Marcelo Sánchez  


ENTREVISTA

Rocío Lineros. Santiago.

"Todos los años trabo de viejo pascuero", cuenta Marcelo Sánchez. Sí, de Viejo Pascuero, con una franela roja en medio de decenas de niños y bajo el agobiante calor del verano santiaguino.

Sudando, sin piedad. A pesar de tener un título de pedagogía en Historia, de haber estudiado en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, de ser un actor con varios montajes en el cuerpo y de haber conseguido, en menos de tres años, la nada despreciable hazaña de ver cinco piezas que llevan su autoría estrenadas sobre las tablas.

Porque Marcelo Sánchez, hoy de 31 años, bien puede ser un ilustre desconocido del más joven teatro chileno. Un ilustre desconocido que, hasta el momento, ha pasado casi absolutamente desapercibido.

El lado oscuro.

La historia de Sánchez como dramaturgo comenzó a fines de 1994 cuando su primera obra teatral, Signos Vitales, fue seleccionada para la I Muestra de Dramaturgia Nacional, presentada en enero del año siguiente bajo la dirección de Ramón Griffero y finalmente estrenada en Valparaíso por la compañía El Baúl bajo la dirección de Carlos Genovese.

Luego vino Antes del Mar (1995), seleccionada para la II Muestra de Dramaturgia Nacional y montada con la dirección de José Andrés Peña; Tres corazones - una noche (1996), una pieza de teatro-bar que escribió junto a Paco Rivano y Malú Urriola; Detrás del espejo cuando cae la noche (1997), unipersonal a cargo de Jaqueline Burgos; y, más recientemente, Balada de la noche, co-escrita junto al director Claudio Pueller.

- La mayoría de sus obras exponen temas contingentes con cierta carga de violencia. ¿Por qué, que hay allí?

- No sé… es súper difícil hacer consciente una cuestión que de repente es como mucho más emotiva, más orgánica. Creo que cada obra se escribe en un estado de percepción, con un estado emocional distinto. Porque para mí, por ejemplo, Signos Vitales es una obra que es claramente como una referencia a mi padre.

- ¿A su padre?

- Hay un tema de violencia: un chico al que apuñalan y todo. Pero en el fondo el tema de la obra es un poco la relación padre hijo. Pero más allá de una cosa cotidiana, sino que en una cosa medio mágica, medio existencial… Para mí coincide mucho un largo proceso de cinco años de terapia de orientación psicoanalítica con el hecho de escribir una obra donde tú, de alguna manera, así como a tientas si quieres, plasmes una parte de ti. Pequeña. Consciente o inconscientemente… Eso es, digamos, esa obra para mí.

- Pero, ¿no hay una temática estable que le preocupe?

- No sé. Yo creo que a mí me cuesta verla. A lo mejor los demás la pueden identificar más o menos. Pero a mí me cuesta porque asocio mucho esa escritura a estados, a momentos. Ahora, a mí me preocupa el tema de la intimidad. Lo que veo, lo que siento. Tratar de tener una relación bien perceptiva con el ambiente.
"Encuentro que Antes del mar fue una obra que tenía muchas posibilidades pero que fue traicionada por el montaje. Creo que fue pésimamente dirigida y me costó mucho asumirlo. El montaje fue literal al texto, entonces, como que no me aportaron nada prácticamente y a mí me costo igual superar eso… Pero sí es una obra que tiene que ver también con una cosa de cachar, de repente, que la gente a los 30 años no está tan feliz, no todo es tan divertido, Chile no es tan lindo… Como meterse en los vericuetos de la gente, de las persona…

- ¿En aquellas situaciones más difíciles?

- Claro. Este espectáculo del monólogo, por ejemplo, tiene personajes súper distintos, pero que se meten en un tema un poquito más doloroso: una niña que vende flores en la calle y está a punto de prostituirse, una profesora que fue alcohólica y que tiene que enfrentarse a eso, una copetinera de cabaret que está recordando su pasado… Claro, a lo mejor a mi me cuesta verlo, pero en conjunto creo que sí, que hay unas temáticas que tienen que ver con eso, con situaciones íntimas, con dolor.

- Sus dos primeras obras fueron escritas sin saber quién las iba a dirigir. En cambio, en estos tres últimos montajes sí ha participado activamente. ¿Tiene alguna preferencia?

- Creo que ambas cosas tienen puntos a favor y en contra. El hecho de escribir solo te da una posibilidad de imaginación e intuición súper grande, pero también te empieza a producir una especie de aislamiento. Tu intuición puede ser súper poderosa y de repente dañar tu material un poco, entonces el trabajar con un equipo y con gente que está opinando, te va dando un cierto grado de objetividad. Pero por otro lado, también como que te somete a distintos criterios.

- Le da contraste.

- Claro, te da contraste, pero te coarta también. A veces uno está por una línea y, en el fondo, se ve sometido a otros criterios…Pero en el fondo, creo que cada vez más los límites en el teatro son vanos. Los actores hacen dramaturgia, los directores escriben, los escritores dirigen. Eso me gusta. Que uno se comprometa en la medida que lo siente, que tiene necesidad.

- Bueno, cuando empezó a escribir había escaso interés por la dramaturgia nacional. ¿Cree que las cosas han cambiado?

- Creo que hay una cuestión ambiental. Creo que incluso surgió un personaje tipo que ha sido explotado por otras corrientes: el dramaturgo joven. Sin ánimos de crítica, digamos, ¡pero a los chicos que escriben teleseries les llaman "los dramaturgos"! Entonces, creo que hay una cuestión en el ambiente, de que se ha validado un rol. Y la gente se lo ha ido ganando.

- ¿Y cree que se deba también a un interés por historias más cercana, quizás?

- O sea, tiene que ver con todo. Con el ánimo de la gente de reconocerse, también. Pues el teatro reemplaza un poco lo que pasa con el cine en otros países, en el sentido de que el teatro le ofrece una cierta posibilidad a la gente de reconocerse en algunos temas, en situaciones, en imágenes, en lenguaje.

- Que es lo que plantea Griffero, además.

- Esta es una idea muy de Ramón, se la he escuchado mucho a él y la digo porque la comparto. Pero, así ya desde un punto de vista más de mi generación, hay como ene ganas de seguir haciendo cosas, seguir escribiendo y acercándose a los temas nuestros. Ahora, en ese sentido yo siento tan nuestro cualquier influencia…

- Es decir, ¿nuestro de una manera real, cotidiana, y no necesariamente folclórica?

- Claro, no criolla. Yo soy súper urbano y no tengo mucho contacto con eso. Entonces, siento que uno escribe de lo que uno es. Más menos. Y a mí me llama una cuestión urbana.

- Pero con 31 años y cinco obras estrenadas, dos de ellas en la Muestra, ha pasado casi desapercibido.

- Ah, total.

- ¿Y qué le parece?

- Mira, me surgen voces distintas en mi interior. Una voz que es la principal responsabilidad de eso es mía, en el sentido de que yo tengo que ir mejorando mi trabajo, aumentando mi nivel técnico, mi sensibilidad. Mejorar mi pega. Ser yo mejor, para que hayan mejores resultados. Pero, por otro lado, también siento que es como que, si no pasas por la tele, no eres nadie.

- Una cuestión de mercado.

- Una cuestión súper de mercado, de medios de comunicación, de marketing. Y en ese sentido, sé que este es un problema mío. Sé que soy súper poco estratégico, que esa es una parte que a mí generalmente me cuesta. Me cuesta sacar partido de las situaciones, proyectarme. No sé… Siento que quiero tener diez o veinte años de trabajo para llegar a escribir cinco páginas que sean ¡notables! No tengo más expectativas… Estoy de acuerdo contigo: estoy súper al margen, no he sido taquillero.

- Incluso siendo un "dramaturgo joven".

- Creo que eso existe a nivel de discurso. Pero a nivel de realidad, la pega del dramaturgo es un oficio bien opaco, poco vistoso. Uno tiene que guardarse siete meses de pega para mostrar una obra que dura 50 minutos, a lo mejor. Pero creo que aceptar eso es parte del juego. Aunque, también creo que debería dársele mayor espacio y estímulo, en general, a la gente que se la juega por hacer cosas. No hay ningún tema generacional claro ni nada, pero igual yo me reconozco en un grupo, un grupo donde están Juan Claudio Burgos, Alejandro Campos, Christian Ortega… Hay gente que le dio un inicio a esto, a que la gente joven se atreva a escribir y a contar sus cosas. Somos muy poco apoyados institucionalmente casi nada. Tenemos pocos reconocimientos.

- ¿…?

- Es la realidad nuestra. Por ejemplo, recién le acaban de dar el premio del Fondo Nacional del Libro a Juan Claudio Burgos con una obra sobre Gabriela Mistral. Tenemos líneas de estética y de pensamiento súper distinta, pero somos bien amigos y me alegra ene que se le dé un reconocimiento así a una persona que está en el camino de la dramaturgia, que está escribiendo de temas nuestros y que está comprometido en una creación. Porque lo difícil es crear. Hacer buen teatro con textos probados (van a Buenos Aires, cachan el éxito de la cartelera y los traen para hacerlos con los mejores actores de las teleseries, que los pinchan de ahí para el teatro) es súper asegurado. Pero lo difícil es crear, ¡crear cosas! Ese es el cuento, y eso es en el fondo lo que le va a dar identidad al país, también. Porque nadie va a reconocer a Chile por hacer dramaturgos franceses, neoyorquinos o argentinos. Lo único que le va a lograr dar una imagen al país es hacer dramaturgos nacionales.

Los proyectos que vienen.

Como actor, actualmente Sánchez participa en dos obras orientadas a la prevención del consumo de alcohol y drogas: Contradicción, pieza escrita por Raúl Brito que presenta en asociación con la Cámara Chilena de la Construcción para los obreros del ramo, y Contratiempo, que ofrecen en los colegios en asociación con la Municipalidad de las Condes.

Como autor, sus planes inmediatos contemplan la colaboración junto al periodista y guionista Gilberto Villarroel (Chilean Gotic). La idea es combinar experiencias y, a través de la investigación, generar una escritura conjunta. Incluso, ya tiene un proyecto de teleserie presentado a un canal y pronto quiere aventurarse con una comedia de situaciones.

Además, Sánchez también se encuentra coordinando un taller con el Subterráneo de Valparaíso, compañía derivada del grupo del Roland Bar y de las enseñanzas de Juan Edmundo González, para escribir una obra durante un taller en terreno. La iniciativa ya está aprobada por la Municipalidad de Cabildo (al interior de la V Región) y se inspira en un tema bastante ad hoc para la zona: la simbiosis entre catolicismo, folclor, mitología y religiosidad popular. Después, su idea es volver a escribir en solitario.

 

 


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