Dramaturgos / Marco Antonio de la Parra  

 

 


Telemaco/Subeuropa o El padre ausente. La tierra insomne o la puta madre

de Marco Antonio de la Parra

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Escena 1
Escena 2
Escena 3
Escena 4
Escena 5
Escena 6
Escena 7
Escena 8
Escena 9
Escena 10
Escena 11
Escena 12
Escena 13
Escena 14
Escena 15
Escena 16
Escena 17
Escena 18
Escena 19
Escena 20
Escena 21
Escena 22
Escena 23
Escena 24
Escena 25
Versión de impresión

 

 

 Por Marco Antonio de la Parra

Todo en esta obra debe poseer una cierta textura delicadamente imaginaria. Ruego evitar acusar este rasgo onírico con un absurdo pueril o la caricatura de lo demencial e inesperado. Cierto, aquí prima otra lógica narrativa. Se impone la ambivalencia y la contradicción, se rompe la identidad y las leyes de su construcción son más las del sueño que las de la vigilia. Pero sólo la naturalidad puede generar ese sentimiento de extrañeza e inquietud que el espectáculo necesita. Sutil, contenido. Como las pinturas de Balthus o de Hopper, ciertos retratos de Antonio López. Sugiero un escenario con dos territorios: América y Europa. América como una cama, una ducha, una mesa, una piscina que también será el Atlántico y por el cual veremos atravesar entre escena y escena pequeños vapores, aviones en miniatura, los pies de un viajero. Europa será una tumba, una frontera, una cama de hotel barato. Quizás una pantalla en que se proyectan sin sonido los típicos documentales de turismo sobre ciudades europeas, repletos de tópicos. Entre ambos continentes la tierra de nadie donde estará el Cónsul, el aeropuerto, la oficina de los interrogatorios.

Personajes:
Teo
Cónsul
Madre
Hermana
Amante
Policía
Puta
detective
Enfermera

PrólogoTeo, joven, enjuto, ropa sucia, pantalones vaqueros, termina de cavar una tumba. No se logra distinguir si entierra o desentierra.Llueve. Hay un viento terrible.El Cónsul, de aspecto marchito, vestido de smoking, con una copa de champaña en la mano y un paraguas negro en la otra, lo observa. 
 Cónsul: ¿Dónde quieres llegar? ¿No te dije ya que no encuentro su nombre en ninguna parte? Lo recuerdo. Sí, claro. ¿Y qué vas a hacer aquí ahora? Estamos perdidos. Tú. Yo. Tú vestido como un vagabundo. Nunca te dejarán pasar. Tienes la camisa llena de sangre. Y los pantalones. Y la suela de tus zapatillas. ¿De quién es esa sangre? Hueles mal. A sudor, a perfume de puta barata. ¿Quién eres? Te encontré en Amsterdam, te recogí en París, en Hamburgo, en Génova. En el barrio chino de Barcelona. Pareces un asesino. ¿Qué llevas en esa mochila? Estás pálido. Pareces un muerto. Como yo. Me estoy muriendo, ¿sabías? A que no sabes qué enfermedad tengo. En Estambul me contagié, en Túnez, en Trípoli, en el Líbano, en Indochina, en Zaire. Ya no sé. Es una enfermedad tan lenta. Como la vida misma. La vida es una enfermedad mortal ¿Sabías? Nos termina matando a todos. ¿Sabías? ¿Teo? ¿Me escuchas?.


Escena 1

La Madre    y su Amante hacen el amor sobre el lecho. Furiosa, delicadamente.
Teo, el muchacho, los contempla mientras prepara una mochila y se pone su abrigo.

Teo: Me voy, madre.

No lo escuchan. 

Teo: Voy a buscar a mi padre.

No lo escuchan.

Teo: Necesito dinero.

No lo escuchan. Ella parece alcanzar un clímax frustrado. Se detiene.

Madre: No puedo.
Amante: ¿Qué te pasa?
Madre: No pude, no sé, disculpa. De pronto siento un relámpago de angustia.
Amante: Ya se te pasará. Ven.


Ella se deja abrazar.

   Teo: No sé nada de mi padre hace años. Es como si se hubiera marchado en un viaje sin rumbo, madre. Como si estuviera muerto.

No lo escuchan.

Madre: A veces me sucede. Es cuando estoy a punto de llegar y de pronto... Me duele el pecho... Siento que me voy a morir... Es terrible.
Amante: Ven. Deja que te calme.
Madre: Es inútil. No puedo.


Ella se levanta. Se pone una bata.

Teo: No nos veremos en meses, madre. Tal vez en años.

No lo escuchan.

Amante: ¿Te pasa siempre?
Madre: Siempre.
Amante: ¿O solamente conmigo?
Madre: No, siempre. Estoy vieja. El deseo es injusto. Persistir es su venganza. El olvido no llega nunca.

Teo se acerca por detrás. La abraza.

Madre: ¿Te vas, hijo?
Teo: Sí, madre.
Madre: ¿Por qué? ¿Por qué te vas tú también? ¿Por qué se van todos? Era tan lindo estar contigo, hablar contigo.
Teo: Parto a Europa, madre.
Madre: Todos quieren ir a Europa. ¿A qué? ¿A trabajar como camarero? ¿A vender en la calle? ¿A limpiar cristales? ¿A morirse de hambre? Todo es carísimo en Europa. No nos quieren allá. ¿A qué se van todos? ¿Por qué no quedarse aquí? ¿Por qué no te quedas con tu madre?

Ruido de sirenas que pasan fugaces y se pierden.

Teo: Es mi padre, madre.
Madre: ¿Tu padre? ¿Qué sabes de tu padre? ¿Tú crees que él estará en Europa? ¿Tú crees que lo dejarían vivir en Europa? No nos envió ni una carta, ni una fotografía. Ni un peso. Jamás supimos nada de él. Dijo: Veré qué pasa. Volveré por ustedes, dijo. Voy a la guerra, dijo. ¿A qué guerra se fue? No sé. Hay tantas. Siempre hay alguna guerra. Que Dios me perdone pero era un hijo de puta. Ni una carta, ni una fotografía. Ni una lágrima. Un agujero enorme en el pecho. Nada más. No me gusta hablar de esto. Hablaremos después. Después de la ducha, después del desayuno.


Habla al Amante.

Madre: A veces no aguanto a Teo. Desde pequeño fue difícil. Siempre haciendo preguntas incómodas.
Amante: Tal vez haya salido a ti.
Madre: Tal vez.
Amante: O a su padre.
Madre: ¿Su padre? Un pusilánime, un blando, un don nadie. (A Teo) ¿Sabías que tu padre era un don nadie? ¿Lo sabías?
Teo: Era médico.
Madre: ¡Era médico! Como si eso arreglara las cosas. Yo sabía más medicina que él. ¡Médico! Se dejó llevar por la vida, por las mujeres, por la política. Sobre todo por la guerra. Mi cabeza, me has hecho daño, Teo. Otra vez. Todo el embarazo estos malditos dolores de cabeza. Y ahora te vas. (Al Amante). Nunca tengas hijos. Son solamente dolores de cabeza. No duermes más, nunca más estás tranquila. (A Teo). Hablaremos después. Después de las aspirinas, del desayuno, después de la ducha.


Toma aspirinas. Sale. Hace funcionar la ducha. Ruido de la regadera.


Amante: ¿De verdad te vas?
Teo: A Europa.
Amante: ¿Cuándo?
Teo: Esta noche.
Amante: ¿Cruzarás el Atlántico de noche? Es un viaje muy largo.
Teo: Sí, muchas horas.
Amante: Ese es tu equipaje.
Teo: Sí, todo mi equipaje.
Amante: Es difícil entrar en Europa.
Teo: Me las arreglaré.
Amante: ¿Tienes la visa? ¿El pasaporte?
Teo: Me las arreglaré.
Amante: Necesitarás dinero.
Teo: Mi padre me espera.
Amante: ¿Sabes ya dónde ubicarlo?
Teo: Sí.
Amante: ¿Te va a esperar en el aeropuerto?
Teo: Sí.
Amante: ¿Seguro?
Teo: Seguro.
Amante: Eres un buen muchacho. Podríamos haber sido más amigos.
Teo: Puede ser. Pero ahora me voy.
Amante: Podríamos haber conversado... Tenemos cosas en común.
Teo: Se me hace tarde.
Amante: Siempre me esquivaste.
Teo: Debo irme.
Amante: ¿De dónde saliste tan áspero? Tu madre es dócil, dulce, entregada.

Teo esquiva la mirada y permanece en silencio.

Amante: Es una mujer muy tierna. No la conoces. Eres muy joven para juzgar así a la gente.

Termina la ducha. Madre entra envuelta en una toalla. Mojada, completamente mojada.

   Madre: No te vayas, Teo.

Teo toma su mochila y hace un ademán de despedirse. No se mueve de su sitio. Sólo se despide.

Madre: Quédate conmigo. Con nosotros. Ni siquiera sabemos si está vivo

Teo sigue despidiéndose.

Madre: Tu padre está muerto, Teo.

Teo continúa su despedida.

Madre: Nunca te lo dije, pero es cierto.
Nunca quise que lo supieras.
Nunca supe ser una buena madre.
Perdóname.


Teo sigue despidiéndose.
La atmósfera se torna irreal.

Como si la madre le hablara a un sueño.

Madre: Me tratas como si yo misma lo hubiera mandado matar, Teo.


Teo no deja de despedirse.

   Madre: Yo no lo maté, Teo. ¿Teo? Te lo juro. ¿Teo?

Teo no deja de despedirse.

Madre: ¿Y si lo maté? ¿Qué? ¿Y si tuve que hacerlo? ¿Y si no tuve más remedio? ¿Teo? ¿Hijo?

Teo sigue despidiéndose.

Madre: Hijo, quédate. No seas cabrón y quédate.

Teo baja las manos. La mira.

Madre: No te vayas, Teo.
Teo: Me voy, madre.


El Amante abraza a la Madre    que no dice nada.
Sólo se adelanta y abofetea a Teo.
Luego lo besa en ambas mejillas.
Luego va donde el Amante que la acoge en sus brazos.
Todos hacen ademán de despedirse.
Teo no se mueve de su sitio.

   Teo: Adiós, madre.

 


Escena 2

Ruido de aviones a reacción. Hermana y Teo tienen que gritar para hablarse. Los separa una reja.

Hermana: ¿Qué le hiciste a mamá?
Teo: ¿Cómo? No te oigo.
Hermana: ¿Qué le hiciste a mamá?
Teo: ¿Qué? No te oigo.
Hermana: ¡Te pregunto qué le hiciste a mamá!
Teo: ¿A mamá? ¿Qué le pasó?
Hermana: ¿No lo supiste?
Teo: ¿Cómo?
Hermana: Se ha tratado de  matar.
Teo: ¿Se qué?
Hermana: Se trató de matar. Está hospitalizada.
Teo: ¿Se trató de matar?
Hermana: Con veneno para ratones.


Teo hace un gesto de rabia.


Teo: ¿Y cómo está?
Hermana: ¿Qué?
Teo: Digo que cómo está.
Hermana: Fuera de peligro. Ya está fuera de peligro.
Pero dice que no viajes. Que no viajes.

Se escucha un avión que parte. Pausa.


Teo: ¿Por qué lo hace?
Hermana: ¿Qué?
Teo: ¿Por qué lo hace? ¿Por qué?

 

El ruido ha disminuido.


Hermana: ¿Dónde vas?
Teo: A buscar a mi padre.
Hermana: Ella dice que está muerto.
Teo: No está muerto.
Hermana: ¿Tú lo recuerdas?
Teo: Siempre.
Hermana: Nunca hablamos de ello.
Teo: ¿Por qué?
Hermana: ¿Por qué qué?
Teo: ¿Por qué no hablamos de ello?
Hermana: No lo sé.
Teo: Era alto.
Hermana: No tanto, como tú, nada más.
Teo: Era joven y musculoso.
Hermana: Como tú. Estará más viejo ahora.
Se le habrá curvado la columna. Tendrá insomnio.
Teo: Nos hablaba cuando llegaba del trabajo.
Hermana: Nos cantaba.
Teo: Siempre.
Hermana: No siempre. Muy de vez en cuando.
Teo: Se fue sin despedirse.
Hermana: Así es la guerra.
Teo: ¿Sabes dónde está mi padre?
Hermana: No. Nunca supimos nada más de él.
Teo: Tal vez esté muerto.
Hermana: Tal vez no quiera saber de nosotros.
Teo: Tengo que buscarlo.
Hermana: Mamá dice que se matará. Cuantas veces sea necesario.
Teo: La odio.
Hermana: No es cierto. La amas. Igual que yo. Y nos ama. Igual.
Teo: ¿Te envió ella? ¿No es así?
Hermana: No, Teo.
Teo: ¡Dónde estás, madre! ¡Dónde te escondes! ¡Dónde!
Hermana: Dice que te quedes, que se muere sin ti.
Teo: ¿Por qué lo haces, madre?

Se abrazan. A través de la reja. Comienza el ruido del avión.


Teo: ¿Cómo está?
Hermana: ¿Quién?
Teo: ¿Quién puede ser? Mi madre...
Hermana: Ha pasado lo peor. Perderá el pelo. Se recuperará.
Teo: Por qué no se muere de una buena vez por todas...

El ruido aumenta.


Hermana: ¿Te irás?
Teo: (Tras una pausa) No lo sé.

Permanecen abrazados. El ruido es ensordecedor. De pronto el silencio.


Escena 3


Madre, Hermana, otro Amante y Teo Todos juntos.
Sillas, té, muebles de terraza.
Formalidad afable.
Tal vez jueguen paddle tennis o crocket.
Teo no ha abandonado su mochila.
La madre puede que tenga un suero en su vena, huellas de una hospitalización reciente.


Madre: Teo, hemos pensado que estás pasando un momento muy difícil. Tu padre, es cierto, fue una pérdida muy grande. Te hace falta. ¿Dónde estará? No lo sabemos. ¿No me sirves té? Por favor, sírvenos.


Teo sirve el té.


Madre: Tal vez sea bueno que viajes. Hemos juntado dinero con Arturo. Tú sabes lo que te aprecia Arturo. Se lleva muy bien contigo. Te ha invitado varias veces al fútbol, al teatro de variedades. No deberías ser tan ingrato. La vida se va tan rápido. Después sólo queda el remordimiento. ¿Sabes lo que es vivir la vida entera con remordimientos? ¿De verdad quieres viajar, Teo?
Teo: Ya no, madre.
Madre: Entonces ¿por qué no dejas esa maldita mochila en tu dormitorio? ¿Te conté que queríamos redecorarlo? Para que cuando vuelvas de tu viaje encuentres un hogar precioso. Eres un hijo difícil ¿Sabes? Me hace falta una mano de hombre para criarte. Eres desesperante a veces. Desesperante. No soporto una mala noticia más acerca de tus estudios ni de tus cambios de trabajo. ¿Teo? ¿Por qué no hablas, Teo?


Teo ha salido.


Madre: Este té tenía un gusto muy raro. Un dejo amargo muy desagradable. Me temo que nos ha envenenado. Llama al médico inmediatamente. Quiero que me hagan una lavativa de urgencia. Desconfío de Teo. Uno de estos días voy a ser asesinada por mi propio hijo. No bebas más, Arturo. Ni tú, Carolina. ¡Teo! ¡Teo! ¡Teo!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Escena 4

Ruido de aviones a reacción. Madre y Teo hablando a gritos. No se oyen ni parece interesarles.

Madre: ¿Qué te pasa, Teo? De pronto todo es tu padre. ¿Tú crees que yo lo eché de la casa? Yo lo quise siempre. Hay cosas que tú no sabes de él. No fue un buen esposo. Me engañó. Muchas veces. Muchas veces. Los adoraba a ustedes, pero partió. ¿No te das cuenta lo que eso significa? De pronto. A los 40 años como que le vino la locura. Cambiarlo todo. Y pasó lo que pasó. La guerra civil, la violencia. Eso afecta tanto a los hombres. Las mujeres somos distintas. Nos recluimos. Los hombres se matan entre ellos. El huyó. Yo no quise huir. Prefería aguantar la persecución. Tú eras muy pequeño. Muy pequeño. Esperamos una carta de él. De Alemania, de Francia, de Hungría. Nada. Nada.


Pausa. El ruido arrecia. Mueven los labios pero no se les escucha. De pronto otra vez es audible.


Madre: ¿Te vas?
Teo: Me voy, madre.
Madre: Dame un beso.
Teo: Nunca me lo pediste.
Madre: Ahora lo necesito.
Teo: Me das miedo, madre.
Madre: Dame un beso.


La besa.


Teo: ¿Me puedo ir ahora?
Madre: Claro que sí. Puedes hacer lo que quieras.
Teo: No harás nada raro.
Madre: ¿Como qué?
Teo: No, nada.


Ruido arrecia. No se oye lo que dicen. Vuelven a besarse. Teo se aleja. Ella sujeta una lágrima. Se despiden. Se quedan ahí, mirándose.


Escena 5


Aeropuerto. Sector de policía de fronteras. Luz de neón. De noche. Tal vez los textos del policía son en otro idioma. O con un visible e inidentificable acento.


Policía: (entrando con Teo) Esperas aquí.
Teo: ¿Aquí?
Policía: Aquí.
Teo: Tengo el dinero suficiente, tengo el pasaje de retorno, tengo el pasaporte en regla. ¿Qué más?
Policía: Eres muy joven.
Teo: ¿Y eso qué?
Policía: Aquí no hay sitio. No hay trabajo.
Teo: No quiero trabajo.
Policía: Todos dicen lo mismo.
Teo: ¿Qué va a pasar?
Policía: Te vas de vuelta.
Teo: Tiene que llamar al Cónsul.
Policía: Ya lo hemos llamado.
Teo: ¿Qué va a pasar?
Policía: ¿Por qué vienes a Europa? ¿Mucho lío allá?
Teo: No.
Policía: ¿No te gusta tu país?
Teo: No es eso.
Policía: Entonces ¿qué?
Teo: Busco a mi padre.
Policía: ¿Y dónde está tu padre?
Teo: En Europa.
Policía: ¿En qué parte de Europa?
Teo: En alguna parte de Europa.
Policía: ¿No tienes ninguna dirección? ¿Ninguna pista?
Teo: No. Alguien lo conocerá.
Policía: Eres más peligroso que lo que pensaba. Estás loco. Eres un vagabundo. Vas a terminar pinchándote en la Plaza. Hay que deportarte ahora mismo.


Otro policía anuncia al Cónsul.


Policía: Llegó tu Cónsul.


Entra el Cónsul. De correcto smoking, zapatos de charol brillante. Con una copa en la mano que no sabe dónde dejar y que lo complica visiblemente. Sacude el paraguas húmedo de lluvia que tampoco sabe en qué sitio dejar.


Cónsul: ¿Cómo te llamas? Dime... ¿Cómo te llamas? Me han sacado de una fiesta para venir a verte. He tenido que conducir yo mismo el auto oficial. A estas horas. Era una fiesta aburridísima. ¿Qué tengo que ver yo con los Emiratos Arabes? Y más encima hablar en inglés con gente que no sabe hablar inglés. ¿Tú hablas inglés? Yo sí, pero mal. Todo lo hago mal. Por eso estoy de Cónsul en esta ciudad. Una ciudad tan cara, además. Mi soledad me permite soportarla. Pero también la hace insoportable. Es tan duro vivir solo. ¿Has vivido solo? ¿Vienes solo, totalmente solo?
Teo: Busco a mi padre.
Cónsul: ¿Tu padre? ¿Está vivo tu padre?
Teo: No lo sé.
Cónsul: Te lo pregunto porque muchos muertos he visto cruzar delante de mi bandera. Muchos. Llevo muchos años cambiando de puesto por Europa. ¿Sabes lo grande y estúpida que es Europa? La he recorrido toda. Toda. Y he visto los muertos de nuestra tierra. Y los vivos. Y conozco sus caminos. Y estoy solo. ¿Cómo se llamaba tu padre?
Teo: Como yo.
Cónsul: Dame tu pasaporte.
Teo: Me lo han quitado.
Cónsul: ¡Oficial! ¡El pasaporte de este muchacho! ¿No es un lindo muchacho? Si yo fuera más joven... Si estuviera sano... ¿Me aceptarías una copa? No se contagia con una copa mi mal. No tengas miedo. ¿Quieres beber de mi copa?


Teo bebe. El Policía entra con el pasaporte. El Cónsul lo recibe y lo estudia. Teo le extiende su copa.



Cónsul: Sosténla. Está todo en orden. Tienes un bello nombre. Como el hermano de Van Gogh. ¿Tu padre se llamaba Teodoro? Casi nadie se llama hoy Teodoro. Lo recordaría. Podría decirte donde lo he visto, cómo se viste, qué sombrero usa. La gente que se llama Teodoro suele usar sombrero. Aún. Lo recordaría. Si hubiera muerto me acordaría del olor de las flores, de su tez pálida. Como la mía. Si estuviera vivo sabría perfectamente de qué pie cojea, cómo estrecha la mano, en qué trabaja...
Teo: Era médico.
Cónsul: Con mayor razón... Teodoro. Ya en Europa no hay ningún Teodoro. No en mi camino. No en este país ahora. Tal vez nos hemos cruzado. ¿Cómo era su rostro?
Teo: Triste. Estaba ansioso. Miraba sin ver. Preocupado. Lo pilló la guerra.


El Cónsul le devuelve el pasaporte.


Cónsul: Tus mismos ojos. De ahogado, de suicida. Estira tus manos. Deja ver la línea de tu vida. Sostén mi copa. Dame un trago. Gracias. ¿Sabes que tienes un crimen en tu vida? Muchos. O uno solo. ¿Como dijiste que te llamabas?
Teo: Teo.
Cónsul: Qué disparate. Una funcionaria rumana quería ligar conmigo. Me hablaba toda la noche. En rumano. Estaba totalmente borracha. Totalmente. Déjame sentir tu mano. Mira mi corazón. Aún late. ¿No te asombra pensar que toda la sangre que impulsa está enferma? Estoy lleno de muerte. Se lo dije a la rumana. Se rió. Le pareció divertido. Le pregunté qué le encontraba de divertido. Se rió de nuevo. Después me llamaron. Que había un chico detenido en la frontera. Eras tú. Estás tan pálido. ¿No estarás enfermo? ¿Cómo dijiste que te llamabas?
Teo: Teo.
Cónsul: Y buscas a tu padre. Yo ni siquiera conocí al mío. Murió cuando yo tenía dos años. Fui criado por mi abuela. Mi madre trabajaba todo el día. Quizás toda la noche. No es bueno no ver nunca a la madre. Era dura conmigo. Como un hombre. Le gustaba leerme libros de viajes. Quiero que seas diplomático, me dijo. Que viajes por el mundo, que me envíes postales y cartas con fotografías de muchos países. Se las envío. No me contesta nunca. Pero es bueno saber que está ahí, recibiendo mis fotos de falsos viajes que no hago jamás. Todas las semanas.
Teo: Mi padre nunca me escribió. A mi madre no le escribiré nunca.
Cónsul: ¿Y qué? Nada significa una carta o ninguna. Todo puede ser falso. El silencio puede estar lleno de un amor loco. El amor estar lleno de odio. La correspondencia fluida puede ser un fraude. Mi madre no sabe que estoy muerto. Tal vez ella también esté muerta. Y todo sea un fraude doble. Mutuo. Entre dos muertos. Esta es la última postal. La enviaré desde Toronto. Es tan frío Toronto. "Estoy cada día mejor. He engordado cinco kilos con la comida canadiense. Hace mucho frío, pero la gente es muy cálida. Te quiere. Tu hijo." ¿Has visto ridiculez igual? Estoy muerto. Odio Canadá. No la quiero. No la quise nunca. A mi abuela sí. Pero eso era distinto. Y ella sí que está muerta. Ella se murió sin engañarme. Nunca me engañó. Nunca me mintió como mi madre. Ella me dijo que mi padre estaba vivo. Y yo sabía que estaba muerto. Lo vi caer infartado sobre la mesa del desayuno. Y mi abuela me lo decía, al oído me lo decía. Tu padre está muerto, me decía.
Teo: Mi madre dice que está muerto.
Cónsul: ¿Quién?
Teo: Mi padre.
Cónsul: ¿Lo alcanzaste a conocer?
Teo: Sí.
Cónsul: Qué bello debe haber sido. Padre, padre, decir Padre. O papá. Papá. Papá. Padre. Papá. Padre. Papá. Se me ha secado la copa. ¿Qué hacer con una copa vacía? Es de tan mal gusto dejarla por ahí sola, abandonada. Me entristecen tanto los objetos abandonados. ¿Has visto los zapatos que arroja el mar? Qué objetos tan tristes. Y una copa vacía. Tiene algo hermoso. Su transparencia. Pero algo tan melancólico. ¿Quién dejó esa copa ahí? ¿Quién la abandonó? ¿De dónde viene? Y algo también muy divertido. Es como una burla la copa. Se ríe con su misterio. Nadie se imagina que un muerto bebió de ella, que sus labios podrían contagiar una enfermedad mortal...
Teo: Usted me dijo...
Cónsul: No me trates de usted. Trátame de tú. ¿Tienes un sitio donde dormir esta noche?
Teo: Me quieren dejar acá.
Cónsul: Eso es ridículo. Sales inmediatamente de aquí. Ya estás en Europa. Yo te llevaré por Europa. ¿Te gustan los hombres o las mujeres?
Teo: Depende para qué.
Cónsul: Es una buena respuesta. Depende para qué. Por supuesto. No es lo mismo un hombre que una mujer. Prefiero en tantas cosas a las mujeres y en tantas cosas a los hombres. Tú también, me imagino. Depende para qué. Qué pregunta tan tonta la mía. Qué brillante respuesta la tuya. Suele darse esa pareja. La pregunta tonta y la respuesta brillante. O viceversa. Lo doloroso es el viceversa. Lo raro es que sea todo brillante. Pero también es espantoso. Alguien debe siempre decir una tontería. Es parte del disfrute de la vida. Como la muerte es parte del disfrute de la vida. ¿No tienes un hotel? ¿Una amistad? ¿Un pariente?
Teo: No.
Cónsul: Podrías... no sé qué te parecerá... irte a mi casa. Es tan grande... y tan sola. Tengo objetos muy hermosos. Alfombras, cuadros, antigüedades, música, libros.


Pausa.


Cónsul: ¿Bailarías conmigo? Nada más, te juro que nada más. Solamente bailar conmigo. Tú me llevas. Yo haré la música. Yo.


Tararea una melodía suave y romántica.


Cónsul: Tengo buen oído. Canté en un coro. Ven. Tómame. Yo sostendré la copa. Así se apoyó en mi mejilla la rumana. (Bailan) Así. Qué extraño. Ni tú ni yo tenemos padre. El mío está muerto. El tuyo... quién sabe... Hueles a esperanzas. Aún hueles a esperanzas. ¿Te das cuenta como yo huelo a muerte? Tengo, por lo tanto, ciertos derechos sobre el bien y el mal. Estoy y no estoy en este mundo. Al fondo de mis ojos tal vez lo veas.
Teo: ¿Qué cosa?
Cónsul: A tu padre. ¿Lo ves? Mira bien. ¿Lo ves? ¡Oficial! ¡Este chico se va!. ¡Entra al país!


Escena 6


Afuera llueve. La Puta
 entra con paraguas. Teo con su mochila. Empapados. El cuarto es pequeño e incómodo. Un aviso de neón parpadea en el exterior. Una cama pequeña con barrotes. Ruido de gente en el pasillo. Se miran largo rato. Llueve incansablemente.


Puta: ¿Y bien?
Teo: Hay mucho ruido.
Puta: ¿Quieres que me desnude?
Teo: Pasa mucha gente por el pasillo.
Puta: No se oye nada desde el pasillo. Si quieres que grite, gritaré, si quieres que chille, chillaré, si quieres que gima, gemiré. No se oirá en el pasillo.
Teo: ¿Cómo lo sabes?
Puta: Conozco este hotel hace años.


Ella se desnuda lentamente. El la contempla mientras revisa puertas y ventanas.


Teo: ¿Nunca tienes miedo?
Puta: ¿De qué?
Teo: De que algún cliente te haga daño, de enfermarte, de que corras peligro.
Puta: ¿Eres de los que les gusta confesarnos? ¿No será tu primera vez?
Teo: No.
Puta: Con una puta, digo.
Teo: No.
Puta: Haces preguntas de novato. No te desvistes.
Teo: Hay mucha gente en el pasillo.
Puta: Están en lo suyo. Vienen a lo mismo que vinimos nosotros.
Risas en el cuarto vecino. Gemidos a lo lejos.
Teo: No me gusta oírlos.
Puta: No los oigas. Ven, deja que te calme.


Ella estira los brazos hacia él. El deposita su cabeza en su regazo.


Teo: ¿Tengo que usar condón?
Puta: Si no quieres correr riesgos...
Teo: ¿Estás enferma?
Puta: No lo sé.
Teo: ¿Con cuántos hombres te acuestas al día?
Puta: Depende del día, depende de la noche. A veces uno, a veces cinco.
Teo: ¡Cinco!
Puta: Otras mujeres ni siquiera lo hacen por dinero.
Teo: Cinco, cinco al día. No debes recordar ni sus nombres.
Puta: A veces más. Ni se los pregunto.
Teo: Yo me llamo Teo.
Puta: Está bien.
Teo: ¿No te gusta saber mi nombre?
Puta: ¿Por qué iba a ser el verdadero?
Teo: Porque te lo digo yo.
Puta: Nadie dice nunca su verdadero nombre a una puta. Ni siquiera el mío es el auténtico.
Teo: Mi nombre es Teo.
Puta: ¿Qué te pasa? Tú no quieres acostarte conmigo. Tú estás demasiado solo. Tú querías hablar español. ¿No es cierto? Contéstame, mudo. ¿No tienes dónde ir a parar?
Teo: Tengo un amigo.
Puta: Ojalá sea un amigo de verdad. Yo también tengo uno. Y me exige dinero. ¿Traes dinero? 


Teo se lo muestra.


Puta: Está bien. Así es mejor. No es cuestión de plata. Es cuestión de vida o muerte. Si me pagas haré lo que quieras. Hablar, hacer el amor, esperarte. Lo que más te guste.
Teo: No sé que es lo que más me gusta.
Puta: ¿Te gusta hacerlo? ¿O te gusta mirar como otros lo hacen? ¿O te gusta que te lo hagan?Teo: No sé.
Puta: No eres tan joven. Estás solo ¿No es así?
Teo: Tal vez hayas conocido a mi padre.
Puta: ¿Por qué?
Teo: Era muy hábil con las mujeres. Era guapo, alto, firme.
Puta: Esos no me necesitan. Se les dan solas, gratis. Yo recibo a los que no pueden con el mundo. A los desvalidos o los extraños o los marginados. A los que les cuesta la vida.
Teo: Crees que soy de esos.
Puta: ¿No lo eres?
Teo: Me desprecias.
Puta: No te desprecio. Ni tú ni yo estamos haciendo lo que haríamos si la vida se nos diese. ¿Te vas a acostar o no?
Teo: No lo sé. Ya no tengo ganas.
Puta: Pues yo tengo frío.
Teo: Además este es un lugar horrible.
Puta: ¿Y que querías? ¿El Ritz?


 Ella se viste.


Teo: No te vistas.
Puta: Tengo frío.
Teo: Eres hermosa desnuda.
Puta: Tengo el cuerpo hecho añicos.
Teo: No te vistas, por favor.


Ella se detiene.


Teo: Por favor.
Puta: Está bien. ¿Quieres que haga algo en especial?
Teo: No sé qué podrías hacer.
Puta: Puedo acariciarme. Puedo masturbarme. Puedo fingir que estoy con un hombre. Puedo simular un orgasmo. Puedo decir palabras sucias. Puedo simular que soy un hombre.
Teo: ¿Qué quieres decir?
Puta: Nada. Solamente digo lo que puedo hacer.
Teo: Yo soy un hombre normal.
Puta: Me lo imagino.
Teo: ¿Qué más puedes hacer?
Puta: Puedo bailar.
Teo: Eso está bien.
Puta: ¿Quieres que baile?
Teo: Quiero que bailes.
Puta: Pero no hay música.
Teo: Canta.
Puta: Nunca he cantado.
Teo: Piensa en la música. Que la oigas tú me basta.
Puta: Estás un poco loco ¿Te das cuenta?
Teo: Baila.


Ella se decide y baila.


Teo: ¿Qué edad tendrás? No me lo digas. No eres muy joven. Ni muy mayor. Y tus muslos aún están firmes. Y tus pechos son sanos. Y tus nalgas aún están duras.
Puta: Ni me has tocado siquiera, hijo.
Teo: No me digas hijo.
Puta: Tienes tu carácter ¿No es así?
Teo: Y no dejes de bailar. Me gusta. ¿Has tenido alguna vez un hijo?
Puta: ¿Qué quieres decir?
Teo: Si tienes un hijo.
Puta: Y eso qué te importa.
Teo: Quiero que me digas si tienes un hijo.


Ella se detiene.


Puta: Eso no está en el contrato. No quiero que me tengas compasión. Guárdate tu dinero, hijo de tu mamá, ni siquiera te puedes pegar un polvo como cualquiera. ¿Por qué trabajas en esto si eres tan guapa? ¿Cómo vives la vida? ¿Cómo ves el futuro? ¿Tienes hijos? ¿Tienes familia? ¿En qué gastas el dinero? ¿Te drogas? ¿Eres alcohólica? Me enferma acostarme con un miembro de la Cruz Roja ¿Sabes?
Teo: Eres grosera.
Puta: Y agradece que soy yo y no otra que ya te habría hecho un tajo en la cara. O habría llamado a su macho. O te habría puesto de patitas en la calle.


Teo rompe a llorar.


Puta: Mierda, mamón, puto maldito. Un crío llorón más encima. Quédate quieto. Vamos, no he dicho nada, no he dicho nada. ¿Quieres teta? ¿Quieres un beso? ¿Qué quieres ahora?
Teo: Nada.
Puta: ¿De dónde eres?
Teo: No te importa.
Puta: ¿Tienes miedo que no se te empine? ¿Tienes miedo de cogerte el sida? ¿Tienes miedo que te robe? Soy tan poca cosa como tú. Tan poco peligrosa como tú. Tan inofensiva como tú.
Teo: Yo no soy poca cosa.
Puta: Está bien, no quise ofenderte. Está bien. Aquí no saldremos muy distintos. Yo te olvidaré. Tú quizás me recuerdes un tiempo. Y basta. Eso es todo. Un pestañeo. Abrir y cerrar de ojos. Y ya me fui. Y ya te has marchado. Y hay otro.
Teo: Otro.
Puta: Sí, así es. ¿Y qué? ¿No son así todos? ¿No me digas que te duele el olvido?
Teo: En esas calles puede estar mi padre. O ha estado. Sé que estuvo en esta ciudad. Y que vino aquí. Y que tenía cierta favorita. Y que hablaba de mí y de mi hermana.
Puta: No he sido yo. No he oído de nadie que haga eso por aquí.
Teo: Y tú no me querrás. Tú no te encariñarás conmigo. Nunca te importaré ¿No es cierto? Nunca seré el más importante. Siempre seré uno más.
Puta: No seas niño.
Teo: No soy un niño.
Puta: Bien, ya ha pasado demasiado tiempo. ¿Tiramos o no?
Teo: No.
Puta: ¿Nos vamos entonces?
Teo: No.
Puta: ¿Y?
Teo: Te quiero desnuda. Y con los ojos vendados. Y atada de pies y manos. Y con una mordaza en la boca.
Puta: Mierda.
Teo: Y que me escuches. Toda lo noche. Toda.
Puta: Son siempre los más peligrosos. Ustedes, los buenos, los inocentes.
Teo: Desnuda, vendada, atada, amordazada.
Puta: Está bien. Lo que tú quieras. Pero sin daño.
Teo: Sin daño.
Puta: Está bien.


Teo le arroja una cuerda.


Puta: Me das miedo.
Teo: Yo ya lo perdí.
Puta: No me hagas daño, por favor.
Teo: No.


Ella se ata a sí misma los tobillos. Lo mira con aspecto suplicante. El le ata las manos. La venda. La amordaza. Luego baila a su alrededor imitándola a ella. Luego se sienta y la mira. Acerca sus manos a un milímetro de su piel como para acariciarla. Saca de su mochila un cuchillo. Cierra las ventanas. Oscurece la habitación.


Teo: Te quiero. Te quiero. Te quiero.


Escena 7


Hermana entra ansiosa, en bata, corriendo. Tal vez agite una linterna. Teo se esconde en la oscuridad
.


Hermana: ¿Quién anda ahí? ¿Quién se mueve? Escucho tu respiración. ¿Quién eres? ¿Teo? ¿Eres tú, Teo? Reconocería tu aliento a kilómetros. ¡Eres tú, Teo!
Teo: Silencio, por favor.


Lo ilumina con la linterna.


Hermana: ¿Cuándo llegaste? ¿Hace cuánto tiempo que vagas por ahí? Apestas. Tienes que darte un baño, tienes que entrar.
Teo: No, por favor, no. No quiero que ella se despierte.
Hermana: No despertará. Ha tomado píldoras.
Teo: ¿Otra vez?
Hermana: Somníferos. Y ha bebido. Discutió con Agustín. Está muy mal.
Teo: ¿Y Agustín?
Hermana: Con ella. Duermen los dos. ¿Qué te pasa? Te he extrañado tanto. Está tan vacía la casa sin ti. ¿Con quién hablo? ¿Con quién puedo lavar mis rabias?
Teo: ¿Has recibido mis cartas?
Hermana: No, hermano mío. Ninguna.
Teo: Te he escrito. ¿Dónde se pierden nuestras palabras, hermana?
Hermana: No lo sé. Pobrecillo. ¿Has sufrido mucho? He pensado tanto en ti.


 Lo abraza. Se separa al instante, asustada.


Hermana: ¿Qué tienes en tu mano? Un cuchillo. ¿Por qué este cuchillo?


Trata de soltarse. El no se lo permite.


Hermana: ¿Qué te ha pasado? Estás manchado de sangre. ¿Cómo has podido volar así?
Teo: He regresado en barco, a pie, he cruzado la selva, la montaña.
Hermana: ¿Lo encontraste?
Teo: Seguí sus huellas. Bebí en sus bares, me senté en sus sillas, dormí en sus camas.
Hermana: ¿Está vivo?


Se escucha ruido dentro de la casa. La voz de Agustín.


Voz: ¿Quién anda ahí?


Teo cubre la boca de su Hermana. Le apaga su linterna. Todo queda a oscuras.


Voz: ¿Quién anda ahí?


Agustín, el Amante, abre la puerta que da al patio de la casa. Su perfil se recorta. Mira en silencio. Teo sujeta a su hermana. Agustín cierra la puerta. Teo se libera y va hacia la puerta cuchillo en ristre.


Hermana: ¿Estaba vivo? ¿Nuestro padre estaba vivo?
Teo: No.


Teo abre la puerta y entra. Todo queda otra vez a oscuras.


Hermana: ¿Teo? ¿Teo? ¿Qué quieres hacer, Teo?
Teo: Ya te escribiré.
Hermana: ¿Teo?


Todo a oscuras.


Hermana: ¿Teo? ¿Por qué no vuelves, Teo?


Escena 8


Cónsul hace entrar a Teo a su departamento. Ruido de tráfico afuera. Luz entra desde las ventanas. Penumbras.


Cónsul: Entra. Como verás me he vuelto un poco japonés. Años en el Oriente, en ese mundo extraño. He viajado tanto. Tal vez demasiado. Entra, no seas tímido. Estás a salvo. No te puede pasar nada. Nada malo, digo. Entra.


Teo entra. El Cónsul se coloca una bata japonesa.


Cónsul: Siéntate donde quieras. ¿Te apetece beber algo? No muy fuerte. Algo dulce. O seco. O sin alcohol. Debes estar cansado.
Teo: Quiero dormir.


El cónsul carga su copa. La bebe y la vuelve a llenar una y otra vez.


Cónsul: ¿Cuántas horas te tuvo ese gorila en el aeropuerto? Te convierten poco a poco en bulto. Uno se siente un muerto, un cuerpo, un cadáver. Un solo muñón que ni siquiera sangra. ¿De verdad no quieres beber?
Teo: La ciudad es muy grande.
Cónsul: Muy ruidosa además y movida. No te imaginas Tokio. Y no te digo la India. Y México.
Teo: No voy a poder hallarlo.
Cónsul: Me temo que será muy difícil.
Teo: Quizás dónde estuvo, con quién, en qué esquina.
Cónsul: Es todo fugaz. Se deshacen las imágenes como sueños al abrir los párpados. No hay apenas memoria que pueda detener lo vivido. ¿Quién era? ¿Con quién estuve? ¿Te quedarás mañana o te irás como todos?
Teo: Me quedaré.
Cónsul: ¿Cuántos días? Siempre se van. Siempre.
Teo: Mi padre cruzó esas calles.
Cónsul: Tal vez.
Teo: Mi madre dice que no. Que está muerto.
Cónsul: Las madres suelen ser terroríficas en sus aciertos.
Teo: Dice que ya estaba muerto cuando se marchó.
Cónsul: Puede ser. ¿Cuántos de esos que hay allá abajo están vivos realmente? ¿Cuántos?
Teo: No sé dónde buscarlo. Sé de amigos que tuvo, amores que tuvo, rastros que dejó como jirones. Ninguna pista clara. Sé que aterrizó acá.
Cónsul: ¿Encontraron alguna vez su cuerpo?
Teo: Siempre hay cuerpos desconocidos que aparecen en un río, en algún lago, en medio de un incendio. Sólo yo podría haberlo reconocido.
Cónsul: ¿Lo recuerdas?
Teo: Sé que lo habría reconocido.
Cónsul: ¿Quieres encender la luz?
Teo: No.
Cónsul: ¿Prefieres la oscuridad?
Teo: Quiero dormir.
Cónsul: ¿No te irás mañana?
Teo: No.


El Cónsul abre una puerta al fondo. Enciende una luz que invade la habitación.


Teo: Apaga esa luz.
Cónsul: Entra aquí.


El Cónsul apaga la luz. Teo va hacia la habitación. A punto de entrar el Cónsul tal vez lo abrace. Teo corresponderá al abrazo pero en un plano más afectuoso que erótico. Permanecerán abrazados.


Cónsul: ¿No te irás mañanas?
Teo: No.
Cónsul: Promételo.
Teo: Lo prometo.


Ruido de tráfico.


Escena 9


Cónsul hace entrar a Teo a su departamento. Ruido de tráfico afuera. Luz entra desde las ventanas. Penumbras.


Cónsul: Entra. Como verás me he vuelto un poco japonés. Años en el Oriente, en ese mundo extraño. He viajado tanto. Tal vez demasiado. Entra, no seas tímido. Estás a salvo. No te puede pasar nada. Nada malo, digo. Entra.


Teo entra. El Cónsul se coloca una bata japonesa.


Cónsul: Siéntate donde quieras. ¿Te apetece beber algo? No muy fuerte. Algo dulce. O seco. O sin alcohol. Debes estar cansado.
Teo: Quiero dormir.


El cónsul carga su copa. La bebe y la vuelve a llenar una y otra vez.


Cónsul: ¿Cuántas horas te tuvo ese gorila en el aeropuerto? Te convierten poco a poco en bulto. Uno se siente un muerto, un cuerpo, un cadáver. Un solo muñón que ni siquiera sangra. ¿De verdad no quieres beber?
Teo: La ciudad es muy grande.
Cónsul: Muy ruidosa además y movida. No te imaginas Tokio. Y no te digo la India. Y México.
Teo: No voy a poder hallarlo.
Cónsul: Me temo que será muy difícil.
Teo: Quizás dónde estuvo, con quién, en qué esquina.
Cónsul: Es todo fugaz. Se deshacen las imágenes como sueños al abrir los párpados. No hay apenas memoria que pueda detener lo vivido. ¿Quién era? ¿Con quién estuve? ¿Te quedarás mañana o te irás como todos?
Teo: Me quedaré.
Cónsul: ¿Cuántos días? Siempre se van. Siempre.
Teo: Mi padre cruzó esas calles.
Cónsul: Tal vez.
Teo: Mi madre dice que no. Que está muerto.
Cónsul: Las madres suelen ser terroríficas en sus aciertos.
Teo: Dice que ya estaba muerto cuando se marchó.
Cónsul: Puede ser. ¿Cuántos de esos que hay allá abajo están vivos realmente? ¿Cuántos?
Teo: No sé dónde buscarlo. Sé de amigos que tuvo, amores que tuvo, rastros que dejó como jirones. Ninguna pista clara. Sé que aterrizó acá.
Cónsul: ¿Encontraron alguna vez su cuerpo?
Teo: Siempre hay cuerpos desconocidos que aparecen en un río, en algún lago, en medio de un incendio. Sólo yo podría haberlo reconocido.
Cónsul: ¿Lo recuerdas?
Teo: Sé que lo habría reconocido.
Cónsul: ¿Quieres encender la luz?
Teo: No.
Cónsul: ¿Prefieres la oscuridad?
Teo: Quiero dormir.
Cónsul: ¿No te irás mañana?
Teo: No.


El Cónsul abre una puerta al fondo. Enciende una luz que invade la habitación.


Teo: Apaga esa luz.
Cónsul: Entra aquí.


El Cónsul apaga la luz. Teo va hacia la habitación. A punto de entrar el Cónsul tal vez lo abrace. Teo corresponderá al abrazo pero en un plano más afectuoso que erótico. Permanecerán abrazados.


Cónsul: ¿No te irás mañanas?
Teo: No.
Cónsul: Promételo.
Teo: Lo prometo.


Ruido de tráfico.


Escena 10


Detective y Cónsul. Superpuestos a la acción final de la escena anterior. Un par de ventiladores acusan un terrible calor veraniego. Ambos en camisa, con manchas de sudor
.


Detective: Son ya siete. Aquí y allá. Siete cuerpos mutilados. Aparecen las manos o un pie o la cabeza. En un canal en Amsterdam, en un papelero en la Castellana, en un Metro de Berlín. No hay testigos. Hablan de él las otras putas. Dicen que es de su país. Debe ser fuerte y cruel. Las desangra. Con cortes en las muñecas, en las ingles, en el cuello. Las desolla, les arranca los pechos dejando las costillas al descubierto. No las mata hasta el último minuto. Algo debe decirles mientras las tortura.
Cónsul: Las insulta, tal vez, o las adula.
Detective: O les habla de algo o de alguien.
Cónsul: O les cuenta un cuento. O les canta. O les baila.
Detective: Y luego las reparte por la ciudad. Sus fragmentos en bolsas de basura. Las encuentra un perro o un drogadicto.
Cónsul: No hay testigos.
Detective: Es cierto, no hay testigos. Pero dicen haber visto un coterráneo suyo. Aquí, hace meses, vagando. Joven y peligroso.
Cónsul: ¿Quiere algo fresco de beber?
Detective: Sin alcohol, por favor.


El Cónsul sirve dos vasos de bebida.


Cónsul: No he visto a nadie, detective. O, mejor dicho, he visto tantos. Además... ¿por qué siempre el culpable tiene que ser un joven inmigrante? ¿No tienen ustedes grandes asesinos en el Viejo Mundo? ¿No son nuestros jóvenes también poetas o profesionales? ¿Y por qué tiene que ser joven e inexperto? ¿No puede ser el asesino alguien más sabio, mayor, sofisticado? A la altura de la decadencia europea...
Detective: Hay voces, hay testimonios...
Cónsul: Pero también hay leyendas que tal vez protejan un viejo mal. Como la caza de brujas, detective.
Detective: Alguien lo está haciendo.
Cónsul: Los grandes asesinos son ciudadanos de ninguna parte. Pertenecen a otra sensibilidad ¿sabía? Y no cesarán. Se equivoca. Irán en aumento con el siglo.
Detective: Tal vez ese joven sea uno de ellos. Tenemos que detenerlo.
Cónsul: Tal vez. Ese mismo joven, un vagabundo sin tierra. Como el loco o el místico o el enamorado...
Detective: Si sabe algo, llámeme, Cónsul.
Cónsul: No se vaya sin antes dejarme su tarjeta.


El Detective se la extiende. El Cónsul la coge. La lee y la guarda. Le sonríe. Levanta el vaso para un brindis que el Detective no acompaña.


Escena 11


Puta atada a una cama. Amordazada. Teo saca un cuchillo de su mochila.


Teo: Te quiero. Pero más que quererte a ti quiero saber de ti lo que quiero. Que me cuentes todo cuanto sabes. Todo. Sobre él. Todo. Lo que no me has dicho. Todo. Que me lo diga tu garganta. Y si no tu boca. Y si no es tu boca, tu piel. Y si no es tu piel, tu sangre. Y si no es tu sangre, tu muerte. Y si no es tu muerte, la mía. Pero quiero saberlo todo. Cuánto te hizo el amor. Cuándo, dónde, cómo. Cuándo te dejó. Qué hizo. Qué te dijo al despedirse. Todo.


Escena 12

Madre en Europa. Con un pañuelo en la cabeza, con gafas oscuras, como quien oculta ojos muy hinchados. Teo y su mochila. Mesa de café en la acera.


Madre: No puedo dormir con tu silencio. Te comportas como tu padre. Desapareces y ya. Yo me he sacrificado mucho por ti, infinitamente. ¿Y qué has hecho? Dejarme. Está bien. Bebo demasiado, no soy estable emocionalmente, tomo píldoras en exceso. Está bien, no soy perfecta. ¿Pero qué quieres que haga? ¿Que me desespere gritando? ¿Que pase las noches en vela como una loca? Tengo que trabajar. Aún tengo que mantenerte. ¿Quién abre la tienda? ¿Quién pone un plato en la mesa? ¿Nos dejó algo tu padre? Ser viuda de un médico es igual que ser viuda de nadie. Jamás ejerció, siempre estuvo sumergido en la política, con sus amistades. Nunca supo ganar dinero. Además tú conoces a Vicente. Sus ataques de celos. He tenido muy mala suerte con los hombres. Esperaba que fueras el hombre que me acompañara por el resto de mis días. Junto a mí. Sin pedir nada a cambio. Todos quieren sexo. Es lo único que quieren. Después del sexo se aburren o se duermen o se olvidan. Respiro su mal aliento, sus pedos, sus bocas abiertas mientras roncan, sus calvicies. Son todos unos animales. Tú eras distinto. Pero partiste. Nunca creí que te atrevieras. Sin dinero, como un vago. ¿Buscando qué? ¿Quién eres? ¿A tu edad buscando a tu padre? Hubieras sido acaso un artista que necesitara conocer Europa. Nada de eso. Estudias electrónica. Apenas un técnico. No fuiste buen alumno. Nada de eso importaba. Que te hubieras quedado con nosotras, que hubieras colaborado en la tienda, que te hubieras graduado. Poner un negocio. Nada más. ¿Es malo pedir eso? ¿Es mucho? Maldita obsesión con tu padre. Por eso, no les he hablado nunca de él. Por eso, oculté sus fotos. Sabía que iba a pasar esto. Tarde o temprano. Se marcharían. Y quedaría sola, definitivamente sola.
Teo: Está mi hermana.
Madre: También se marchará. Dice que ha encontrado una pareja. Que se casará. Es un australiano. ¿Qué voy a hacer sola? Un australiano. Se casará con un canguro. Qué horror. ¿Y yo? ¿Qué he hecho yo para tener que sufrir así? Qué ganas de morirme.
Teo: No empieces con eso, por favor.
Madre: ¿Por qué? ¿Acaso no puedo decir lo que pienso? ¿También eso está prohibido?
Teo: Ay, madre, ¿por qué si tanto lo quieres no te matas de una buena vez por todas?
Madre: Sí, para darles en el gusto, para que se alivien del peso de tener que cuidarme. Eso es lo que soy ahora, una carga. Nunca creí que oiría esto de un hijo mío.
Teo: Es que es desesperante, madre...
Madre: ¡Claro que es desesperante! ¡Mi situación es totalmente desesperada! ¡Y tú y tu hermana y tu padre tienen la culpa!
Teo: Madre, por favor...
Madre: ¡Y me están volviendo loca! ¡Y quieren que no beba ni tome píldoras ni tenga amistades ni viva! ¡Me explotan! ¡Viven de mi dinero! No son capaces de tener una carrera, de estudiar algo que valga la pena, no son capaces de ponerse los pantalones y crecer. ¡Inútiles!
Teo: Madre, perdona...
Madre: Ahora me ruegas. Después que quieres que me mate me ruegas...
Teo: No quise decir eso...
Madre: No quise decir eso. Ridículo. Claro que me quieren matar. Tu padre también me quería matar. Seguir con él era una guerra a muerte. Por suerte partió a la guerra. Por suerte no volvió nunca. No aguantaba más. Ni nos tocábamos.
Teo: Pero yo nací...
Madre: Tu nacimiento es un accidente. A quién le importan los niños. A él no le importaban, nunca le importaron. Partió a la guerra. Mierda de padre. Un niño, eso es lo que era.
Teo: Madre...
Madre: Dios mío, ¿qué he hecho yo para recibir este castigo?
Teo: Te estoy pidiendo perdón.
Madre: Si quieres que te perdone, vuelve a casa. Y trabaja como hombre. Y hazte cargo de tus responsabilidades. Tienes una madre y una hermana. ¿Qué importa tu padre?
Teo: ¿Está muerto?
Madre: ¿Qué importa eso ahora?
Teo: ¿Había otro hombre en tu vida cuando él murió?
Madre: Eso no te incumbe.
Teo: ¿Qué le pasó a mi padre?
Madre: Pide la cuenta y vámonos.
Teo: Me tienes que contestar.
Madre: Yo no tengo nada que contestarte. Tú tendrás que portarte muy bien conmigo. Muy bien. De ahora en adelante. Porque has sido un muy mal hijo. Muy malo.
Teo: Está bien, madre.
Madre: Pide la cuenta y vámonos.


Teo levanta la mano para llamar al camarero. Ruido de tráfico. La mira a su Madre. Ella no lo mira. Baja la mano. El ruido del tráfico cubre todo.


Escena 13

Hermana le extiende una foto al Cónsul que la estudia.


Hermana: ¿Lo reconoce?
Cónsul: ¿Qué le pasó?
Hermana: No es del caso contarle. Queremos saber si ha estado aquí. Estudie la fotografía, por favor. Anda vestido como ... usted sabe, como se visten los mochileros... Tiene un pequeño pendiente en la oreja izquierda. No habla mucho. Mira con ojos penetrantes. Es hermoso. Para mí es muy hermoso.
Cónsul: No, no me parece haberlo visto nunca.
Hermana: Hace mucho tiempo que no nos escribe.
Cónsul: Hay gente así. Se va sin dejar huella.
Hermana: ¿Sabe lo que es vivir sin esa huella? Sueño con él. Lo veo. Y sé que él sueña conmigo.
Cónsul: El tiempo cura todo. Es el mejor enterrador. Déjelo que haga su trabajo.
Hermana: ¿No lo ha visto?
Cónsul: Nunca. No lo he visto nunca.

Ruido de tráfico.


Escena 14

Teo cava la fosa. Hermana entra y lo contempla.

 

Hermana: ¿Lo hiciste, Teo?
Teo: Tal vez.
Hermana: ¿Lo hiciste? ¿Recorriste toda, toda Europa?
Teo: No. No pude.
Hermana: Pero... ¿por qué? Estabas allá, podías preguntar por él. ¿Por qué?
Teo: Tú no sabes lo difícil que es Europa. Tuve que dormir en la calle, refugiarme en cualquier sitio, comer cualquier cosa, vestirme sin poder lavarme, mendigar.
Hermana: ¿Supiste algo de él? ¿Qué averiguaste?
Teo: ¿Qué se puede averiguar de un muerto?
Hermana: ¿Recorrió esos países? ¿Atravesó esas fronteras? ¿Cruzó las plazas de esas ciudades?
Teo:
 No lo sé. No sé siquiera si me hablaban de él o de otro. Nunca estuvo en Europa. Nunca estuvo.
Hermana: Tú sabes cómo sucedió todo ¿No?
Teo: No, no lo sé.
Hermana: Partiste a Europa buscando lo que debías buscar acá. Me dejaste a mí sabiendo que yo sabía. No me preguntaste nunca nada.
Teo: Nunca me dijiste nada.
Hermana: Preferí nadar. Preferí bailar. Preferí estudiar y ser la primera de la clase. Preferí ser la hermana modelo. Preferí enamorarme. Pero mis pesadillas me sacaban del descanso. Temí usar píldoras como mi madre y seguir su huella. Esperaba que tú nos vengaras, Teo.
Teo: ¿De quién? ¿De qué?


Ruido de sirenas policiales.


Hermana: De quienes se llevaron a mi padre. De quienes acudieron a los gritos de ella pidiendo alivio. No estábamos en casa. Discutieron. Siempre discutían. Tú no te acuerdas. Eras muy pequeño. Llorabas, te dabas golpes contra el muro. Yo te calmaba. Gritaban.


Se escuchan gritos de una pareja en el cuarto de al lado. Las sirenas se detienen. Se escuchan portazos. Golpes. Lucha cuerpo a cuerpo. Gritos.


Hermana: Nunca más lo vimos. Mi madre dijo que había partido a Europa. Se lo llevaron desnudo. Su cuerpo está en alguna parte, maniatado con alambre, enterrado.


Miran en la fosa semiabierta.


Teo: No es cierto. Yo recibí una postal de él. Una. La Puerta de Alcalá. El movimiento del tráfico nocturno.


Se la muestra, ajada.


Hermana: No puede ser. Dámela.
Teo: No. Nunca te la quise mostrar. Era mi tesoro. Mi rabia. Contra ti, contra ustedes, las mujeres de la casa que nunca lo nombraban.
Hermana: Déjame verla.
Teo: ¿Nunca tuviste una? ¿Nunca?
Hermana: Déjame verla, te lo ruego.
Teo: Es auténtica. Dice: Hijo mío, estoy en Madrid. Siempre te recuerdo. Quiero que crezcas robusto, que crezcas sano, que nunca me olvides.

 

La hermana se la arrebata.


Hermana: ¡No dice nada! ¡No dice nada! Mientes. Nunca te escribió. No podía hacerlo. Nunca habría podido. Si hubiese escrito me habría escrito a mí. A mí ¿Me oyes? A mí.
Teo: No lo sabemos.
Hermana: Jamás te tomó en cuenta. Jamás. Ya tenía otros amores. Ya se iba de casa por las noches. Ya mamá vagaba con un puñal a lo largo del pasillo de la casa, esperándolo.


Una ambulancia pasa ululando.


Escena 15

Calor. Ventiladores. Delgadas cortinas que se sacuden con el viento. Luz de luna. El Detective trae una ensangrentada bolsa de plástico negra ante el Cónsul. Tal vez saque de su interior trozos de un cuerpo humano. Los va colocando delante suyo. El Cónsul se encoge de hombros. Se miran.


Escena 16

Madre (paseándose con un cuchillo, espectral, seguida por el Amante): ¿Por qué Dios no se lo lleva? ¿Por qué Dios no se lo lleva al infierno de una buena vez por todas? Maldita la hora en que lo acepté. Maldita la hora en que tuve estos hijos. ¿Qué hacen ahí los dos? No es hora de que los niños vaguen por la casa. ¡A la cama! ¡A la cama!

Teo y Hermana salen. Se ocultan.

 

Madre: (Al Amante) Ahí viene saliendo de la tumba. Trae la red. Viene como un héroe, húmedo de gloria, seco de sangre. Lanza sobre él la red. ¡Ahora!


Una sombra alcanza a emerger de la tumba abierta. El Amante y la Madre lo apuñalan maniatándolo con la red. Luego lo dejan caer en la tumba de nuevo. El Amante lo entierra.


Madre: ¿Teodoro? ¿me oyes, Teodoro? ¿Sabes cómo te amé? ¿Pudiste algún día ponerte en mi lugar mientras me engañabas? Siempre mentiste, siempre. Y ahora ellos me miran como si yo fuera una bestia. Y bebo como una bestia. Y me aturdo con calmantes como una bestia. Me sigues haciendo falta. Y lloro porque no pude matarte como hubiera querido y ningún amante me basta para hacerlo. Ninguno. ¿Cuándo vas a volver, náufrago maldito? ¿No te das cuenta que la nostalgia es venenosa? Dame la libertad, muérete. Danos un indicio de tu muerte. Dáselo a tu hijo que te busca. A tu hija que simula haberte olvidado, a mí que todos los días me embriago pensando que otro amor cubrirá tu silueta ahí en el dormitorio, tu risa que aún suena, tu voz, tu bella voz, viejo maldito, que todavía aparece en mi memoria y me calienta como antes y la uso aún cuando estoy con otros y por eso mi corazón no puede enamorarse. ¿A qué guerra te fuiste? ¿Quién te mató? Pedí tu muerte tantas veces. Ahora soy yo tu propio fantasma. Y mi sexo es un fantasma. Y mi borrachera es propia de un fantasma. Tu ausencia no me calma. Nunca. Nada. Y te nombro. Despacito: Teodoro. Y fuerte ¡Teodoro! Y no vienes, hijo de puta. No vienes.


El Amante ha terminado de tapar la fosa.


Amante: Ya está.
Madre: Mañana saldrá de nuevo.
Amante: ¿Vemos la televisión?
Madre: Prepárame un trago.
Amante: Es una película vieja, en blanco y negro. Con Robert Mitchum que te gustaba tanto.
Madre: Está bien, me gusta todavía.


Se abrazan.


Amante: ¿Quieres que me quede por la noche?
Madre: Pregúntamelo mañana.


Escena 17

Puta amordazada y atada a la cama. Teo y el cuchillo.

Teo: ¿Tienes miedo?
No te haré nada.
Te lo juro, nada.
Sólo quiero oler tu miedo.
El fuerte sudor de tu miedo.
Un miedo de verdad, no un miedo fingido.
¿Has oído hablar del asesino de putas?
Ese que las destroza como un carnicero.
Soy yo.
Sí, y hoy es tu día de suerte.
No te haré nada.
Porque eres hermosa.
Porque te pareces a mi madre.
Porque tienes la edad que tenía cuando me tuvo.
¿Sabes que ella mató a mi padre?
Lo mandó a la guerra.
Rezó por su muerte día y noche.
Nunca más supimos de él.
Se merece mi odio.
Pero una madre es sagrada.
Y para eso están las putas.
¿Tienes miedo?
Al principio yo también tenía miedo.
Primero te abriré heridas.
Después te arrancaré los pechos.
¿Sabes lo que le hicieron a mi padre?
No, no te lo imaginas como lo mataron poco a poco.
Después te arrancaré la piel.
Y muy, muy tarde.
Después de hacerte el amor,
cuando seas solamente
una gran y sangrante herida.
Recién ahí te mataré.
Y en tu muerte sabré
todo lo que quiero saber.
¿Te lo has imaginado?
¿Lo tienes en tu mente? ¿Ya? ¿Tu propia muerte?
¿Qué pasaría si yo fuese el asesino que buscan?
Pude haberlo sido.
Quisiera haberlo sido.
Casi lo fui.


Corta con el cuchillo una de las sogas que ataba los pies. Luego la otra. La Puta tiembla, muy angustiada. Teo la contempla.


Teo: Podría quererte.
¿Cómo dijiste que te llamabas?


Escena 18

Cónsul entra con la bolsa de fragmentos humanos.

Cónsul: ¿Teo? Quiero hablar contigo. Mira lo que tengo aquí.


El Cónsul se la exhibe.


Cónsul: Te buscan. Sospechan. ¿Fuiste tú?

 

Teo no contesta.


Cónsul: ¿Por qué te fuiste, Teo? Me levanté temprano y ya no estabas. Te había preparado desayuno. Jugos, frutas. El café olía como la dicha. ¿Por qué, Teo? Como todos te fuiste. Yo no te iba a hacer daño.
Teo: Regresé.
Cónsul: Sí, pero nunca del todo. Siempre me esquivaste. ¿De qué tenías miedo?
Teo: ¿No se da cuenta que yo pude haber sido ese asesino que buscan? ¿No me temía usted?
Cónsul:
 ¿Por eso te fuiste? ¿Porque no te tenía miedo? Yo ya estoy muerto. Y los muertos no conocen el miedo. ¿Miedo a qué podría tener yo?
Teo: Al dolor.
Cónsul: Tal vez, sí, tal vez al dolor. A que la muerte sea lenta. Eso lo evitaré en cuanto suceda. Le daré un corte final, no te preocupes. ¿Y tú? No conoces el descanso. No hay tal. Nunca lo habrá. La vida te perseguirá como una tumba que nunca se cierra. Y me verás preguntando por ti.
Teo: Me voy.
Cónsul: ¿De nuevo? ¿Otra vez te vas?
Teo: Sí.
Cónsul: ¿Ni siquiera esta noche?
Teo: No. Además vuelvo a mi país. No volveré. Nunca.
Cónsul: ¿Teo? Dime: ¿No fuiste tú el de esta bolsa?
Teo: Quisiera haberlo sido. Y que otro cuerpo contuviese la bolsa que me muestras.
Cónsul: ¿Seguro?
Teo: Seguro.


Teo sale. Entra el Detective.


Detective: ¿Es él?
Cónsul: Seguro. Mire nada más como va manchado de sangre. Miente. A sí mismo se miente. Pero huele a muerte. Se revuelca en ella.
Detective: Hay mujeres que han dado sus señas.
Cónsul: Es él. Sin lugar a dudas que es él.


Ruido de jauría de perros que de pronto se sueltan tras la presa.


Escena 19

Ruido de perros toda la escena siguiente. Teo con un cuchillo en la mano apoyado contra un muro. La Hermana de luto.


Hermana: Tomó píldoras. Píldoras y alcohol. La encontré yo. Creí que era lo de siempre. De repente me di cuenta que no cerraba la boca, que no respiraba. Tantas veces la vimos así. Y ahora era cierto. No sabía donde avisarte. No supe qué hacer. Llamé a Agustín, a Vicente, a Sebastián, a Arturo. No tomaban el teléfono. O estaban reunidos. O muy ocupados. Tuve que llamar a la policía, al hospital. No venían nunca. Fue eterno. Te juro que fue eterno. Y sin ti. No sabía qué hacer sin ti.
Teo: ¿No dejó nada?
Hermana: Ni una carta. Ni una señal. Yo creo que se le pasó la mano, nada más. Ni se dio cuenta. Pobre. Sufría tanto. Tanto. Teo, hay que ir a la Iglesia. La están velando. La aceptaron como un accidente.
Teo: Yo no puedo.
Hermana: Tienes que cambiarte ropa. Somos los únicos familiares que tiene. Estaba muy sola. No puedes faltar.
Teo: No puedo. Yo tengo la culpa.
Hermana: Fue un accidente.
Teo: Yo tengo la culpa. Yo pedí tantas veces su muerte. Yo la maté, hermana. Con este cuchillo. ¿No se dieron cuenta? ¿No vieron la sangre de sus heridas? Yo entré de noche y la maté. A los dos. Vengué a mi padre.
Hermana: Fue un accidente, Teo. Ella siempre tomaba píldoras. Sabíamos que podía pasarle. Tenía el corazón débil. Yo la vigilaba. Le escondía los medicamentos. Ella se los consiguió. Tenía licor escondido. Se lo bebió todo.
Teo: ¿No me escuchas? No puedo ir. Yo la maté. ¿Me oyes? Yo la maté.


Entra el Detective. El ladrido de los perros arrecia.


Detective: ¿Teo?
Teo: Sí, soy yo.
Detective: Por la huella de sangre los perros lo han hallado.
Hermana: El no hizo nada.
Teo: Soy culpable.
Detective: No tiene necesidad de decirme nada. Guárdese sus opiniones. Tendrá un abogado.
Hermana: No hizo nada, se los juro, no hizo nada.
Detective: Tendrá que acompañarnos.


Teo y el Detective salen.


Hermana: (llorando) No hizo nada, no hizo nada.
Dios nos ampare.
Nunca hizo nada.
¿A quién le ruego?
La muerte lo ha habitado.
Lo digo yo que lo sé. Sí que lo sé.
Que respiro la muerte en su abrazo.
Que lo sé. Yo lo sé.
El no lo haría. No, no lo haría.


Jauría de perros.


Escena 20

Ruido de perros. Un reflector de interrogatorio sobre Teo. El Detective está en mangas de camisa, dispuesto a interrogarlo.


Detective: ¿Tú eres Teo?
Teo: Sí.
Detective: ¿Seguro?
Teo: Seguro.
Detective: Mira tu foto.
Teo: Soy yo.
Detective: ¿No podrían confundirte con alguien muy parecido?
Teo: Soy yo.
Detective: ¿A qué jugabas cuando niño, Teo? ¿A las muñecas o al fútbol?
Teo: A ninguna de las dos cosas.
Detective: ¿Destripabas animales? ¿Palomas, pequeños gorriones, gatos?
Teo: Alguna vez disparé con un rifle de aire comprimido.
Detective: ¿Qué hacías con las víctimas?
Teo: Nunca di en el blanco.
Detective: ¿Rompiste un vidrio?
Teo: Con la mano. Me caí de la cama. Saltaba. Quería volar y tocar el techo. Me fui hacia un lado. Aún tengo cicatrices.
Detective: ¿Desde qué edad te masturbas?
Teo: Eso es asunto mío.
Detective: Era asunto tuyo. Ahora nada te pertenece. ¿Me entiendes? Ahora se te va la vida. En las palabras se te va la vida. Y queremos saberlo todo. Todo. ¿Me entiendes?
Teo: Desde que pude hacerlo. Desde antes de tener pelos en el pubis.
Detective: ¿En qué pensabas cuando lo hacías? ¿En mujeres, en niños, en hombres, en animales?
Teo:
 ¿Importa realmente?
Detective: ¿En qué pensabas cuándo lo hacías?
Teo: No le incumbe.
Detective: ¿Cuál era tu fantasía favorita?
Teo: No quiero decirlo.
Detective: ¿Cuál era tu fantasía favorita?
Teo: ¡Yo no maté a mi madre! ¡Yo no he matado a nadie! ¡Yo sólo quería vivir más tranquilo! ¡Usted no sabe cómo lo he pasado toda la vida!
Detective: ¡Contesta exclusivamente lo que te preguntan, imbécil! ¿Cuál era tu fantasía?
Teo: Ya no importa.
Detective: ¿Hombres? ¿Mujeres? ¿Hombres y mujeres?
Teo: Ya no importa.
Detective: ¿Qué les hiciste a las putas en Amsterdam?
Teo: Nada.
Detective: ¿Qué te pasó en Berlín?
Teo: Nada.
Detective: No mientas.
Teo: Nada, no hablaban español.No me entendía con ellas. Nada.
Detective: Eso ya lo veremos. ¿Cuándo mataste tu primera puta?
Teo: ¿Lo dice en serio? En Berlín, una dominicana. Pensé en matarla. No lo hice.
Detective: ¿Te acostaste con ella?
Teo: No la toqué. Le dije que se atara y se dejó atar. Y que fingiera que me tenía mucho miedo. Y lo hizo.
Detective: ¿Y tu fantasía favorita?
Teo: ¡Las tenía cuando pequeño!
Detective: ¿Cuando la tuviste por última vez?
Teo: Hace unos meses.
Detective: Todavía te masturbas.
Teo: Sí ¿y qué? ¿Usted no se masturba acaso?
Detective: Siempre. Por supuesto que lo hago. Es fácil, rápido, portátil, totalmente gratuito y sin riesgos. ¿Por qué no iba a hacerlo?
Teo: ¿Y en qué piensa?
Detective: Eso no es asunto tuyo.
Teo: No les hice nada a esas putas. No me gusta la palabra además. Yo las trataba de tú, pero eran como señoras. Como mi hermana. Como mi madre. Yo sentía cariño por ellas.
Detective: ¿Qué les hacías con este cuchillo?
Teo: Las mataba.
Detective: Dijiste que no las mataste.
Teo: En mi mente las mataba.
Detective: Ellas se asustaron mucho ¿Sabes? Les hiciste pasar un muy mal rato ¿Sabes? ¿Por qué lo hacías?
Teo: Para saber...
Detective: ¿Saber qué?
Teo: Saber, entender, entender algo...
Detective: ¿De qué?
Teo: No sé, todo...
Detective: Las hiciste sufrir ¿sabes? Pensaron que se les iba la vida.
Teo: Yo no quise...
Detective: ¡Mentira! ¡Tú querías eso! Te gustaba ese jueguito. Dime ¿Qué equipo de fútbol te gustaba de niño?
Teo: No me gustaba el fútbol.
Detective: ¿Dónde pasabas el verano?
Teo: En casa, a veces en la playa.
Detective: ¿Y tu padre? ¿Iba con ustedes?
Teo: Nunca. Nunca fue con nosotros.
Detective: Dime ¿Afuera es de día o de noche?
Teo: No sé.
Detective: ¿Es invierno o verano?
Teo: No sé.
Detective: ¿En qué ciudad estamos?
Teo: No sé.

Detective: ¿Cómo te llamas?
Teo: Teo.
Detective: ¿Por qué andas todo ensangrentado?
Teo: Es mi sangre. De mis manos, de mis rodillas. De tanto subirme a muros y trepar por cornisas. Tanto lanzarme de vagones en marcha.
Detective: ¿Qué hacías con los trozos?
Teo: ¿Cuáles trozos?
Detective: Las partías en pedazos. Con experiencia de cirujano y luego... ¿qué hacías con los trozos?
Teo: Los lanzaba a la línea del ferrocarril, a las acequias, a los ríos.
Detective: ¿Quién te enseñó a cortar esos cuerpos?
Teo: Nadie. Lo leí en el diario.
Detective: ¿Cómo?
Teo: Lo que hicieron con los cuerpos.
Detective: ¿Cuántos fueron, Teo?
Teo: Una sola, la dominicana. Después me volví.
Detective: Fueron siete. Siete. La dominicana dio el grito de alarma. Nada más. ¿Qué hacías en Berlín?
Teo: Mi padre estuvo en Berlín. Antes del muro. O creo que estuvo en Berlín. Sus amigos estuvieron en el lado Este. Muchos de sus amigos.
Detective: ¿Preguntaste por él?
Teo: Nadie sabía nada.
Detective: Tu padre no había estado nunca en Berlín.
Teo: Me llegó una carta de mi madre.
Detective: ¿Dónde te ubicó?
Teo: Por el Cónsul.
Detective: ¿Te afectó la carta?
Teo: Sí.
Detective: ¿Qué decía?
Teo: Que la estaba matando.
Detective: ¿Y era cierto?
Teo: Era cierto.
Detective: Y fuiste donde la dominicana.
Teo: Sí.
Detective: ¿Y la mataste?
Teo: Sí.
Detective: Que entren a la negra esa.

Hacen pasar a la Puta.

Detective: ¿Es él?
Puta: Sí.
Detective: ¿Qué te hizo?
Puta: Me hizo sufrir.
Detective: Dile lo que quieras, está muerto de miedo.
Puta: ¡Hijo de la gran siete! ¡Mal parido! ¡Que te den por el culo! ¡Maricón! ¡Hacer sufrir a una mujer honrada! ¡Que te pudras en la cárcel! ¡Carajo!
Detective: Basta ya.


Sacan a la Puta.


Detective: ¿Era ella?
Teo: Sí.
Detective: Una mujer feroz ¿No?
Teo: No. Es una buena mujer. Es una santa. Yo la traté mal. Yo la maldije. Yo debo recibir el castigo.
Detective: ¿Qué castigo? ¿De qué castigo me hablas? Tú no mataste a nadie. Eres incapaz de hacerle daño a una mosca. Eres un niño ¿Sabes? Un niño sin remedio. No sirves para nada. Deberían matarte por cobarde. Ni siquiera has cometido un buen crimen. Ni siquiera has podido planearlo. La ira te retuerce los intestinos. Ni siquiera has sabido vengar el nombre de tu padre. Ni siquiera has podido librarte de tu madre. Eres un títere de ella ¿sabías? Un títere. No te atreverías a tocar a una puta.
Teo: Yo las maté. A todas. ¡Las maté!
Detective: Llévenselo.

Lo sacan arrastrándolo mientras grita.

Teo: ¡Soy culpable! ¡Soy un asesino! ¡Soy peligroso! ¡Muy peligroso! ¡Soy un criminal!

Es arrojado a la calle. Ruido de tráfico. Desamparo total.


Escena 21

Andén del Metro.

Hermana: ¿Lo hiciste?

Teo le muestra el cuchillo ensangrentado.

Hermana: ¿Estaba sola? ¿Con él? Que Dios nos proteja. No conoceremos la piedad, hermano. No conoceremos el descanso.
Teo: No, no lo hice.
Hermana: ¿Por qué entonces mi alma no se alivia ni conoce el reposo? ¿Por qué no se produce la alegría esperada sino el miedo? ¿No es de fantasmas que se llenan los pasillos de la casa?


Pausa.

Hermana: ¿Seguro que no lo hiciste?
Teo: No. Es mi propia sangre.

Muestra sus muñecas vendadas con trapos manchados.

 

Hermana: (lo abraza) Pobre hermano mío. Pájaro endeble. Ni un brazo fuerte que te haya protegido. ¿De veras querías matarla? ¿A ella? ¿A nuestro padre?
Teo: Alguna vez lo pensé. En Berlín. Mirando el paso del Metro. Lanzarme y en mi cuerpo destrozado romper esa alianza invisible, torcida.

Se escucha ruido del Metro. Las luces.

Teo: Ni siquiera el suicidio.
Hermana: (lo sujeta) No, Teo. La muerte no calma la muerte.
¿Por qué no vuelves con nosotros?


Arroja el cuchillo al paso del Metro. Abraza luego a su Hermana. El Metro se detiene. Ruido de pasajeros que suben y que bajan. El Metro parte. El silencio. Se acarician los hermanos
.


Escena 22

Luz del televisor. Madre. Teo.


Madre: ¿Nunca trabajarás de forma estable? Parecías tan despierto. Eras como tu padre, atractivo, simpático. Podrías ganar tu propio dinero.
Teo: Lo he ganado, Madre.


Se pone de pie y busca algo en la nevera.


Madre: Estoy vieja. Apenas puedo con mi espalda. Mis huesos se endurecen. Mi columna no me deja hacer las cosas.
Teo: Estás hermosa, Madre.
Madre: No te rías de una vieja. A lo mejor termino de pronto difariando, delirante, como tu abuela. No me dejaré llevar a un sanatorio. Antes la muerte.


Teo viene con un vaso de leche. Algo de comer. Mira la televisión.


Madre: La gente de tu edad tiene novia. La gente de tu edad estudia o trabaja. La gente de tu edad no vive de la pensión de una madre o de los trabajos que ella haga. No sabes lo mal que va la tienda. Tuvimos años buenos, pero también hay años malos. ¿Por qué no me ayudas en la tienda? Claro, te da vergüenza. Más vergüenza debería darte encerrado acá, en la casa. Todo el día sin hacer nada. Sales en la noche a vagar quién sabe dónde. Seguro que te drogas. Seguro te has cogido el sida. Morirás en esta casa, quién sabe cuándo, no te irás nunca de mis brazos. Yo quiero verte sano, independiente.
Teo: No sigas, madre, que no oigo la tele.
Madre: Odio la tele.
Teo: Te la regalé yo.
Madre: ¿Por qué no seguiste en el taxi? Te iba bien.
Teo: ¡Madre! ¡Estoy hasta la coronilla de tus preguntas! ¡Ya no aguanto esta casa! ¡Ni esta leche! ¡ Ni tus asquerosas galletas!
Madre: ¡Pues no me grites y ponte los pantalones alguna vez, hijo de mierda!
Teo: Ahora quieres que yo te cuide. ¿Cuándo me cuidaste tú, madre? ¿Cuándo? ¿Sabías con qué juguetes jugaba? ¿Qué miedos tenía? ¿A quién quería matar? ¿Qué fantasías me atormentaban? ¿Te preocupaba en qué me pasaba horas encerrado en el baño? Demasiado tarde, señora. Mi hermana ha partido. Yo partiré. Y tú estarás sola. Totalmente sola. Tú y el televisor. Los dos. Solos.

Sube el volumen violentamente.

Madre: (Apenas se le escucha) Eres una mierda.
Teo: La vida es una mierda, madre. La tuya tanto como la mía, madre.
Madre: Eres un castigo.


Escena 23

Ruido de aeropuerto. Teo con su mochila.

Hermana: Llegaste tarde. Ya no había nada que hacer. Se levantó una noche preguntando por mí. Me vio y no me reconoció. Comenzó a hablar: tengo un hijo tan bonito, dijo. ¿No lo conoce usted? Me mostró fotos recortadas de revistas. Decía que era su hijo. Lo quería tanto, me decía. Que también tenía una hija. Concertista de piano. Que era famosa. Me mostraba más recortes. Después caía en profundos sopores.


Madre en silla de ruedas. Mirada perdida. Una Enfermera la lava.

Teo: ¿Madre?
Enfermera: No contesta, señor.
Teo: ¿Cómo ha estado?
Enfermera: Bien, tranquila. Ya no se agita. A veces despierta de noche gritando.
Teo: ¿Qué grita?
Enfermera: A veces un nombre. A veces solamente una palabra.
Teo: ¿Qué nombre? ¿Qué palabra?
Enfermera: Teodoro, Teodoro. O Sangre, Sangre, Sangre. Como que tuviera visiones. Como que se defendiera de un ataque.
Teo: ¿Entiende?
Enfermera: A veces.
Teo: ¿Puedo quedarme a solas con ella?
Enfermera: No la agite. Tranquilo. Háblele suave.


La Enfermera sale.

Teo: ¿Te tratan bien aquí, madre?
Madre: ¿Teodoro?
Teo: ¿Madre? No soy mi padre. Soy tu hijo Teo.
Madre: Mi hijo Teo.
Teo: Tu hijo.
Madre: No, mi hijo no viene hace mucho tiempo.
Teo: Madre... ¿Dónde estás, madre?
Madre: ¿Dónde? En la tienda. ¿No es ésta la tienda? Usted es muy guapo, ¿sabe? Venga después. Cuando cierre la tienda. Nos tomaremos un café.
Teo: Sí, gracias.
Madre: ¿Vendrá?
Teo: Sí, vendré.
Madre: Mire que estoy muy sola. Mi marido nos ha dejado. A mí con mis dos hijos que son terribles. Son un azote de Dios. Un azote.
Teo: Sí, sí.
Madre: Venga. Que seré cariñosa. Y buena. Y dulce.
Hermana: La encontraron en su cama. Se orinaba. Toda manchada de sangre la sábana.
Teo: ¿Sabías que pensaba en matarte, madre? ¿Sabías?

La Madre enmudece.

Hermana: Tuvo un vómito de sangre terrible. No se dieron cuenta. Nada más. Nada más.

Teo: ¿Madre? ¿Madre?


La
Madre no contesta.


Escena 24

Puta maniatada en la cama. Cónsul con una copa en la mano y un cuchillo en la otra. Comenzará al final de sus palabras a vestirse con un traje de hule y guantes de goma protegiendo su ropa. Entre un cirujano y un carnicero.

Cónsul: Fue difícil encontrarte. Complicado. Sois vosotras como sombras. Desaparecéis en cuanto se os pierde de vista. Pero seguí tu huella. No hay muchas dominicanas en Berlín. No entiendo como sois tan ingenuas ¿Sois todas así? Dejarte atar. Otra vez. Seguro que no soy el único. Y trataste de inculpar a ese pobre muchacho. Pobre. El crimen... ¿qué es el crimen? Intentar arrojar la muerte lejos de uno. Pero cuando se ha metido dentro tienes que matar mucho para poder liberarte. Mucho. No salva, no redime. Exige más muerte, exige perfeccionar el dolor, convierte la vida en calvario. ¿No te apiadas de mí? Yo conozco la muerte. Soy la muerte. Me bastaría hacerte el amor para matarte. Pero quizás ya estás infectada y se perdería en tu memoria mi presencia. Prefiero el crimen. Es más cierto, más tangible. Tú te das cuenta mientras sucede. Yo me doy cuenta mientras sucede. Tu muerte será una lástima. Pero ¿a quién le importas? ¿A quién verdaderamente le importamos? He estado en tantos países. He hecho esto tantas veces. De pronto algún policía se pone majadero. Pero pareciera que la elegancia te hace invisible. O indefinido. O inespecífico. Hay tanta gente elegante. Como que el poder espantara. ¿Sabes que si me capturan no soy juzgable? Podría invitar al detective a mirarnos. Lo tendría ahí atado y no podría hacer nada. Lo he pensado. Imagínatelo. Y nada, no podría hacer nada. ¿Sabes lo que te voy a hacer? El amor. Y después te causaré mucho daño. Todo el que necesite hasta aliviarme. Y mezclaré tu sangre con la mía. Y tendrás una muerte dulce y lenta y larga. Como yo nunca la tendré. Porque sabré darle un corte. Como el que haré al final en tu garganta. Cuando ya sea demasiado tarde o cuando no aguantes más de dolor o cuando me lo ruegues o cuando yo ya me aburra por tu resistencia de burra centroamericana. Te suplico, no me manches con tu sangre. No te agites. No vomites si es posible. Sé delicada. Y acepta tu destino como yo acepto el mío. ¿Estás lista? ¿Estás lista? No te oigo. Bien. Comencemos.


Escena 25

Teo entra en el dormitorio de su Madre. Ella está en la cama con su Amante. Se cubre asustada ante el ingreso de su hijo. Detrás está su hermana.

Madre: ¿Teo?
Teo: Perdona. Ya es tarde. Tengo que partir, madre.
Madre: Sí, hijo, sí sé. Me levanto de inmediato (lo hace). Iremos a dejarte al aeropuerto.
Teo: Tengo que hacerlo, madre.
Madre: Sí, lo sé. Nos echarás de menos, espero.
Teo: Sí, madre.
Madre: Me ducho y partimos.


Echa a andar la ducha.

Amante: ¿Te vas, Teo? ¿De verdad?
Teo: Sí.
Amante: Yo tuve una linda pasada por Europa. Se pasa fenomenal cuando se es joven. Cuidado con las mujeres que son de armas tomar. Te prestaré algunos dólares. Gástatelos a mi nombre con una sueca. Que sepan cómo somos los de este lado del Atlántico.
Teo: Gracias.
Amante: Me visto y nos vamos.


Sale.

Hermana: Al fin te decidiste.
Teo: Espero que sea para bien.
Hermana: Estoy segura que será para bien. Te esperaré para casarme. No te pierdas.
Teo: No me perderé.
Hermana: Cuídate. Cuídate mucho, Teo.


Tal vez se abracen. Tal vez no consigan hacerlo.
Hay cierto desamparo, cierta sensación de orfandad, de mutua protección.
La ducha suena.
Risas desde el baño.

 

Epílogo


Teo cava incansablemente en la fosa. Se detiene para recuperar el aliento. Sigue cavando.
Oscuro.


Telón


Desarrollado por Sisib, Universidad de Chile, 2006