penibéti­ca...
Isabel: ¿La Peni... qué?
José: ..."bética"...
Isabel: ¡Qué sugerente!

Borracha se recuesta cariñosamente sobre su hombro, él escandalizado se retira.

José: ¿Qué le sugiere?
Isabel: Algo primitivo, salvaje. ¡Me encanta su manera de describir! Me imagino que está sentado, mirando, en la cumbre de la Pe­ni... la Peni... ¡ayúdeme!
José: (Aparte) ¡Está borracha! (A ella)... La Penibética.
Isabel: Eso. Hábleme más. ¿Hay mucha gente en África?
José: La población está muy desigualmente repartida, pero encuentra usted, "aproximadamente" porque muchos salvajes se niegan al censo, con cuatro africanos y medio por kilóme­tro cuadra­do.
Isabel: ¡Qué espanto!
José: ¿Qué?
Isabel Toparse con ese "medio africano"...
José: Es sólo un término geográfico... aunque debido a las fieras, que aún quedan y ha ciertas tribus caníbales, puede ocurrir que se encuentre usted con un... un cuarto de africano. (Se celebra con una risita, ella no reacciona)
Isabel: (Cariñosa). ¡Qué entretenido es conversar con usted?
José: ¿José no es entretenido?
Isabel: El Monito es más bien fome... Oiga, qué valiente es usted... quiero decir, atreverse a vivir en África. Un conti­nente salvaje, lleno de desiertos, de selvas, con arañas, ti­gres, serpien­tes,... y pigmeos. Lo he visto en las pelícu­las. ¿Más whisky? (Al levantarse, se tambalea, le da mucha risa, se vuelve a sentar) Se me movió el piso...
José: (Aparte) ¡Mama mía!...
Isabel:Y ¿cómo es la gente?. ¿Son todos negros?
José: (Vacila, preocupado, luego recita su lección). Digamos que hay varios tonos de negro, según las tribus. Y hay muchas tribus... A ver: (Se concentra y enumera contando con los dedos). Están los Camitas, los semitas, los pigmeos, los gigantes, los zulús, los hotento­tes, los beriberi...
Isabel: El beriberi ¿no es una enfermedad?
José: Una enfermedad... y también una tribu, no me interrumpa porque pierdo el hilo. Los Tuareg, los Banti y en Madagas­car, los Hovas...
Isabel ¿Los Hovas? (Ríe)
José: Tenía un amigo Hova, son muy simpáticos. ¡No siga bebiendo, le va a hacer mal!
Isabel: No sea fome, se parece a José. ¡Lléveme a una boite a bailar!
José: ¿En esta facha?
Isabel: ¡Me encanta su uniforme! Se ve un amor.
José: No.
Isabel: ¿Por qué no?
José: Dejaríamos mal puesto a José. Si encontramos algún conocido, pensará que usted... le pone los cuernos con un africano.
Isabel: ¿Qué le importa José?. El anda con esa rubia, la de las curvas... (Se muere de risa) ¿No me va a llevar? (El niega con la cabeza). Oiga, se está portando como un vulgar marido, Y yo que lo creía un...
José:..¿Un qué?
Isabel: ¡Un hombre de verdad!
José: (Reacciona, la abraza) "Bantúa-úa"
Isabel: ¿Lengua africana?... ¿Qué quiere decir?
José: “Bantua ua": la luna está alta en el cielo y yo estoy conti­go, mujer blanca.
Isabel: ¿En serio?... ¡Lo estoy pasando fantástico!. ¡Salud! Lléveme a bailar, sea buenito...
José: Vaya, casi lo olvido. Les traje una grabación de música negra. Es el último grito en Tumbuctú.

Acciona la grabadora, Música con mucho ritmo de tambo­res.

Isabel: ¡Muéstreme cómo se baila!
José: (Tomado por sorpresa, vacila) Bueno... es estilo que llaman "creativo". Algo más o menos así...

Baila, y se va poniendo frenético con el ritmo. Isabel lo imita, va tras él y empieza a quitarse la ropa: se deja caer en el diván. El se detiene, escandalizado.

Isabel: ¡Qué calor!... Oiga, ¡béseme! (El, con recelo, lo hace). Huí ¡pica! ¡Nunca me había besado un hombre con barba!
José: ¿Y sin barba...?
Isabel: (Con grandes risas) Y sin barba... ¡qué cómico! Oiga, ahora dígame cómo se hace el amor a la africana...

Empieza a insinuarse con él. El se apresura a correr el biombo con el letrero


III

"Escena Censurada"
Retoma la música del baile africano y juego prolongado de batería.
Apagón

Al volver la luz, José está con una bata de casa, tendido en el diván con una bolsa de hielo en la frente, La Pupi entra por el balcón.

Pupi: Darling ¿cómo te fue anoche? (José responde con un gruñido). ¿Qué significa el gruñido: ¿bien o mal?. Quiero tomar nota para mi librito. (Saca libreta y lápiz. José da otro gruñido). José ¡te estás regresando! No seas tan primitivo. Habla.
José: Me separo de la puta de mi mujer. Hoy mismo inicio los trámites.
Pupi: ¡No me digas que cedió!
José: Al segundo whisky, saltándose todas las etapas de las neuro­nas que se aflojan, las estadísticas, los sustitutos... me violó, aquí, sobre el diván. ¡Un desastre tu experimento!
Pupi: Al contrario ¡excelente, darling!
José: ¿Cómo que excelente?
Pupi: Sabemos, que está en la cumbre de una pendiente inclinada, que necesitaba con urgencia de una aventura erótica... Qué...
José: (Corta, cubriéndose los oídos) No quiero oír más... La hubieras visto ¡qué descarada! Desnudándose... y tomando la iniciativa. Considerando que conmigo siempre se hizo la mosquita muerta. La inocente en estos jueguitos... Si pillo a ese cretino de Balta­sar...
Pupi: Deliras, mi pobre José: ese cretino eres tú mismo.
José: ¡Tú lo inventaste, tú tienes la culpa! (Se le acerca amena­zador)
Pupi: Take it easy, por favor... ¿Me vas a agredir?. ¡Te estás regre­sando!
José: ¿Qué es eso de “regresarse”?
Pupi: Un término de psiquiatría. Regresarse a la infancia... Pero tú, te estás regresando al hombre de las cavernas. Razonemos.

José:
 (Se sienta, murmurando) Yo lo mato, lo mato...
Pupi: Tendrías que suicidarte, darling.
José: Eso es lo peor. Pupi ¡ahora sí, lo conseguiste, estoy celoso!. Y no me digas que es un asunto de dudas: tengo la certeza de que esa mujerzuela se acostó con mi primo Balta­sar. No tengo la duda, pero igual tengo celos. Fallan tus teorías. ¡No más experi­mentos!. ¡Mama mía... mama mía!, ¡me acaban de poner cuernos africanos!
Pupi: En lugar de rabiar como un macho herido, deberías admitir que no has sabido alimentar la carga de erotismo que hay en tu mujer.
José: No pretenderás que trate a mi esposa como se trata a una sucu...
Pupi: ¿Sucu?. ¿Tienes una amante japonesa?
José: No... "sucu" por sucursal. (Ríe) Un dicho de la oficina.
Pupi: Y la "sucu" es casada? (El asiente) Y no crees que el tontón de su marido la trata como a una mujer decente, lo mismo que tú a la Isabel?
José: ¡Detente!. Me estás llenando de cortocircuitos. Mira, la Chabela se emborrachó. Además, el cretino de Baltasar la convenció que su marido andaba con una rubia... (Vanidoso) Oye, a propó­sito ¡qué buen actor resulté! (Ríe)
Pupi: Espera, se me acaba de ocurrir... ¿no estaría ella actuando también?
José: ¡No!. Estaba absolutamente convencida. Le recité el libro de geografía, le hablé en africano... (Cambia de actitud, preo­cupado). Oye, ¿cómo podemos saber si se dio cuenta que era yo?
Pupi: that is the point. Busquemos una manera... (Se oye una bocina)
José: Ahí llega...
Pupi: ¡Se me ocurrió!. Escóndete donde puedas: la voy a telefo­near para sacarle información. Y nada de violencia, darling si averiguas que fue con tu primo con quién se acostó... (Sale por costado balcón)

José se pasea molesto, murmurando sus palabrotas en italiano, examina el diván o busca otro escondi­te. Al fin se decide y se esconde. Queda su rostro visible a público .Se escucha el ruido del ascensor. Entra Isabel, como siempre cargada de paquetes. Suena el teléfono.

Isabel: Aló... ¡Pupi!. No te creo ¿llegaste?... Muy bien... y ¿tú? Sí. ¿José? de salud bien. (Pausa) ¿Qué?, ¿la otra salud?... ¿Cuál? Salud mental... Bueno, la verdad, algo le pasa al pobre Monito. Yo creo que es por la oficina, un asunto de terminar en dos patadas con las UF ¡con el que nadie le da boleto!. Y por otro lado, las quiebras, sí, lo notó al borde de... bueno, algo "cucú"... (Pausa). ¿Que en qué se nota? (Mientras habla ha sacado del bolso un frasco de barniz y se pinta las uñas sosteniendo el fono en forma incómoda contra el hombro) Oye, compré un barniz oscuro, casi negro, azuloso... pero no me está gustando... Ay... se me cayó el frasco... (Deja el fono en el piso y se ocupa del frasco de barniz, se escucha la voz de Pupi)
Voz en el fono: ¡Isabel... Chabela...! ¿Me oyes?
Isabel: (Tomando el fono) Sí, linda, disculpa. ¿Qué? ¿Si tengo admiradores? Espera... qué raro, acabo de descubrir que casi no tengo uña en el dedo chico del pie izquierdo.... Sí, disculpa. ¿Admiradores?... Bueno, sí. ¡Amante? ¡No, por desgracia! Admirador, el Paul, el francés de la boutique, el que soba cuando prueba los panta­lones... ¿El Monito? Sí, creo que tiene una. Todas mis amigas tienen amantes... Lo sé porque a veces se arman cadenas y se juntan por las dos puntas. (Pausa, escucha) Bueno, la mujer del Flaco, el de impuestos internos, se acuesta con el Turnio Ureta, el de la hípica. Y el Turnio se acuesta con la mujer del Ado­nis... ese que es más feo que pegarle a su mamá y con ese nombrecito... Y el Adonis se acuesta con la mujer de Caupolicán González, el bancario, y el bancario con la mujer de Paul, el de la boutique. Me enteré por la Mary que es íntima de la mujer de Paul, a la que le dicen la Sucu, por sucursal, y ella tiene varios amantes y uno de ellos... Ahí la Mary se quedó muda, y dijo "qué plancha, no te lo puedo decir..." ¡Más claro agua!... ¡José se acuesta con la Sucu!. No, fíjate, no soy celosa. Creo que para los maridos, es un desahogo cambiar de cuando en cuando... Lo que realmente me preocupa es que esté tan raro... ¿Enfermo? No. Raro... ¿Qué síntomas tiene? (Se muere de la risa). No le cuentes a nadie, pero ¡ayer llegó disfrazado de africa­no!... Se veía tan ridícu­lo... Le seguí el juego y lo pasamos ¡bes­tial!... Hacía tiempo que no me divertía tanto. (Pausa) Lo sospeché. Cuando me besó por el olor a pegamento que le salía de la barba. Y la verdad es que tomé tanto whisky, que estaba un poco mareada. Pero cuando realmente me di cuenta que era José, fue... al reconocer el lunar en relieve que tiene el Monito... Cerca de la ingle. Ni mellizos tanta coincidencia ¿no?...

José, furioso, sale de su escondite, desde atrás le pone su mano en el hombro, ella tiene un sobresalto

Isabel: ¡Soco­rro!... Pupi, entró un tipo al departamen­to ¡me están asaltan­do!.. (Ve a José) No... Es José. (Deja caer el fono) ¡No te puedo creer... me espiabas!
José: (Gritando) Sólo al tocar el lunar... supiste que era tu marido... (Ruge)
Voz de Pupi: (Desde el fono que quedó en el suelo) José... no te regre­ses... Sin violencia...
José: (Toma el fono) Tú no te metas!... Isabel, ahora vuelvo...
Isabel ¿vas a salir?. ¿A dónde?
José: Donde mi abogado, para iniciar el trámite de nulidad.
Isabel: Pero Monito, ¡no va a salir en bata!
José: ¿Eso es lo único que te preocupa?. Y deja eso de Monito. ¡No soy perro faldero! Mi dignidad, Isabel, piensa en mi digni­dad.
Isabel: Me voy donde mi mamá... (Se lleva el pañuelo a los ojos)

José cambia de actitud: la abraza y le dice con voz muy suave:

José: No llore, mi amor... Perdóneme... La Pupi tiene la culpa... Dígame, con toda franqueza ¿en qué momento se dio cuenta que era yo? (Ella lo rechaza, finge más enojo, y él está muy preocupado) ¿No me va a decir?. ¿Ah?, la Pupi me metió esa idea estrafalaria en la cabeza... Se dedica a siquiatra y me tomó como cuyi... ¡Me convenció que estaba celoso!
Isabel: (Deja de llorar) ¡Ah! La Pupi... Ya veo. ¿Ella es la que te tiene hablando de higiene matrimonial a la hora del desayuno?
José: No me ha contestado, ¿en qué momento...?
Isabel: Monito, por Dios... ¡usted es pésimo actor!. Me di cuenta desde que entró con esa bacinica en la cabeza... Pero le seguí el juego porque ¡me encantó! Quieres que te diga ¡harto más atractivo y más "entrete" que tú, el primo Baltasar!
José: (Vanidoso) Ah... entonces lo pasó bien con su maridito.

Trata de besarla, ella lo rehuye.

Isabel: Con mi maridito, el que vino a ponerme a prueba. ¡No!. Lo pasé bien con tu primo Baltasar. ¿No quería la nulidad?. Vaya donde su abogado, yo me voy donde mi mamá. Me indigna lo que hizo.
José: ¿Es tu última palabra?

Cuando ella asiente, va decidido hacia el balcón y desaparece.

Isabel: (Al ver que no regresa) ¡José!. No te puedo creer... ¿Vas a salir por el balcón?. ¿Desde un tercer piso?. ¡Es mortal! (Sale y mira, regresa toma el fono) ¡Pupi... por favor, Pupi, el Monito se tiró por el balcón... Ven... ¿Qué?. Cómo quieres que me calme, si salió por el balcón y no ha vuelto... Por favor mira tú, yo no me atrevo... ¿Dónde? Mira la vereda, Pupi... Abajo. ¡Qué horror... estoy temblando! (Espera, nerviosa). ¿No se ve nada?. Ni gente alrededor de un... cuerpo? (Se oyen golpes en la puerta de entrada). Están tocando a la puerta... No me atrevo a abrir... Seguro que vienen a avisarme... (Empieza a llorar). ¡Qué voy a hacer, Pupi?

Afligida sale a la puerta, Se escuchan sus voces.

Voz de Isabel:¡El primo Baltasar!

Entra José como africano. Tras él, Isabel, secando sus lágrimas, empieza a reír.

José: El mismo que viste y calza.
Isabel: (Se echa en sus brazos). ¡Júreme que no va a volver al África, que se quedará conmigo para siempre!
José: Tau tau...
Isabel: ¿Qué quiere decir?
José: En lengua Hova: "Puchas con la huevá... ¿cada vez que quiera hacer el amor con mi mujer me tengo que disfrazar de africa­no?"
Isabel: (Muy sensual) Túa túa, tucu tucu tucu tucutúu...
José: Qué quiere decir?
Isabel: ¡Que sí!

Lo derriba en el diván y lo empieza a besar, quitándose la ropa mientras él se debate, pidiendo hacia un costado el cartel

José: ¡Censura!... ¡censura por favor!


Apagón. Toque prolongado de batería.

 

 

                                             Fin

 


Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006