Dramaturgos / Marcelo Sánchez  

 

 


Filoctetes (La herida y el arco)

de Marcelo Sánchez

Contacto:
Si usted desea obtener los permisos para el montaje de esta obra contactar a: autoradomicilio@hotmail.com
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Versión de impresión

 

 

Nota explicativa acerca del nombre de la obra y del personaje

Filoctetes es el nombre de una de las siete tragedias de Sófocles que se conservan. Es una de las menos representadas de Sófocles. Filoctetes es referido por la Ilíada como un de los guerreros que iban en la expedición contra Troya, pero que fue despojado del mando de sus naves y abandonado en la isla de Lemnos, ya que los demás guerreros no podían soportar el hedor que provenía desde él por una herida que le hizo una serpiente. Sin embargo, un oráculo predijo que sólo sus armas podrían vencer a Troya. Se sabe que Esquilo y Eurípides también dedicaron tragedias a este personaje. El Filoctetes de la presente obra está inspirado en la obra de Sófocles que se conoce.

Personajes
Filoctetes:
 un hombre obeso, de edad indefinida, que se mueve pesadamente apoyado en un bastón. Usa un enorme abrigo y lentes de espejuelos brillantes y redondos. Rebosa grasa en su piel y sobre todo un apestoso mal olor que lo acompaña siempre, y que proviene de una herida supurante de su pierna. Su aspecto es desaliñado y un tanto desaseado. En sus gordas, grasosas y sudorosas manos lleva varios anillos de oro. Definitivamente, apesta de un modo asqueroso.
Productor: un hombre maduro de aspecto ejecutivo que viste elegantemente, aunque no excesivamente formal. Su presencia es limpia, pulcra, edulcorada casi. Huele a loción Hugo Boss.
Asistente: un joven de aspecto informal, casi desordenado. Huele a loción de afeitarse Old Spice.
Victoria: una joven hermosa de ojos gatunos. Viste de forma tal que luce su cuerpo y encantos sin llegar a ser nunca chabacana. Huele a pomelos recién exprimidos.
Actrices en casting: huelen a desodorante ambiental.
Actor: huele a loción Acqua di Gió.
Secretarias: huelen a shampoo Ballerina de frutilla.


 


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Una oficina muy elegante en la que hay tres televisores de pantalla de plasma. Derrumbado sobre una mesa se encuentra el productor. A veces, despierta y deambula frente a los televisores. Parece perdido en un desierto por varias semanas y camina erráticamente por la oficina. Escuchamos el sonido del viento. Una pantalla muestra una medición de people meter en franco descenso.

Productor: ¡Hemos seguido hasta el final del camino!. ¡No es justo!. ¡Creímos, con estudios de marketing en la mano, que esta vez todo sería distinto!. ¡Queremos nuestra parte de la torta, nuestro maná caído del cielo, nuestra tierra prometida!. ¿Es que nunca veremos los umbrales de la Jerusalén catódica?. ¿Por qué?. ¡No puede haber ocurrido otra vez!. ¡Nuestros puntos se derrumban hasta las cifras más negativas de la televisión en la era del people meter!. Hicimos todo lo que el manual decía, contratamos asesores argentinos, pusimos la pareja joven, la pareja madura, la tercera edad, el amigo gay, la problemática social de turno. ¡Todo está ahí!. ¡No entendiendo por qué no funciona!. ¡No es justo!. ¿Qué le voy a decir al sumo sacerdote?. ¿Qué explicaciones voy a darles a los avisadores?. Ya no tengo justificación ninguna… ya no tengo nada y mañana diré adiós a mi oficina de vidrios opacos, a mi departamento antiguo del parque forestal, a mi camioneta cherokke, a mi departamento en san Alfonso del Mar… y me despediré de lo que pensé serían los mejores años de mi vida, haré algún “em-bi-ei”, y me reciclaré en algún recoveco de la industria, intentando ocultar mi fracaso a los ojos de la historia… (Susurrando)… bye, bye happines; hello emptiness…

Entra el asistente con un café en la mano. Dejamos de oír el sonido del viento.

Asistente: Aquí tiene, jefe. Jefe, despierte. ¿Se encuentra bien?
Productor: Todo se derrumba a nuestro alrededor, y el estrépito llegará hasta los oídos de los que firman nuestros contratos… todo parece perdido, el naufragio definitivo... ¿Tú no eres el que se compró un auto la semana pasada?
Asistente: Sí, jefe, yo fui…
Productor: ¿Cómo lo estás pagando?
Asistente: En cuotas.
Productor: Perdóname, yo no quise hacerte esto, yo no quise…
Asistente: Jefe, tenemos que proponer algo; no nos podemos dejar vencer así como así, tenemos que reaccionar o todo se va a pique.
Productor: Ya lo hicimos todo, ya pedimos todas las asesorías a todos los siquiatras que se  prestan para esto y nada parece resultar.
Asistente: Jefe, reinventemos el género, eso siempre funciona; no podemos perder las esperanzas, piense en sus departamentos, en los “canjes” de cheque restaurant, en los regalos de Zara, en las carteras Louis Vuitton de sus amantes, jefe…
Productor: ¿Tienes alguna idea?. ¿Tienes algo realmente nuevo?
Asistente: Jefe, no hay que inventar nada, hay que mirar atrás, hay que volver hasta algún punto en el que nos hallamos sentido seguros de lo que hacíamos y volver a empezar desde allí; nunca inventaremos nada, todo es “re-descubrir”, jefe.
Productor: Hemos perdido toda capacidad de vender, de negociar, de que nos crean… ¿Qué podemos ofrecer ahora?
Productor: Hay alguien que gime en la orilla de una playa y que huele asquerosamente, hiede de manera tal que nadie puede acercarse a él sin sentir una náusea profunda. Se encuentra allí resguardando las armas de algún héroe que nunca volverá. Sus historias cautivan audiencias desde la época de la radiofonía y se ha mantenido vigente traspasando las mayores revoluciones del siglo XX: la televisión, Internet, los reality show; es el cross over latino, el sushi mori del diálogo, el Pedro Urdemales de la era cibernética, el Hamelin de las dueñas de casa atormentadas. Si podemos soportar su olor y le ofrecemos un buen contrato lo sacaremos de su playa y lograremos el fenómeno que la gerencia anhela. El es nuestra única oportunidad.
Productor: … Filoctetes…
Asistente: ¿Lo conoce, jefe?
Productor: Huele como los demonios, pero es encantador y sabe lo que la gente quiere, imposible no conocerlo. No podría decir que es un héroe… pero es parte de una leyenda.
Asistente: Es la carta que los tiempos nos exigen, jefe. Vamos, tómese el café, nada de monólogos en el desierto. Hay que llamarlo y convencerlo; la gerencia está tan desesperada como nosotros así que no tenemos nada que perder.
Productor: Filoctetes nos pedirá que nos pongamos en sus manos y que le demos carta blanca para sus mentiras de pacotilla, es demasiado arriesgado.
Asistente: ¿Qué podemos perder que ya no esté destruido, Jefe?


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Una playa lejana. Graznidos de gaviotas. Filoctetes en un Chaise Longue, bebiendo ron con limón y hielo. Mira al horizonte de vez en cuando. Hiede de tal manera que ser vivo alguno soporta su olor por mucho tiempo. Una de sus piernas tiene una herida que no para de supurar. De vez en cuando Filoctetes airea su herida con una revista doblada.

Filoctetes: La dulce herida requiere los cuidados de una hija frágil, y si no fuera por ella dejaría de resguardar las armas sagradas del héroe; si no fuera por ella… Bah, nada de que quejarme. ¿Publicaciones?. Mi nombre satura los catálogos de las bibliotecas. ¿Producciones?. He recorrido los mejores teatros del primer mundo. ¿Reconocimientos?. Mis estantes ya no pueden más de pajarillos, antorchas, plumas decimonónicas, galvanos y diplomas de mal gusto. Todo en su lugar como en un perfecto basurero. Y las armas bien guardadas por si regresa el héroe. Puedo cuidarlas desde aquí, las tengo relucientes y afiladas por si el héroe me ordena entregarlas; es un trabajo fácil. Y la playa hermosa un domingo por la tarde, ron con limón y hielo a gusto y el olor acre de mi herida subiendo hasta las narices. ¿Qué más puede pedirse?. Las ballenas me saludan con sus chorros en noviembre, las gaviotas anidan lo más cerca que mi mal olor lo permite y oigo el chillido de las crías cuando la primavera colorea los bosques, ya no permitiré que ningún mal sueño rompa esta paz, que mi mal olor me ha conseguido a fuerza de contar historias. Nada. Nada. Viviré de mis derechos de autor y seré la envidia del medio nacional. (Suena un teléfono celular. Filoctetes hurga en su abrigo y saca un aparato. Duda en responder. Lo hace). ¿Sí? Filoctetes, soy Filoctetes, mi nombre es raro y huelo mal, muy mal, soy francamente apestoso, pero cuento muy buenas historias y no me moveré de mi playa ni aunque me ofrezcan un…. ¿Cuánto?. ¿Y me necesitan realmente?. Quiero decir, si podrán soportar mi olor, si no habrá disgustos innecesarios por eso, ya que mientras peor huelo, mejor es mi trabajo, tienen que saberlo. ¿No es asunto de dinero?. ¿De verdad están interesados en mí?. ¡Ja!. Ustedes sí que están en apuros, no puedo creerlo que se llegue a esto…

(Las gaviotas graznan de manera tal que ya no escuchamos la conversación de Filoctetes que se va animando poco a poco con la conversación).

 


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La oficina de producción. El productor, el asistente y dos secretarias. Sobre la mesa un arreglo de flores naturales y una bandeja de fruta
.

Productor: Le daremos la bienvenida, y ni una sola palabra sobre su olor. ¿Entendido?. Debemos darle a entender que no nos importa en absoluto, no sé, incluso, que nos gusta, que nos agrada, que si no fuera por las obligaciones familiares lo tendríamos en nuestra propia casa con el mejor gusto.
Asistente: (A las secretarias). Y no dejen de sonreír, no importa lo que diga, lo miran y le sonríen. Esto no puede fallar o nos hundiremos todos.
Secretarias: Sonreiremos, siempre sonreiremos. No sabemos hacer otra cosa.
Productor: ¿Es la hora?
Asistente: Llegará tarde eso es seguro, nunca llega a la hora, es su manera de presentarse.
Tal vez piensa que nadie lo recibirá por su olor, y que siempre pueden avisarle algo a último minuto. Pero no faltará, eso es seguro. (A las secretarias). Vaya una de ustedes a averiguar si saben algo en recepción.
Secretarias: No podemos, sólo sabemos sonreír, siempre sonreiremos, no sabemos hacer
otra cosa.
Productor: Te dije que estas artimañas no lograrán convencerlo para nada. Tal vez sólo
viene a reírse de nosotros. (Al asistente) Espero que no me estés llevando a cometer una equivocación mayor sobre las otras. Y roguemos a Dios que la prensa no lo sepa.
Asistente: La prensa sólo sabe lo que queremos que sepa, jefe. ¿Se le olvida?. Silencio, allí
viene; ustedes, sonrían, no olviden.
Productor: Y nadie, nadie, ni una sola palabra sobre su olor, disimulen todo lo que
puedan. La última vez que lo vi ya era repugnante y de eso han pasado algunos años.

Entra Filoctetes. Todos sonríen animadamente, en especial las secretarias. Filoctetes saluda dando la mano. Observa todo a su alrededor. Un momento de tenso silencio.

Filoctetes: Pues bien, aquí me tienen. Puedo mostrarles su propio ombligo, puedo hacerlos bailar a medianoche con su sombra, puedo acariciarles el pelo como un compañero de viaje, puedo secarles el agua de los parpados con mi mano si llueve, puedo llamarles por teléfono cuando nadie se molesta en saber que fue de ustedes. Yo puedo y tengo poder por que tengo tiempo. Yo le he ganado al tiempo su aserrín interminable de los días de lluvia y café caliente; yo le he robado al tiempo sus esperas llenas de fastidio cuando la ciudad lucha por empezar a vivir. Tiempo, señores, eso es todo. Saber esperar, o lo que es lo mismo, sentarse a esperar y nada más ¿Por qué tengo poder? Me senté a esperar sin desear nada, absolutamente nada. Yo renuncié a todo cuando nada había ocurrido. Y si huelo mal lo siento mucho, yo no elegí esto, pueden tomarlo como una condición racial, como una nacionalidad, como la historia del barrio, como la calle o la escuela, como los hermanos o incluso como los padres: uno no elige nada, uno es elegido y trata de representar el papel lo mejor posible o bien se tira de cabeza a incendiar el teatro. ¡Ja! Huelo mal, es cierto, pero yo no he venido aquí por mi gusto. Ustedes me llamaron para salvar el rating, para seguir prodigando historias interactivas de las siete de la tarde, que sean capaces de hacer olvidar la espera, el olvido, las caras tristes en el metro. Huelo mal. ¿Y qué?. No saben lo bien que se siente uno cuando aprende esto. ¿Y qué?. Qué gran pregunta. Soy repugnante a las narices, pero amado al contar historias. El resto es silencio o palabras o taparse las narices y empezar a trabajar ¿Presupuesto?
Asistente: Diez mil millones de....
Productor: ¡Cállate imbécil!. No necesito respuestas, sólo quiero preguntar. Me divierte lo
animosos que se ponen cuando las cosas salen mal.
Filoctetes: (Señalando al asistente) Lo quiero a él, será mi asistente personal. (Señalando al
productor) en cuanto a ti no pretendas pasarte de listo. Pregunto para saber que caminos recorrer. Mis honorarios son conocidos por todos. No cobraré un céntimo de más, aunque reventemos las mediciones del people meter. Además, huelo mal y sé cual es mi lugar. No daré ni una puta entrevista, aunque vengan los editores de “artes y letras” a pedírmelo de rodillas. ¿Está eso claro?. ¿Absolutamente claro?. En el fondo que parezca que ni siquiera estoy. Yo sólo quiero sentarme frente al mar, cuidar las armas del verdadero héroe y contar historias. Pero viviré entre ustedes como un paria perseguido por mi mal olor, y sus buenas costumbres. Evidentemente repugno, hiedo por los cuatros costados. ¿Qué hago aquí?. He sido llamado y no me engaño: si pudiérais ignorarme, yo estaría feliz pudriéndome dulcemente en mi playa, pero tenéis necesidad de mí. Ahora mismo. ¿Realmente no apesto miserablemente?. Por favor, dejen la farsa, no necesito esas falsas sonrisas. Pero vuestras caras parecen decir “helo aquí, el salvador del rating, el mesías catódico que el primer guionista prometió; helo aquí, entrando en la Jerusalén mediática, con sus ramas de olivo salvando la pantalla de su ordenador; helo aquí, el hediondo y lamentablemente imprescindible salvador de áreas dramáticas”. Y está bien que se canten las cosas de los hombres, que los hombres nacieron para contar y ser contados y mi herida funesta es el precio que pago por ser la voz en las sombras. Precio que ningún cero al final del cheque puede llegar a compensar. Pero dejemos esto y pongamos manos a la obra. Asistente.
Asistente: ¿Sí?
Filoctetes: (categórico) Quiero un ejército de enanos dialoguistas que entreguen páginas
por kilo o por metro cuadrado. Vayan a sacarlos de las bodegas de un teatro, y perdónenles la vida dándoles un trabajo, serán esclavos fieles y agradecidos. ¿Presupuesto?
Productor: Diez mil millones.
Filoctetes: Nada, una bicoca, una migaja. Pero haremos algo. Nada de época, no seamos
imbéciles, dejemos la historia a los escolares y a los insomnes. ¿Mujeres?
Productor: Hay contratos firmados; hay modelos, actrices estables, talentos comprobados,
rostros vendedores.
Filoctetes: Romperemos los contratos. Necesito mujeres, verdaderas mujeres. Y que sean
desconocidas, nada de rostros. Yo fabricaré los rostros, yo le daré nuevas doncellas a la bestia del laberinto. Nada mejor que una mujer para vender una historia. De todas maneras quiero ver a las que están aquí y si no me gustan o no encajan en mi historia iremos a buscarlas en algún conventillo, recorreremos los millones de escuelas de teatro del país para dar con los rostros apropiados. Y, qué va, eso lo da la naturaleza, no una escuela; así que  mejor olvidemos eso; iremos a los barrios populares. A todo el mundo le gusta La Venicienta. ¿Locaciones?
Asistente: ¿La Antártica?. ¿Campos de hielo sur?. ¿Las criptas de la catedral?. ¿El palacio de gobierno?. Podemos conseguir cualquier cosa a cambio de publicidad.
Filoctetes: Cuento con ello. ¿Jóvenes?
Productor: Hay contratos firmados.
Filoctetes: Los romperemos. Vendrán otros y serán más jóvenes. Los haremos conocidos a
fuerza de mostrarlos día y noche. Nadie puede resistirnos. Oh, Dios, en el fondo es tan fácil, es tan miserablemente fácil. Sólo tengo que estarme aquí y apestar y lo demás ocurre sin siquiera darme cuenta. Soy un contador de historias y no puedo evitarlo. ¿Viejos?. Y no me digas que hay contratos firmados porque soy capaz de romperlos con mi propia mano. Los buscaremos en los asilos o en las oficinas o en los paraderos de micros. Los buscaremos y los encontraremos. ¿Auspiciadores?
Asistente: Confirmados y asegurados. Lo único que quieren son rostros nuevos para la
publicidad. Los gobernantes buscarán rostros para sus campañas.
Filoctetes: Es lo que me gusta de este trabajo. ¡Somos todos unos cínicos... cínicos y
simpáticos!. Finalmente no producimos nada, absolutamente nada. Sólo intentamos controlar la mente de la gente. Echemos a andar, pues, la máquina de soñar universal. Les robaremos hasta la intimidad de sus sueños, televisando partidos de mundiales de fútbol que nunca se jugarán, y llevándoles teleseries interminables que siempre están en el primer capítulo. Tú, tráeme un café cargado, consígueme una oficina y diez botellas de agua mineral, tendrán su historia señores, es mi palabra, y dejen de poner esa cara, huelo mal, es cierto; pero me amarán, me amarán cuando la gran máquina de soñar conecte los cerebros de miles y miles de consumidores que vestirán, comerán, trabajarán, amarán, sentirán tal y como les digamos.
Productor: Hay ciertos valores, Filoctetes, no podemos hacer cualquier cosa. No puedes
salirte de la ley, ni de nuestra línea programática. No habrá sorpresas esta vez.
Filoctetes: Esperaba esto. Mucho tiempo había pasado sin escuchar vuestras condiciones;
pero todo está salvado, no se preocupen; Paris bien vale una misa y Santiago de Chile la confesión de nuestros pecados en las revistas de papel couché, que los dentistas se ocupan de ofrecernos. No se puede cualquier cosa, pero se puede casi cualquier cosa. No hay problema y si las páginas quedan impregnadas de mi mal olor, ni yo ni ustedes seremos responsables, sólo será cuestión de la condición natural de cada uno y la mía es oler mal. Yo no elegí este olor ni ustedes han tenido posibilidad de elegir a otro. Nadie soportaría esta náusea si no fuera estrictamente necesario, lo sé, no vamos a engañarnos. Y ahora, en el invierno de nuestro descontento, destruyamos a la competencia, destruyamos a fuerza de sonrisas y culos hermosos la débil resistencia del televidente consumidor, destruyamos la intimidad de los hogares para obligarles comer de nuestra mano, destruyamos la vida de las Marilyn Monroe sudamericanas. Apesto, si, es verdad, apesto dulcemente, y por mí, estaría en mi playa viendo a las gaviotas merodear atraídas por mi herida, pero estoy aquí y me encanta. Manos a la obra.


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Casting de actrices. Un set de televisión. Maquilladas y nerviosas tres actrices pasarán frente a la cámara para el casting de las nuevas protagonistas. Productor, Asistente y Filoctetes observan con aparente interés desde unas butacas en la penumbra. Una claqueta antes de cada una.

Actriz 1: Mi sueño es el cine. Desde que era chica que sueño con la pantalla grande. El cine lo es todo para mí. Una vez hice un corto. Se trataba de una nave espacial chilena. Yo era la ingeniera de vuelo. Una producción en serio, aunque fuera para la escuela de cine, con decir que había hasta un negro que hacía de extraterrestre. ¡Lo encontré genial!. ¡Un negro!. ¡Con lo difícil que son de conseguir en Chile!. Igual quiero hacer tele, haría cualquier cosa. No tengo ningún rollo con los desnudos. Siempre y cuando estén justificados artísticamente.
Actriz 2: De niña pertenecí al coro del colegio. Y salí en una ópera del Teatro Municipal.
Esa fue mi primera experiencia escénica, tenía siete años. Después integré el grupo de teatro del colegio, hice de Manuel Rodríguez, de Pergolera en “La Pérgola…” ¡Ja!. Y después entré a la universidad. Organicé un festival de monólogos feministas y me fue súper bien. Sólo podían actuar, dirigir y escribir mujeres. Era todo tan delicado. Pero lo mío es actuar, lo único que quiero es actuar. Yo estaba en el coro… ¿Ya lo dije?. Puedo cantar, yo puedo cantar.
Actriz 3: Hago trapecio, danza butoh, katakali, pilates, yoga ashtanga y meditación de los
Ishayas. O sea, a mí me interesa el aspecto espiritual y ser una actriz integral. Voy a necesitar un catering estrictamente vegetariano. No puedo ver la carne. Si un personaje come carne no sé cómo lo voy a interpretar. Bueno, pero sería cosa de hablar con el tío Eugenio. Lo que pasa es que mi papá y el tío Eugenio. Bueno yo le digo el tío, para ustedes es el gerente de producción del canal, tuvieron un grupo folklórico cuando eran jóvenes y bueno, fue él quien me dijo que viniera. Yo visualizo lo positivo. ¡Todo se puede lograr con la visualización positiva!


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Filoctetes, que ha estado observando el casting se dirige a la trastienda del set de televisión. Hay cables, focos, escenografías maltrechas. Filoctetes se apoltrona en un sillón y bebe de una petaca que saca de su chaqueta. Una chica joven lo observa desde la penumbra, pero él no la ve de inmediato.

Filoctetes: (con acritud) ¡Perras!. ¡Todas perras!. El mundo gira por un par de tetas y estará bien si ocurre así desde que el mundo es mundo; pero Dios mío, ya no se soporta, no hay paciencia suficiente o se condena uno por puro gusto, y no hay nada que decir: sólo bailar al son de sus rondas. ¡Todas íbamos a ser perras!. Y lo han logrado, tienen al mundo en sus manos, ya no se descubre nada, nada…
Victoria: (Susurrando) ¡Cuán fatigosas, rancias, vanas e inútiles me parecen las cosas de este mundo!. ¡Qué repugnancia me inspiran!. ¡Fragilidad, tu nombre es mujer!
Filoctetes: ¿Hay alguien ahí?. Déjame verte.
Victoria: Estoy aquí.
Filoctetes: ¿Eres de la producción?
Victoria: Vine al casting.
Filoctetes: No te vi allí adentro… ¿Qué esperas?. ¡Anda!. Es por ahí, tienes que darle tu nombre al productor.
Victoria: Me voy a casa.
Filoctetes: ¡Vete a un convento!
Victoria: Tal vez…
Filoctetes: ¿Qué haces aquí?
Victoria: Iba a entrar al casting, pero me detuve en la puerta del set, y al ver las parrillas de luces, las escenografías de cartón, los paseos nerviosos… todo eso, me sentí lejos, lejos. Me sentí como un extraterrestre que nada tiene que ver con esto. No sé si quiero hacer el casting.
Filoctetes: ¿Tienes miedo?
Victoria: Sí… ¿Es ridículo, no?
Filoctetes: Déjeme verte bien, pendeja.
Victoria: ¿No le enseñaron modales, señor?
Filoctetes: Cuando hueles como yo los modales no importan; vamos, enséñame un poco el trasero, date una vueltita.

Ella lo hace muy, muy lentamente.

Filoctetes: ¡Y tienes miedo!. Esto sí que es nuevo. Supongamos que tengo el poder de que entres en el negocio, dame una razón para hacerlo.
Victoria: No la hay, señor: soy torpe al caminar, no puedo leer sin lentes, soy morena, clase “media – media” y tímida; y por sobre todo tengo miedo, mucho miedo. No quiero hacerlo.
Filoctetes: Esa negativa empieza a encenderme los motores, muchacha, acércate.
Victoria: No es verdad lo que dicen.
Filoctetes: ¿Qué cosa?
Victoria: Que hueles apestosamente; hueles mal, eso no cabe duda, pero se puede soportar.
Filoctetes: ¿Realmente puedes soportarlo?
Victoria: No exagere, no es para tanto…
Filoctetes: Deja tus datos en la producción… ¿Cómo te llamas?
Victoria: Victoria.
Filoctetes: Huye ahora, pero deja tus datos. Te buscaría hasta cogerte por el cuello si no entregas tus datos, así que lo mejor es que dejes tus datos. Serás mi protagonista joven, ya lo verás. Enviaré por ti, Victoria, y llegaremos al corazón de millones de personas que adormecen su angustia en la televisión de las siete de la tarde. No digas nada, ahora vete, huye, déjame solo. Nadie se ha acercado a mí desde que tengo memoria de mi herida; mi olor y mis historias han sido mi única compañía.
Victoria: Como usted, diga, señor.
Filoctetes: No me llames así, puedes tratarme de otra manera, por favor. Como quieras, pero no me digas señor.
Victoria: Hasta luego… no me ha dicho su nombre.
Filoctetes: Filoctetes.
Victoria: Ya lo sabía. Hasta pronto, señor.

Ella se va.


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En la misma trastienda del set.

Filoctetes: No puede ser. No otra vez. Ella no ha visto el dolor enorme que le traerá el contaco con mi herida y mi mal olor. Que va, la miraré con deseo desde los bastidores hasta tener el valor de hablarle. Le hablaré sin duda, porque ha soportado mi olor y entonces vendrán otros diez años de llantos, peleas y psicoanálisis y un día me veré paseando niños en un parque sin saber qué fue de la vida y lo que es peor, lo que será horriblemente peor, es que la herida seguirá aquí, abierta, supurante, dolorosa, hedionda sin remedio y aunque los que se vean obligados a pasar a mi lado habrán aprendido a disimular, yo todavía seguiré sintiendo el penetrante olor del pus y las historias revoloteando en mi cabeza. Seguiré perdido en una playa cuidando los trofeos y las armas de los héroes verdaderos. Pero la herida escuece y agita la esperanza dentro de mí, la esperanza de que un día, un día, las palabras que nos hemos inventado signifiquen la experiencia verdadera del… no puedo… ya no puedo. ¡Perras!. ¡Todas perras!. Mi playa… ¿Dónde está mi playa?

Entra el productor.

Productor: ¿Te pasa algo?. ¿Alguien te ha dicho algo?. ¿Te sientes bien?
Filoctetes: La quiero a ella, ya verás que funciona. Y no es negociable, no me impongas a tus amantes. Y no, no me pasa nada, sólo intento resistirme, pero puede que eso sea la vida, no te preocupes.
Productor: ¿Necesitas algo?
Filoctetes: Todo está tal como te lo he pedido. Y no te preocupes, lo lograré otra vez; mientras huela de esta manera, sabes que todo irá bien.
Productor: Pensé que sería peor.
Filoctetes: ¿Qué?. ¿Mi olor?
Productor: Esta crisis, nos fuimos a pique y derrochamos millones. Mi crédito está muy justo con la gerencia y tengo que cuidar todos mis pasos.
Filoctetes: Eso sabes hacerlo muy bien.
Productor: No empieces.
Filoctetes: Yo no empiezo, Ignacio, yo no empiezo, sólo continúo la historia que tú dejaste abandonada.
Productor: La historia, la historia… esa patraña terminó hace años.
Filoctetes: Si, por supuesto… tú la dejaste abandonada en una playa. Tú no fuiste derrotado. Nosotros sí ganamos esta guerra, y eso es lo que hace la gran diferencia. Ahora podríamos asaltar la ciudad si necesidad del caballo ni de ningún truco. Tus armas están bien resguardadas, no me las quitarán con ningún truco. He hecho bien mi trabajo y gracias a la herida he podido ganarme el pan.
Productor: ¿Ganarte el pan?. Lo que tú haces es mucho más que eso.
Filoctetes: Mi herida huele mal y se lo lleva todo; todo se va en enfermeras y médicos y sigo igual que hace años. ¿Crees que me ha servido de algo?
Productor: Haz tu trabajo y yo el mío. No menciones lo de Troya, ni hables de la historia. Eso no nos ayudará a vender la teleserie de las siete de la tarde y es lo único que me interesa ahora.
Filoctetes: He cuidado las armas muy bien, se podrían usar todavía.
Productor: Sí, claro, las usaríamos para darle una vuelta al mundo. ¿Y después qué?. Ya sabemos lo que pasó.
Filoctetes: Pero no lo que pasaría si lo intentamos de nuevo. Yo te escuché una vez. Fue en la playa, antes del desembarco. Fue por esas palabras que decidí proteger tus armas y no decir nada cuando cambiaste de identidad. El día que me hirieron tuve fuerza para resistir por esas palabras. Y mi herida que no cierra, me habla de todos los días y es la causa de mis historias. Yo te escuché una vez. Y tú te escuchaste hablar ese día. ¿Cómo puedes seguir con esto?
Productor: Es sencillo: ese de la playa, ese de los ideales, de las luchas, ese hombre, ya no existe. Este huele a Hugo Boss y veranea en Zapallar, y no tiene ningún complejo de culpa cuando los ceros se alargan al final de su cheque. Este, aparece en las páginas sociales y ha olvidado las mugrientas tesis de su época juvenil. Este lo ha olvidado todo. Y es mejor así. Ahora, levantemos este proyecto como si ésta fuera la gran batalla y después iremos a emborracharnos en un bar antiguo para hacer todos los recuerdos que quieras.
Filoctetes: Tendrás tu historia, y yo mi protagonista joven, mi novia, mi gran amor y mi traición; y la gente su cuento de hadas de las siete de la tarde. Los auspiciadores tendrán rostros para las líneas de electrodomésticos, y los candidatos rostros para su campaña. Les daremos todo eso y que el mundo gire, que siga girando hasta que nos volvamos a encontrar en esa playa.
Productor: Eso no ocurrirá, Filoctetes… los héroes han muerto, fueron derrotados, se quedaron en los manifiestos, en los pregones encendidos y nada más. Funcionarios, los hay por miles; héroes ya no quedan. Eso se acabó.
Filoctetes: No puedes borrar tus propias palabras.
Productor: Haz tu trabajo o cuélgate de una vez por todas. Y las armas que guardas en la playa puedes ponerlas en venta. Yo no volveré a esa vida. Asúmelo, eres un gordo apestoso y te quedaste solo, hediondo y perdido en una playa. Nadie te quitará las armas del héroe porque el héroe mismo presentó su renuncia hace mucho tiempo.
Filoctetes: Haré mi trabajo y tendremos el éxito a los pies de tus gerentes. Déjame sólo. Vete de aquí. Empieza a molestarme tu fragancia, tu cabello bien peinado, tu olor a Hugo Boss y tus recetas de sobrevivencia que aprendiste en tu falso exilio. Espero que nunca regreses a nuestra playa, pero debes saber que las armas están allí guardadas y relucientes. Ahora vete. Quiero tirarme unos buenos pedos y no me gusta hacerlo en público. Vete.

El productor camina, se da vuelta hacia Filoctetes y hace el gesto de dispararle con una mano. Se va.


Vista 7


Una cámara graba una escena en que representa la oscura esquina de un calle céntrica en la que llueve, en la escena participan Victoria, con su pelo mojado y un actor que representa un médico. Filoctetes, el productor y el asistente observan.

Victoria: Puedes irte, Antonio, déjame sola. Sabré llegar a casa. No te preocupes por mí.
Actor: No me iré, Felisa, sabes que no me iré. No te has tomado el litio en semanas y no te
dejaré sola. No lo haré esta vez. Saldremos juntos de esto o no saldremos.
Victoria: ¿Ahora te preocupas por mí?
Actor: Ahora, Felisa, eso es lo que importa, ahora.
Victoria: ¿Sientes la lluvia?
Actor: Vámonos a casa, Felisa.

Productor y Asistente hablan a Filoctetes.

Productor: ¿Una bipolar y su médico?. ¿Estás seguro que esto va a funcionar?
Asistente: Una esquina de la ciudad, llueve, todo es oscuro, gris… ¿En realidad quiere
esto, señor?
Filoctetes: ¡Cállense, van a arruinar la grabación!. Ella es excelente. Miren su pelo, la
tristeza de sus ojos, su ira contenida y en el fondo, ya saben, el amor, nada más que el amor. Si no fuera por ella esto no valdría la pena. Pero ella está y eso lo cambia todo.
Productor: Sí, claro y con esto nos terminamos de arruinar.
Asistente: Hay preocupación en la gerencia, señor, no quería decírselo.
Filoctetes: Una semana al aire y luego que hagan lo que quieran, sólo denme una semana
al aire. Dejaré de oler a podrido si no es un éxito. Y todos sabemos que mi olor no es negociable.

En la escena.

Victoria: La lluvia. Quisiera ser como la lluvia y diluirme en un agua lenta que recorre tu cuerpo, baja hasta las alcantarillas para mezclarse con lo peor y luego va hacia el mar, con todo, Antonio, con todo, con las hojas secas, con tus ojos, con todos los dolores que has escuchado, con mis convulsiones, con los electroshock, con las ideas de ir a comerse el mundo, y ponerse en medio de todo y hacerle frente a todo, irme con la lluvia, así, sencilla y tenue, pasando por tus manos para despedirme.
Productor: ¡Estamos fritos!. Esto no lo entiende nadie, es demasiado para las dueñas de
casa agotadas por el trabajo y para las liceanas, aburridas de las micros y de la mediocridad.
Filoctetes: Lo comprenderán y lo amarán porque hablará de ellos y de ellas, somos
bipolares para todo, para el amor, para el fútbol, para la política; todos lo entenderán.
Asistente: Y qué pasará al final. ¿Ella se salva?
Filoctetes: Ella y los que la rodean van a sufrir como perros apaleados, pero el final ella
estará en calma, llena de amor, generosa como una fruta en verano, para que todos vengan a refrescarse. Será un final feliz.
Asistente: Puede que funcione. Puede que funcione…


Vista 8


Victoria secándose el pelo en un camarín. Entra Filoctetes, que la mira un momento sin hablarle. Ella lo apunta con el secador de pelo.

Victoria: ¡Alto ahí!. Prohibida la entrada al autor, es lo que debería decir ahí afuera, sobretodo si el autor es un gordo que huele a podrido, y es un mirón empedernido. No. No te vayas. Espera. Pasa. ¿Qué te pareció?. No, no digas nada. Es mejor que yo no lo sepa. Será mejor así. Además, en estas semanas he escuchado todo tipo de comentarios. Que esto es un fracaso asegurado, que nos adorarán, que hemos elevado el género a una nueva categoría, que deberías estar en la cárcel, que deberías estar en Europa, que deberías estar en una playa dejando que las gaviotas coman de tu herida, que eres un degenerado, que soy tu amante, que eso lo explica todo, mira tú. ¿De dónde salió esta chiquilla?. Que la gerencia te debe favores desde la época del espanto. ¿Te das cuenta?. He estado viviendo sobre un mar de opiniones, pero nada; supongo que esto es así. Dejaré mi casa en el barrio sur, me iré a Barcelona, y seré rostro de publicidad para electrodomésticos de una gran tienda. ¿Te debo algo?. ¿Crees que te debo algo?. Tal vez, mi supuesta belleza no sería nada sin tus palabras. Ya veremos. Pronto saldremos al aire. Y entonces sí que seré parte del juego. Yo tenía miedo. ¿Recuerdas?. Yo no quería. Soy clase media-media, morena y corta de vista. ¿No estás llorando, verdad?. ¿Sí?. Dije algo… ¿Tus palabras o las mías?. Ven aquí, bebé, déjame darte lo que quieres (ella lo besa y se insinúa una felación).


 


Vista 9


La oficina en la que hay tres televisores de pantalla de plasma. Se proyectan escenas de la producción que ha supervisado Filoctetes. Hay expectación. Allí están el productor, el asistente, las secretarias, Victoria, un actor y el mismo Filoctetes. Una pantalla muestra una medición de people meter en ascenso. Se destapan botellas de champaña y todos celebran. Filoctetes sale de escena caminando pesadamente apoyado en su bastón. Nadie parece verlo.

Victoria: Lo logramos, Ignacio, lo logramos…
Productor: Tú lo lograste, va a ser un éxito, chiquilla.
Asistente: Lo hicimos, otra vez lo hicimos, volvimos a estar arriba. Reinventamos el género, hemos vuelto a hacerlo. En la próxima, yo seré el productor general o que se caiga el cielo.
Secretarias: Sonreiremos, siempre sonreiremos. No sabemos hacer otra cosa.

Flashes de fotografía. Victoria, el productor, el asistente, el actor y las secretarias posan para las revistas de reportajes de farándula. Varios flashes sobre Victoria, como en una sesión de fotos publicitarias.


Vista 10

 

Filoctetes camina en una calle céntrica. Una gigantografía publicitaria cubre un edificio neoclásico. Es Victoria anunciando un producto para el pelo, en una playa de aguas azules y palmera de rigor. Filoctetes muy pequeño en relación a la enorme imagen.

Filoctetes: El mundo gira. Ya está dicho. Todo marcha viento en popa. Ojala éstas fueran las velas de mi nave y el viaje fuera hacia las costas de las islas de un mar azul. Todo te irá bien, Victoria. Estarás en Barcelona. Luego el cine, Londres, Sundance, Biarritz. Y no sé si recordarás lo que nos dijimos, y que cuando lo decíamos, por una vez, las palabras parecían tener ese significado, por primera vez mostraban en vez de ocultar, todo parecía nítido en tus ojos y los míos. Y entonces el significado de las palabras no escondía nada. Pero sí, y al final, tu rostro, frágil semblanza de la belleza que nos espera, cuando comprendamos, cuando veamos, cuando hagamos las verdaderas preguntas, es sólo el rostro de la publicidad de un fin de semana. El programa fue un éxito. Ignacio recuperó sus canjes con Zara, el muchacho seguirá pagando las cuotas de su auto, tú pasaste de joven tímida a portada de revista. Y el mundo gira. Regresaré a mi playa. Nada de que quejarse. Mis cheques son bien recibidos aunque mi olor despierta suspicacias y se requieren consultas al banco antes de darles curso. La herida, a veces, incluso parece sanar y el olor se vuelve tenue, persistente, pero más débil. Se podría creer que huelo como todo el mundo, se podría creer, pero no se cree, apesto y no sé cómo remediarlo. La fortuna quiso que la hediondez fuera mi mérito. Necesito un taxi que me lleve al aeropuerto. Nunca están cuando los necesitas.

Victoria, de traje largo y con sus zapatos de tacón en la mano, camina acompañada del productor.

Victoria: Te esperábamos en la fiesta. Todo el mundo estaba allí.
Filoctetes: Todo tu mundo estaba allí. Yo tengo una playa.
Productor: Brindamos a tu salud. Todos te reconocen como el artífice de este éxito. Se habló incluso de alargar la temporada y de una segunda parte. Te espero mañana en la oficina para que hablemos de honorarios.
Filoctetes: Te di tu éxito Ignacio. Ahora me voy. Contrata a algunos jóvenes, siembra algo de esperanza y verás cómo las cosas siguen bien. Puede incluso que mucho mejor. Pero no sé si tengas las agallas para hacerlo. Bah, no es mi problema.
Victoria: Pero será el mío. No puedes irte.
Filoctetes: Victoria, me hubiera tirado al mar de cabeza si me lo hubieras pedido, pero ahora no tenemos nada de qué hablar. Ya no resolveré nada. Ahora podemos dejar las máscaras. Adiós.
Victoria: Espera. ¿Nos volveremos a ver?
Productor: Te espero mañana, Filoctetes, no puedes irte, no tienes por qué arruinarlo esta vez.
Filoctetes: Yo esperé por el regreso de los héroes muchos años. Nada nos debemos. Ahora me toca vivir. Nada va a arruinarse. Quien sabe, puede que por una vez las palabras me lleven a una realidad sin palabras y desde allí descubrirlo todo nuevamente. Estoy vivo, puede que ocurra. Adiós.


Vista 11


En la playa. Filoctetes solo. Graznido de gaviotas.

Filoctetes: Un lugar para tomar el sol. Este es mi hogar. Nada de qué quejarse. La silla frente al mar, los cubos de hielo derritiéndose deliciosamente en el ron. Y esperar que las gaviotas aniden cerca de aquí (un momento de silencio). ¡Carajo!. No se puede seguir, no se puede sin requisar y destruir las armas definitivamente, y volverse de cara al viento fresco, a la espera de un nuevo horizonte. Manos a la obra. Palabras, silencio y escupos, todo viene bien ahora: manos a la obra.

(Filoctetes cava en la arena y encuentra las armas de los héroes: se trata de unas banderas irreconocibles, unas palas, un arco y unos libros. Hace con ellos una hoguera. Grita y baila con alegría salvaje. El viento sopla sobre su rostro).


Vista 12


Filoctetes descansa en su silla bebiendo ron con hielo. Su aspecto parece menos sucio y ordinario y su herida tal vez un poco más sana. Despeinado y ojeroso el productor desembarca en la playa. Filoctetes parece imperturbable en principio.

Filoctetes: Ignacio, ¿qué te trae por aquí?. ¿Algún naufragio, rumbo a las islas vírgenes?
Productor:
 En algún sentido tienes razón, imbécil, el barco se hundió por los cuatro costados.
Filoctetes: Dame los titulares, la mañana es hermosa, no hay tiempo para más.
Productor: Tampoco dejaré que te hagas el gracioso, gordo estúpido; si quieres noticias vé a buscarlas tú mismo, yo he venido por mis armas.
Filoctetes: ¿No estás de ánimo para negociar?. Creí que eso era muy importante para ti.
Productor: La teleserie marchó de maravillas los primeros meses. Victoria fue contratada para más y más promociones de electrodomésticos. El canal rebosaba beneficios por ventas al extranjero. La teleserie fue traducida al ruso y se transformó en un fenómeno cross over de la tele audiencia. Para la segunda temporada introdujimos ciertos pequeños cambios en el tratamiento, y en el carácter de los diálogos. Trajimos asesores de Argentina, pusimos la pareja joven, empezamos a hacer guiños a la realidad que nos mostraban los psiquiatras y sociólogos de turno… y nos fuimos al tarro de la basura… literalmente. Ahora si me permites, canalla barrigón, me llevaré mis armas. Me acerco a los cuarenta y cinco, y voy a quemar mis últimas naves tratando de recuperar algo de los que hicimos cuando éramos jóvenes.
Filoctetes: Me enterneces, Ignacio, te besaría, si no lo fuera a tomar a mal. Tus armas han sido quemadas, ayer, antes de ayer, hace algunos meses; la verdad es que ya tengo poca noción del tiempo en esta isla. Las cenizas puedes encontrarlas por ahí, puedes escarbar un poco, si quieres, pero sólo tendrás eso: cenizas.
Productor: ¿Mis armas… sólo quedan cenizas?
Filoctetes: Algún día todo se reducirá a eso. ¿Cuál es el problema?. ¿Quieres un poco de ron con hielo?
Productor: Mis armas, ya no tendré otra oportunidad, todo cenizas, todo…
Filoctetes: No dramatices, que no te viene en absoluto. Además, es mejor así. Tú sabes bien lo que pasa cuando se usan ese tipo de armas. Veremos lo que pasa ahora, dejemos que los nuevos corran sus propias aventuras. Las gaviotas graznan y el sol derrite los hielos en mi vaso de ron. ¿Qué fue de la muchacha?
Productor: Nos fuimos a vivir juntos, pero la dejé cuando ella no pudo dejar las pastillas y las portadas de revistas.
Filoctetes: Lo lamento, de verdad lo lamento. ¡Yo sólo hice mi papel!. ¡Salud!


Vista 13


La calle con la gigantografía con el rostro de Victoria. Ella misma caminando muy lentamente frente a la foto. Aterida. Desde sus ojos, el maquillaje resbala hacia su rostro, en una expresión muy diferente de la sonrisa prometedora de la gigantografía.

Victoria: Barcelona no borrará las heridas. Buenos Aires no limpiará el beso de la embriaguez. Yo era clase media-media, y ahora soy el papel couché de los catálogos y las portadas escandalosas. ¿Estás preparada para la familia?. ¿Cómo te has tomado el éxito?. Tu panorama para un fin de semana perfecto, tu último libro, tu película preferida. ¿Te golpeaba tu padre?. ¿Qué le dirías a la juventud?. ¿Tienes problemas con los desnudos?. “No, pero sólo si están justificados artísticamente”… perra, puta, soñadora, trepadora, ambiciosa, frágil, cocainómana, ninfómana, ingenua… ya no puedo volver a mi casa en el barrio sur, a mi mantel de plástico, a mi taza de té en jarrón de loza, a mi peluche de gorila, y mi colección de esquelas y sobres con los personajes del Rey León, ya no puedo volver a una playa ni meterme dentro de una lavadora o digitalizarme en una imagen que navega por internet para consumo de los adictos de medianoche. Yo tuve miedo. Y corrí mi riesgo cuando su herida hirió mi olfato con su llanto suave, hediondo, viril y húmedo. ¡Ninguna ciudad va a llevarme el centro de mis ojos!. ¡Ningún viaje a Cancún para fotos de portada va a sacar de mi risa la amargura!. ¡Ninguna!

(Lanza un tarro de pintura hacia el rostro de la gigantografía. Llora sorbiéndose los mocos y parece pelear con el aire).


Vista 14

 

La playa de la gigantografía y la playa de Filoctetes parecen confundirse. Funcionan las pantallas de plasma. ¿Es un set o una playa real?. Un atardecer rojo intenso imposible en la realidad. Las secretarias, que han llegado hasta la playa, sonríen. Filoctetes hace una maleta. Victoria se recompone. El productor, se saca su chaqueta y se desordena la corbata, toma café y se apoya en una mesa, se refriega los ojos con las manos.

Filoctetes: Era un héroe, tenía mi nave, mis armas, mis hombres, pero una serpiente me hirió y la herida nunca más cerró. La pestilencia llevó a mis compañeros de aventuras a dejarme abandonado en una playa. Lo que no sabían es que sólo mi arco puede derrotar a la ciudad amurallada. La fábula de la herida y el arco. Mi propia historia, mi tragedia y mi final feliz. ¡Salud!
Secretarias:
 Siempre, siempre sonreiremos, no sabemos hacer otra cosa.
Siempre, siempre sonreiremos, no sabemos hacer otra cosa.


Fin



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